Miranda
Salí de la que alguna vez fue mi hogar con un nudo en la garganta. Él tenía razón: solo en mis sueños él me amaría, y yo, como tonta, pensando que se negaba a darme el divorcio porque llegó a sentir algo por mí. Qué estúpida. Pero estoy decidida. Él piensa que me quedaré de brazos cruzados; está muy equivocado. Conduzco hacia la casa de mi padre. Sé que a esta hora debe regresar de la empresa. Cuando veo su coche estacionado fuera de la enorme mansión, sonrío, pero cuando estaciono mi coche, suspiro y cierro los ojos. No sé cómo lo vaya a tomar. Él estaba tan feliz de que yo me casara con Bastian. Cuando escucho que alguien golpea la ventanilla, de inmediato abro los ojos, sorprendida, y vaya que me sorprende. De inmediato me bajo del coche y me lanzo a sus brazos. Lo había extrañado como una loca. Él me da muchas vueltas, y estoy segura de que en cualquier momento vomitaré. Golpeo su hombro y él se detiene. Por fin, mis pies tocan el suelo y él suelta una carcajada.
—Nunca dejarás de ser una niña llorona.
Yo lo miro con mis ojos entrecerrados y él no deja de reír.
—Y yo que pensé que el hacerte viejo te haría madurar, pero ya veo que no. Sigues siendo el mismo idiota de siempre.
Pero él me señala con una ceja alzada.
—Oye, por supuesto que maduré. Ya no estoy enamorado de ti.
Ya volteo los ojos con fastidio y niego.
—Te he dicho que sigues siendo un idiota. Jamás estuviste enamorado de mí. Siempre estuviste enamorado de Casandra. Tienes que reconocerlo; tenías pésimos gustos.
Él deja de reír y me mira mal. Pasa su brazo por mis hombros y empezamos a caminar hacia la casa. Cuando tocamos el timbre, nuestra ama de llaves, Irasema, nos abre y su sorpresa es enorme, pues el amor de su vida está frente a ella. Sus lágrimas empiezan a bajar como cascadas y creo que hasta la respiración le empieza a faltar. Él me suelta y se acerca a ella, la envuelve en un tierno abrazo y besa sus mejillas.
—Tranquila, mamá, he vuelto para quedarme. Ya no pienso ir a ningún lado.
Ella se separa con los ojos muy abiertos y sonríe tan grande y con tanto amor como solo una madre puede hacerlo.
—No me estás mintiendo, hijo. De verdad, no te volverás a marchar.
Él niega y la vuelve a abrazar.
—Por supuesto que no. Ya me he establecido aquí en la ciudad, solo que era una sorpresa.
Yo me acerco a él y golpeo su cabeza como cuando éramos pequeños. Él me mira mal y yo me cruzo de brazos, sonriendo.
—Eres un desconsiderado. Con la pobre de Irasema, sabes cuánto tiempo te ha extrañado. De verdad, eres un pésimo hijo.
Él me quiere matar con la mirada y yo sonrío burlona. Da un paso hacia mí y borro mi sonrisa, pero de pronto se escucha la voz de mi padre.
—Deja a la niña en paz, muchacho, porque estaré más viejo, pero aún tengo suficientes fuerzas para defenderla.
Yo sonrío y me acerco a mi padre y beso su mejilla. Veo a Camilo y le saco la lengua. Él niega y se acerca a mi padre, me separa de él y le da un abrazo fuerte.
—Señor Moore, qué gusto de verlo. Y usted, viejo, si por usted no pasan los años.
Ellos se separan y yo veo a Camilo mal. Es un grosero, jamás cambiará. Él solo me sonríe y comienzo a platicar con mi padre de cosas que yo ni siquiera entiendo. Irasema me abraza por la cintura y me sonríe.
—Sabes que Camilo tiene mucho que agradecer a tu padre. Si no fuera por él, no sería el gran hombre que es ahora, así que no te pongas celosa.
Yo guardo silencio porque sé que es verdad. Además, jamás me pondría celosa de él. A pesar de que es un enorme grano en el culo, lo quiero demasiado. Es el hermano que nunca tuve. Nos sentamos en la mesa e Irasema se va a la cocina. Camilo estudió derecho; papá le pagó sus estudios. Cuando los terminó, decidió quedarse en Londres. Le dolió mucho lo que sucedió hace años, pues él estaba muy enamorado de Casandra, y cuando Bastian le dijo que serían novios, él decidió marcharse. Sabía que Casandra, siendo una niña rica, jamás lo miraría, pues era el hijo de una criada. Palabras de ella. Él me saca de mis pensamientos cuando me lanza un pedazo de pan. En serio, yo solo volteo los ojos con fastidio, pero él sonríe. De pronto, borra su sonrisa y me mira muy atento a los ojos.
—¿Y por qué tu flamante esposo no ha venido contigo?
Yo suspiro y agacho la cabeza. Mi padre, de pronto, se pone de pie y yo lo miro con el ceño fruncido. Apenas ha terminado de comer; ni siquiera he tenido la oportunidad de decirle a qué he venido.
—Bueno, chicos, me tengo que ir. Ha llegado un socio de sorpresa y ya saben cómo es esto. Mi niña, quédate a cenar y Camilo, dile a tu madre que te dé la habitación de invitados. Mañana te llevaré a la empresa para presentarte con el equipo de abogados que gestiona todo, ¿vale?
Estoy por decir algo cuando siento que alguien golpea por debajo de la mesa mi pie. Yo volteo a ver a Camilo, pero él niega. No lo entiendo, pero apenas mi padre se marcha, él suspira y se recarga en su silla con los brazos cruzados.
—Ahora sí me dirás dónde diablos está Bastian, o tengo que ir a preguntarle yo mismo.
Yo me coloco de la misma manera que él, como si no doliera lo que está sucediendo.
—No lo sé y realmente ya no me importa. Justamente de eso quería hablar con mi padre, pero tú no me dejaste hacerlo.
Él no deja de mirarme directo a los ojos y muy molesto me dice.
—Te conozco perfectamente y también cada expresión, así que me di cuenta de que algo estaba pasando cuando no respondiste mi pregunta y en tus ojos vi tristeza. ¿Acaso te ha lastimado? ¿Te ha dicho algo? Habla, Miranda, porque si es así, sabes que lo pagará muy caro.
Vaya que está enojado. Yo me pongo de pie y camino al despacho. Le hago una seña para que me siga y él lo hace. Cuando por fin los dos entramos, me siento en el sillón y él a un lado mío. Yo trago el nudo de mi garganta y juego con mis manos.
—Miranda, estoy esperando.
Y lo digo sin darle más vueltas. ¿Para qué ocultar lo que sé perfectamente que va a pasar?
—Me voy a divorciar. Y antes de que te alteres, él jamás me ha puesto una mano encima. Si te refieres a ese maltrato, yo jamás permitiría que lo hiciera, pero...
Él ni siquiera me deja terminar de hablar.
—Pero permitiste otras cosas, ¿o me equivoco? Para mí es exactamente lo mismo. Desde el momento en que una persona te ofende o te humilla, es maltrato, y jamás debiste permitir eso. ¿Qué sucede contigo? Mierda, jamás fuiste una chica que permitiera que le faltaran al respeto.
Él se pone de pie y camina de un lado a otro con sus manos en la cintura. Él tiene razón. Yo jamás habría permitido eso, solo que pensé que con el tiempo él se enamoraría de mí. Una estúpida ilusión que tuve por muchos años, hasta que me di cuenta de que él jamás la olvidará.
—Estaba enamorada. Era tonta. Pensé que me amaría algún día, pero no fue así. Por eso estoy decidida a darle el divorcio, para que se vaya con el amor de su vida.
Él me mira confundido. Sí, supongo que no sabe realmente todo lo que pasó, pues hace más de cinco años que se fue sin mirar atrás.
—¿De qué diablos estás hablando? Bastian siempre estuvo enamorado de ti. Él me lo confesó, así que no te entiendo.
Yo suelto una carcajada sarcástica, qué hubiera dado yo por que eso fuera verdad.
—Pues creo que te engañó, como lo hizo con todos. Obviamente te diría eso. Tú estabas enamorado de Casandra y parece que él también.
Él empieza a negar, se para frente a mí y me señala.
—Tú te has vuelto loca. Él habló conmigo mucho antes de que yo le dijera lo que sentía por ella, porque, según él, me dijo que estaba muy enamorado de ti hacía tiempo atrás. Simplemente no quería decirte nada, pues no quería estropear la amistad.
Yo me pongo de pie y me cruzo de brazos y empiezo a negar.
—Pues realmente yo no tengo idea de qué estás hablando. Han sido tres años de matrimonio y en estos tres años me ha repetido incontables veces que no me ama. Te juro que pensé, cuando mi padre me propuso casarme con él, que él llegaría a amarme. Tenía esa ilusión, pero todo se fue al diablo y ya me cansé, Camilo. Ya me cansé de tantas humillaciones, de tantos desprecios, que me grite en la cara que jamás me amará. ¿Para qué seguir humillándome de esa manera? Así que estoy decidida: me voy a divorciar.
Él me abraza y una lágrima baja por mi mejilla. Trato de alejarme, pero él no me lo permite. Cuando por fin nos separamos, me sonríe y limpia mis mejillas.
—Sabes que te quiero como a una hermana y te voy a apoyar en todo lo que tú decidas. Y si esta es tu decisión, cuenta conmigo. Jamás olvides cuánto te quiero.
De pronto escuchamos un golpe. Volteamos hacia la puerta y ahí está él. Se ve furioso, sus manos están hechas puño y nos mira con ganas de matarnos. De pronto suelta una carcajada y se acerca con paso lento. Camilo me coloca detrás de él y Bastian se cruza de brazos y lo mira con una ceja alzada.
—Ahora entiendo todo. Claro, a la niña caprichosa le urge el divorcio porque ha llegado el amor de su vida. Vaya, Miranda, no sabía que podías seguir acumulando más mentiras y engaños en tu corta vida.
Yo lo miro confundida, pero este idiota, ¿de qué está hablando? Estoy por contestar cuando veo que Camilo le suelta un golpe. Mierda, esto sí que se está complicando aún más.