2. "Tú eres una puta pesadilla"

2806 Words
—¿Qué tal es Carter Price en persona? —preguntó mi mejor amiga, apenas se sentó en el asiento frente a mí. Puse los ojos en blanco y le di un trago a mi copa de vino. Estábamos en nuestro bar favorito en medio de Manhattan, donde los empresarios y ejecutivos como nosotras venían de lunes a viernes para desestresarse y beber unos tragos. Habíamos creado una tradición entre las dos, venir todos los jueves a beber algunas copas de vino y contarnos nuestra semana. La señora Murphy que era la encargada de cuidar de mi hija de ocho años ya sabía que este era mi pequeño momento de libertad. Con Amelia no tenía que fingir, ni carga responsabilidades encima de mi hombro. Mi mejor amiga era mucho más divertida y relajada que yo, probablemente porque ella nunca se había casado y mucho menos tenía hijos. Vivía su vida como quería, y ni siquiera su trabajo como agente de seguros en una compañía que odiaba la detenía de venir aquí con la mejor actitud siempre. —Justo como lo pintan en las revistas y los programas de televisión —respondí amargamente. Desde que Amelia supo que trabajaría con Carter Price, estuvo detrás de mí para que le contara cómo me iba, no cualquiera en esta ciudad se daba el lujo de trabajar con uno de los hombres más ricos e importantes del país. — Arrogante, antipático y mezquino. ¿Puedes creer que me ofreció un cheque con una suma exorbitante de dinero para que renunciara en ese mismo momento? Ella abrió la boca, incrédula y divertida con la situación. La verdad, yo no lo estaba ni un poco. Cuando el señor Raymond Price me llamó para pedirme, más bien suplicarme, que ayudara a su hijo mayor con su deplorable reputación, mi primer pensamiento fue negarme. Ya sabía qué tipo de cliente era Carter, del tipo que no estaba pidiendo ayuda, por lo tanto, no la quería, lo que me haría la vida más difícil a mí. Sin embargo, eran una familia demasiado importante y trabajar con ellos me haría expandirme por toda la ciudad, convertirme en la mejor del mercado. Era mi propósito de este año. Así que terminé aceptando, ignorando la alerta roja por el hecho de que quisiera pagarme el triple por el trabajo, eso significaba que sabía lo difícil que sería su hijo. Y no me defraudó, apenas llegué a su oficina, fue el idiota arrogante que estaba segura me encontraría. Pero no podía dejar que me importara, tampoco que me jodiera, los hombres como Carter no podían ver ni un poco de debilidad porque se aprovechaban, tenía que imponerme. —Suena como que es un hombre interesante —murmuró mi mejor amiga, haciéndole señas al mesero para que le trajera una copa del vino tinto que siempre pedía. Él le sonrió, pero seguramente era porque ambos habían follado unas cuantas veces. — ¿Y es igual de sexy que en las fotos? —No, es muchísimo más sexy —admití, casi con pesar. Hubiese sido mucho más fácil si mis bragas no se hubiesen empapado apenas lo vi, cuando noté la forma en que me estaba mirando. – Pero nadie puede ser tan hermoso sin tener algo detrás, debe tener el pene pequeño o algo así. Ella bufó, riéndose. —Eso no es lo que las modelos con las que sale comentan —respondió ella, desestimándome. — Ya quisiera yo poder trabajar con Carter Price y mirar su delicioso trasero todos los días, en cambio tengo que ver el gordo trasero de mi horrible jefe. —¿Podemos no hablar más de Carter Price y tu jefe? —pedí, haciendo una mueca. — Vine aquí a justamente no pensar en eso. —Está bien, pero ¿me dirías si la tiene pequeña o no? —preguntó. Puse los ojos en blanco de nuevo y le saqué el dedo medio, haciéndola reír. Después de bebernos al menos dos tragos más, e intentar en vano no hablar de mi nuevo jefe, volví a casa pasadas las once de la noche. Cuando llegué, el aroma a especias y a salsa me hicieron gruñir el estómago, recordándome que no había comido en toda la noche. A veces se me olvidaba comer, pero lo bueno de la señora Murphy era que le encantaba cocinar, así que siempre me dejaba sobras en el refrigerador para cuando llegaba. Cerré la puerta en silencio y la encontré sentada en el sofá de la sala de estar, viendo un programa de televisión sobre adivinanzas y acertijos. Estaba gritando la respuesta, que obviamente sabia, y comiendo palomitas de maíz. Apenas me vio, se sonrojó, pero evité reírme de ella y su extraña afición a los programas de televisión. —Qué bueno que llegaste cariño —saludó, viniendo hacia mí. — Brianna no se quería dormir sin ti, tuve que sobornarla con dulces mañana por la tarde para que lo hiciera. Sonreí, porque esa era mi niña, demasiado obstinada e inteligente. —Gracias por cuidarla —murmuré, quitándome los tacones. — Ya puede irse a descansar. Ella asintió, tomando sus cosas. —Que duermas bien tesoro. Me dio un abrazo como de costumbre y se marchó, pero solo a dos departamentos más, donde vivía. Conocí a la señora Murphy cuando me mudé a este apartamento, hacia cinco años ya. Al principio, solo era esa vecina conversadora y amable que me encontraba en el ascensor, pero luego, necesitó ayuda con su internet y fui a socorrerla. Me di cuenta en ese instante que vivía sola, su esposo había muerto hacia algunos años y sus dos hijos hicieron su vida en otras ciudades. Me sentí mal por ella, así que la invité a casa seguido, sobre todo cuando comencé a divorciarme y la soledad también estaba pegándome a mí. Pronto, ella y Brianna se hicieron muy unidas, mi hija la veía como la abuela que nunca tuvo y ella veía en Brianna los nietos que nunca pudo disfrutar. Así que cuando me aseguró que podía cuidar de ella mientras yo trabajaba para que no tuviera que buscar una desconocida para hacerlo, no acepté hasta que pusimos un sueldo fijo. Y desde entonces, ella velaba por mi hija para que yo pudiera trabajar sin preocupaciones. *** Al día siguiente, llegué a las oficinas de Price Elite después de las ocho de la mañana. Brianna no había querido levantarse, por lo que ambas nos demoramos y llevarla a la escuela fue todo un sacrilegio. Gracias al cielo, el tráfico no estuvo tan pesado hoy como otros días, por lo que pude llegar no demasiado tarde como para verme mal. Dejé mis cosas en la oficina frente a la de Carter, estaba vacía así que decidí tomarla como mía mientras trabajara con él. Me enfundé en mi personalidad de perra y fui hacia su propia oficina. La puerta estaba entreabierta, así que no toqué, simplemente la abrí y entré. No me sorprendió encontrarme a su secretaria mostrándole unos documentos demasiado cerca de él, sus pechos casi rozaban con su cien mientras ella le explicaba algo. Apenas entré, ella se separó con rapidez, lo que la crucificó como culpable. —Buenos días —murmuré, dedicándole una sonrisa tensa. — Espero hayas dormido bien, Carter. Su mandíbula se tensó, algo me decía que la manera un poco sarcástica con la que decía su nombre le molestaba. —No sé cómo sea en las otras empresas donde has trabajado, pero en esta, se toca antes de entrar a una oficina, más si es la del presidente —gruñó, para nada contento con mi intrusión. Su secretaria sonrío, era obvio que no le caía bien, ella estaba de parte de su jefe, pero la ignoré, no sería un problema para mí. —Si toqué, seguramente estabas tan concentrado que no me escuchaste —respondí, dejando claro lo que quería decir. Pamela me fulminó, pero la ignoré de nuevo, no quería tomármela de enemigo solamente porque estaba enloquecida por su jefe. Me senté en la silla frente a su escritorio y saqué mi libreta de notas, todo esto mientras él no despegaba sus ojos de mí. Lo sentí observar mis piernas con demasiada atención, hasta que su secretaria carraspeó, liberando su mirada de mi cuerpo. —Ya puedes retirarte Pamela, tráeme ese informe cuando esté listo —dijo, y ella aceptó, abandonando la sala. Los ojos de Carter recayeron de nuevo en mí. — ¿No quieres pensar de nuevo esa oferta? Estoy dispuesto a negociar. Ignoré su comentario, porque discutir con él no me llevaría a nada bueno. —Esto no se trata solo de ti, se trata de la empresa y su futuro —respondí, anotando en mi libreta. — De ahora en adelante, tu vida girará en torno a cambiar la opinión general que la prensa y los futuros clientes tienen sobre ti. Pasaras de ser el arrogante mujeriego con vida despreocupada, a un hombre mucho más centrado y estable. —Abrió la boca para refutar, pero no lo dejé, continué hablando. — Tú padre me ha dado plena libertad para ejecutar cualquier plan que te beneficie a ti y a la empresa. Frunció el ceño, sus cejas pobladas ciñéndose de una manera bonita. j***r, me caía mal, pero no podía negar que era el hombre más hermoso que había visto nunca, inclusive enojado como el infierno me hacía sentir cosas la parte baja de mi estómago, cosas que llevaba mucho tiempo sin sentir. Era atracción, pura y cruda. —No me gusta como suena eso. —No te va a gustar nada de lo que diré a continuación, pero tu padre me advirtió que esta era tu última oportunidad o te olvidarías de la presidencia, así que siendo tú, aceptaría lo que voy a decirte sin refutar —comenté, siendo sincera. Sabía que Carter era muy bueno en los negocios, probablemente mejor que su padre, pero su arrogancia y adicción a las mujeres lo iban a llevar a la quiebra. — A partir de hoy, tus citas románticas están prohibidas, la prensa no puede seguir viéndote como un Don juan. —Absolutamente no —murmuró de inmediato. Todavía no se había dado cuenta de que no tenía voto ni decisión en esto. —Los únicos actos públicos en los que podrás estar, es en aquellos que beneficié la empresa, es mejor una fotografía con dos jeques árabes cerrando un negocio a con dos actrices porno semi desnudas en una piscina llena de vino tinto —respondí, recordando esa foto que vi hace unos días cuando investigaba sobre él. — Nada de alcohol o drogas, tampoco reuniones sociales que las incluyan. Oh, por cierto, tampoco podrás insultar a los periodistas, ¿recuerdas que graban todo? No queremos que te vean como un insolente. Eso lo hizo explotar, golpeó la mesa, furioso. Me negué a parpadear siquiera, sabía que se iba a enojar, estaba cortándole su vida social de raíz, así que estaba preparada para lo que sea que pasara, contaba con el apoyo absoluto de su padre. —¿Acaso estás loca? —preguntó, iracundo. — ¿Quieres que de la noche a la mañana me convierta en un monje? Asentí lentamente. —Si es necesario, sí —aseguré. —Es absurdo, ni siquiera mi hermano tiene tales limitaciones, esto es ridículo —gruñó, negando con la cabeza. — ¿Estás segura de que no obtuviste tu diploma en una caja de cereales? No lo mates, no lo mates, ¡no lo mates! —También tendrás que deshacerte de tu secretaria, Pamela Stevens —dije, ignorando su comentario. — Es demasiado evidente que la follas y puede ser contraproducente. Se quedó en silencio, mirándome como si acabara de pedirle dinero prestado. Era obvio que no había esperado que supiera lo de su aventura con su secretaria, lo que me daba una gran ventaja. Además, la mujer estaba de su lado, así que lo taparía en cualquier estupidez que quisiera hacer, lo que, a su vez, me haría las cosas más difíciles a mí. Y ya tenía bastante de eso con este bendito trabajo. —¿Cómo lo supiste? —preguntó. Me encogí de hombros. —Se sonroja cada vez que la llamas por su nombre, no conoce el espacio personal cuando se trata de ti, además, estoy bastante segura de que esa falda que trae puesta hoy viola el reglamento de vestimenta y apenas entré, me miró como si quisiera arrancarme la cabeza. —Negó con la cabeza, mirándome con algo allí que no pude descifrar. — No queremos que tu padre se dé cuenta ¿verdad? —No la follaré si es lo que quieres —respondió, negando. — Pero no puedo despedirla, es muy buena haciendo su trabajo. Sonreí sin humor. —No lo dudo —dije, dejando fluir un poco de sarcasmo sin querer. — No será despedida, puedes pasarla a otra área si lo deseas y buscaremos otra asistente para ti, sin embargo, no puedes trabajar con ella, es demasiado riesgoso. —¿Riesgoso para qué? Puedo mantener mi polla quieta, no voy a saltar sobre ella y follarla cada que la vea. —Para ser un mujeriego, no conoces en nada a las mujeres —respondí, levantándome y yendo a por agua en el pequeño bar a la derecha de su oficina. — Cuando ella se dé cuenta de que no quieres follarla más, se resentirá, pensará que estás con otra mujer y los celos la consumirán. Eso es sumamente peligroso, porque si decide abrir la boca, entonces estarás jodido, tendrás una demanda y tú reputación se irá en picada hacia abajo. No podemos arriesgarnos. Se quedó en silencio, mirándome en su asiento, parecía tranquilo, pero su respiración era irregular. Esto no le gustaba para nada y podía entenderlo, sin embargo, no estaba mintiendo cuando decía que había un riesgo real en que su secretaria pudiera joderlo yendo a la prensa y contándole sobre su aventura s****l con su jefe. El profesionalismo y la ética que aún le quedaban estarían arruinada a partir de ese momento, y yo estaba aquí justo para evitar eso. No había que ser muy inteligente para darse cuenta de que su secretaria estaba enamorada de él, y una mujer dolida y enojada era capaz de cualquier cosa para vengarse. Carter pasó la mano por su cabello, así que serví el agua y se la llevé, dejándola sobre su escritorio. Me dio una mirada oscura, no tenía que decirme que me detestaba, porque se le notaba en los ojos. La mayoría de mis clientes estaban de acuerdo cuando contrataban los servicios de una asesora, pero Carter no. —¿Quién demonios suplirá su cargo mientras consigo otra asistente? Al contrario de lo que crees, en esta empresa hay demasiado trabajo por hacer, no puedes simplemente dejarme sin secretaria por tu poca credibilidad en las mujeres. —Ya resolví aquello, a partir de mañana tendrás otro asistente —respondí, mostrándole mis dientes en una sonrisa tensa. Pasó sus manos por la cara, frustrado. —Esto es una puta pesadilla —gruñó. — Tú eres una puta pesadilla. —No te preocupes, no existe la primera persona que se haya muerto por pasar algunos meses sin sexo —comenté, guardando mi libreta. — No morirás. —Lo dices por experiencia propia, ¿no es así? Lo miré, ¿cómo demonios sabia? Carraspee, tratando de ocultar que tenía razón, que hacía muchos meses que no follaba, desde mi divorcio con mi exesposo. Inclusive estando con él, habíamos pasado varios meses más sin tener sexo, y no puedo contar la última vez que hice el amor de verdad, que sentí placer al estar con un hombre. Tan diferente a Carter, que follaba todas las noches con mujeres diferentes, y yo que no podía ser así. Mi silencio, le dio la razón. —¿Sabes qué creo Savannah? —preguntó, sentí un golpe directo en mi entrepierna cuando mencionó mi nombre. — Que estás jodidamente sola y amargada, que nadie te ha follado en meses y eres miserable, entonces, quieres hacerme miserable a mí también con tus estúpidas reglas. Me levanté, arrastrando la silla hacia atrás. ¿Sabían cuando estaban a punto de cometer una locura? Como golpear a alguien, lanzar algún objeto contundente en la cabeza de un gilipollas, o patearlo en las bolas. Mis mejillas se pusieron rojas de la ira, y a quien engaño, de la vergüenza también. Porque había un poco de razón en sus palabras, estaba sola y amargada, i divorcio me había dejado así. —Qué bueno que lo que creas me importe un demonio —respondí, moviéndome para salir de su oficina como alma que lleva el diablo. Cerré la puerta con fuerza y maldije, ¡este trabajo también se estaba convirtiendo en una puta pesadilla para mí!
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