132. MEMORIAS I

2739 Words
Meses después – Agosto Ismael Despierto en otro aburrido día de verano, el calor es insoportable hoy, pero igual me arreglo y voy al jardín que tanto me encanta ver, queda lejos de la casa de mi tío, lo que me permite divagar un poco entre los buenos recuerdos. Cuando veo las flores a los lejos salgo corriendo con todas mis fuerzas asegurándome que no hay nadie cerca y arranco una con mucho cuidado, en eso veo al perro correr hacia mí y emprendo la huida a todo lo que mi cuerpo da. Tras una hora llego al cementerio, busco su tumba y encuentro a Oz sentado mirando la lápida en silencio. Una helada corriente me atraviesa recordándome esa noche, me acerco hasta él sentándome a su lado y dejo la flor sobre la lápida de mi madre. Ninguno dice nada, ninguno hace nada, pero el solo hecho de estar juntos nos trae un poco de calma. Él enciende un cigarrillo y me extiende otro, ambos damos una profunda bocanada dejando que el viento y el pirata se apoderen de nosotros arrastrándonos en la paz que nos rodea en tan melancólico lugar. —Llevas varios días perdido —dije rompiendo el silencio. —Un pequeño problema con las voces. —¿Y las voces también te golpearon? Él tenía su labio partido, varios moretones en las manos y rostro, incluso su jean estaba rasgado permitiendo ver un vendaje en la rodilla y a saber qué más tendrá bajo la tela. —No exactamente, solo fueron unos idiotas que se atravesaron en el bosque cuando iba a ducharme. —¿Sabes quiénes son? —Sí —damos otra profunda calada. —Cuando te sientas mejor avísame para ir por ellos, mientras tanto podríamos entretenernos haciendo algunas cosas. Él me observa dando otra calada, uno de sus ojos está inflamado y rojo, prueba de que los golpes que recibió ahí le rompieron algunos vasos. —¿Ves bien por ahí? —Tranquilo, el día que deje de ver las tetas de una mujer haré lo mismo que Ray Charles —reímos en lo que niego terminando mi cigarrillo. —Vamos a la farmacia por medicación y después al bosque. —No tengo dinero y de todas formas no es nada que no sane en unos días —responde con su habitual desgano por la vida. —Me importa una mierda, no te estoy preguntando si quieres ir o si tienes dinero. Me hinqué en una rodilla y extendí mi brazo para que él se apoyara en mi hombro, con un poco de esfuerzo nos levantamos y caminamos a paso lento, por suerte había una farmacia cerca del bosque donde pude comprar algunas cosas para tratar las heridas y algo de comer en la tienda de al lado, volví a la entrada del bosque donde me esperaba él e ingresamos hasta llegar a su casa que quedaba bastante apartada de la carretera. Sé que una tienda de acampar, una litera con una colchoneta mal oliente y algunos sillones viejos no debería ser considerado una casa, pero era donde él vivía y si no se quedaba en casa de mi tío es porque nunca lo quiso, mas eso no me impedía verlo todos los días, incluso me quedaba con él viviendo como un nómada y aprendía su manera de sobrevivir tan salvaje, una a la que, de alguna u otra forma, le encontré gusto en varias cosas. Tras retirar sus prendas lo ayudé a limpiar las heridas en lo que nos dábamos un baño en el río, encontrando muchas más de las que llegué a ver en el cementerio. En ocasiones había idiotas que decían que éramos gays (por no decir otra cosa) al estar tanto tiempo juntos y quizás hasta lo parezcamos al hacer esto, pero la verdad no era así, sino que nuestra relación era muy estrecha y la confianza inmensa. En este año, desde que nos reencontramos, aprendí que le gustaba dormir desnudo, no tenía vergüenza de su cuerpo a la hora de exponerlo ante otros, solía tener muchas pesadillas en las noches donde recordaba las cosas que le hacía su padre y en ocasiones soñaba con mi madre, los días que vivió con nosotros y la muerte de ella. Fue entre sus sueños donde descubrí al intentar despertarlo que él escuchaba voces, pero no solo eso, sino que hablé con dos de ellas en algunas ocasiones donde me contaron muchas vivencias y pensamientos de él. Fue después de varias conversaciones con ellas que le confesé que sabía su secreto y que no me importaba, porque eso no era motivo para alejarlo de mí sino que lo apreciaba más, él me confesó cómo ha sido vivir escuchándolas cada día de su vida y el cómo se lastima para intentar callarlas cuando los gritos son más insoportables. Eran esos días los que más me preocupaba porque temía por su vida, así que intentaba mantenerme a su lado o lo buscaba cuando no se encontraba en su refugio y en ocasiones, se escapaba desapareciendo por días y regresaba herido, entonces me la pasaba viviendo en el bosque ayudándole con todo para que no hiciera un sobresfuerzo. (…) —Tranquilo, tranquilo, aquí estoy —escucho la voz de mi hermano a lo lejos, abro los ojos con dificultad y las lágrimas brotan una vez más. —Solo descansa Isma que no me iré de tu lado. Siento algo en mi brazo y vuelvo a caer en un profundo sueño. (…) Otoño —¡Maricón! ¿Por qué no vienes a chupar esta? Un imbécil arroja al igual que sus otros dos amigos unas latas de cerveza aun cuando Oz y yo no les hemos hecho nada, pero tampoco es la primera vez. Mi hermano y yo nos vamos hasta ellos golpeándolos fuertemente, procuramos mantenernos lo más cerca posible para atacar entre los dos al tercero y al derribar a uno de ellos veo que otro saca una navaja corriendo hasta mi hermano dispuesto a apuñalarlo. —¡Oz! Grité fuerte en lo que corría interponiéndome en el camino y siento el filo atravesar mi piel, el recuerdo de mi madre se desprende llegando a comprender un poco cómo se sintió al entregar su vida por él, pero eso solo me da fuerzas para continuar. —¡Ismael! Su grito fue desgarrador, pero poco me importó en el momento al estar más concentrado en evitar que ese sujeto atacase a mi hermano. Golpeé su abdomen varias veces olvidándome de mi dolor, quebré su nariz e impacté otro golpe en su rostro cuando Oz llega con nosotros rematándolo con otro golpe con la rodilla, el cual es recibido por la cara del imbécil dejándolo en el suelo. El tercer sujeto se levanta viniendo hacia Oz quien estaba más cerca de él sacando también una navaja, vuelvo a interponerme ya que él no logra verlo al estar de espaldas, pero detengo al sujeto antes de que la navaja toque mi estómago, debo hacer mucha fuerza, pero en segundos Oz lo golpea y patea su mano alejando la navaja de mí, entonces descarga toda su furia entre múltiples patadas hasta que el sujeto deja de moverse. —Ya basta. ¡Oz ya basta! —lo tomé de los hombros haciendo que me viera. Otra helada corriente me recorre al ver sus ojos cristalizados y un par de lágrimas corriendo por sus mejillas, recuerdo cuando lo tenían esposado y él cayó inconsciente entre mis brazos por la pérdida de sangre que tuvo la fatídica noche. —Está bien, estoy bien —hablé suave. Tensiona su mandíbula desfigurando su semblante por el dolor y me abraza muy fuerte, tiembla, y lo abrazo en la misma intensidad al saber lo que pasa por su cabeza pues sus voces me lo habían confesado tiempo atrás cuando tuvimos otra pelea con otros sujetos, él revivía el recuerdo de mi madre cuando veía que yo estaba en un peligro inminente. —Tranquilo, aquí estoy y no me iré de tu lado Oz. Me dolía verlo así, me dolía saber que mi hermano seguía sufriendo en silencio y no podía hacer nada por eliminar su dolor, sus pesadillas, no podía hacer nada excepto quedarme con él para que no volviera a estar solo. Volvimos al refugio donde él retiró la navaja de mi pierna, desinfectó y suturó la herida, no le quedó muy bien que digamos, pero el solo hecho de ver cuánto empeño le ponía en medio de la oscuridad asegurándose de que quedara bien era suficiente para mí. —Ya sé que es un asco, pero al menos no estás sangrando —reímos bebiendo una cerveza y encendiendo el último cigarrillo el cual compartíamos. —Está perfecta, pero si quieres convertirte en una sexy enfermera con tetas enormes no me quejaré —el idiota golpea mi brazo sin dejar de reírnos. —Sería demasiado mujer para ti pedazo de imbécil y no tienes lo que necesito. Arrebata la colilla de mi boca dándole una bocanada y ambos nos tiramos en la grama descansando un poco, entretanto, las risas van cesando siendo la fogata y el viento colándose en los árboles lo único que se escucha. —Oz… entre un hombre con mucho dinero y alguien de confianza ¿a quién besarías? —pregunté de la nada recordando a unas chicas de la escuela. —Cuando tengas muchos millones en el banco, a mí en tu testamento como heredero universal y un seguro de vida a mi nombre te lo diré —reí. —Yo escogería el segundo. El silencio de nuevo nos rodea sin ser incómodo en lo que él queda con una mirada muy intensa, la misma que pone al dejarse llevar por el remolino de emociones que tanto lo acongojan diariamente. —Ismael, no soy gay, así que déjate de estupideces. —Lo sé y yo tampoco, eso lo tengo muy claro, pero no quita el hecho de que te tengo mucha confianza y serías el único hombre al que le permita llegar tan lejos. Oz toma mi cuello y de un fuerte tiro me acerca a su rostro, es intimidante igual que un jaguar y con la misma agilidad del felino se dispone a silenciarme en un beso. Es extraño, no despierta lo mismo que una mujer, ni siquiera se siente igual, pero tampoco es desagradable, su mano pasa a mi mejilla llegando a profundizar el beso y nos separamos viéndonos como si nada hubiese pasado, da una calada al cigarrillo, después lo pone en mi boca para que sea yo quien lo acabe y lo apago en la grama a un lado de mí. —Más te vale no pedirme que te folle porque no llegaré tan lejos por mucha confianza que nos tengamos. De nuevo reímos durante varios minutos e inhalo profundamente sintiéndome muy bien. —Tranquilo, no me interesan los hombres, pero no quería morir sin al menos saber qué se siente besar uno y de todos los hombres en la tierra prefiero que seas tú. —Obviamente. Nadie debería morir sin saber qué se siente los besos del increíble mago de Oz, no importa si es hombre o mujer. Realmente, nunca despertamos ningún sentimiento más allá del hecho de ser hermanos, compartimos espacios de sexo donde follamos cada uno con varias mujeres por separado, pero nunca más tocamos ese tema, nunca se prestó ninguna situación para un mal entendido, ni siquiera las veces que alguno de los dos caía demasiado enfermo y el otro lo cuidaba. (…) Invierno Finalizaba noviembre, en cualquier momento caería la nieve y era importante encontrar otro refugio para Oz, el año pasado la pasó bastante mal aquí y no quiero que recurra nuevamente a un albergue para personas sin hogar, sé que al menos hay un techo en el cual refugiarse, pero no me agrada la idea de que esté allá donde servicio infantil podría encontrarlo y llevárselo. Es por eso que había estado pendiente de varios sitios abandonados, llegando a encontrar una casa donde quizás podríamos arreglar una habitación y acompañarlo estos meses de invierno. Iba camino al bosque para contarle sobre el lugar, quedamos en ver a Marc en horas de la tarde para salir un rato y en la noche cenaríamos con él, pero se me hizo un poco extraño llegar al refugio y no ver la fogata encendida, entonces un extraño sonido me alerta, ingreso a la tienda encontrándolo en el suelo convulsionando y corro hacia él viéndolo botar espuma por la boca. Sentí que todo se desvaneció por completo, actué rápidamente a sabiendas de lo que tenía y una vez logré hacer que vomitara todo lo limpié un poco. Mi corazón latía a mil, mis nervios estaban que no podían al igual que los suyos y lo único que suplicaba era porque esto pasara rápido para evitar otro golpe en mi vida. —Oz… Él intenta levantarse apartándome un poco, sé que no le gusta que lo vea enfermo, siempre es el maldito lobo solitario creyendo que puede solo con todo. Aun cuando sea tan testarudo me acomodé a un lado ayudándolo a levantarse y acomodándolo en la cama, seguía temblando, pero al menos no convulsionaba como antes y recobraba de a poco sus sentidos. Encendí rápidamente la fogata dejando la cobija cerca de esta para que tomase calor y después la acomodé sobre él, también calenté un poco de agua, le coloqué mi abrigo encima al ver que seguía con frío y encontré la papeleta vacía tirada a un lado de la cama. —¿Hasta cuándo seguirás consumiendo esta mierda? —pregunté entre el dolor y la impotencia levantando la papeleta. No hubo respuesta, apenas y podía verme por el dolor y el frío que sentía, pero aun cuando me lastimaba esta maldita actitud de él, al menos estaba tranquilo al saber que lo encontré a tiempo. Humedecí un pañuelo con el agua caliente repasándolo en algunas partes de su cuerpo, especialmente las extremidades para que el frío no se apoderara de él y dejé caer un poco en su cuello. —Vete con Marcus, yo los alcanzaré después —pronuncia luego de varios minutos. —¿Ya comiste algo? —Estoy bien Ismael, solo vete. No dije más, le dejé mi abrigo y salí corriendo hasta encontrar un teléfono público donde llamé a Marcus para excusarme con él, le dije que Oz tuvo un incidente y no podría ir, insistió en venir, pero lo persuadí pidiéndole que mejor tomara los apuntes de la escuela para nosotros en los próximos días. Después de eso fui a la farmacia por un par de cosas y compré comida, sé que ese idiota no ha probado bocado alguno y no sé cuánto tiempo más pasará antes de que lo haga. Regresé al refugio encontrándolo frente a la fogata envuelto en la cobija y bajo esta tenía mi abrigo, sus pies estaban sumergidos en el agua caliente y se le notaba bastante débil. Me senté a su lado abriendo una bolsa con pan y le entregué un café el cual recibió sin rechistar. —¿Seguirás consumiendo esa porquería hasta que te encuentre muerto? —No empieces otra vez. —Entonces dímelo, porque si te soy honesto, cada vez es más insoportable tener que ver ese tipo de escenas. —Entonces no regreses, así evitarás verlas —respondió como si nada. Aun cuando decía esa frase yo siempre volvía y me quedaba con él, jamás permitió que lo viera consumir algo, pero sí debía ver las secuelas. Antes del anochecer Marc llegó al refugio dejando algunos recipientes con la cena, sabía que no debía hacer preguntas y tampoco le reclamaba a Oz a diferencia de mí, según él, es porque no sentía que tuviera la confianza suficiente para inmiscuirse en algunos asuntos de Oz, pero no por eso dejaba de ayudarlo tanto como le era posible. Recuerdo tanto esos días y noches en los que pensé que él moriría con toda la mierda que se metía, siendo los días de abstinencia algunos de los peores momentos, pero cada que estaba a su lado me sentía bien solo con verlo respirar porque sabía que seguía teniendo a mi hermano conmigo, porque el sacrificio de mi madre no fue en vano, porque ninguno de los dos estaría solo mientras el otro siguiera con vida aun si estábamos lejos, porque eso hace la familia, se mantiene unida sin importar nada.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD