130. OSCURIDAD EN OTROS LABIOS

3168 Words
Días después Zúrich, Suiza Ragnar Tras el rotundo éxito que tuvieron Prada y Clyde B. con sus diseños y los modelos principales, Oz y yo nos ocupamos de algunos asuntos con Trisha y Diana junto a otro participante que estaba interesado en tomar el control de Inglaterra. Fue en esos días cuando Oz me comentó que debía volver a Suiza por una cita extraordinaria con un paciente y en mi interés de pasar más tiempo con él (antes de viajar a Cuba por trabajo) le pedí que me dejase acompañarlo un par de días, a lo que él accedió sin inconveniente. Así, le dije a Oz que se adelantara al consultorio en lo que iba al baño, preparé un atuendo especial que constaba de un vestido azul claro hasta la rodilla, unas baletas negras e hice una trenza en mi cabello dejándolo de lado, después fui al consultorio de él quien estaba revisando el historial médico y torna su vista hacia mí repasándome de pies a cabeza. —¿A qué se debe tan virginal inocencia? —pregunta con deleite. —Hoy quiero ser una niña buena y quiero dejar a mi tío Oz por lo alto —respondí con dulzura y sonrisa inocente. Él hace una señal para que me acerque, se sienta en la silla cual trono y palmea su pierna para que me siente en su regazo, lo cual no tardo en hacer siendo rodeada por sus brazos y admirada por un oscuro semblante. —No olvides lo que te dije, pórtate bien pequeña o tendré que castigarte —rodeé su cuello quedando a escasos centímetros de sus labios. —Yo siempre me porto bien tío Oz ¿o acaso me crees capaz de hacer algo malo? —pregunto dolida haciendo un mohín. —Te creo capaz de destruir la caja de Pandora —muerde mi lóbulo y presiona mi costilla haciéndome reír descontroladamente. En ese instante somos interrumpidos al ingresar cuatro hombres, uno bastante mayor, un joven de quizás dieciocho años con mirada taciturna pero muy sexy, el paciente quien asumo es el padre de él y del otro adolescente que los acompaña. Los adultos quedan viendo la escena muy sonrientes y más al encontrarme tan risueña en los brazos de Oz, sin embargo, es el semblante de los hijos lo que más me inquieta, especialmente el más joven. —Adelante señores —invita Oz estrechando manos con todos. —Discúlpenos, no sabíamos que estaba ocupado doctor Oz. —Sí, lamento esto, pero mi sobrina está de visita y no pude negarme a sus encantos, es difícil cuando solo hay una niña en casa que se roba la atención de todos —los adultos ríen mientras yo me oculto tras las piernas de Oz con timidez. —Sabemos bien de lo que habla —contesta el anciano. —en casa mi nieta también es la única niña y es quien se lleva toda la atención —el hombre pasa su vista a mí intentando tener una cercanía con gentileza. —¿Cómo te llamas? —Soy Ragnar —contesté tímida y él extiende su mano la cual tomo al Oz darme una afirmativa profesional, pero sé que en el fondo se está divirtiendo con mi actuar. —Mucho gusto Ragnar, mi nombre es Finn Meier, él es mi hijo Carl y mis nietos Andrew y Noah. Estrecho manos con todos sin abandonar mi papel de dulce e inocente paloma, hacen algunos halagos sobre mi belleza haciendo feliz a Oz quien agradece cordial en lo que enfoco mi atención en los herederos Meier. Aprovechando que Finn que me permitió hablarle de una forma más personal, usé mis dotes para tomar ventaja y comprobar mi sospecha. —Tío Oz, abuelo Finn, ¿puedo salir a jugar con Noah? Ya sabes que me aburro cuando empiezas las preguntas de rutina —Oz ladea una sonrisa al notar que algo planeo. —Claro que sí, si tu tío no tiene inconveniente pueden salir a jugar —responde Finn, Oz asiente sin problema. —Quiero quedarme abuelo —reniega Noah y me acerco a él dándole un semblante más inocente con profunda mirada. —Por favor Noah, solo quiero jugar un poco en la sala contigua, pero no quiero ir sola porque hay un hombre que me da miedo. Él quedó con dudas, su familia estaba conmovida y Oz con ganas de reírse. —Ve con ella Noah y cuídala bien igual que haces con Amelie —ordena su padre con cariño. Noah cambia su semblante a uno mucho más cálido, es como ver otra cara de él, parece un chico dulce y bueno, pero esa máscara la conozco bien y sé que Oz también vio lo mismo que yo. —Está bien, me quedaré contigo y luego volvemos, también quiero estar con mi padre. —Gracias Noah —le di una gran sonrisa seguido de un beso en su mejilla. —Regresamos después tío Oz. —No olvides lo que te dije mi pequeña. Asentí lanzándole un beso a todos, agité mi mano enérgicamente despidiéndome de ellos y tomé la de Noah para salir corriendo hasta otro consultorio, cerré la puerta con seguro y lo llevé hasta el escritorio quedando de espaldas a él. —¿Qué edad tienes Noah? —Trece, y disculpa, pero no tengo ánimo de jugar ahora, prefiero estar con mi padre, él está enfermo y me necesita. —No lo creo, él tiene lo que necesita en este momento, pero tú en cambio pareces ser al que le falta algo. —¿De qué hablas? —me giré mostrándole la verdadera cara del diablo. —Tú no eres como ellos Noah, tienes algo más dentro de ti, algo que te llama y no puedes ignorar —lo rodeaba despacio igual que un tigre a su presa. —lo peor para ti es tener que dar la imagen del hijo perfecto que obedece y complace a todos, pero ambos sabemos cuánto detestas ser así. Su cara se torna todo un poema, pero más temprano que tarde ladea su rostro mirándome de reojo con total frialdad y maldad, su verdadera cara es esta. —¿Cómo lo descubriste? —Tengo buen ojo para ver la oscuridad en las personas ¿Sabes por qué? —susurré en su oído desde atrás, negó. —Porque yo también sé lo que es eso. —¿Por qué me trajiste aquí? —Quiero jugar contigo, pero también quiero algo más contigo. —¿Qué? —Antes que nada me gustaría cambiarme, ¿podrías bajar la cremallera del vestido por favor? Le di la espalda y soltaba la trenza en lo que su mano rozaba mi piel provocando un escalofrío, bajó el cierre lentamente, sentí cómo el vestido dejaba ver mis cicatrices y vi su reflejo a través de la ventana, mil preguntas pasaban por su cabeza y a la vez mostraba cierta fascinación ante la imagen yaciente frente a él. —Si quieres puedes tocarlas —con profunda y sensual voz hablé. El camino de la serpiente se traza en mi espalda y un calor va expandiéndose en cada parte de mi cuerpo, era su fuego. —Con confianza Noah, no pasará nada y sé que quieres hacerlo. Se dejó llevar abriendo mi vestido con ambas manos, recorrió mi espalda como si trazara en su cabeza un mapa de esta y lo grabara con sus palmas. Me alejé lento hasta mi morral, retiré mi vestido asegurándome de que no me perdiera de vista ni un solo instante y saqué un blusón azul oscuro igual que su camiseta (vaya coincidencia), lo vestí soltando completamente mi cabello que ahora estaba en varias ondas y volví a él rodeando su cuello con mis brazos. —Eres lindo Noah, pero por una vez que te quites esa máscara no pasará nada malo, al menos no frente a mí. Esta vez no era la dulce e inocente niña de casi doce años, era la serpiente ofreciéndole el fruto prohibido. —Detesto que digan eso. —Lo sé, porque no eres lindo, eres atractivo y no tienes nada que envidiarle a Andrew —acerqué más mi rostro sintiendo una corriente entre los milímetros que separan nuestros labios. —porque aun cuando él también sea atractivo como tu padre y abuelo, no posee la misma oscuridad que tú tienes. —¿Qué pretendes con esto Ragnar? —¿Alguna vez besaste una chica? —No tengo tiempo para esas tonterías. —Mentiroso —entrecierra levemente sus ojos tensionándose. —te guardas para alguien especial, pero… —Pero… —¿Por qué no probar algo diferente hasta que llegue el momento con esa persona? Yo también espero a alguien, pero quizás si pruebo otros labios puedo aprender un poco más ¿no crees? Es como estar en la escuela, practicas y practicas hasta hacerte mejor y pruebas muchos métodos hasta dar con los indicados. —¿Y quieres tenerme como sujeto de prueba? —repasé sus labios paulatinamente con un dedo. —Quiero saber qué se siente tocar otros labios llenos de oscuridad, una adictiva, profunda… sensual. Sus manos se pasearon en mi cintura, la tela se levantaba dejando un hilo de deseo en mi piel y el éxtasis vino a mí, no era igual que pasaba con Oz, pero era atractivo. —Escabúllete en mi piel Noah, conviértete en una serpiente como yo y prueba conmigo lo prohibido —me atrajo con fuerza cortando toda distancia desplazándose en mi espalda. —¿Le temes a tu propia oscuridad Noah? ¿Le temes a la mía? ¿O temes hacerte adicto a aquello que siempre ha estado dentro de ti y anhela fervoroso salir de su prisión? —levanté mi pierna ascendiendo pecaminosamente en la de él y su mano tomó mi muslo con firmeza asegurándola en su cintura. —¿Acaso has sido un chico muy malo Noah? Porque eso no deberían saberlo los niños lindos de tu edad —provoqué seductora. —No soy lindo, no soy un niño y definitivamente no te tengo miedo. Contestó invadido de toda su oscuridad y tomó mis labios en un beso suave, mi lengua tocó la puerta de su caverna y él me dio paso jugueteando con la mía. Era lento, examinaba el terreno, pero el calor en mi cuerpo aumentó y mi pierna aprisionó más su cuerpo al mío sacándonos un gemido ahogado, sutil. Su mano en mi muslo se desplazó dejando presiones que desprendían mil corrientes colonizadoras en mi vientre, las cuales eran reforzadas con su otra mano circundante en mis cicatrices con placidez. El besó se intensificó dejando a nuestros cuerpos moverse libremente entre caricias posesivas en el otro dictaminando la orden de no separarnos, pero queríamos sentir mucho más de esto, sin embargo, debía estar segura de cuál sería su límite, así que moví mi cadera y un jadeo salió de mí al sentir su dureza. Los recuerdos evocaron con la imagen de Oz junto a Lucy y en la discoteca con esos sujetos liberando la cadena que encerraba mi ser, mi lujuria, mi libertinaje. Separé mis labios dejándolo recorrer mi cuello el cual devoraba con ansias. Abrí mis ojos un instante viendo los suyos sobre los lentes que le daban un toque extra a tan sensual faz y en tan oscurecidos orbes cargados de pasión. Mis manos se escabulleron sintiendo la suavidad de su piel, un gruñido emergió al repasar mis uñas con fuerza y su lengua bajó hasta mi escote dejando una mordida que me hizo gemir. —Tentadora la serpiente, pero aquí jugamos dos —pronunció a ronca voz generando un palpitar entre mis piernas, pero lo peor era que sus gafas intensificaban mi deseo… ¿Será que Oz se verá igual? —Jugamos dos, pero solo uno reinará —proclamé. Lo arrastré empujándolo hasta el sofá donde arremetí contra su cuello a horcajadas y sus manos me aprisionaron con fuerza. Esta vez no había suavidad, era salvaje, éramos dos seres primitivos dejando salir el impulso natural del placer. Abrí su pantalón bajándolo lo suficiente para que solo una prenda en cada uno fuese el límite de este pecado y los dactilares de cada uno marcaron territorio aniquilando a las tropas enemigas entre las uñas sanguinarias de lo irracional. Retiré su camiseta apreciando su torso desnudo clavando mis dientes en su clavícula, un profundo gruñir generó otra palpitación y mi cadera buscó la suya en un delirante vaivén donde sus manos fueron hasta mis glúteos introduciéndose en la braga negra. Estrujó con fuerza; otro gemido salió de mí, mi mano fue a su cuello haciendo presión; su gruñido me alentó. Quería hacerlo, mi cuerpo lo reclamaba, quería clavar su tridente hasta lo más profundo de mi cuerpo, pero al mismo tiempo no quería entregarme a él, no quería que fuese el primero. Es ridículo pensar así considerando que no soy virgen, pero jamás me entregué por placer y eso solo quería hacerlo con un hombre, y a él me conservaría, pero si algo aprendí de Oz y mis verdugos, es que no necesitas penetrar para obtener placer. Una mano tomó su cabello con fuerza fundiéndonos en otro agresivo beso y la otra recorrió su pecho y abdomen dejando en ocasiones la marca de lo que él me hacía sentir. Al rozar la tela de su bóxer me escabullí tomando su dureza y su espesor bañó la punta, mas sus manos no dieron treta a mi cuerpo cuando se desplazaron al frente presionando el interior de mis muslos y se deslizó entre el néctar emergente de mí igual a cuando me toqué la noche que vi a Oz con Lucy. Una mano presionaba mi pierna, sus uñas se enterraban enviando más advertencias, pero fue su pulgar el que trabajó sobre mi rosácea protuberancia que intensificaba la lujuriosa descarga eléctrica en cada parte de mi ser. Ambos intensificamos el movimiento de nuestras manos y al borde de mi delirio volví a tomar su cuello, presionamos en un mismo compás intenso, silenciábamos tanto como podíamos nuestros gemidos en la boca del otro y al introducir sus dedos en mi infierno fue la hecatombe para mí. Mi cadera danzaba sobre sus dedos que se movían magníficamente adentro, mi mano aceleró sobre él enfocándome en la punta y en cuanto los dos presionamos el cuello y la pierna del otro con una fuerza bestial, fue cuando el volcán explotó en ambos llegando a un orgasmo magníficamente indescriptible, pero no nos detuvimos en el movimiento de las laboriosas manos, sino que seguimos aumentando el magma en cada uno. Él alejó mi brazo de su cuello rasgando mi blusón, apoderándose cual león hambriento de mi pecho demandante de atención y me dejé llevar en el perfecto frenesí que su lengua generaba al pasearse en la punta. Su roce no se comparaba con nada de lo que alguno de mis verdugos llegó a hacerme, ni siquiera sus mordidas dolían de la misma forma a cuando ellos las producían. Es entonces que otra ola orgásmica recorre mi cuerpo y algunas palpitaciones se manifiestan en mi mano desde su rígido órgano. —No te detengas —dice en su delirante éxtasis. —Tú tampoco. De nuevo el mundo desapareció en un segundo orgasmo que contuvimos con una mordida en el hombro del otro aferrándonos entre respiraciones erráticas, pero él bajó su prenda exponiendo su palpitante ser que seguía latente (aunque ya no tan firme como antes) e hizo a un lado mi braga uniendo nuestros humedecidos sexos. En un gentil abrazo repasaba mis cicatrices con una mano y con la otra le decía a mi cadera el ritmo que deseaba sentir sobre él. Estábamos muy calientes en esa zona, el roce me hacía sentir algo extraño y a la vez agradable, sumamente agradable en el vientre. Toma mi mano bañada de su blanquecino néctar pasando su lengua a la vez que me observa cual demonio, después lleva mi mano hasta mi boca y sin apartar la vista de él lo pruebo libidinosamente sacándonos una perversa sonrisa. En total silencio me levantó, retiró sus prendas inferiores y tomó mi mano llevándome hasta la camilla donde me dio una señal para que me acostase en ella, lo hice y con fuerza haló de mis tobillos llevándome hasta él, retiró la braga y abrió mis piernas, me vio como pidiendo permiso y al mismo tiempo diciéndome que tomaría lo que quisiera de mí. Bajó la mirada repasando cada parte de mi intimidad con la vista sacando otro mapa de mi cuerpo, aunque no se sorprendió ni dijo nada por las cicatrices que tenía en esa zona. Con mesura, repasa lentamente la punta de sus dedos probando mis fluidos, se adentra entre mis piernas dándome una última mirada y su boca besa mis fracturados labios inferiores. Una extraña sensación se pasea por mi cuerpo al sentirlo, al comienzo recordé cuando me hacían lo mismo en la mazmorra y por dos segundos sentí asco y rechazo, pero al tocar mi punto de placer trajo otro recuerdo, la madrugada que me bañé con Oz. La sensación que mi demencial cómplice emanó de mí en la ducha se desprendió en mi cuerpo, aun cuando su boca no me invadió de la misma forma en que lo hacía Noah, al cual me dejé llevar por cada uno de sus movimientos acompañado de algunas succiones y otro pico de placer volvió. —Noah… En un ahogo pronuncié su nombre obligándolo a verme endemoniadamente e incrementando más todo este frenesí, coloqué mi mano en su cabello impidiendo que se alejara y lo guie un poco más arriba concentrando toda esta locura en un único punto. Sus dedos volvieron a ingresar penetrándome desenfrenadamente y debí poner una mano en mi boca para no soltar los fuertes gemidos que delatarían el delito cometido, mas él la retiró. —No me prives de ellos —pronuncia con una ronca y excitante voz. Aparta la tela presionando uno de mis senos y succiona el otro sin abortar su labor en mi intimidad. Baja nuevamente su lengua, estruja mi pecho, entra y sale recogiendo un poco sus falanges que quedan en un gancho dentro de mí y el tercer maldito orgasmo más increíble recorre mi dermis, su boca calma la sed de su garganta con mis fluidos y una vez satisfecho se acuesta a mi lado dejando su falo entre mis piernas. Quedamos en un fuerte abrazo, mi agitada respiración se embriaga con el perfume de nuestros cuerpos creados con lujuria y muevo mi cadera disfrutando nuestro superficial roce. —Esta es la experiencia más loca e intensa que he sentido hasta ahora —susurró satisfecho dejando una caricia en mi mejilla. —Gracias por darme esto, por verme tal y como soy y aceptarme sin juzgar. —Gracias a ti por dejarme ser parte de esto, espero que la mujer que quieres vea mucho más de lo que yo veo. —Y yo espero que el hombre que quieres no te prive de quién eres.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD