La señora Williams los despertó unas horas después. Había mucho que hacer antes de partir hacia el nuevo hogar y cuando Mei Lin se les unió, las palabras le faltaron al Vizconde para alabarla. Ella se había ataviado como una señorita inglesa, con su vestido de gasa con revuelos que le daban el delicioso aspecto de una flor de lavanda y la señora Williams se apresuró a acomodarle la capa para ocultar su belleza. —Es una pena esconder tu hermoso peinado. No sé cómo hizo para recoger tanto cabello como si fuera una obra de arte, pero tenemos que ser discretos —le dijo la anciana. Mei Lin le contestó casi en murmullo y su timidez hizo sonreír a la mujer. Duncan las observaba en silencio y esperó a que estuvieran preparadas para acercarse, besar la mano de su amante con ceremoniosa ternura y

