2. Unos ojos azules a punto de salirse de su orbita.

2719 Words
Pienso que las cosas pasan por algo. Caí en coma por algo. Desperté el día que desperté por algo. Puedo mover la mayoría de mis articulaciones por algo y me enviaron esas rosas marchitas por algo. Pensé en ello toda la noche. En serio, lo pensé toda la noche, no dormí nada con eso en mi cabeza. Llegué a dos conclusiones; la primera, que fui una mala persona, le hice algo malo a alguien y me envió eso para demostrar su odio hacia mí, la segunda, que fue una broma. No sé en cuál de las dos creer. Las dos razones y frías y espeluznantes. ¿Quién le envía eses mensaje a alguien? —¿En qué tanto piensas? —pregunta la mujer a mi lado. Miro al frente y me doy cuenta que el semáforo está en rojo. —No lo sé, bueno, en nada —concluyo. —Hija, sé que estás en una etapa de tu vida muy confusa, pero decirme que estás nerviosa porque te digan que no puedas caminar, no es motivo para que te avergüences. Soy tu madre y siempre te apoyaré en todo. —Yo lo sé, pero es... Difícil no pensar en esa posibilidad —decido seguirle la corriente. Es obvio que no estaba pensando en eso. El auto arranca de nuevo, indicando que el semáforo cambió a verde. Vamos camino con el doctor Jason. Me han hecho unos análisis para saber con exactitud si puedo llegar a caminar de nuevo y si los resultados son positivos -que espero que sí-, tendré que quedarme para mi primera terapia. Luego de unas vueltas a varias cuadras más, el auto se detiene frente a un edificio elegante. Una clínica privada. Mamá baja y enseguida dos enfermeros llegan a ayudarme. Coloco mi mano en el hombro de uno y la otra en el hombro del otro y con algo de esfuerzo me colocan con cuidado en la silla de ruedas. —Espera aquí —mi madre le dice al chófer—, no tardamos. Dame un minuto, Faith. Llamaré a tu padre. Tiene que venir —vuelve a hablar. Esta vez se dirige a mí. No le presto mayor atención a lo dicho anteriormente por mi madre ya que mis ojos están en uno de los enfermeros que me ayudó. Éste ya se ha ido, pero de vez en cuando voltea a verme. Es alto, delgado y castaño pero sus penetrantes ojos azules son los que me hipnotizan. Es muy guapo. Jamás en mi vida he visto a alguien con unos ojos tan azules. Parece una mezcla del azul del cielo con el azul del cielo nocturno. Es impresionante. —Bueno... —mamá se ubica frente a mí, obligándome a mirarla—, tu padre está en una junta, así que no podrá acompañarnos —finaliza. —Bueno... Estás tú, ¿no? Me conformo con tenerte. Ella sonríe y empujando la silla nos encaminamos juntas hacia adentro de la clínica. Entramos y Cesar, el hombre de seguridad, me da una cálida sonrisa. Se la devuelvo y así, a medida que transcurrimos el lugar, todos me saludan. En los meses que estuve aquí, charlé con la mayoría de las personas que trabajan en este sitio, ya saben, para no sentirme sola y es por eso que soy un poco conocida. Sin darme cuenta ya mamá está tocando la puerta al consultorio del doctor Jason e inmediatamente mis manos comienzan a temblar. Estoy asustada. —¡Faith! ¡Bienvenida! —el doctor se levanta de su escritorio y me tiende su mano. Se la estrecho. —Gracias, doctor. —Hola, Doctor Jason —saluda mi madre. —Señora —le devuelve el saludo con un asiento de cabeza—. Supongo que estamos aquí por los resultados, ¿me equivoco? Ella se sienta frente al escritorio, no sin antes haberme ubicado justo a su lado. —No, está en lo correcto. Jason saca unos documentos de un cajón. Limpios y pulcros. Abre el sobre donde éstos se encuentran y los saca. —Aquí están... A ver... Los saca y los lee detenidamente. Mi mamá cierra los ojos y juntas sus manos, como si estuviera orando. En cambio, yo no he dejado de observar al doctor. Quiero ver si me pillo alguna reacción para saber qué dicen esos papeles. Mi corazón está latiendo a mil y mi pulso está bastante acelerado. Cabe la posibilidad de que no pueda caminar, de que tenga que quedarme en esta silla para siempre, pero la rechazo, la rechazo contundentemente. Sé que voy a caminar. —Bueno... —aparta la vista de los papeles—, en definitiva, Faith... Puede llegar a caminar. Escucho el suspiro de alivio de mi madre y cómo se mezcla con el mío. —¡¿Es en serio?! —chillo emocionada. —Sí, Faith. —¡Gracias a Dios! —exclama emocionada, la mujer a mi lado. —Entonces... Comencemos. —Gracias, Doctor —me despido al igual que mamá. —Con mucho gusto, Faith. Sé que lograrás caminar en muy poco tiempo. —Gracias... Empujando la silla, salimos del consultorio. —Espera aquí... Le daré las buenas nuevas a tu padre. —Okey. Saco, con algo de esfuerzo mi teléfono de la parte de atrás de mis jeans y reviso i********:. Descargue la aplicación sólo para no ser tan rara, ya saben, no quiero ser la chica que no tiene ninguna red social. Actualmente solo tengo dos seguidores; mis padres. La puerta del consultorio de al lado se abre, lo cual hace que despegue mi vista del aparato. Me sorprendo al ver al mismo enfermero de hace un rato. Él al verme se sorprende, se pone nervioso y trata de irse. —¡Hey! —lo llamo pero no se detiene—, ¡Hey!. ¿Por qué corre? El chico se detiene y temeroso se empieza a acercar. —¿Qué deseas? Su voz es ronca, algo que no me esperaba debido a su contextura delgada y seca, bastante dura como si le molestara mi llamado. Más de cerca permito admirar sus bellos ojos. ¡Son hermosos! —¿Nos conocemos o algo así? —le pregunto. El chico se rasca la cabeza de manera nerviosa y niega con la misma. —No, bueno... Ibas a mi escuela —lo último lo dice rendido, como si no hubiera estado en sus planes decirlo. —¿Es en serio? ¿Éramos amigos? —pregunto entusiasmada. Deseo que lo seamos, así tendría una persona a la cual volver a conocer. Él frunce el ceño y ríe. Sus dientes son hermosos. —¿Acaso no conoces tu vida? Bajo la cabeza apenada. No, no la conozco, soy un estorbo andante, ni siquiera andante pues para poder movilizarme tengo que estar pegada a esta silla. Sencillamente no soy nadie. —Lo lamento... ¿perdiste la memoria? —pregunta al ver mi cara. —Sí, no recuerdo absolutamente nada. —Bueno... Respondiendo a tu pregunta, no. De pronto mira algo detrás de mí, abre sus ojos y se pone pálido. Parece que hubiera visto algún fantasma o algo así. Su piel es pálida, pero ahora parece casi invisible. —¿Qué sucede? —pregunto. Miro por encima de mi hombro, pero no veo nada especial. —No puedo hablar contigo, Faith —es lo único que dice. —Conoces mi nombre... —susurro—, creí que no éramos amigos. Nunca se lo dije y según él no me conocía como para que conociera mi nombre. Este chico sabe de mí. Este chico oculta algo. —¡No puedo hablar contigo! —grita de repente y me sobresalto. Si estuviera de pie, juro que hubiera dado varios pasos hacia atrás. Fue tan fuerte el grito que algunas personas se quedaron anonadadas. —¿Por qué? —Supervivencia... —concluye y se va corriendo. Lejos de mí. El techo de mi habitación es tan escalofriante, parece que me estuviera gritando auxilio muchas veces, pero no es así, es una voz en mi cabeza que no para de gritar y gritar. Eso significa que estoy asustada, no, corrijo, sigo asustada. Recuerdo todo lo que sentí en el coma, la oscuridad, las ganas de gritar, pero no puedo recordar mi vida antes de él y me enoja. Me acomodo mejor en mi cama, con algo de esfuerzo y me siento en él. Últimamente he tenido dolores en la espalda, así que me recuesto en la cabecera. No he parado de pensar en las últimas palabras que me dijo aquel chico antes de salir huyendo lejos de mí. Supervivencia... ¿Qué es tan peligroso que le impide acercarse a mí? ¿Es tan peligroso que su vida está en riesgo? ¿Soy tan peligrosa que pongo la vida de las personas en riesgo? ¿Quién soy y qué soy capaz de hacer? La puerta suena y segundos después entra mi madre, pero se asombra al verme despierta ya. —¡Faith! ¿Cómo estás? ¿por qué despertaste tan temprano? Sabes que siempre vengo a despertarte yo. —¿Siempre lo hiciste o sólo es ahora que soy una pobre inválida? No me hagas ver como una estúpida inútil. Es frustrante —contesto cruzando mis brazos por debajo de mis pechos. —Pero ¿qué pasó aquí? Creo que vendré cuando mi Faith regrese —contesta. Se cruza de brazos y retrocede frunciendo el ceño. Suspiro resignada y la invito a que me abrase. Ella se acerca a mí y lo hace, muy fuerte, como si tuviera miedo de perderme. —Lo lamento, mamá —le susurro—, es que estoy asustada, muy asustada y no sé por qué. Ella se separa de mí con una mirada de confusión. —¿Te están persiguiendo para matarte? —¿Qué? No. —¿Has hecho algo tan malo para sentirte así? —No. —¿Entonces? No hay de qué temer, Faith. Tú, tu padre y yo estamos juntos y cuando hay amor en el medio, no hay poder humano que logre destruirnos. —Lo sé, pero me siento indefensa. Sólo soy una chica inválida y ése chico me dijo algo que me dejó pensando. Debí haberlo dicho antes, pero... —respondo cabizbaja. —¿Cuál chico? ¿Qué te dijo? Cuando le voy a responder la puerta es tocada dos veces para luego ser abierta por mi padre. —¡Qué! ¡Aún en pijama! ¡Vamos, chicas! ¡Hoy iremos todos a la terapia! —exclama mi padre muy emocionado. Mamá salta de la cama y abraza a su esposo. Está tan feliz como él. Los veo y se me agranda en corazón. Se quieren tanto y se ven tan bien juntos, es decir parecemos la familia perfecta y es justo en este momento en el que me doy cuenta que no tengo nada que temer porque soy feliz. El coma solo fue un obstáculo, uno muy duro, pero lo pasé, lo vencí y ahora estoy aquí, porque sobreviví a él y no dejaré que su recuerdo me arrastre al infierno. —¿Qué estamos esperando? ¡Vamos! —exclama Bárbara. —¡Aún no puedo creer que hayas avanzado tanto! —el doctor Jason se muestra feliz. —¡Mucho menos nosotros, doctor! —ésta vez es mi padre quien habla. —¿No tienes nada qué decir, Faith? —vuelve a hablar Jason. Su mirada es penetrante, muy penetrante. Tan penetrante que me traspasa la piel y se incrusta en mis huesos. —Sí, estoy feliz, pero me caí. —No seas tan pesimista, hija. ¡Caminaste! Por unos segundos, pero lo hiciste —mamá toma mi mano mientras habla. Asiento feliz o tal vez fingiendo felicidad. No voy a estar satisfecha hasta no verme caminando bien, hasta no verme como una persona normal y tal vez, hasta no conocer mi pasado. Sé que dije que no dejaré que los recuerdos me arrastren al infierno, pero qué tal si ya me arrastraron, no, corrijo, ni siquiera existen recuerdos los cuales me arrastren así que no voy a descansar hasta saber qué me pasó. El celular de mamá suena así que pide disculpas y sale del consultorio. —Okey... Anotaré algunos antibióticos para ese dolor de espalda y con eso culminamos. La puerta es tocada y con una aprobación entra quién la tocó. Nos miramos y ambos quedamos pasmados. Sus ojos azules están tan abiertos que parece que se fueran a salir. Es él y ésta es mi oportunidad. —Lo... Lo lamento, doctor Jason. Lo necesitan en el área de urgencias, pero diré que está ocupado —trata de irse, pero el llamado de Jason lo detiene. —No, iré en un momento. El chico asiente y se va rápidamente. —Papá, debo ir al baño —anuncio en voz baja. —No puedes ir sola, te acompaño. —¡No! Le pediré a una enfermera que lo haga así no es tan incómodo. Lo piensa por un momento hasta que al final accede. Salgo del consultorio y moviendo mi silla intento encontrar al chico pero me es casi imposible. Por mi lado pasa una enfermera, tecleando su celular. —Disculpa —la llamo. Me mira con una sonrisa y guarda su teléfono. —¿Deseas ayuda? —es bastante amable. —No, bueno, necesito encontrar a alguien. Es un chico que trabaja aquí, es alto, blanco y posee unos ojos muy, muy azules. Sé que... —¿Blue? —me interrumpe, pero le doy una mirada de confusión—. Sí, bueno, en el área de odontología trabaja un chico con los ojos más azules que he visto, le decimos Blue por ello. —¡Debe ser él! ¡Gracias! Sin darle tiempo a responder me alejo tan rápido como se me es posible. Debo encontrarlo. Gracias a Dios ésa área está en el mismo piso. En unos minutos la encuentro y como en una película cliché, yo voy entrando y él saliendo. Todo pasa en cámara lenta. Toma la silla de ruedas de manera abrupta y la arrastra hacia una pequeña habitación con implementos de aseo. —¡¿Qué carajos haces aquí?! —grita fuertemente. Abro la boca desconcertada, ahora con algo de ira. —¡No me grites! No me conoces y no tienes derecho a hacerlo —¡Porque no te conozco te grito! ¡Me estás acosando! —sus manos están en puño y me está dando miedo. Sé fuerte...>> —Soy paciente de esta clínica y no me puedes impedir que venga. Además, deberías tratarme bien, eres un empleado de aquí, eso hacen. —¿Qué quieres? —se rasca la cabeza y se muerde las uñas. Está bastante frustrado, pero poco me importa. Exijo respuestas. —Necesito que me digas qué significa lo que me dijiste aquel día. Su risa inunda el pequeño lugar y su cabeza niega muchas veces. —¿Acaso no lo entiendes? Valoro demasiado mi vida para hablar contigo. —No la estás valorando demasiado ahora —contraataco. —No sabes ni la mitad de lo que sé así que te sugiero que te alejes de mí. Esto es más grande de lo que crees, hay mucho poder en juego y vidas, sobretodo vidas. —¿Y qué es eso qué sabes? ¡Ayúdame a entenderlo! ¡Ilumíname! —exclamo demasiado alterada. —Eres demasiado peligrosa, Faith, demasiado peligrosa para mí. No te conoces ni a ti misma así que mucho menos a tu pasado. Te sugiero que empieces a averiguarlo y me dejes tranquilo. —Pero... —¡No! —grita fuerte, se agacha a mi altura y me toma fuerte por los hombros—, ¡Déjame en paz y no vuelvas a buscarme jamás! —grita mientras me zarandea. Sus ojos están demasiado abiertos, sus dientes están tan apretados que parece que se fueran a quebrar, sus venas se le marcan y su rostro es distinto ahora. Está demasiado enojado. La ira inundó su cuerpo, tanto que es capaz de quebrarme en dos de lo fuerte que es ahora. Me suelta como si yo fuera algo tóxico, algo asqueroso, algo dañino y sale del pequeño cuarto. No es cuando siento mojada mi mejilla que me doy cuenta que estoy llorando.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD