Erick salió del comedor decidido a marcharse de ese lugar, se sentía frustrado, llevaba apenas unas horas en esa casa y ya estaba asfixiado, necesitaba volver a la ciudad, a su rutina, al trabajo y olvidarse de todo y sobre todo intentar olvidarse de esa bella mujer que una vez más se había calado hondo en su corazón. La ira que lo embargaba era tal que se quitó la campera de manera brusca y la arrojó al piso con todas sus fuerzas una vez que entró a la habitación. No quería perder más el tiempo, así que comenzó a buscar sus cosas y una a una las fue acomodando en la maleta. Él estaba de rodillas buscando un zapato debajo de la cama cuando su madre entró al pequeño cuarto y cerró la puerta detrás de su espalda, entonces se acercó lentamente a su hijo y con una voz dulce, cálida y maternal
