Alessandro

Camino a paso ligero como es costumbre hacerlo, observo de reojo a mis empleados quienes sé también lo hacen, sus miradas permanecen cabizbajas mientras camino hasta llegar al elevador. Presiono uno de los tantos botones, a mi lado van dos de los muchos empleados, carraspean y fingen estar en el teléfono escribiendo algo. Miro al frente y alzo más la barbilla hasta oír el sonido de las puertas que se abren de par en par. —Buenos días Sr. Ricci —mi secretaria Wendy quien saluda y al mismo tiempo camina hacia donde estoy para tomar mi saco. — ¿Pendientes para hoy? —hablo con voz monótona. —Reunión con el Sr. Anderson, firmar los documentos que deje ayer en su oficina, almuerzo con los accionistas tailandeses… —dice sin parar y con tono exhausto por la rapidez con la que habla, termino de escuchar todo y me encierro en mi oficina sin decir más. Trabajo hasta demás como siempre suelo hacerlo, soy alguien comprometido con la empresa y me gusta hacerlo a la perfección si no de que serviría. La compañía ha estado a mi cargo durante no más de tres años, después de que mi abuelo falleciera todos los bienes se me fueron otorgados y claro aun más siendo el único nieto, mis padres fallecieron hace un par de años fue doloroso perder a ambos casi al mismo tiempo pero esas experiencias me han hecho más fuerte de lo que soy. Me considero una persona poco sociable, lejos de las personas me siento más a gusto, no me gusta entrometidos en mi vida privada. ¿Amigos?... prefiero no tener, solo me hacen perder el tiempo además no tengo porque contarle mis cosas a alguien. —Señor Ricci… su abogado se encuentra aquí —la fastidiosa voz de mi secretaria al otro lado de la línea. —Que pase —respondí, misma voz de siempre, fría y malévola podría decirse. —Alessandro ¿¡Cómo te encuentras!? —abogado y confidente de la familia a quien mi abuelo le había guardado tanto cariño y amistad. — ¡Como siempre! —No lo dudo —sonríe con afecto mientras le invito a sentarse y al mismo tiempo entra mi secretaria con un café para ambos. — ¿A qué debo el honor de tu visita? —digo con intriga, frunzo el ceño sin saber que me dirá. —Tú sabes el cariño que te guardo y te agradezco la confianza puesta en mí para llevar a cargo el bufete… — ¿No entiendo? —lo miro con seriedad siendo a la vez amable. —Estoy viejo y acabado —sonríe con gracia —tengo a mis nietos y a mi familia y quiero pasar más tiempo con ellos… — ¿Es eso? tomate tus vacaciones. — Me temo que no nos estamos entendiendo —vuelve a sonreír con amabilidad —Alessandro quiero retirarme y con lo que me queda por vivir estar con mi familia. —apenas escuche decirle esto y sentí un balde de agua sobre mi caer, no lo veía venir ha llevado el bufete a su cargo durante tantos años y jamás podría depositar la misma confianza en alguien más que no sea él. — ¿¡Lo dices enserio!? —quiero reiterar su respuesta. —Si —exhala agotado, además por su edad su salud también se ha estado deteriorando. —Está bien —respondo sin ánimos, tiene una gran familia que lo ama y además están al otro lado del mundo la mayor parte de ellos y solo quiero que siga con su vida llena de felicidad como lo ha sido siempre. —Sabes que cuentas conmigo para lo que necesites, y conociéndote bien —vuelve a sonreír y es cierto me conoce antes de nacer. —Tengo un amigo que podría llevar a cargo el bufete… ¿Te acuerdas de Angelo? Trabaja con nosotros también. —Por supuesto. —A mi parecer no hay nadie más experimentado que yo. —Lo sé, ha trabajado contigo hace varios años y no lo dudo, será alguien con la experiencia indispensable para el cargo —hablo mientras me pesa saber que Damián no estará más. Antes de irse tuvimos una larga plática recordando a mi abuelo hasta al fin despedirnos con un enorme abrazo. Llego a mi departamento cansado por el largo día, estar sentado frente al computador con es nada fácil, me sirvo un café cargado y un sándwich para merendar y luego relajarme en la bañera. Oigo el sonido de la alarma, a la primera me levanto de la cama, camino hacia el baño para darme una buena ducha y luego vestirme, esta vez opto por un traje totalmente n***o, pantalones, camisa y corbata, hasta en eso mi ropa es monótona. Silvia, mi ama de llaves está en la cocina a tempranas horas, vive a unas cuantas calles por lo que cada tarde sale hacia su casa. —Buenos días Alessandro —saluda con amabilidad, ella ha trabajado también desde hace años para la familia, es una mujer hacendosa y minuciosa en lo que hace. —Buenos días Silvia —sonrió sentándome a un extremo de la isla de la cocina. Veo que coloca frente a mí unos hotcakes, pan tostado con jalea y café como tanto me encanta. Desayuno en total silencio, leyendo algún libro detesto tener el teléfono mientras como. Me despido de Silvia dándole una leve palmada en el hombro izquierdo, es por el cariño y respeto que le guardo. Tomo esta vez mi Mercedes Benz plateado y antes de ir a la empresa pasare por el bufete, mis padres fueron abogados y por ello crearon el Bufete R&M dedicándole todo de si hasta sus últimos días. Estaciono el auto frente al lugar y camino hacia la entrada donde esta una amable recepcionista pero… fastidiosa diría. Su tono de voz cambia al verme y detesto esas actitudes. Camino sin saludar hacia dentro donde están varios de los despachos y me dirijo a donde era la oficina de Damián quien ahora está ocupada por Angelo. — ¡Angelo! —Alessandro Ricci —se voltea a saludarme dejando a un lado la caja con sus pertenencias, ya se estaba acomodando en la que ahora será su oficina. — ¿Cómo van las cosas por aquí? —Muy bien… ya ves acomodando todo… agradezco a Damián me haya recomendado y a ti… —alzo la mano e interrumpo antes de que continúe. —No digas nada… conozco tu trabajo además has trabajado de cerca no solo con Damián si no con mis padres. —Lo sé —suspira, conoció a mis padres y ambos se llevaron de maravilla. —En fin sacaremos adelante el bufete mejor que nunca —sonríe, es igual a Damián, optimista y alegre. —Te veré después —me despido de él para seguir mi camino. —Cuídate mucho hijo —sonríe dándome la mano. Salgo de su oficina y camino a paso ligero, y porte recto como siempre, no sé si sea mi aspecto pero a los ojos de los demás soy alguien intimidante… la mayoría de los abogados me conocieron de pequeño cuando mi madre me mantenía en su oficina jugando mientras ella y mi padre realizaba sus grandes hazañas. Tropiezo con una mujer quien llevaba varios expedientes en las manos.