Capítulo 3

4695 Words
Capítulo 3   Mina vio el auto irse y comenzó a caminar. Le dolía verlo, le dolía. Para Mina, no había persona más importante en el mundo para ella que Jace. Sabía toda su historia, sus sentimientos, sus pensamientos. Sabía dónde escondía su frasco de antidepresivos y sabía que él tomaba más de la cuenta, incluso seguía comprándolos, aunque ya no debía. Sabía que él calmaba sus ansias con un cigarrillo, que más de una vez robó una copa de la reserva de su padre. Mina conocía todo de él. Tenía miedo de que, tras su decisión, él se hundiera, realmente lo había temido desde que se enteró de la terrible noticia, lo había meditado, pero no encontraba otra salida. Ella, después de todo, guardaba la esperanza de que se le pasara o se hiciera el fuerte como tantas otras veces, así podría seguir con su vida, sin preocuparse por ella. Él no necesitaba otra preocupación en su vida, no necesitaba nada más que lo hiciera sentir tan nervioso. Así que seguiría esperando pacientemente, viéndolo desde lejos, esperando que él la supere, aunque eso le doliese en lo más profundo. Pero, de nuevo, no encontraba otra forma, porque el chico tenía una propensión a hundirse con tanta facilidad que cada vez era más difícil sacarlo y sabía que se hundiría en lo más profundo si supiera la verdad. Llegó a la escuela, muchas personas se le quedaron viendo, ella era una de esas alumnas que todo el alumnado conocía. Mina se aferró al manubrio de su mochila de ruedas, se colocó un poco de cabello detrás de la oreja y esbozó su calidad sonrisa. Era más fácil fingir que era eternamente feliz a tener que enfrentarse a la realidad, aunque, no siempre fingía y eso tenía que agradecérselo a Eddy. Los pocos momentos de real felicidad que ocurrían desde que pasó aquel triste suceso, eran gracias a su amigo de mirada profunda. Caminó lentamente, como sabía que debía de hacer, hacia su aula, arrastrando su maleta de ruedas. Había sido vergonzoso para ella tener que cambiar su mochila por esa pequeña maleta con ruedas, pero sabía que era necesario. Así como sabía que era necesario cambiar su calzado por uno más cómodo o la ropa por una más suave y fácil de quitar. Todo en su vida había tenido que ser reemplazado para no causarle molestias, el problema era que sí se las causaba, pues prefería usar sus sandalias a esas acolchadas alpargatas o sus blusas con encaje a esas camisetas anchas de algodón con estampados. No la hacían sentir bien, aunque en el colegio era más pasable la situación para ella, pues al usar uniforme, por primera vez podía usar algo que no fuera cómodo y suave, y la hacía sentir bien. Quizá por ello la escuela la hacía sentir bien, porque ahí podía lucir como los demás y ser como los demás. Siguió su camino, entró en el salón y lo vio, a su alto amigo, leyendo un nuevo libro, y por fin pudo sonreír con genuinidad. A él siempre le encantaron los libros, lo sabían muy bien. Mina recordó cómo Edward había suplicado a su madre para que le comprara los libros de “Harry Potter” cuando por desgracia de la vida, un tubo roto se los arruinó. Su madre no podía comprarlos todos de nuevo, si acaso de uno en uno y quizá no la misma edición que solía tener, lo cual entristecía a su fanático amigo. Sin embargo, Jace y Mina no iban a permitir que su amigo pasara un mal cumpleaños ¡No señor! ¡Ellos jamás hubiesen permitido semejante cosa! Así que juntaron sus ahorros de tres meses, y junto a la señora Campbell, compraron los cinco primeros libros. Fue un muy lindo cumpleaños para Eddy al lado de sus amigos y de sus nuevos libros con las tapas que brillaban en la oscuridad, y lo fue aún más cuando dos días después su mejor amigo, el rubio al que siempre quiso como un hermano, le regaló los dos faltantes. - ¿Qué lees ahora? Preguntó Mina, sentándose a su lado. - Una novela peruana que trata sobre el terrorismo y un pueblo siendo atacado por estos - Wow… suena interesante – Mina sacó un libro de su mochila – Toma, devuelto a tiempo - Genial – Edward tomó el libro y lo guardó en su mochila – Gracias por visitar la biblioteca Campbell - Me encantó – Mina sonrió ampliamente, Eddy no pudo evitar contagiarse de esa calidez, así que también sonrió – Aunque me da pena que… - bajó la mirada y luego miró a su amigo – Que él no haya podido casarse ni rehacer su vida sin ella - Veamos… - Eddy dejó su libro a un lado – “Un amor para recordar” de Nicholas Sparks… - le dedicó una mirada, sabía por qué ese libro era importante para su amiga, por eso se lo había prestado – Él logra superar su etapa de chico problema y se convierte en doctor… - Mina asintió a sus palabras, ya no tenía la misma sonrisa de siempre – Pero nunca se vuelve a casar y envejece… ¿Eso te puso triste? - Sí… - contestó, formando círculos con su dedo sobre la madera del pupitre – Es que… ¿Entonces nunca volvió a ser feliz? ¿Jamás? ¿Ni siquiera lo intentó? - Mina… hay dos cosas que tienes que entender… - se miraron fijamente, la chica asintió con la cabeza – Primero: Él va a ser eternamente feliz porque al menos tuvo la oportunidad de amarla… - Mina volvió a asentir, sintiendo ese doloroso pinchazo en el pecho que nada tenía que ver con la tristeza – Segundo: Es una ficción, no sucederá en la vida real… - ¿Pero y si sucede? - Pues recuerda que Jamie Sullivan le dio a Landon Carter la posibilidad de amarla a pesar de todo – la chica bajó la mirada – Al menos le dio tiempo, que era lo que ambos más querían, aprovechar el tiempo - Eddy… Susurró la chica.   - El tiempo es un obsequio irremplazable – el chico a miró con seriedad – No tenemos más del que nos dan   - Aunque sea poco   - Aunque sea poco, Mina… La voz de su amigo tembló un poco, Mina le acarició el rostro y le sonrío con sinceridad. El chico de mirada profunda apretó la delicada mano contra su rostro, en un intento de que ese cálido tacto quedara grabado contra su piel. Y es que Mina lo hacía feliz, su sola presencia lo hacía feliz, y cada día intentaba grabar en su mente hasta el más mínimo detalle de ella, cada gesto, cada tacto, cada una de sus sonrisas y cada una de sus lágrimas. Todo lo tenía grabado en su mente y luego las plasmaba en su cuaderno. - ¿No tienes un libro más alegre? Preguntó Mina, provocando la risa de su amigo. - Nada de Sparks supongo… - Eddy miro hacia el techo, repasando en su mente sus estantes llenos de libros, separando aquellos que ella ya había leído – Y supongo que tampoco quieres leer algo romántico… - se frotó la barbilla – Quizá alguno de los libros de Mily Wu que tanto te gustan… - No… Susurró Mina, cruzándose de brazos y torciendo la boca en señal de negación, Eddy solo soltó un suspiro. - ¿Qué quieres leer entonces? Preguntó con fastidio. - ¿Estás enojado conmigo? Se miraron fijamente. Ella realmente lo lamentaba, lamentaba el haberlo condenado, incluso si no fue su culpa realmente, pero lamentaba haberlo condenado. Él negó con la cabeza. Para él era difícil, vivir así, con ese peso, era difícil, pero no la odiaba, jamás podría, él la quería como la hermana que siempre quiso, como m*****o de su familia, como alguien sumamente importante para él. Así que no podía odiarla o culparla, ella realmente creía que era lo mejor y debía de respetarlo, aunque él sabía que su plan era descabellado y que no funcionario, pero a ella le hacía sentir tranquila y feliz el creer que había una luz al final del túnel. Quería seguir soñando que así sería, que así era, y Eddy no quería romper esa burbuja que ella misma había creado. No quería, porque el verla sufrir era algo doloroso para él. Mina bajó la mirada, apenada, consciente de todo lo que le hacía pasar a su amigo y sintiéndose culpable. Eddy no dijo nada, simplemente la atrajo hacia él, envolviéndola con sus brazos. Ella se recostó en su pecho, en verdad necesitaba de sus abrazos que la reconfortaban, en verdad necesitaba sentir que él no la odiaba, aunque sabía que quizá, en el fondo, muy en el fondo, Eddy sí estaba enojada con él. - ¿Caminaste lento? – ella asiente, separándose finalmente de él – No estoy enojado contigo… estoy enojado con lo que sucede - Lo siento… No dijeron nada más, no lo necesitaban, sabían lo que ocurría y sabían cómo iba a terminar. A ambos les causaba dolor y enojo, pero nada podían hacer al respecto. Había varias cosas en su contra, demasiadas para el gusto de ella. Seguía esperando, pero no había esperanzas, y ya la paciencia se le estaba acabando. El único consuelo de Min era imaginar a un Jace siendo feliz en el futuro. A veces, Mina se encontraba a sí misma soñando despierta, imaginándose una linda casa con pórtico, un columpio de madera y flores de todos los colores, sobre todo girasoles. Se imaginaba un brillante perro Golden, con un collar y una placa con su nombre, se imaginaba a ella misma en el jardín, sentada en uno de los muebles de mimbre, tomando el sol y a su lado, sus mejores amigos, todos adultos hechos y derechos. Ese era el más grande sueño de Mina, poder tener una vida junto a sus mejores amigos en este planeta. Sin embargo, ella sabía que no iba a poder ser, que tendría que alejarse de ellos tarde o temprano, que las cosas estaban puestas sobre la mesa y ella debía de tomarlas sin chistar, no había opciones ni posibilidades, solo un camino que sabía que tendría que recorrer. Le asustaba, no quería hacerlo, pero era inevitable. Los alumnos del A seguían revoloteando por el aula aprovechando que el timbre aún no sonaba. Algunos leían, otros dibujaban, otros adelantaban deberes, otros conversaban quedamente con sus amigos, pero casi nadie se percataba de lo que los demás estuviesen haciendo fuera de sus círculos más próximos. Sin embargo, siempre había alguien quien sí estaba al pendiente de lo que hacían los demás, y, esa vez, su víctima era una pareja que estaba abrazada al fondo del aula. Había algo que los alumnos de la escuela Silver Rivers siempre decían como una de las características más resaltantes de su institución, y era que los rumores corrían rápido, algunos incluso pensaban que volaban a la velocidad de la luz, y es que a pesar de ser grande el lugar, tenía una red de chismosos igual de grande, todos se podían enterar de una situación mucho antes de que los responsables dejasen el lugar de los hechos. De esta forma, sin que lo supieran o pudieran evitar, el rumor de que Edward Campbell y Mina Peters, del aula A, estaban abrazados en el aula de forma muy sospechosa, comenzó a circular. Primero llegó a los que estaban fuera del aula, quienes no podían despegar los ojos de la pareja que sin ninguna vergüenza demostraban su afecto el uno al otro. Luego la noticia llego a unos alumnos que estaban en el pasillo, quienes no pudieron evitar soltar quedas expresiones de sorpresa, así como risitas de burla. La noticia entonces saltó hacia los baños de chicas, donde las expresiones de sorpresa fueron más sonoras y sacaron uno que otro gritito, pues era imperdonable lo que estaba ocurriendo en el aula A. La noticia rebotó en otros tantos alumnos y de nuevo a los pasillos, donde a la historia se le fue agregando más cosa, como “Que la pareja se estaba besando de forma tan apasionada que parecía que en cualquier momento se desvestirían”. Y uno pensaría ¿Por qué era del interés el que Mina Peters y Edward Campbell se estuvieran demostrando afecto dentro del aula? Pues todos estaban hablando al respecto, todos estaban curiosos, y es que todos querían saber cómo era posible que ellos dos estuvieran juntos si Jace era su mejor amigo, todos seguían impactados al saber que Mina Peters y Edward Campbell lo habían traicionado, a Jace, al chico al que le profesaban su amistad desde el primer grado. - Que descarada ¿Cómo puede hacer algo así? - No tiene nada de pudor - Nada de decencia… - Ni un poco Le decía una chica a sus amigas, en el aula B. Jace no quería oírlas, quería dormir un poco más, pero ellas estaban justo en la mesa delante de él. A él nunca le gustaron los chismes, siempre hacía caso omiso, como cuando dijeron que Mina y un chico del equipo de básquet salían, la verdad era que la chica que había iniciado el rumor le tenía celos a Mina y que esta última le enseñaba matemáticas al jugador de básquet. Jace había aprendido a hacer caso omiso a las habladurías, como cuando decían que él se drogaba porque siempre llegaba desaliñado a la escuela, él llegaba así a la escuela porque siempre llegaba con cansancio y le daba pereza vestirse correctamente. Él nunca hacía caso a los rumores, como cuando inventaron que Edward había asesinado a un profesor que le puso 9.5 de calificación en un examen, dañando su historial perfecto, la verdad era que el profesor se fue de vacaciones con su familia. No, él jamás hacía caso a los rumores, como cuando inventaron que Devon tenía un amorío con Theodore porque los habían visto llegar juntos desde un área a la que los alumnos nunca iban, la verdad era que ellos habían estado en el lugar secreto del grupo, fumando hierba y terminando de hacer los deberes. No, Jace había aprendido que los rumores eran mentiras que habían crecido como una enorme bola de nieve cuesta abajo, que siempre los alumnos agregaban algo nuevo a la historia, porque a la gente le encanta chismear, y les encanta chismear porque sus vidas son aburridas y necesitan algo con lo qué entretenerse. Por esta razón, cuando llegó a sus oídos los rumores de Mina y Edward, él pensó que de nuevo eran mentiras. Era imposible, eran sus dos mejores amigos, ellos no harían algo así, no lo traicionarían así, no le harían ese daño, no ellos. Por ello, él estaba realmente vulnerable cuando sus propios ojos confirmaron la verdad, cuando su corazón se partió en trizas y supo que ya nada iba a ser igual de ahora en adelante. Aquellos rumores quedaron confirmados, destruyeron todo lo que él creía, rompieron algo en su interior, algo que sabía que jamás iba a poder arreglar, y, de esta forma tan cruel, le hicieron ver que los rumores no siempre eran mentira, al menos uno de estos podía ser verdad. - Me pregunto cómo se sentirá Jace, debe de entristecerlo - De seguro odia a Edward - Pero la culpa lo tiene ella por descarada, ya ves… ¡Besándose en el aula! - Sí, dicen que estaban besándose de forma muy picante, que horror, no tiene vergüenza esa chica… - Arruinar una amistad así… que mala es esa… - Y lo aparenta tan bien… - Esas son las peores - Sí, siempre dicen eso - Por eso a mí nunca me agradó - Ni a mí - A mí menos - Sí… Mina Peters es de lo peor que hay en la escuela Silver Rivers - ¡Ey! – llamó Theo, las tres chicas voltearon a verle nerviosas por haber sido atrapadas infraganti - ¿No tienen algo mejor que hacer, además de chismosear? - Váyanse a chismear a otro lado, banda de buitres Les ordenó Devon y las chicas corrieron a sus asientos, sintiéndose algo avergonzadas e indignadas. - Jace… Theo intentó acercarse a su amigo, pero este rápidamente se apartó, tomando sus cosas y yéndose del aula a paso veloz. - Mierda… Susurró Devon. Ed, quien había presenciado todo sin entender, los miró a ambos. Había algo muy malo en la escuela, y él tenía mucha curiosidad por saber qué era eso. Después de todo, ya llevaba una semana siendo amigos de esos tres chicos, y varias veces se había chocado con la pareja innombrable de la otra aula en los recesos, así que sentía que merecía saber al menos algo, lo más mínimo, lo que sea le serviría para apaciguar su curiosidad. - ¿Qué ocurre? – preguntó sin rodeos, los otros dos amigos le miraron - ¿Qué sucede entre Edward Campbell y Jace? - ¿Por qué quieres saber? Theo lo miró de forma inquisitiva, con una ceja alzada, acomodándose las trenzas en su habitual coleta antes de que el profesor entrara y le regañara por su aspecto. - Se supone que somos amigos… - contestó, Theo solo miró a otro lado, soltando una risita y negando con la cabeza- ¿No pueden al menos decirme algo pequeño? - Ed… - miró a Devon, este se apartaba el cabello de los ojos para poder mirarlo fijamente – Eres nuevo, y te hemos incluido en nuestro grupo… pero hay algunas cosas que se necesitan más de una semana con nosotros, para que te las podamos contar, y ésta en particular… es una de esas… - De acuerdo… entiendo… Ed no preguntó nada más, no quería enojarlos, porque, de nuevo, no podía darse el lujo de buscar otros amigos, además de que éstos habían captado su curiosidad. Sin embargo, y pese a las negativas del par, eso no disminuyó su curiosidad, más bien la aumento, ahora tendría que meter sus narices con disimulo en los asuntos de ese grupo tan singular, porque preguntar de frente no le iba a funcionar. Y es que él se daba cuenta, no era tonto, se daba cuenta de que algo sucedía en ese grupo, lo había notado el primer día de clases y lo seguía notando una semana después. Jace siempre se comportaba de forma extraña cuando mencionaban al chico alto y a la chica del rostro bonito. Jace siempre dejaba en claro que estos dos no eran de su agrado, pero eso no tenía sentido para Ed y le hacía formularse varias preguntas ¿Qué le habían hecho ellos para que él se comportase de esa forma? ¿Cuál era el contexto? ¿Por qué pasó? ¿Cómo eran antes de que eso ocurriera? Cientos de preguntas se aglomeraban en su mente causándole dolor de cabeza, pero era soportable. Ed sabía que tenía que formular las preguntas correctas y tomar la actitud correcta si quería que esos dos chicos delante de él, le revelen la verdad detrás del misterio. La hora del receso llegó, Jace iba caminando por los jardines de la escuela. Él había faltado a todas las clases de la mañana, no le apetecía escuchar las clases y los profesores ya habían lanzado la toalla con él ¡Y a él le importaba muy poco! Siguió caminando, no tenía humor para clases de matemáticas o francés, solo quería un momento de paz y tranquilidad, un momento para él. Miro hacia el cielo, cubriendo sus ojos de los rayos del sol, vio las copas de los árboles donde las ardillas correteaban, vio los terrenos de la escuela llenos de flores y árboles, un bello paisaje que a Jace le importaba un comino, simplemente no le interesaba nada, se sentía tan vacío que hasta la flor más bella le parecía insignificante. Llegó a la parte más escondida del jardín trasero del colegio, pasando las pistas de carreras y las canchas de tenis. Llegó, moviendo algunas ramas de árboles, un lugar donde los profesores no alcanzaban a ver, un punto ciego en las cámaras de seguridad. Vio los troncos de los arboles perfectamente acomodados en un cuadrado y se sentó en uno. Pasó su mano por encima de uno de ellos y recordó y, por fin, después de una semana, pudo sonreír con sinceridad. Y es que, pese a todo, aquellos recuerdos eran los más felices de su vida, de los cuales, muchos tenían como escenario ese lugar escondido entre los arbustos, y es que en ese lugar habían pasado muchas cosas, muchas risas, muchos chistes e historias contadas. Recesos infinitos, desacuerdos y reconciliaciones, besos y caricias, y más bromas de tres buenos amigos. Ahora lo único que había en ese lugar era la ceniza de los porros que sus amigos consumían, y el eco perdido de sus lamentos. Pateó una lata de cerveza que Devon trajo de contrabando una vez, la lanzó lejos del lugar, espantando algunas aves en el proceso. Ese espacio secreto pasó de ser de tres a ser de cinco, no cambió mucho, no cambió nada, pero al final, los que siempre iban a ahí eran ellos tres. Jace se encontraba solo, ahora se encontraba solo, acariciando el tronco en el que estaba sentado, sintiéndose molesto de nuevo, sintiendo como la presión en el pecho regresaba, como esa sensación de tristeza infinita lo volvía a invadir y golpeó el tronco con su mano, intento ahogar sus gritos, intentando retener el deseo de desgarrarse la garganta en ese lugar. Todo lo que habían hecho, lo que habían armado, todo se destrozó. Todo en lo que él creía, la confianza que tenía, la felicidad que poseía, todo fue destruido. Él nunca iba a perdonar a Edward por lo que le hizo, jamás iba a perdonarlo, para él, Edward Campbell ahora era el ser más despreciable del planeta. Se dejó caer en el tronco, sacó su cigarro recién armado con un poco de la m*******a que Devon le había dado, y lo encendió. A él no le preocupaba ser descubierto, jamás lo habían hecho, la escuela era muy grande con un enorme terreno de áreas verdes y esta era una zona alejada, nadie notaria el olor o el humo saliendo de entre los arbustos, nadie excepto la joven que se iba acercando con su nuevo libro. - Oh… Ambos se quedaron viendo, ella sintió un nudo en el estómago, había sido muy tonto de su parte creer que él no vendría algún día, después de todo, ese era su lugar secreto, él mismo había acomodado aquellos troncos alrededor de la pila de hojas caídas. - Mina… Jace se enderezó al instante, escondiendo el cigarro detrás de él, sabía que a ella nunca le gustó que el fumara m*******a, pero realmente era algo que le calmaba. Sin embargo, a Mina poco le preocupaba si Jace fumaba o no. Era su rostro, demacrado, lo que realmente le importaba. Tenía ojeras bien marcadas y los labios, que solían ser rosados, los tenía pálidos, entonces Mina se preguntó si Jace habría comido algo en estos días o si de nuevo estaría matándose de hambre. No obstante, pese a todas las preocupaciones e interrogantes que sabía que no podía responder, ella deseaba huir de ese lugar, alejarse lo más que pudiera, alejarse de Jace Daniels. - Yo… creo que… - se dio media vuelta, pero él la tomó de la mano, haciéndola detenerse, haciéndola estremecerse y comenzar a temblar – Jace… - No te vayas… - se levantó del tronco y la miró, su rostro estaba unos centímetros más arriba que el de ella, esos ojos que ella poseía, esos hermosos ojos que él podría mirar por la eternidad, pero ya no, porque esos ojos ahora le miraban con miedo, ya no de la misma forma que una vez lo miraron, ya no, ya no más – Yo me voy… - Jace… Ella lo intentó detener, pero él no le hizo caso. Mina contuvo el aire unos instantes y entonces se dejó caer. Le dolía el desprecio de Jace, pero ella mismo lo había provocado, era algo que ella misma había decidido y ahora tenía que afrontarlo. Soltó un poco de lágrimas y respiró hondo, el pecho le dolía, le ardía en lo más profundo y sintió como las fuerzas se le iban, haciendo que sus piernas flaqueen. Se dejo caer en uno de los troncos, tomándose la cabeza con ambas manos, intentando calmar su respiración y tratando que su corazón no explote de lo agitado que estaba. Se limpió las lágrimas con su pañuelo y abrió su libro, respirando profunda y lentamente, como Edward siempre le decía. Esto ella misma se lo había buscado, por su decisión, una decisión que día a día flaqueaba, así que solo le tocaba afrontarlo, no había nada más que hacer, no había nada más y ella lo sabía, debía de ser fuerte y aferrarse a sus convicciones. Esto era lo mejor, se lo repetía mil veces en su mente, eso era lo mejor, incluso si él la odiaba por el resto de su vida, pero sería más fácil así, sería más llevadero si él la odiaba, de eso ella estaba segura o más bien, ella quería creer eso. Por fin logró calmarse, la cabeza le dolía y el cansancio la invadió, cerró su libro y se recostó en el tronco, una pequeña siesta la ayudaría. Jace siguió caminando, dejando caer su cigarro en alguna parte, no quería regresar a clases, no quería hacer nada de eso, le importaba un bledo las clases. Se jaló los cabellos con ambas manos y rugió. Aún le dolía, jamás iba a dejar de dolerle y él lo sabía, y es que… ¿Por qué siempre lo abandonaban? ¿Por qué todos siempre, tarde o temprano, lo abandonaban? Se llevó una mano al pecho, le dolía. Nuevamente el deseo de desgarrarse la garganta o de golpearse la cabeza contra un tronco hasta sangrar, le invadieron. Nada estaba bien, todo siempre estaba mal, nada nunca podía ser feliz, todo siempre iba a ser gris, día a día su vida se iba poniendo más y más gris. No había salvación para él, lo sabía, todos lo sabían, quizá por eso siempre le terminaban abandonando. Corrió con dirección a los muros, lo había hecho tantas veces que ya sabía cómo hacerlo sin que nadie lo supiera. Se subió a uno de los árboles, camino con cuidado por una de las ramas y con mucho cuidado saltó por encima del muro. Se río a carcajadas, respirando hondo con los brazos abiertos, era libre por un par de horas más. Pateó el muro de Silver River, le dio de puñetazos hasta que sus nudillos dolieron y siguió riendo a carcajadas. La escuela podía irse a la mismísima mierda, nada importaba, nada le apetecía, nada le hacía sentir si quiera un ápice de emoción. Tambaleante encendió un nuevo cigarro y comenzó a caminar lejos de la escuela. Mina se quedó ahí, recostada en el tronco, con las lágrimas atascadas en sus ojos, viendo el lugar por donde Jace acaba de saltar. Sintió una presión en el pecho y respiró hondo, no quería agitarse de nuevo, pero era inevitable, ese chico siempre la hacía agitarse de emoción. Era doloroso ver a Jace de esa forma y no poder hacer nada por él. “¡Es lo mejor!”, se repetía mentalmente, cubriéndose el rostro con su libro “¡Es lo mejor Mina, es lo mejor!”, las lágrimas por fin comenzaron a caer y ella intentaba atraparlas con sus delicadas manos! Jace tenía suficientes problemas como para cargarlo con más. Tomó sus cosas y se dispuso a regresar a la escuela, el timbre que señalaba el final del receso ya estaba por sonar. - Ey… tú de nuevo rostro bonito…
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