112. ÚLTIMA OPORTUNIDAD

2501 Words
Ismael Al anochecer cuando llegamos a casa cenamos algo ligero, nos fuimos a bañar y arreglé a mis hijas para salir a dar un corto paseo, aunque ambas me pidieron que mejor me quedase con ellas un rato en la cama, así que las cobijé entre mis brazos hasta que ambas cayeron dormidas, me levanté despacio dejándolas arropadas y besé sus frentes grabando tan bella imagen de ellas. Ahora que estaban en un profundo letargo consideré que sería una buena idea hablar con Linda, de esa manera mis hijas no escucharían ninguna discusión y en caso de hacerlo, podría pedirle a Oz y Travis que las sacaran de casa. —¿Podemos hablar? —pregunté a Linda una vez abrí la puerta de la recámara contigua. —Claro, pasa —me senté en el borde de la ventana mirándola lo más tranquilo posible. —¿Por fin te dieron un descanso? —pregunta un poco irritada. —Antes que nada, quiero pedirte una disculpa —mencioné haciendo caso omiso a sus palabras y su cara se desencaja ante estas. —debí llamarte hace mucho para contarte lo que estaba ocurriendo, pero bien sabes cómo se manejan estas cosas y creí que si lo hacía podrían alcanzarlas, por algo te pedí que tuviéramos un protocolo de seguridad en caso de que algo me ocurriera algún día. —Lo sé, por eso me fui cuanto antes al no recibir noticias tuyas, pero igual creí que llamarías en algún momento, incluso llegué a pensar que ellos te habían asesinado. —Lo imagino, pero no por eso debiste irte sin contactar a la familia, sé que no te agrada ninguno, pero tienes que comprender que de haberles dicho dónde estarías, entonces ellos te habrían tendido la mano —suelta un bufido. —Ambos sabemos que eso no pasará porque no les caigo bien. —Linda, ellos son mi familia y antes que cualquier otra cosa, saben perfectamente que siempre hay que protegernos entre sí, es casi una ley para nosotros. —¿Me dirás lo mismo que Oz? —No sé qué habrán hablado, pero me alegra que te lo dijera porque es la verdad, entre nosotros nunca nos hemos dado la espalda sin importar lo que suceda en la vida de los demás. —Mira, lo que menos quiero es que me des un sermón sobre lo perfecta que es tu familia y lo mal que estoy yo —ataca con suma molestia, mas no cedo a su provocación. —No me interesa dártelo, pero sí quiero saber el motivo por el cual abofeteaste a Norah. Ella quedó petrificada, se le veía confundida y hasta quizás arrepentida, pero no podría asegurarlo con exactitud. —Eso fue un error y ya le pedí una disculpa a Norah. —¿Y tú crees que eso es suficiente? Explícame siquiera la razón de tu actuar porque honestamente no la comprendo —intentaba contenerme para no irnos a los gritos. —De la misma forma en que yo no comprendo por qué mi hija tiene que prenderle velas a esa mujer cuando ni siquiera la conoce —reclamó bastante dolida. —Norah es una niña con sueños como cualquier otra pequeña de su edad, pero no sé si lo que te mortifica es que ella sea admiradora de Bárbara o es simplemente porque ninguna quiso seguir el camino que querías para ambas. —A esa ni la menciones, Ismael —su furia era evidente. —Tengo que hacerlo Linda porque ya esto se salió de control, jamás te atreviste a levantarle la mano a nuestras hijas y ahora lastimaste a ambas, no solo emocionalmente sino también físicamente ¿y todo por qué? ¿por una mujer que ni siquiera conocen, una de la cual me aparté mucho antes que tú llegases a mi vida, una que no tiene nada que ver con nosotros pero que tú quieres materializar en nuestras vidas olvidándote completamente de nosotros? —¡Estoy harta Ismael, harta! siempre es lo mismo con ellas, todo el día no hacen más que hablar de esa mujer y de Oz como si no hubiese nada más. —No Linda, ellas hablan de muchas cosas, pero tú solo escuchas lo que quieres escuchar, llevas enfrascada en esto desde hace muchos años, no permites que compartan con mi familia aun cuando sabes que a ellas les agrada bastante y casi no les gusta relacionarse con la tuya porque todos las empujan a hacer cosas que no quieren. —¡Eso no es cierto! —¡Sí lo es y lo sabes bien! No sabes el daño tan grande que haces en ellas y lo que es peor, tú misma las alejas de ti, pierden la confianza y el cariño hacia su madre cuando debería ser todo lo contrario —me fui hacia ella acunando mis manos en su rostro. —Si sigues así perderás a tus hijas antes de tiempo y todo por un fantasma que solo existe en tu cabeza. —Tú trajiste ese fantasma a nuestras vidas. —No Linda, tú lo hiciste y todo por lo que pasó con tu ex, que él te haya engañado con su primera novia, no significa que yo también lo haga. Sabes que siempre fui sincero contigo, jamás te mentí ni te engañé, pero si estás tan decidida a renunciar a todo lo que hemos construido porque no has podido superar el pasado, entonces creo que sí accederé a la oferta de divorcio que discutiste con Carmen en vez de hacerlo conmigo. En menos de un segundo ella palideció ante mis palabras cayendo rendida sobre la cama. —¿Cómo supiste eso? —pregunta anonadada. —Eso no importa, lo importante es que lo sé y te aseguro una cosa, te amo Linda, pero tú no estás por encima de mis hijas, porque desde el instante en que ellas llegaron a este mundo me prometí que nadie estaría por encima de ellas. —Entonces nosotros… —Puede seguir existiendo un nosotros si tú estás dispuesta a poner de tu parte —suspiré profundamente manteniendo la calma tanto como fue posible. —Mira, sé que eres una buena mujer, alguien increíble, trabajadora, valiente, muy hermosa y me enamoré de ti por eso y mucho más, pero lo que pasó con Norah fue un error que no puede volver a ocurrir. Linda cubre su rostro llorando incontrolablemente y yo me siento a su lado consolándola de la misma forma en que hice con Jade el día de hoy. —No sabes cuánto me arrepiento de eso. —Lo sé, pero esto en verdad no puede pasar otra vez, hoy fue una bofetada ¿y qué será mañana? —No quiero perderlas Isma, ellas y tú lo son todo para mí. —Entonces deja el pasado donde corresponde y enfócate en el presente, no tienes nada de qué preocuparte si haces las cosas bien, solo ten presente Linda que si me pones a escoger entonces las escogeré a ellas. —¿En verdad no regresarías con esa mujer? —levanté su rostro mirándola con total seguridad. —Ella tiene su familia formada y yo tengo la mía contigo y hace más de una década que no nos hablamos ¿no crees que si quisiera ya lo habría hecho? Limpié su rostro fundiéndonos en un profundo beso que nos demostró la respuesta a todo lo que sentíamos, ella me atrajo hacia sus brazos donde retiramos nuestras prendas rápidamente y sin ningún preámbulo, la acomodé sobre la cama ingresando en ella de un golpe, dejándonos llevar por completo sin meditar en nada. —No vayas a tardar —dice ella entre jadeos sacándome por completo de base. —¿Qué? —Que no tardes, no quiero que nadie nos escuche. Todas mis malditas ganas se fueron al catre después de eso y salí de ella mirándola sin comprender todavía sus palabras. —¿Qué ocurre? —¿¡Y todavía tienes el descaro de preguntarme!? Hace meses no nos vemos, tuvimos una discusión ¿y lo único que se te ocurre decirme es que me apresure? —Sí porque no quiero que nadie nos escuche, esto es algo de los dos. —¿Nadie o los que están en esta casa? Porque te recuerdo que cuando trabajábamos juntos tuvimos muchos encuentros en la oficina donde más de uno nos llegó a escuchar y en ninguna de esas veces me pediste algo así. —Mejor olvídalo y sigamos —dice como si nada. —No Linda, yo ya perdí todas las ganas que tenía —me levanté vistiendo mis prendas inferiores y tomé mi camisa. —Esta será la última oportunidad que nos demos, porque la próxima vez lo que recibirás de mí serán los papeles de divorcio —advertí con sumo disgusto. —Espera ¿a dónde vas? —Estaré con mi hermano y mi sobrino, te invitaría, pero no quiero que pienses que te meteré en una orgía con ellos. Salí rápidamente de ese lugar escuchándola llamarme, pero hice caso omiso y fui hasta la sala donde se encontraban Oz y Travis hablando en el balcón. (…) Oz Regresamos a casa después de un largo día con el par de torbellinos que, pese a no compartir tanto con ellas hoy, me hicieron bastante feliz recordándome los días que viví con Ragnar en nuestro viaje el año pasado, sus sonrisas, las miradas que siempre tenía para mí, sus palabras llenas de un cariño que jamás demostró a otra persona y cada beso que obtuve de los maravillosos labios que tanto adora mordisquear, provocándome a repetir el gesto en ella. —¿Otra vez divagando en la nada? —pregunta mi hijo quien sale al balcón acomodándose a mi lado. —No precisamente en la nada. —Lo sé, sé perfectamente en lo que piensas, pero no quería mortificarte al mencionarla. —Aun cuando no lo hagas es inevitable no sentirme de esa manera. —Deberías verla o al menos llamarla si tanto la extrañas. —No, todavía no estoy preparado para eso —él acomoda su mano en mi hombro haciendo una leve presión. —No estoy completamente seguro de qué pasó entre ustedes aun cuando todo parecía bien, pero sabes que igual cuentas conmigo para lo que necesites. —Gracias hijo, pero es un asunto en el que no puedes hacer nada… nadie puede hacer nada —murmuré lo último con profunda melancolía. —Si te sirve un poco, quizás pueda contarte algo sobre ella. —Travis ya te dije que… —Tranquilo —levanta sus manos para que me calme. —solo quiero decirte que ella piensa también en ti y así como tú, ella también está sufriendo —sentí que me venía abajo y es justo por eso que me había negado en estos meses a escuchar algo de ella. —pero en medio de su dolor ha hecho algo para intentar sobreponerse ¿Sabes qué es? —No y no quiero saber —respondí tajante y me incliné un poco apoyándome en el barandal a lo que él se acerca más a mí. —Ella ha estado estudiando medicina, se ha reunido con muchos de tus colegas para aprender de cada uno y más de tus especialidades —levanté mi rostro viendo el suyo que ladea una sonrisa sincera. —¿Qué? —pregunté sin creer en lo que había dicho. —Lo que escuchaste, lleva todo este tiempo estudiando medicina además de trabajar en lo de siempre. —¿Por qué? —pregunté en un murmuro. —Porque eso la hace sentir más cerca de ti, cada que hablamos hay momentos en que queda en silencio, momentos en los que sé que quiere preguntarme por ti pero no se atreve, así que le digo que estás bien y trabajas muy duro cada día, aunque no le he dicho en dónde estás. No pude evitar soltar una sutil sonrisa solo de imaginarla en esas clases con una bata y su cabello recogido en una cola alta cayendo en unas ondas, se vería hermosa. —Sabía que te alegrarías —giré los ojos fastidiado… pero feliz. —Eres igual que tu madre y tu abuelo —pronuncié perdiéndome en su firmamento. —tienes que meter las narices donde no te han llamado —pese a mi comentario, él ensanchó su sonrisa sintiéndose orgulloso de su cometido. —Aprendí de los mejores, y también hay algo más ¿Quieres saber qué es? —Sorpréndeme. —Los dos llegaron a Birmingham en una visita a mi universidad el mismo día, de hecho, de no ser porque decidiste irte antes te habrías encontrado con ella a la misma hora y en el mismo lugar. Sentí mi corazón detenerse al imaginar ese momento, pues sabía perfectamente cuándo había sido y ahora que me pongo a pensar en ello, no sé lo que habría hecho, pero muy seguramente mis voces me habrían traicionado haciéndome correr a los brazos de ella y arrebatar de nuevo los labios que tanto anhelaba besar para sentirme tan vivo como antes. De pronto él mira hacia la sala desde donde escucho las pisadas de alguien acercándose, siendo ahora Isma quien nos acompaña bastante irritado en este instante tan profundo. —¿Estás bien? —pregunté al ver la pesadez con la cual se apoya en el barandal. —No, no lo estoy y la verdad no sé qué pensar al respecto. —¿Y qué ocurrió para que terminara la faena tan rápido? —pregunto al verlo con su camisa abierta. —Justo eso, dijo que terminara rápido para que nadie nos escuchara. —¿¡Qué!? —preguntamos Trav y yo al unísono sin creer la estupidez tan grande que había salido de la boca de esa mujer. —Ni a mí me han dicho algo así en mis peores momentos —comenta mi hijo bastante desconcertado. —Por mi lado no puedo decir lo mismo porque jamás me han pedido que me detenga, a no ser que sea por un calambre o para cambiar de posición —alardeé, a lo que Isma levanta una ceja dándome la razón. —¿Al menos hablaste con Linda antes de que saliera con sus estupideces? —Sí, pero las cosas no terminaron precisamente de la mejor manera, o eso creo, no lo sé —responde pasando las manos en su rostro con suma frustración. —Dale tiempo tío Isma, lo bueno es que tendrán bastante para tomar una decisión apropiada. —¿A qué te refieres? —No creerás que iba a traer a tu familia solo por unos días ¿o sí? —mencioné provocando justo la reacción que quería en él. —Eres un maldito infeliz. —Lo sé y por eso me adoras. —Más de lo que te imaginas —Isma no se contiene en abrazarme fuerte dejando unas palmadas en mi espalda. —Gracias maldito bastardo —susurra en mi oído. —Solo lo mejor para mis hermanos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD