133. MEMORIAS II

2342 Words
Primavera Ismael —Vamos idiota que no voy a quedarme aquí todo el maldito día —su voz y un puntapié en mi pierna me levantan. Me encontraba acostado en las gradas de la cancha de baloncesto y sigo a Oz en lo que doy un bostezo, no pude dormir nada anoche por estudiar para los exámenes de hoy y también terminando algunos trabajos. —¿Dónde está Marc? —No sé, yo acabo de llegar. —Maldita sea Oz, sabes que estamos en temporada de exámenes y tienes que presentarte puntual. —No vengas con tus estupideces que no fuiste el único que trasnochó, mejor recibe —me extiende algunos billetes los cuales tomo un poco confundido. —Es lo que me prestaste el mes pasado para la comida. —No seas idiota, no tienes que pagarme nada. —No empieces con el mismo tema de siempre, bien sabes que no me gusta deberle a nadie. —Eres mi hermano y el día que te cobre un maldito dólar será porque dejes de serlo —en un rápido forcejeo logré dejar los billetes en su bolsillo. Siempre es la misma pelea con él. —¡Isma, Oz! —grita Marc a la distancia quien viene corriendo hacia nosotros. Siempre nos pareció graciosa su manera de correr, ya que los deportes no son lo suyo y no suele practicarlos, o eso hasta que nos conocimos, y para no hacerlo sentir mal evitamos reírnos de él, pero eso no evita que al menos ladeemos una sonrisa. —Lo siento, me retrasé con un examen y tampoco los encontré en su salón —dice muy agitado por la carrera. —Marc, deberías hacer más ejercicio con nosotros, un día de estos te llevaremos al hospital por un ataque al corazón donde sigas así —le señalo un banco para que nos sentemos y él pueda descansar. —Bebe —Oz le estira una botella con agua que saca de la máquina expendedora. —Gracias —bebe todo el contenido y toma aire profundamente. —en verdad gracias Oz. Y sí, justo quería pedirles que me ayudaran a entrenar un poco más, pero es porque el profesor me reprobará si no paso la práctica de deportes. Nos quedamos toda la semana en horas de la tarde entrenando con Marc en la cancha de baloncesto, se le hizo difícil ya que no gustaba de los balones porque los chicos en la primaria solían golpearlo mucho con estos, así que Oz y yo nos ingeniamos otro método donde Marc sintiera que era más un juego y no una práctica, lo que resultó excelente porque mejoró bastante, no para sacar la nota más alta, pero tampoco para reprobar. Lo mejor de estas prácticas es que los tres nos divertíamos bastante y de alguna u otra forma era como ver una versión de ellos dos siendo niños, una donde Marc no era abusado por los matones de la escuela y donde Oz no era abusado por sus padres. Ahora que tenía dos hermanos en mi vida sentía que los días resplandecían mucho más que antes, especialmente por la presencia de Marc, quien llegó a cambiar nuestras rutinas significativamente y a su vez me recordaba algunas enseñanzas de mi madre cuando mencionaba con cariño las vivencias con su abuela. (…) —Ya basta… déjenlas… ¡YA BASTA! —¡ISMAEL! —el grito de Oz y su sacudida me despiertan en el acto, veo paredes blancas tras él y un horrible dolor me invade por completo. —Aquí estoy contigo, aquí estoy hermano. El dolor que pasé con la pérdida de mi madre fue muy fuerte, pero esto que siento es mucho mayor, o quizás sea porque fue hace demasiados años que ocurrió aquella tragedia, aunque no entiendo ¿por qué me duele tanto el corazón? —Oz… —Lo siento, pero todavía no. Lo veo con una jeringa en la mano, sé lo que hará, sé lo que pasará y vuelvo a caer en un profundo letargo. (…) Un dulce aroma invade mis sentidos, despierto viéndola dormir a mi lado y ambos sonreímos, yo porque la tengo entre mis brazos y ella probablemente por un buen sueño. Anoche cayó dormida después de tanto llorar al contarme sobre su abuela y sus padres, Bárbara aun después de tanto tiempo sigue llorando como una niña por la pérdida de ellos, y no la culpo, porque yo también hago lo mismo en ocasiones cuando voy a visitar la tumba de mi madre. Creo que al ambos haber perdido personas tan importantes en nuestras vidas nos hizo comprendernos mejor llegando a obtener una confianza muchísimo mayor, siendo ahora el confidente del otro a la hora de resguardar esta penuria. No me quejo de Oz porque él siempre fue la persona en quien más me apoyé durante estos años y aun al día de hoy lo sigo haciendo, pero al tener a Bárbara conmigo siento que algo más ha despertado gracias a ella, no sé qué es ni cómo explicarlo, pero me trae mucha paz. Escucho que tocan la puerta, Livi ingresa con el desayuno para ambos y me regala una cálida sonrisa ante la escena frente a ella dejando la bandeja a un lado de nosotros. —Es bueno verla sonreír en sueños —murmura acariciando el cabello de su hermana con cariño. —Gracias por hacerla feliz Isma. —No Livi, es ella quien me hace feliz y no solo en la cama —ensanchamos nuestras sonrisas y toma mi mano dejando una leve presión. —Me alegra que estén con nosotros, ahora todo parece ser mejor gracias a la llegada de los tres. Ella sale dejándonos nuevamente a solas y voy despertando a Barb entre caricias que la hacen reír un poco mejorando mi mañana. —Buenos días guapo. —Buenos días hermosa, vamos a desayunar. Por suerte Samuel salió anoche de viaje quedando la casa solo para nosotros y aunque no haríamos un desastre en ella, no quiere decir que no disfrutaría cada noche para dormir con Barb. Nos acomodamos mejor comiendo entre abrazos, juegos tan tontos que me alegraban más y sus dulces besos que me tenían más loco de lo que ya estaba por ella, era mi adicción y me encantaba ser seducido por su piel de ébano y mirada felina. —Gracias por quedarte conmigo anoche, disculpa que no estuviéramos juntos por ponerme a llorar, pero… —acuné mis manos en su rostro y silencié sus palabras al pasar delicadamente mi pulgar en sus labios. —El estar contigo no implica solamente tener sexo, son también estos espacios donde podemos decir lo que sentimos, donde podemos encontrar un apoyo diferente y sabes que siempre contarás conmigo sin importar lo que pase. Sus labios fueron la sonrisa que anhelaba, su beso era su manera de decirme gracias por estar a su lado y hacerla mía era un privilegio el cual esperaba nunca perder en la vida. Después del desayuno y de hacer el amor, seguimos entre las sábanas de su habitación olvidándonos del mundo entero, siendo solo ella y yo en este pequeño espacio. —¿Sabes? Creo que sería hermoso tener una niña como tú —solté sin más haciendo que ella me vea extrañada y a la vez feliz. —¿A qué viene eso? —No sé, me quedé pensando en algo que dijo mi madre una vez y entonces pensé en una niña, una con tu belleza y personalidad. Ella se acomoda mejor sobre mi pecho y abrazo su cintura sintiendo la suavidad de su piel. —A mí en cambio me parece que se vería hermosa una niña con tus ojos grises, sería la perdición de todos los hombres —ríe perversa llegando a contagiarme. —Entonces que sea una con tu tono de piel, tu belleza, tus locas ideas por la moda y mis ojos, así tendrá un poco de los dos. —Pero también quiero que sea tan inteligente como tú en las ciencias y la mecánica, así me ayudará a arreglar las cosas de la casa cuando tú no estés —reímos solo de imaginar ese loco futuro. —Que sean dos y no peleamos, así una será como yo y la otra como tú en cuanto a gustos, pero las dos serán hermosas como tú. —De acuerdo, solo asegúrate que tengan tus ojos para enseñarles a poner a los hombres a sus pies. —Seguro, después de que les enseñe a las dos a pelear y disparar un arma, porque no permitiré que nadie lastime a nuestras hijas sin pagar las consecuencias y de una vez te digo que aquellos que se atrevan a hacerlas llorar lo lamentarán con lágrimas de sangre. Ella queda estática ante la firmeza de mis palabras, pero un sonrojo aparece confundiéndome un poco. —¿Nuestras hijas? —pregunta de una forma tan indescriptible que acelera mi corazón como loco. Acerqué su rostro al mío viéndola con todo el amor que siento por ella y aunque sé que todavía no es el momento para pensar en eso, no quiere decir que quizás algún día no podamos tenerlas. —Sí Bárbara, nuestras hijas, serán dos niñas las que tengamos y serán las más hermosas de todas, muy inteligentes, vivaces, locamente felices y serán nuestras, no sé cuándo, pero lo serán. Sabía que no era bueno decir cosas tan comprometedoras, Oz siempre me lo decía, pero con ella a mi lado sentía que podía tener el futuro que tanto deseó mi madre para mí antes de morir, uno en el que solamente la puedo ver a ella junto a las dos niñas que acabamos de proclamar aun cuando no seamos ni siquiera novios en este punto de la vida, pero poco me importa al saber que a ella no la ha conquistado nadie de la forma en que yo lo he hecho, porque sé que me ama tanto yo a ella. (…) Han pasado algunos años desde que Bárbara y yo nos separamos por la universidad, pero cada día la tengo en mis pensamientos, me dejo llevar por sus palabras, el recuerdo de su piel, la felicidad que me ha brindado en cada momento que estuvimos juntos, aun si solo fue por unos minutos en una llamada a distancia. Sin embargo, hoy sería el último día que la vería, no podía permitir que toda esta situación con Marc la alcanzara también a ella y ya que le dieron la oportunidad de continuar sus estudios con una beca en París, creo que todo llegó en el momento exacto. —No quiero irme, no quiero dejarte. De nuevo suelta su llanto sobre mi pecho destrozando mi corazón, lo que más me dolía es que justo habíamos hablado de tener una vida juntos, no importa si un océano nos separaría unos años, pero las cosas con Marcus se han complicado demasiado y no estoy dispuesto a permitir que le hagan daño, ya intentaron lastimar una vez a la familia y no permitiríamos que lo lograran en un segundo intento. En lo que mis brazos envuelven a Bárbara, son los de Marcus los que envuelven a Livi, hace mucho tiempo renunció al amor de ella y hoy lloran nuevamente como la primera vez. Si tan solo esas personas no se hubiesen metido con mi hermano nada de esto estaría pasando y Livi no sufriría tanto como sufre él. ¿Qué daño hicieron al mundo cuando han sido las personas más bondadosas y benevolentes? Ellos siempre lo dieron todo por nosotros y que una maldita jugada del destino los destrozara de tantas formas es imperdonable. —Bárbara, necesito que me escuches —niega a sabiendas de lo que diré, así que me acerco más a su oído abrazándola muy fuerte. —Quiero que hagas una nueva vida en París, quiero que cumplas todos tus sueños, vive a tu manera y muéstrale al mundo quién es Bárbara Clyde y cuál será el legado que dejes en nombre tuyo y de tu abuela ¿Me comprendes? —No, por favor no nos hagas esto. —Prefiero tenerte lejos y que estés en brazos de otro hombre a no volver a verte en mi vida. —Vengan con nosotros, en Europa podrán continuar sus carreras igual que lo hará Oz —suplicó sollozante fracturándome más. —No hermosa, eso es un riesgo muy grande para Marcus y su familia y yo no pienso dejar a mi hermano solo, igual sabemos que Oz cuidará bien de todos. —Entonces te esperaré, no importa cuánto tiempo nos tome. ¿Cómo decirle a la mujer que he amado por años que no podría estar con ella porque también me seguían y que prácticamente el cañón del arma tocaba amenazante mi sien con cada minuto transcurrido? Solo mis hermanos sabían esa información prometiendo callarla para no preocupar a nadie más. —No, olvídate de mí Bárbara, olvídate de este sentimiento y solo déjame en tus recuerdos, quiero que la próxima vez que te vea sea en una entrevista en la televisión o en la portada de muchas revistas conquistando las calles con tus diseños ¿Comprendes? —No, por favor, no. —Jamás te olvidaré hermosa, jamás habrá otra mujer que conquiste mi corazón de la forma en que tú lo hiciste, pero ha llegado el momento de separarnos definitivamente. Cada beso que nos dimos era un doloroso puñal, una súplica a los dioses para que cambiaran el destino de todos y nos permitiera estar juntos, pero eso no pasaría, ahora nuestra familia se desintegraba más y la muerte nos acechaba a Marcus y a mí nuevamente, incluso fue difícil para Oz tomar la decisión de alejarse de nosotros siendo una excelente ficha de combate, pero alguien debía protegerlos, así como también debía continuar con la investigación para salvar a su hijo. El último beso que nos dimos es uno que nunca he olvidado, tampoco olvido el último que le di a mi madre y extrañamente tengo la misma sensación recorriéndome ahora sin comprender el por qué.
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