Capítulo 1

849 Words
Danna Miller El trabajo es bueno, lástima que la paga es poca pero estoy igualmente feliz de que el señor Linn me haya tomado a pesar de no tener ninguna experiencia en nada. Es increíble que una mujer de mi edad no tenga ni siquiera estudios secundarios. Debo mantener a mi niña y a Douglas hasta que éste alcance la edad en la que pueda trabajar y ayudarme. Desde la muerte hace un casi un mes de mi abuela todo ha sido tristeza, pero ya debemos sacudir nuestra modorra, mi hija me necesita. Soy lo único que tiene en el mundo y debo hacerme cargo. Al menos podré alimentarla todos los días y darle un techo. El lugar que conseguimos no esta en un buen barrio ni tampoco es puro lujo como aquella vez en la que visité a la familia de Jason, pero es un techo y nos mantiene protegidos por ahora. Douglas a pesar de su juventud es excelente compañía, somos muy unidos y espero lo mejor para mi pequeña familia. Hoy el señor Linn me pidió que fuera más temprano pues había un evento importante de gala en el hotel y debíamos estar prestos antes de que siquiera los invitados empezaran a llegar, él tiene una empresa que se dedica a brindar servicio de catering para eventos. Nosotros somos contratados según la necesidad que haya de personal. Yo estaba en lista de espera debido a mi inexperiencia pero calculo que ha de ser un evento importante para que hayan solicitado mis servicios. Dejé alimentada y limpia a Lucille y dejé comida hecha para que Douglas calentara para ambos cuando tengan hambre, me bañe y puse el uniforme que me habían dado. Debía recogerme el pelo con cada cabello estrictamente estirado y guardado en un rodete, ninguno debía sobresalir ya que el señor Linn consideraba de muy mal gusto que alguien encontrara alguno de nuestros cabellos en su plato. Eso sería la perdición para todos. Me miré al espejo, el uniforme era eso...un uniforme, descolorido, sin gracia, sin nada. Una fada tubo y una camisa color caqui, zapatos bajos para que pudiéramos soportar de pie mientras durara el evento. Nunca había aprendido a maquillarme, no era lo mío, así que solo apliqué un leve color en los labios y salí, dando un beso a mi pequeña y a mi hermano, quien sería un hombrecito responsable, lo había demostrado hasta ahora. Me dirijo en bus hacia el lugar donde nos citaron. Ni bien llegamos nos asignan las tareas, yo debo servir las bebidas en bandejas, me explican brevemente en que consisten y como debo hacer el recorrido, para todo hay un protocolo. Tengo mucho que aprender pero sé que lo haré, debo poner todo mi empeño. "Por mi pequeña", me repito cuando a veces me siento desbordada, que es como me he sentido durante los últimos años, desde el momento de enterarme que estaba embarazada. —Por aquí, niñas —aplaude el señor Linn llamándonos y rompiendo de esta manera mis dolorosos pensamientos. Nos hace poner en una hilera, todos, tanto mujeres como hombres que trabajamos allí, debemos poner ambos brazos hacia atrás y elevar el mentón, mirando siempre al frente, jamás al interlocutor. Para mí será fácil, he vivido veinte años haciendo eso aunque ya todo eso quedó atrás, desde que conocí a Jason, él me enseñó a que debo mirar a la cara cuando alguien habla. ¿Por qué lo recuerdo en estos momentos? Debo sacudirme los recuerdos, ellos duelen y mucho. Debo enterrarlos para siempre y construir unos nuevos de la mano de mi pequeñita. La hora en que los invitados lleguen se aproxima, estoy algo nerviosa, pues quiero hacerlo bien, tengo que seguir trabajando. El señor Linn nos ordena que vayamos a la cocina a ayudar con los últimos preparativos de la comida, hay platillos que jamás he visto en mi vida. Todo, el salón, las sillas, mesas, los adornos, la comida, las copas, se ve de lujo. "Quien quiera sea el dueño del evento es una persona muy rica", pensé mientras ayudaba a ordenar la mesa de los bocadillos. La noche avanzaba a pasos agigantados y mis pies empezaban a doler por la posición de estar parada pero debía tolerarlo, me tocó estar en una mesa larga y debía estar pendiente de que cada invitado tuviera los platos, cubiertos y copa adecuados, mi mente se mantenía ocupada intentando recordar las lecciones rápidas que me dio el señor Linn con su chillona voz. Era un señor un tanto extraño, flacucho, espigado, su nuez de Adán sobresalía sobremanera de su estirado cuello y siempre pero siempre se encontraba vestido impecable en un traje oscuro y camisa blanca, sus zapatos eran relucientes y se ponía algo en su cabello que hacía que brillara y se mantuviera en su lugar. Era, literalmente, alguien a quien no se le movía ni un pelo. Mis ensoñaciones eran muchas, intentaba escapar un poco del cansancio de la jornada así que no vi venir la terrible tormenta que se avecinaba allí mismo, en el salón de eventos de un hotel importante.
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