Desperté con un salto, el sonido del despertador resonando en mi mente como una alarma que no podía ignorar. La luz del día apenas se filtraba a través de la cortina, y una sensación de inquietud se cernía sobre mí. Recordaba que esa noche quedaría con Lucas en un local clandestino. Era un lugar secreto, donde las sombras y los secretos parecían entrelazarse como un baile silencioso.
El bar estaba en un callejón olvidado, y al entrar, el aire cargado de olor a tabaco y un toque de alcohol me envolvía como un abrazo gélido. Las luces tenues apenas iluminaban las mesas, creando un ambiente sombrío y misterioso, donde cada rostro que pasaba tenía su propia historia oculta.
Me dirigí a la zona trasera del local, donde Lucas me esperaba. Su presencia siempre había tenido un efecto extraño sobre mí: era un amigo, pero también un enigma en muchos sentidos. Cuando nos encontramos, su mirada fija y el brillo en sus ojos me hizo sentir la presión de lo que estábamos a punto de discutir.
—Alejandra, gracias por venir —dijo, y su voz tenía un tono de urgencia que inmediatamente me puso en alerta.
—No podía faltar —respondí, tratando de mantener la voz firme.
—Escucha, necesitamos hablar sobre el siguiente movimiento. La situación se ha vuelto complicada y debemos prepararnos —me indicó, inclinándose hacia mí como si alguien pudiera escuchar.
La tensión creció en el aire con sus palabras. ¿A qué se refería? La mercancía que transportábamos siempre había sido un misterio. Sabía que no era convencional, pero nunca había visto de qué se trataba realmente. Todos en este negocio llevábamos una carga invisible; algunos más pesadas que otras, pero siempre había un precio a pagar.
—He oído rumores de que la policía está más activa últimamente. Necesitamos ser cautelosos —continuó, girando su mirada hacia la entrada del bar, como si la policía pudiera aparecer en cualquier momento.
Mis latidos comenzaron a agolparse en mi pecho. La idea de ser atrapada por la policía era un temor constante. En el fondo, sabía que, aunque los riesgos eran parte del juego, eran un recordatorio de la línea fina que caminábamos.
—¿Qué quieres que hagamos? —pregunté, sintiendo la presión aumentando.
—Hay una entrega importante que tenemos que hacer pronto. No solo es valiosa; también es peligrosa. Necesitamos hacerlo pronto y con mucho cuidado. Sabes cómo son las cosas —su tono era grave, y en su mirada había una advertencia implícita.
La inquietud en mi interior creció como un eco distante. ¿Qué estaba implicando realmente? El peso de lo que manejábamos. La mercancía siempre había sido un simple concepto; sin embargo, ahora se transformaba en una sombra oscura, algo que podía llevarnos a una caída sin retorno.
—Lucas, necesito tu ayuda para entenderlo mejor. ¿Sabes realmente qué hay en esto? —dije, intentando mantener mi voz firme.
Él titubeó por un momento, desviando la mirada como si pesara sus palabras. Aquel momento de duda encendió alarmas en mi cabeza.
—Lo que quiero decirte es que debes estar lista para cualquier cosa. No es un simple trabajo. Puede ser complicado, y quiero mantenerte a salvo. Lo que sea que llegue a suceder, quiero que estés preparada.
La atmósfera estaba cargada de un aire tenso y siniestro. La certeza de que todo podía desmoronarse en un segundo me llenaba de ansiedad. Las historias que había escuchado sobre compañeros detenidos o desaparecidos resonaban en mi mente como ecos lejanos. La vida en este mundo era un juego de alto riesgo, y ahora, más que nunca, estaba consciente de que se trataba de decisiones fatídicas.
—¿Qué significa "estar lista"? —pregunté, mis palabras llenas de un temor latente.
Lucas se acercó un poco más, bajando la voz como si temiera ser escuchado. —Lo que realmente importa es que debemos actuar rápido. La mercancía necesita ser entregada y, mientras más tiempo pase, más riesgo corremos. Debemos movernos bajo el radar.
El calor de su cuerpo contra el mío me resultó familiar, pero también inquietante. Una sensación de manipulación acechaba en sus palabras, como si no estuviera simplemente protegiéndome, sino empujándome hacia un camino del que no había vuelta atrás.
—No quiero que te veas atrapada, Alejandra. Te considero una amiga, y espero que sepas que lo único que me importa es tu seguridad. Si algo sale mal, no quiero que te involucres —dijo, sus ojos reflejaban una intensidad que me dejó perpleja.
Mientras lo escuchaba, intentaba discernir si realmente estaba por mi bienestar o si estaba manipulando la situación para su propio beneficio. Lucas siempre había sido astuto, pero esta vez parecía que había algo más en juego. Era difícil saber si su preocupación era genuina o simplemente otra forma de encubrir sus verdaderas intenciones.
—Te prometo que haré lo que sea necesario. Pero quiero saber qué tengo que enfrentar —dije, el coraje apretando mis palabras.
—Lo sé, y eso me gusta de ti. Eres valiente. Solo recuerda que en este juego, las decisiones se toman rápido, y cada paso cuenta. No podemos permitirnos el lujo de ser atrapados. Hay mucho en juego, y no estoy bromeando —la urgencia en su voz resonaba, tejía una atmósfera cargada de preocupación.
La conversación continuó girando en torno a cómo llevar a cabo la próxima entrega. Lucas trazó un plan, pero cada palabra que pronunciaba parecía pulsar entre las sombras, y yo sentía cómo un sudor frío comenzaba a formarse en mi frente.
Al salir del bar, el aire se volvía denso y el silencio opresivo, como si la ciudad misma contuviera su aliento. La preocupación latía en mi pecho, fueron sombras y susurros lo que dejé atrás. Sabía que una trampa acechaba en cada esquina y que el peligro no era simplemente un juego para el que estábamos preparados.
Cada decisión que tomara y cualquier segundo que dejara pasar podría resultar en una tragedia. Con Lucas a mi lado, el camino se volvía doblemente incierto. Quizás la línea entre la amistad y la manipulación era más delgada de lo que nunca imaginé.
Un escalofrío recorrió mi espalda mientras me alejaba por las oscuras calles. La certeza de que enfrentaría un desafío inminente, una prueba de lealtad y coraje, rebotaba en mi mente. La noche acechante se tornaba cada vez más oscura, y yo estaba a punto de cruzar un umbral del que no podría retroceder.