131. RECUERDOS EN LA CAMA

2582 Words
Ragnar Por obvias razones no podíamos volver culminada nuestra inocente travesura, así que me escabullí con Noah hasta las duchas donde nos bañamos juntos teniendo otro encuentro bajo el agua. Ya vestidos, ejecutamos un plan regresando finalmente al consultorio siendo recibidos por las confusas miradas de todos, pero es Oz quien queda inquisitivo, aunque ninguno evidencia nada sobre lo ocurrido. —Antes de que digan algo, solo les diré que tuvimos un accidente y por eso nos dimos una ducha —intercedí, llevándome la silenciosa advertencia de que me había ganado un buen castigo. —¿Pero están bien? —pregunta Carl. —No te preocupes, todo está excelente, solo fue un tropiezo que terminó con la ropa sucia y lo bueno fue que Rag me ayudó a conseguir otra camiseta. —¿Y de dónde la sacaste? —escudriña Oz. —Una tienda de ropa cerca de aquí, sé que no debía salir, pero tampoco podía dejar a Noah con esa camiseta y menos tras haberme salvado. —¿Salvado de qué? —pregunta Finn preocupado. —De un chocolate caliente, íbamos caminando, tropecé con una saliente y por poco acabo con la bebida en mi cuerpo de no ser por él, pero su bebida sí terminó sobre nosotros. Sentía que entre más hablaba más incrementaba mi castigo con Oz, solo espero que sea benevolente y no le dé por irse otra vez. Lo bueno fue que todos creyeron la historia y digamos que en parte fue verdad, pues fue justo lo que hicimos cuando estuvimos en la cafetería por si alguien llegaba a preguntar. Los Meier estaban satisfechos por las acciones de Noah, Oz le agradeció por su heroísmo y después se retiraron despidiéndose con mucha familiaridad, especialmente Noah a quien di un beso en la comisura de sus labios… por accidente claro y muy inocente. —Nos veremos después Noah, espero que podamos jugar muy pronto otra vez —asiente lanzando una sutil sonrisa macabra previo a irse. —Muy bien pequeña tramposa, por lo visto te divertiste bastante con la oveja negra de los Meier. No sé qué fue más escalofriante, si su tono de voz o la manera en que dejó su mano en mi hombro, pero sea lo que sea no sería bueno. —En verdad fue un accidente Oz —recriminé inocente. —Seguro que sí. Maldición, estoy metida en un fuerte aprieto. (…) Oz No dije más e ingresé algunos datos restantes al sistema con ella sentada frente a mí, se le veía frustrada ante mi silencio, especialmente porque no le dirigía ni la mirada, pero el solo hecho de recordar cuál era el perfume que ahora la invadía me revolvía todo por dentro entre los mil panoramas que pudieron ocurrir. Siempre me he vanagloriado de mis talentos, instintos y sentidos, pero cuando se trata de ella toda la perspectiva cambia dejándome a veces en un jaque que pareciera ser realmente el fin del juego. No perdí más tiempo y nos devolvimos a casa, de vez en cuando ella soltaba alguna pregunta sin obtener respuestas haciéndola soltar un bufido, pero en cuanto ingresamos a mi apartamento la tomé entre mis brazos sorpresivamente dejándola en el hombro y con su cadera más cerca de mi rostro, pude embriagarme de ese maldito aroma que alborotaba todos mis demonios, unos que en verdad anhelaban castigarla fuertemente por su accionar. Nos dirigimos al baño sin ella batallar un solo instante al saber que sería completamente inútil, retiré una a una sus prendas y después las mías sin permitirle tocarme, siendo parte de su castigo al saber cuánto gusta de hacerlo e ingresamos a la ducha siendo yo el primero en tocar el agua fría dándole la espalda. —¿En verdad no me dirás nada? —sonaba sincera la congoja que la aprisionaba. Me hice a un lado haciéndole una señal para que entrase, ella obedeció y tomé el jabón limpiando todos los restos que quedaban en su piel, así como también lavé su cabello, pero aun cuando no me estremecí ante su desnudez como en otras ocasiones, sí estaba frustrado solo de pensar en la última zona que me hacía falta por limpiar. Pegué su espalda contra la pared, acomodé su pierna en mi cadera para más acceso y sin apartar nuestros firmamentos del otro la limpié sintiendo todavía su cálido néctar desprenderse de ella. No había placer, no tenía interés en poseerla, solo deseaba retirar todo rastro de él en ella aun sin saber qué tanto habrá invadido de su cuerpo. Ella por otra parte se sentía mal por mi silencio, mas no por su accionar, lo que me hizo recapacitar un poco la situación haciéndola a un lado una vez me sentí satisfecho y salimos de la ducha. —Oz, yo… —Ve por el recipiente que está sobre la mesa de la cocina —ordené ipso facto. Ella sale sin rechistar mientras yo me acuesto en mitad de la cama con la toalla aún en mi cintura, cierro los ojos un instante acomodando mi brazo sobre el rostro y la siento subir sobre mí dándome la tranquilidad que necesitaba. Uno de sus dedos repasa mi labio inferior con un dulce aroma y abro mi boca saboreando la golosina ofrecida por ella. —Gracias por las gomitas ¿Cuándo las compraste? —Pedí a mi casera que las preparase para cuando llegáramos. Abrí mis ojos encontrándome con su hermoso brillo y de nuevo sentí que éramos solo los dos. —Oz, me gustaría saber algo si no te importa. —Adelante. —¿Cómo fue tu primera vez en la cama? Y sabes a lo que me refiero —inhalé profundo y una sutil risa salió al recordar ese momento. Flashback Recuerdo que estaba a unos meses de cumplir quince años, era una época difícil para mí y por desgracia esos días fueron peor porque llevaba cinco días sin probar bocado alguno. Fui a la ciudad rebuscando en la basura al no poder cazar nada y tampoco quise acudir a Ismael ni Marcus, incluso falté a clase esos días. Llegué a un restaurante donde vi a uno de los cocineros botar la basura, le pregunté si tenía algo que pudiera darme y el infeliz solo llegó a humillarme, pero cuando estaba a punto de golpearme, una mujer de cuarenta y seis años bastante estilizada intercede por mí, dándome una señal para que vaya con ella e insultando al sujeto. —¿Te encuentras bien? —pregunta dulcemente a lo que negué silencioso. —¿Alcanzó a golpearte? —Gracias por salvarme de él, pero debo irme, necesito buscar algo de comer. Detestaba usar ese truco tan lastimero aun cuando en parte no tenía que actuar, ya que había ocasiones en las que sentía me rebajaba ante alguien y es algo que odiaba profundamente. —Ven conmigo, en casa tengo comida hecha. En muchas ocasiones mi ego es más fuerte que yo; pero ese día el hambre que tenía era voraz, así que accedí a la invitación llegando minutos después a su casa, parecía ser una mujer sola, no se veía rastros de una pareja o hijos que vivieran con ella, aunque sí había fotos familiares. Nos sentamos a comer en lo que ella solo bebía una taza de té mirándome más tranquila, me odié profundamente por caer tan bajo y al mismo tiempo pensaba alguna forma de pagarle por esto. —Gracias por la comida, si necesita ayuda con algo para pagarle las molestias solo dígamelo, no me gusta deberle a nadie —hablé firme una vez terminé el plato. —¿Quieres más? —negué. —entonces ven conmigo. Llevé todo a la cocina antes de seguirla a su recámara, el lugar era muy elegante y opulento, pero a su vez armonioso. Ella me entrega una toalla junto a una bata indicándome que tome una ducha, no estaba muy seguro de esto, pero igual veía atento cada cosa a mi alrededor por si debía defenderme con algo. Ingresé logrando relajarme con la temperatura y la escucho detrás de mí, acomoda sus manos en mis hombros y toda su desnudez toca la mía. —No digas nada, no hagas nada, solo siente y observa —murmura en mi oído. En silencio me bañó de pies a cabeza sin dejar un solo lugar por limpiar, siendo mi intimidad donde más atención le presté al ella lavarme cuidadosa sin ser libidinosa, lo que era sumamente intrigante para mí. No dije nada y la dejé ser y hacer a su antojo hasta regresar a la habitación con las batas puestas, ella se acostó en la cama y me da otra señal para que vaya con ella quedando entre sus piernas observándola atentamente. —¿Has estado con una mujer? —No. —¿Algún tipo de cercanía en el sexo? Mi mente divagó en los recuerdos de mi infancia manteniendo el silencio en todo momento, dándole la fatídica respuesta que pareció comprender a la perfección. Ella retiró el nudo de la bata abriéndola frente a mí, admiré cada parte que me permitía ver siendo ahora su cuerpo mi foco de atención (lo que no había ocurrido realmente en la ducha), estira su mano la cual tomé dejándome arrastrar por ella y repartí algunos besos entre sus senos concentrándome en cada reacción. En ocasiones voy a un cine que está en el centro, hay horarios en específico donde proyectan películas porno y yo solía verlas en solitario. Realmente no sé qué buscaba al verlas, en parte me excitaba al escuchar los gemidos, detallaba la piel, los rasgos físicos, sus reacciones y muchas cosas más que me fascinaban de cada acto y sus participantes, pero al mismo tiempo, era como si deseara algo en específico cada vez que entraba a ese lugar. Con ella experimenté muchas cosas previo a penetrarla, era bastante suave, me deleitaba en su piel y cuando sus gemidos resonaban entre las paredes se volvía seductor para mí, nunca la tomé con prisa y siempre seguí el ritmo que ella me pidiese. Entonces, ella retiró mi bata, me masturbó lento y firme a la vez apreciando cada rasgo de su rostro tal y como ella quería, nunca me lo pidió directamente, pero se le notaba más feliz cuando la veía a los ojos, era como si de alguna forma ella obtuviera la atención que en verdad deseaba de otra persona. Una vez estaba duro, ella me enseñó a colocar el preservativo diciéndome que siempre debía tenerlo puesto sin importar nada, dio un par de advertencias más explicándome mi condena si llegaba a faltar y después se acostó nuevamente arrastrándome con ella. Ya sabía en dónde ingresar, así que me acomodé adentrándome en ella, fue una sensación muy extraña y a la vez fascinante y me dejé arrastrar por todo dándonos gusto a cada uno en el ritmo correspondiente. En cuanto eyaculé volví a besar su pecho, descendía por su abdomen saliendo del todo y retiré el condón para hacerle un oral, ella mencionó divertida que creía me dormiría como otros hombres, pero en realidad quería disfrutar ese momento aprendiendo tanto como fuese posible, le mostré todo mi interés en la materia y ella muy ferviente me explicaba cada lección, y la forma en que a ella le gustaba comparándolo después con la manera en que podría gustarle a otras mujeres. Sin duda los tres días que pasé con ella fueron bastante educativos para mí, incluso hubo ocasiones en que lo suave y lento pasaba a otro plano tornándose salvaje en ambos. Para el último día cuando llegó el momento de partir ella me agradeció por el tiempo que compartimos, no solo en la cama, sino también por escucharla, algo que en el fondo no hacía demasiado pero igual siempre he sido de los escucha aun cuando no lo quiera, ese es el problema de tener tantas voces que prestan atención al mundo que me rodea. Fin del flashback —¿Y no volviste a verla? —pregunta mi pequeña quien sigue devorando los caramelos dándome algunos en ocasiones. —No, me pidió que nunca más la buscara y así hice, pero sí seguí experimentando en la cama con otras mujeres volviéndome casi un adicto al sexo, puesto que en los tres días que estuve con ella descubrí que mis voces se tranquilizaban con cada cogida. —Eres un pervertido —comentó divertida haciéndome reír. —Sí, supongo que sí. ¿Y qué hay de ti? ¿Cómo fue tu primera vez con el heredero Meier? —Bueno, no estoy del todo segura si decir que fue una primera vez, tal vez en un par de cosas, pero en todo lo demás no. —Cuéntame. Tomé el recipiente con los dulces siendo esta vez yo quien se deleita con su relato de principio a fin, ella no escatimó en detalles contándome incluso cómo se sintió con cada movimiento, también me narró lo ocurrido en la ducha hasta su regreso y dejé dos caramelos en su boca los cuales tomó repasando con su lengua el azúcar restante de mis dedos. Era provocativo, pero no lo vi excitante al estar más concentrado en ella más allá del sexo. —¿Y por qué no lo dejaste penetrarte? —se ruboriza en el acto mordiendo su labio. —No quiero que ocurra todavía, no me siento preparada. A pesar de lo honesto de sus palabras había algo más escondido entre ellas, por un instante creí que yo podría ser la causa, pero irónicamente y por vez primera no quise atribuirme ese título, no sé la razón, pero no quise hacerlo. —De igual forma esa tampoco fue mi primera vez si se analiza con detalle, porque antes de que él apareciera eras tú quien estaba presente. —Yo no te hice lo mismo que él. —Lo sé, pero fue por ti que todo esto empezó, más exactamente en Londres cuando estuviste con Lucy. Desde esa noche te he visto diferente, más como hombre que solo mi cómplice y aunque sé que no pasará nada contigo por el momento, al menos me gustaría que siguiéramos con el juego seductor si es posible. —¿Y mientras tanto seguirás buscando chicos de trece años para pervertir? —muerde su labio castamente. —No, solo lo hice con él porque Noah tiene una atractiva oscuridad en su interior, pero eso no quiere decir que lo haga con más personas, aparte de ti él fue el primero, pero por ahora no me interesa repetirlo, tan solo quería experimentar estas sensaciones con el cuerpo de alguien más. A pesar de todo me hizo feliz compartir este momento con ella sin erotismos ni provocaciones, fue algo muy íntimo de nosotros, tanto, que nunca le conté a nadie cómo fue mi primera vez con una mujer, ni siquiera a Isma le conté esa historia aun siendo mi hermano, pero me alegraba hablar tan íntimamente con ella… Creo que sí estoy jodido por culpa de esta pequeña. —¿Y cuál será mi castigo? —Por ahora quédate conmigo y más tarde te diré tu castigo mi pequeña. Ella aparta el recipiente acomodándose a mi lado y quedamos abrazados entre silenciosas caricias que despiertan una ilusión en mí, el deseo de tener la misma edad para hacerla mía, pero no en una follada salvaje, sino para hacerla mía con caricias, con besos lentos, amando cada centímetro de su piel con toda la calma del mundo sin atadura alguna.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD