Capítulo 5 - El Encuentro del Destino

1827 Words
Aún me sentía aturdida por lo que había ocurrido con el sobrino de mi jefa, ese sujeto repugnante que intentó sobrepasarse conmigo. Hasta cierto límite lo logró, pero gracias a un ángel que apareció en el momento preciso, pude escapar de su asedio. Ahora veía al señor Richard Anderson, o simplemente Richard, como mi ángel de la guarda. Solo pensar en lo que podría haber pasado si él no hubiera intervenido me provocaba escalofríos y una irritación que amenazaba con transformarse en lágrimas. Recordaba con claridad cómo aquel ser asqueroso me besó a la fuerza, y deseaba borrar esas escenas desagradables de mi mente para siempre. Mientras Richard conducía, me hablaba de sus amigos en la disquera y se disculpó por no haberme avisado antes. Me dijo que había estado trabajando en ello, y su voz era una mezcla de confianza y entusiasmo. —Se hacen los de rogar, pero al final aceptarán. Te conseguiré una beca para clases de canto con nada menos que el músico David Atkinson. Ya lo verás. —¿Qué? —estaba tan sorprendida que empecé a reír, pensando que era una broma—. Richard, no juegues conmigo. ¿David Atkinson? Eso es demasiado... Ojalá. David Atkinson, el músico prestigioso con una voz increíble, un profesor excepcional... ¡Tener una beca con él sería un sueño hecho realidad! —¿Por qué te ríes? Estoy hablando muy en serio. Estoy cien por ciento seguro de que esa beca será tuya. Solo con escucharte cantar, me dejas impresionado, Gail. Lo decía con tal seguridad que una mezcla de nervios y emoción se apoderó de mí. —¿Por qué harías algo así por mí? —pregunté, mirándolo a los ojos. Guardó silencio un momento, como si sopesara mis palabras. —Ya dije, tienes una magnífica voz que debe ser escuchada. Además, quiero ayudarte. Te prometí que lo haría. Estoy comprometido. Al mirar hacia adelante, me di cuenta de que no íbamos a la residencia, sino a una feria de comida. —¿Richard...? Esto no es la residencia —mencioné, desconcertada, mientras observaba dónde se estaba estacionando. —Lo sé. Es la feria de la comida del Sabor. Te invitaré a cenar, así te sentirás mejor después de ese terrible momento que pasaste. Su amabilidad me hacía dudar. ¿Podría existir realmente alguien tan bueno como él? Me cuestionaba todo, pero lo cierto era que había salvado mi vida, y no sabía cómo agradecerle. Sin más palabras, nos bajamos y entramos en un lugar abarrotado de gente. Afortunadamente, el sitio era amplio, así que elegimos una mesa apartada para tener más comodidad. —¿Qué quieres comer? —preguntó con una sonrisa de medio lado, y por un momento me sentí incómoda con lo que pensé. Pero lo vi atractivo. Su sonrisa, su barba y esos ojos azules chispeantes, combinados con su manera tan educada de ser... me sacudí la cabeza para borrar esos pensamientos. «Debo estar confundida porque me salvó la vida. Mejor comeré». —Lo mismo que tú —corrigí rápidamente cuando él alzó una ceja—. Lo mismo que tú pidas. Tampoco es que tenga mucha hambre. Me sentía nerviosa; nunca antes había salido a comer con alguien. Aunque esto no era una cita, la tensión era palpable. Él comenzó a contarme sobre los artistas a los que había ayudado a sobresalir y cómo lo excluyeron de todo. También compartió su historia personal: se había divorciado a los treinta y cinco años porque su esposa le había sido infiel, incluso antes de casarse. Nunca tuvieron hijos, y ella quería que él asumiera la responsabilidad de un niño que no era suyo. Me dio mucha rabia por esa mujer... ¡Qué descaro! —Esta hamburguesa está riquísima. Las que hacen aquí son mis favoritas —me susurró, mientras colocaba servilletas a mi lado. Era demasiado atento. Durante toda la comida, observaba su manera de ser, preguntándome por qué alguien como él estaba soltero. Así que, mientras hablaba de su vida amorosa, decidí abordar mi curiosidad antes de que el tema cayera en mí. —¿Por qué alguien como tú está soltero? —di un sorbo a mi jugo, intentando calmar la tensión que me causaba socializar con un hombre. Él sonrió y limpió su boca con la servilleta. —Querida Gail, como todo, tengo mi lado oscuro... —hizo un gesto con los dedos y yo sentí curiosidad por saber más—. Cuando era más joven, tenía más o menos tu edad. ¿Cuántos años tienes? —me preguntó, mirándome de reojo. Solté una pequeña risa al escuchar "cuando era más joven". —Veinticuatro. Cumpliré veinticinco dentro de un mes. —Oh, vaya, qué bien. ¿Qué día? —preguntó, interesado. —El 5 de noviembre. —Nota mental. Bien, yo cumplo en enero. El 23 estarás cordialmente invitada a mi fiesta de entrada a la tercera edad —comentó con tono sarcástico. —No seas exagerado —repliqué entre risas—. No eres un anciano. —Bueno, no, pero no falta mucho —arqueó las cejas, mostrando las líneas en su frente. Me parecía bastante tierno cuando sonreía de medio lado y sus ojos azules se achicaban. —Puedes continuar con tu "lado oscuro" —hice comillas con los dedos, sintiéndome cada vez más libre y en confianza. —Claro. Cuando tenía tu edad, solía salir mucho con mis "amigos", que en realidad solo eran compañeros de fiestas. Los invitaba a salir, a tomar, íbamos a discotecas... Cuando comencé a trabajar en la disquera como mánager y tuve buenos artistas, volví a esa vida. Derroché mucho dinero en vicios tontos como el alcohol y ropa de diseñador. Mi esposa discutía mucho conmigo por eso, y sin darme cuenta, ella me fue infiel. Claro, yo nunca le fui infiel a ella; gastaba el dinero en tonterías, pero en mujeres... eso no. —Negó con la cabeza. Estaba atenta a todo lo que decía, y su historia parecía una lección amarga por la mala cabeza que tuvo en ese entonces. —¿Y aprendiste la lección? Él asintió. —Ahora soy lo suficientemente sabio como para no desperdiciar mi dinero y mi vida en cosas absurdas que no me dejan nada bueno. Sonreí y le regalé tres aplausos. —¡Excelente! Me alegra que pienses así. Él soltó una risa simpática. —Ya te veo más cómoda y sonriente. Eso es muy bueno. Y era cierto; la compañía de Richard era tan agradable que me hizo olvidar el susto y la rabia que había sentido con el sobrino de mi jefa. Este hombre despertaba en mí una curiosidad inusitada. Me parecía increíble que estuviera soltero, a pesar de su "oscuro pasado". Pensé que debió encontrar a alguien más... Pero ahí estaba, solo, siendo caballeroso, atento y amable. Tenía tantas virtudes que me resultaba increíble que alguien así estuviera sin pareja. —Sí, gracias por hacer todo esto por mí. Nadie antes lo había hecho... —murmuré, un poco apenada. —No te preocupes. Ahora somos amigos, así que vendremos a comer cada vez que podamos. Me quedé un instante mirando sus ojos, que no había detallado antes, pero eran verdaderamente azules, tanto que resaltaban maravillosamente. Entre risas y conversaciones, el tiempo voló, y finalmente nos dirigimos a la residencia. Al llegar, mamá me vio entrar con Richard, muy sorprendida, porque no se lo esperaba. —¡Llegaste! Ya me estaba preocupando —dijo dirigiéndose a mí—. Buenas noches, señor Richard. ¿Cómo está? —Oh, llámeme solo Richard. Estoy muy bien. Fui quien trajo a Gail a casa; se le pasó el autobús. ¿Cómo está usted? —Qué bueno, gracias, Richard —mi mamá sonreía de manera exagerada—. También estoy bien. Entonces me tomó del brazo y me llevó al anexo. —Nos vemos, Richard. ¡Buenas noches! —exclamé, viéndolo alejarse con una grata sonrisa mientras mamá me insistía en entrar. —Gail, ¿por qué llegaste tan tarde y junto a ese señor? El tono de su voz era de molestia, pero prefería contarle la verdad a mamá, confiar en ella antes que en cualquier otra persona. Ella era como mi única mejor amiga. —Es una larga historia, mamá... Que, de no haber sido por él, quién sabe dónde estaría yo. Ella alzó las cejas, indicándome que continuara. —Resulta que el sobrino de mi jefa intentó sobrepasarse conmigo, y de hecho lo hizo; yo salí corriendo y el desgraciado me siguió a una calle solitaria. Me tenía sujeta hasta que lo vi, a Richard, y entonces... Mamá estaba atónita ante mis palabras y me interrumpió. —¿Richard? —Lo golpeó y me salvó de ese tipo enfermo. Luego me invitó a cenar para hacerme sentir mejor. —Entonces hay que agradecerle bien... ¿Tú estás bien? ¿No te hizo ningún daño? Ella comenzó a inspeccionarme, y yo ya me sentía mucho mejor al saber que tenía a alguien en quien confiar, además de mamá, claro. Ahora veía a Richard de otra manera. Me parecía una persona maravillosa a la que debía cuidar, porque personas como él no abundan. Nos fuimos a dormir, y en lugar de recordar el susto que llevé, solo recordaba cómo apareció y lo golpeó fuertemente. Fue como una escena de película en la que el chico rescata a su chica. Me reía de las tonterías tan aniñadas que pensaba, y disfruté muchísimo la cena que tuve con él. Nadie antes se había comportado así conmigo. Al día siguiente, salí en busca de otro trabajo y había quedado en encontrarme con mi jefa, Sasha. Mientras salía, vi entrar a Richard, con una sonrisa tan hermosa y seductora que desearía haberla capturado con una cámara. Sin decirme nada más, me tomó de la mano y me subió a su viejo auto. No tenía ni idea de a dónde íbamos. Le pregunté, pero él mantenía el misterio hasta que, al fin, me dijo que me tenía una sorpresa. Llegamos a un edificio, y él me llevó de la mano, que parecía tan pequeña frente a la suya. —Felicidades, Gail... No entendí a qué se refería, pero la emoción que surgió en mí fue tan intensa que me abalancé sobre él para abrazarlo, y él me envolvió con fuerza. Luego me separé lentamente para mirarlo y agradecerle nuevamente, pero me quedé estática, perdida en su mirada. Sin poder evitarlo, deseaba besarlo. Como nunca antes había sido capaz, lo sujeté del rostro y me acerqué a sus labios, como si me atrajeran magnéticamente. Besé despacio hasta que se convirtió en un beso apasionado que hizo que mi rostro se encendiera. Él parecía resistirse al principio, pero luego, dejándose llevar, me abrazó por la cintura, atrayéndome más hacia él. Y así, profundizó ese beso, convirtiéndose en el más maravilloso que me han dado en toda mi vida. De hecho... El primer beso apasionado. Mi primer beso apasionado.
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