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La asesora del CEO

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Carter Price es un verdadero idiota.

Es mujeriego, derrochador, arrogante y amante de todos los placeres prohibidos. Podría hacerte una lista mucho más extensa de sus defectos, pero la verdad es que no quiero pasarme todo el día enumerándolos. Su padre, el antiguo dueño del imperio hotelero Price Enterprise, me contrató como asesora personal para lograr que su hijo pasara de ser el hombre mimado y casanova que aparecía en todos los noticieros del país por hacer que las mujeres pasaran una noche con él y se sintieran orgullosas de eso, a convertirlo en un empresario serio y respetable. Una tarea dura y casi imposible, porque mientras más paso tiempo con él, más quedo enredada en sus encantos y juegos sucios.

Soy un idiota, siempre lo he sabido.

¿Qué puedo decir? Las mujeres no están especialmente interesadas en eso siempre y cuando obtengan mi polla. Me gusta mi estilo de vida, disfruto y follo todas las noches con las mujeres más hermosas del país porque me lo merezco. Hasta que aparece ella, una víbora, manipuladora y jodidamente sexy Savannah Jones. No es como las demás mujeres que he conocido y eso me atrapa hasta el punto en que quiero obtenerla, y mientras más corra, más estoy dispuesto a perseguirla. Al menos, antes de darme cuenta de que el amor me está alcanzando a mí…

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1. "Un idiota con una lista muy larga de defectos"
Oh, Jesús. Miré a Pamela, mientras succionaba mi polla de arriba abajo, sus labios carmesíes lo envolvían con facilidad, arrodillada ante mí, era como una puta fantasía. Era la mejor secretaria que tenía, y no solo porque hacía su trabajo como debía ser y nunca molestaba, sino porque me ayudaba a desestresarme dejándome follarla cuando sea que lo quisiera. Y antes que lo digas, sí, sé que soy un c*****o. Pasó su lengua a través de la punta y cerré mis ojos, olvidándome de todo. Acaricié su cabello y me preparé para venirme. Mi parte favorita del sexo no era cuando acababa, si no justo antes, cuando tu cuerpo se tensaba, cuando sentías el corazón latiendo rápido y la sangre corriendo por tus venas, ese momento exquisito antes del dulce y doloroso placer estallando dentro de ti. Me derramé sobre ella, que lo tomó gustosa. Pam no se andaba por las ramas, le gustaba jugar conmigo y yo agradecía su plena disponibilidad. Cuando todo terminó, le di una sonrisa y ella me la devolvió, aunque su labial ahora estaba esparcido por la comisura de su boca. Se separó de mí y aproveché para guardar mi amigo dentro de mis pantalones de nuevo y abrochármelo. Me levanté y fui en busca de un vaso de agua en el minibar que tenía dentro de la oficina, entregándoselo para que se refrescara. Podía ser un gilipollas, pero mi madre me había enseñado a ser un caballero ante todo y una mujer que acababa de regalarme un orgasmo, no se merecía menos que toda mi amabilidad. Mientras lo bebía, me dio una sonrisa nerviosa. —El sábado es la boda de mi hermano —comentó, recibiendo la servilleta que le estaba ofreciendo para que se limpiara la boca. — ¿Por qué no vienes conmigo y nos divertimos? Después podemos pasar a mi apartamento y terminar la fiesta allí. Una inmensa alerta roja comenzó a sonar en mi cabeza de inmediato. Esta no era la primera vez que una chica con la que estuviera jugando, quisiera llevar las cosas más allá y hacerlas un poco más… formales. No era un hombre de compromisos, así que aquello no estaba en mis planes, sin embargo, tampoco quería hacerlas sentir mal. Así que aplicaba algunas sencillas bases para decirle que no a una chica, sin lastimar sus sentimientos o peor aún, su ego. La numero 1: jamás les mientas, a ninguna mujer le gusta que le digan mentiras. Siempre déjales claro que no estás interesado en nada más que en diversión, nada realmente serio. Así, ellas no tendrían grandes expectativas contigo. Y si las tenían, entonces no sería tu culpa. —Pam, ya lo hemos hablado, eres grandiosa y me encanta pasar tiempo contigo, pero no tengo tiempo para una relación ahora —respondí, poniendo mis manos en sus hombros para que se sintiera mejor. — ¿Por qué no le dices a Wiliam de contabilidad? Lo he pillado mirándote varias veces, estoy seguro de que le encantará ir contigo. La numero 2: Sé sutil, pero recuérdale que hay más peces en el mar para que no quiera estancarse contigo. Pam era una belleza sureña, piel morena, hermoso cabello rizados y abundante y lindos ojos cafés. La mitad de la empresa le había dado al menos una mirada, pero Wiliam era el gerente de contabilidad de la empresa, ganaba un buen sueldo, era soltero y parecía una buena persona, así que no le estaba tratando de emparejar con cualquier idiota. —¿De verdad? —preguntó, un poco interesada. Ella sabía que cualquier otro hombre en el mundo estaba más interesado en una relación que yo, así que mi idea no era tan mala. Asentí. —Usa mi tarjeta y cómprale un regalo lindo de mi parte a tu hermano, y uno más para ti —dije, guiñándole un ojo, lo que la hizo sonreír y olvidarse de que acababa de rechazarla. Ni siquiera era tan difícil. Y antes de que me insultes de nuevo y te preguntes porqué demonios soy así, no, no soy un imbécil que vio a sus padres odiarse y convertirse en extraños en un matrimonio sin amor o alguna mierda de esas que pasa seguido. En realidad, mis padres aún estaban juntos y juro por Dios, cada vez parecían más enamorados. Pero cosas como esas pasaban muy pocas veces en la vida, ahora la mayoría de las relaciones estaban destinadas al fracaso y yo no quería perder el tiempo en eso. De pronto, la puerta se abrió de golpe, mi padre y mi hermano menor entraron sin reparos. Aparté mis manos de Pam y ella dio un paso hacia atrás disimuladamente. —Eso es todo Pam, puedes seguir trabajando —murmuré, carraspeando. Mi padre lucía enfadado, lo suficiente como para no darse cuenta de nada, pero mi hermano menor sí, Joshua me dio una mirada de desaprobación, nunca le había contado lo de Pam, pero era inteligente y se había dado cuenta. No estaba de acuerdo, pero tampoco me echaba al agua, lo que me gustaba bastante de él. Después que mi secretaria los saludó respetuosamente, salió de la oficina, cerrando la puerta detrás de ella. —Carter, no puedes seguir haciendo esto —murmuró mi padre, tenía el ceño fruncido y se veía bastante cabreado, lo que no auguraba nada bueno. Me senté de nuevo detrás de mi escritorio y lo miré. —He hecho muchas cosas papá, así que especifícate —indiqué, tan tranquilamente como podía. Como respuesta, me tiró sobre el escritorio una revista de moda y chismes. Allí, en la primera plana estaba yo, sonriendo mientras una morena de seños enormes y operados me besaba en la boca. Sonreí dentro de mí, recordando el momento. Su nombre era Misty o Misy, no podía recordarlo con claridad, estaba demasiado ebrio esa noche. Lo único que podía decir, era que daba unas mamadas de infierno, su boca succionaba como nadie. ¿Qué si era un cerdo? Sí, sí, eso ya lo sabía. —¡Otra vez tengo que ver tu cara en los tabloides de noticias y espectáculos! —exclamó, furioso. — ¿En qué demonios estabas pensando? ¿Diversión? ¿pasar un jodido buen momento al lado de una modelo internacional? No podía darle esa respuesta a un hombre que había estado casado con la misma mujer durante más de treinta años, no iba a entenderme. —Al menos es una buena fotografía, ¿crees que estarían dispuestos a mandarme una copia? —murmuré, pensando en voz alta. Las fosas nasales de mi padre se abrieron en furia, así que me detuve. — ¿Qué quieres que te diga papá? Misty era increíble. —¡Y todas las demás mujeres también lo son! Para ti, todo lo que se necesita es que tenga un par de pecho y un trasero y ya está, ¡no puedes mantener tu pene dentro de los pantalones! Joder, esas eran bastantes groserías en una sola frase, debía estar bastante enojado conmigo. Mis padres nunca apoyaron mi renuncia al compromiso, cuando mis hermanos habían llevado al menos tres novias oficiales a casa, yo no lo había hecho ni siquiera con una. No era que no había encontrado a ninguna mujer buena, en realidad, sabía que no estaba listo para una relación y no quería hacer sufrir a nadie, así que prefería disfrutar con mujeres que pensaban lo mismo que yo. —Vas a cumplir treinta años —siguió diciendo papá, cuando me quedé en silencio. — ¿Cuándo comenzarás a madurar? Tu hermano tiene un año menos que tú y ya tiene una hermosa prometida, va a casarse dentro de poco y formará una familia. Levanté mi dedo índice para defenderme. —A su favor, Joshua tiene a Lucía que es el cielo mismo, no todos contamos con la misma suerte —comenté, sabiendo que mi hermano se iba a sentir orgulloso de lo que estaba diciendo. — Por otra parte, yo también he hecho grandes cosas por la empresa papá, puedes decir lo que quieras de mí, pero he hecho un jodido buen trabajo y soy al menos treinta por ciento más rico que cuando comencé. —Nadie está diciendo que no hayas hecho las cosas bien con la empresa —respondió mi hermano, mucho más tranquilo. — Pero es evidente que tu vida personal está afectando la empresa. Fruncí el ceño, confundido. —¿De qué demonios hablas? —pregunté. —El señor Kennedy quiere vendernos su hotel —anunció papá. — Como bien sabes, ese hotel está en la ubicación perfecta, justo frente al mar en una de las mejores zonas de Miami. Pero es un hombre familiar, ¡y no le venderá nada a un tipo que sale en la portada de una revista con una mujer en topless! Puse los ojos en blanco. —Al señor Kennedy lo único que le debe de importar es que le compre su jodido hotel de tres estrellas en bancarrota y lo convierta en un resort de lujo. Nosotros somos su única salvación para no caer en la miseria, si yo fuera él, lo único que me importaría sería quien está dispuesto a pagar más. —Seré honesto contigo hijo —respondió mi padre, ignorando mis comentarios. — Necesitamos ese hotel, no somos los únicos que han hecho una oferta, pero el señor Kennedy no lo venderá si ve que eres un casanova, necesitamos dar una imagen de responsabilidad. Así que me he tomado la molestia de solucionar el problema. Fruncí el ceño de nuevo, porque eso no sonaba nada bien. —No sé por qué, pero no me gusta como suena eso — agregué. No respondió, en cambio, Joshua se inclinó a mi escritorio y presionó el botón del intercomunicador, Pam le respondió solo un segundo después. —Pamela, ya puede entrar —anunció. —¿Quién puede entrar? —pregunté de nuevo, aun mas confundido. —Ella —susurró papá. Abrí la boca para pedirle más explicaciones, pero la puerta se abrió y las palabras quedaron en la punta de la lengua cuando me fijé en la mujer entrando. Fue como si de pronto, la personificación de todas mis fantasías se hiciera realidad. Ella era preciosa, cabello rubio recogido en un moño profesional, piel pálida y pecosa, unos preciosos ojos azules grandes y brillantes. Llevaba un traje de Gucci que se aferraba a sus curvas, moldeándose a su figura brutalmente. Era delgada y esbelta, y la falda en forma de tubo llegaba justo por encima de las rodillas, dejándome una buena vista de sus piernas. Era por lejos, la mujer más hermosa que había visto en mi vida. Mi pecho daba saltos emocionados, pero era la primera vez que me pasaba esto. —Ella es Savannah Jones, especialista en asesoramiento personal y laboral, de ahora en adelante, se encargará de darle una nueva imagen a tu carrera —respondió papá, sonriéndole a la mujer como si trajera la cura del cáncer en su bolso. Ella me dio una sonrisa profesional y poco amigable. —Hola Carte…. —Jodidamente no —la interrumpí, silenciándola de inmediato y mirando a papá. — No quiero a una niñera. —No seré tu niñera —respondió, antes de que mi padre pudiera. Estaba lanzándome dagas con los ojos. — Me encargare de tu imagen pública y te enseñaré a comportarte como un hombre decente. En pocas palabras, haré que dejes de verte como el idiota que seguramente eres. La fulminé con la mirada, pero algo brilló en mis ojos. Era la primera mujer aparte de mi padre que se atrevía a decirme idiota en la cara, mucho más si estaban conscientes del poder que mi familia y yo teníamos. —No lo aceptaré —volví a decir, mirando a mi padre. —Hijo, no te estoy dando a escoger, es una orden. —No puedes darme ordenes, soy el dueño de la compañía —gruñí, estaba comenzando a fastidiarme de la conversación. Por más que esa mujer fuera sexy y hermosa, no quería a nadie detrás de mi fisgoneando lo que hacía o peor aún, limitándome. —Tienes razón, pero yo mismo te puse aquí cuando me jubilé, puedo sacarte cuando quiera —lo miré incrédulo, mi padre jamás me había amenazado con quitarme la presidencia, él sabía que la empresa era mi vida. Éramos una cadena de hoteles tan famosa como los Hilton, no había una sola persona en el mundo que no supiese quienes éramos, pero eso sí, no todos tenían el poder adquisitivo de hospedarse con nosotros. — No quiero que lo tomes como algo personal, pero necesitamos que cambies ese estilo de vida, si no, las constantes críticas arruinarán el futuro y la reputación de esta empresa. Solté una maldición, estaba enojado hasta la mierda. ¿Una asesora? No necesitaba una, sabía cómo comportarme, como ser un perfecto encantador. Había sobrellevado a la presa toda mi vida, ¿por qué con quien demonios follara era algo tan importante? Había dedicado mi vida a la empresa, por eso mi padre me había dejado como presidente, porque estudié y me dediqué entero solo para lograrlo. ¿Y ahora me amenaza con sacarme? Joshua era bueno como gerente comercial, pero no estaba tan comprometido como yo, nadie en la familia lo estaba, ni siquiera mi padre. Trabajaba más de lo normal, a veces no dormía y llevaba años sin tomar vacaciones. Mis únicos momentos libres eran por la noche, ¿y estaban haciendo un drama por ello? —Déjenme a solas con ella —dije al fin. Savannah alzó una ceja, pero no dijo nada cuando mi padre asintió y se levantó, junto con mi hermano. Ambos abandonaron la oficina rápidamente, cerrando la puerta. El lugar se sintió mucho más reducido ahora que estábamos solos, y no pude evitar darle otra mirada a su cuerpo. Era preciosa, pero parecía una gata esperando para atacar. —¿Cuánto te ofreció mi padre por este trabajo? —pregunté, alzando una ceja. Abrí el cajón de mi escritorio y saqué la chequera, puse un monto lo suficientemente alto como para que cualquier persona lo tomara y se lo entregué. – Te ofrezco el doble si renuncias ahora mismo, le dices a mi padre que no podrás tomar el trabajo y te irás a casa con más dinero y sin haber movido un solo dedo. Le di una sonrisa encantadora, esa que usualmente funcionaba con todas, inclusive con mamá, cuando quería ganar algo a cambio. Agrega manipulador a la lista de mis defectos, apuesto a que tienes una bastante larga ya. Ella tomó el chequé y lo miró, sonriéndome de inmediato. Sonreí yo también, no había persona en esta tierra que no tuviera un precio, solo había que ofrecerle el monto adecuado. Eso era todo, ella me dejaría en paz y convencería a mi padre que podía comportarme, al menos ser más reservado. Entonces y sin previo aviso, rompió el cheque, haciéndolo pedacitos y sonriéndome con malicia. Mi sonrisa murió de inmediato, en cambio, una furia me llenó el cuerpo entero. —Tú padre previno que me ofrecerías una buena cantidad para que renunciara y me ha pagado el triple —explicó condescendientemente. — De todas formas, si me voy, tu padre contratará a alguien más mañana mismo, la única diferencia, es que no hay nadie mejor que yo en esto en toda la ciudad. Puedes rendirte, trabajar conmigo y hacer que tu reputación se recupere, o puedes seguir siendo un imbécil y ver cómo tu carrera termina arruinada, porque a nadie le gusta los idiotas, por muy bonitos que sean. Me quedé en silencio, porque era la puta primera vez que una mujer me ponía en mi sitio. Mi pene se hinchó sin poder evitarlo, era de armas tomar, tenía carácter, no estaba acostumbrado a eso, a que una mujer me dijera las cosas en mi cara sin pena alguna. Era… atractivo como el infierno. —Aclaro ese tema, mañana comenzaremos a trabajar en tu reputación —señaló, como si no acabara de darme una descarga verbal. — Te recomiendo que disfrutes esta noche, porque será la última divertida —me guiñó un ojo y mi pene creció aún más, palpitando. — Hasta mañana. Cuando se fue, me quedé al menos cinco minutos tratando de aliviar mi erección por ella. Y al final, no pude.

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