10. NUEVAS VIDAS, NUEVA AMISTAD

2393 Words
Oz (14 años) Caminé muchas veces por este lugar, pero nunca me atreví a entrar, sentía tanta culpa y rabia que no me creí merecedor de visitarla y aun así aquí estoy con ella, con él, con ellos. —Acércate Oz, todo estará bien. Las voces me dicen que no vaya, de nuevo gritan que soy un asesino. Cierro mis ojos a causa de los gritos y el dolor de cabeza, no puedo dar un paso, no puedo. Siento que alguien toma mi mano y me percato que estaba temblando ¿Tan jodido quedé con todo lo que pasó? —Oz, todo está bien no te culpamos de nada, por el contrario, te agradecemos por lo que hiciste, si tú no hubieras intervenido esa noche las cosas serían diferentes —abro mis ojos y frunzo mi ceño sin comprender esas palabras. —¿Cómo diferentes Ismael? Igual habría muerto en manos de él, no habría diferencia. —Claro que la hay, esa noche con tu acto nos diste el valor de enfrentarlo, yo llamé a la policía por primera vez, fui a la cocina a buscar el cuchillo y lo amenacé, le hice frente. Él se gira y ambos quedamos viendo su tumba, es sencilla, pues no había mucho dinero y menos con todo lo ocurrido, pero igual él acomoda unas flores blancas para adornarla. —En cuanto a ella, dijo que le diste el valor para ser una mujer fuerte, una que no tendría miedo de afrontarlo con tal de proteger a quienes amaba y nunca se arrepintió de lo que hizo, también dijo que estaba orgullosa de ti, quería que fueras feliz en la vida aun cuando te costara un poco, pero igual estaba segura que encontrarías lo que más deseabas. Él me mira sorprendido, pero todo se borra a mi alrededor al escuchar sus palabras, ella pensó en mí hasta el final, alguien cree en mí aun cuando no tengo nada bueno para ofrecer. Siento que presionan mi mano y mi vista se dirige a su rostro, está con una sonrisa cálida y me abraza mientras mis manos presionan su camisa con fuerza. —Llora Oz que aquí estoy y si me lo permites, me quedaré a tu lado porque no pienso abandonarte otra vez, no volverás a estar solo. Hace mucho no lloraba, creí haber olvidado cómo hacerlo, pero creo que solo necesitaba esto para hacer que de nuevo ese rocío brotara de mis ojos con dolor. Después de eso volvimos al bosque donde tenía mi refugio y hablamos de todo lo ocurrido en este tiempo, él me dijo que un tío lejano lo había recibido en su casa porque la suya fue rematada junto a las cosas de su familia, lo perdió todo, pero conservó lo que más amaba que eran algunas cosas de su madre y unas fotografías. Siguieron pasando los días e Ismael me visitaba cada día, siempre le decía a su tío alguna excusa de ir a practicar con el rifle o a cazar en el bosque, pero en realidad se quedaba conmigo hablando y caminando, él me insistió en volver a la escuela; me tomó algo de tiempo, pero al final accedí, no me interesaba hacerlo aunque al menos así podía entretenerme en algo más. (…) Cuatro meses después Un día estábamos en el colegio, habíamos salido de clases y nos detuvimos para comprar algo en la cafetería antes de irnos, entonces vimos a unos estudiantes de último año molestando a otro que estaba en el mismo curso que nosotros, arrojaron su bandeja de comida al suelo y le decían cosas racistas. Ismael y yo teníamos la misma rabia consumiéndonos, pero no fue sino hasta que uno de ellos le dio un golpe en el estómago y otro en la cara al chico que se desató la furia, ambos soltamos nuestros maletines y salimos corriendo hacia ellos, la pelea fue brutal, ahora éramos dos contra seis de los mejores deportistas de la escuela, no parecía haber ventaja, pero ellos no contaban con el hecho de que se metieron con los equivocados. La vida nos marcó demasiado a Ismael y a mí, la furia era algo que nos hacía mantenernos en pie al igual que las injusticias, esas motivaciones nos hacían entrenar muy fuerte cada día en el bosque, peleábamos entre nosotros, nos ejercitábamos, cazábamos juntos y aquí lo dimos todo en la pelea. No obstante, las cosas se pusieron muy tensas cuando uno de ellos sacó una navaja amenazando a Ismael, esa imagen hizo un “click” en nosotros que nos llevó a ese momento, sus amigos le decían que bajara el arma, pero nosotros anhelábamos que la usara, estábamos tan deseosos de eso que era como una retribución por los hechos. —Vamos maldito cobarde, úsala, pero será mejor que apuntes bien porque si no llegas a matarme rápido entonces te mostraré el horror con ella. Es increíble haber escuchado esas palabras de él, aquella vez temblaba su mano al tener el cuchillo, pero ahora tenía tanta seguridad que sentía que era mi voz la que se había reflejado en él. Al ver que ese imbécil no haría nada y tenía miedo, me aproveché de él, caminé a su alrededor como un depredador, es algo que había aprendido a hacer bien en el bosque e Isma me siguió el juego, todos nos miraban nerviosos, pero nosotros no mostramos un ápice de debilidad. —Vamos, muévete, sabes lo que tienes que hacer —mi voz era tranquila, pero firme. —Te crees mucho por ser el popular, pero no eres más que un cobarde que abusa de otros —Isma sigue el mismo tono que yo. —Parece que tenemos que enseñarte a usar eso. El idiota solo miraba de un lado a otro moviendo la mano en la que estaba la navaja, temblaba tanto que creí la tiraría torpemente. Saqué una cadena que tenía en mi bolsillo, la dejé caer y di un golpe en su espalda, Isma pateó su mano haciendo que el arma saliera lejos e impacté de nuevo con la cadena mientras él golpeó su rostro. El imbécil cayó de rodillas y escupió sangre, propiné una patada en su cara partiéndole la nariz al tener botas con punta de acero, un trabajo que hicimos Isma y yo un día de aburrimiento. Quedamos uno al lado del otro y los miramos con mucha rabia, estábamos dispuestos a más, pero fue ahí cuando escuchamos las voces de los maestros acercarse, todos nos alertamos, tomamos nuestras cosas, vimos al chico que habían golpeado y lo ayudamos a levantarse, todo pasó tan rápido que él no había salido de su asombro ante dichos actos. —Muévete o nos meteremos en más problemas —le dije. Tomamos sus brazos y salimos corriendo tan rápido como pudimos, no miramos nunca atrás, pero siempre nos aseguramos de estar los tres juntos. Luego de unos quince minutos de estar corriendo llegamos al bosque, estábamos agotados, no sabíamos si nos habían perseguido o no, pero Isma y yo nos reímos como locos por todo lo ocurrido, en verdad parecíamos unos dementes en ese momento, pero nos sentíamos muy bien. —¿Qué es tan gracioso? Quedamos en silencio al escuchar esa voz y giramos para ver directamente al chico, pero nuestras sonrisas no se desvanecieron, estábamos orgullosos de lo que hicimos. —¿Estás bien? —pregunta Isma omitiendo las palabras de él. —Sí, gracias por lo que hicieron, aunque mañana estaremos metidos en muchos problemas. —¿Cómo te llamas? —Soy Marcus Jhonson ¿y ustedes? —Dime Oz, él es Ismael. Estrechamos nuestras manos al presentarnos y nos acomodamos en mi refugio para descansar y tomar un poco de agua. Fue hasta ese momento que lo detallé, él era un joven de nuestra edad, piel canela, peinado gracioso, vestía como niño bueno y usaba gafas con un marco grueso, el típico nerd que es un perdedor. Nos quedamos hablando toda esa tarde de nuestras vidas y conociendo más a Marcus, nos comentó que vivía con sus tíos y cuatro primos más, sus padres lo abandonaron de pequeño, pero su abuela lo había criado hasta hace poco que falleció, ella fue quien le enseñó lo bueno del mundo y a ser un hombre de bien, según dijo, también aprendimos que era alguien muy aplicado, malo en los deportes, pero excelente estudiante en todo lo demás, siempre se esforzaba porque quería conseguir una beca dentro de unos años para entrar a la universidad, cosa que era de admirar porque nosotros no podíamos ir tan lejos como él y tampoco nos importaba. A partir de ese día nos volvimos inseparables, estudiábamos juntos en la escuela, en las tardes nos divertíamos de muchas formas o simplemente nos quedábamos perdidos en el bosque disfrutando de la paz que prevalecía, también le enseñamos a Marcus a pelear, al comienzo fue difícil para él, pero poco a poco fue cogiéndole el ritmo y se hizo muy hábil en combate cuerpo a cuerpo, también aprendió a cazar, pues Isma y yo éramos excelentes en eso. Los tres nos complementábamos perfecto en todo y con el paso del tiempo nuestra amistad se hizo más fuerte, incluso le contamos el tórrido pasado que cada uno arrastraba, nunca nos juzgó por nada y nos apoyó tanto como fue posible. A pesar de todo seguía siendo una buena persona, era un loco más con nosotros, pero no como nosotros, puesto que a él la vida no lo había hecho conocer aún la muerte de frente de forma despiadada. (…) Actualidad Mi semblante era muy serio, pero por dentro me estaba muriendo entre los recuerdos, unos que me ahogaban como hace muchos años no lo hacían, todavía no puedo entender cómo es posible esto, parece algo surreal lo que estoy viviendo en este momento con ella. —¿Quién te lo dijo? —¿Acaso importa? Sirvió una porción en cada plato, colocó las cucharas y me extendió el mío, me veía muy expectante, más que la última vez. Sentí unas inmensas ganas de salir corriendo al ver ese plato, pero al volver la mirada a su rostro era como si me atrapara en una red invisible y me obligara a probarlo. Tomé con un poco de temblor la cuchara llenándola con el postre, dudé en si dar el bocado o no, pero igual lo hice. En cuanto sentí esos sabores en mi paladar fue como viajar en el tiempo y de pronto esos días tan felices que viví junto a Isma y Becca se apoderaron de mí. No sé cómo lo hizo, no estaba ni cerca a la receta de Livi, pero era idéntico al de ella, era el sabor de Becca plasmado en este postre. La primera vez que lo probé me dijo que había visto la receta en una revista, le dio su propio toque y este era el resultado, el detalle es que ella jamás me dijo cuál era su secreto, pero se alegraba demasiado cuando lo comía porque en verdad me había gustado mucho. Cubrí mi rostro con mi otra mano intentando detener inútilmente esas lágrimas, escuché un suave ruido sobre la barra que me hizo abrir los ojos y vi que había dejado una pequeña jarra, tragué grueso al no saber qué más me esperaría. —Pruébalo con esto Tomé la jarra agregando un poco sobre el postre, volví a verla, mas su semblante no había cambiado ni un ápice, di otro bocado repartiendo el sabor en mi paladar y es como si el mundo se hubiese detenido por un momento. —¿De qué va esto pequeña? —murmuré atónito. —Livi lo preparó hace unos días, cuando se lo llevé a Marcus al despacho quedó un poco sorprendido y le pregunté qué pasaba, no me contó toda la historia, pero sí dijo que tú no volviste a comerlo y eso te había afectado. —Pero este no es el que Livi prepara. —Lo sé, lo mismo dijo Marcus hoy que le di a probar, busqué otras recetas de ese mismo postre y le hice algunos cambios, entre esos la salsa, aproveché que Livi fue a comprar algunas cosas para la despensa y le pedí algunas cosas extra. —¿Cómo pudiste saber el sabor exacto? —No lo sabía, solo probé algunas variaciones como me enseñó Livi… pero también… Queda en silencio y esquiva su mirada al igual que esconde sus manos, el tic de su mordida en el labio aparece presionándolo con fuerza y mi corazón galopa desesperado por su silencio. —Dímelo por favor —supliqué ansioso. —Pensé en lo que me dijo Livi —pronunció como si... como si estuviera avergonzada. —¿Qué te dijo? —me miró fijo, mas esta vez sus ojos resguardaron algo nuevo, un brillo. —Cuando lo haces con el corazón y piensas en esa persona especial, puedes transmitir muchas cosas sin necesidad de las palabras. Un río descendió de mis ojos al escuchar esa frase de sus labios, ella me obsequió lo más hermoso de la vida, y sin saberlo, cerró una herida que creí estaba olvidada, una que había cubierto con tierra pero que seguía sangrando lenta y silenciosamente. Vi de nuevo el postre frente a mí y comprendí que Becca no llegó a mi vida para quedarse, sino para darme una familia y decirme que podía ser querido por alguien, que nunca estaría solo y lo más importante, que un día encontraría lo que más deseaba; teniéndola ahora frente a mí con un hermoso sonrojo en sus mejillas que no era causado por el dulce, sino por mí, por lo que había hecho. Tomé la jarra, agregué un poco más a mi postre e hice lo mismo con el suyo, se sobresaltó suavemente por mi cercanía, pero me miraba un poco sorprendida al ver mi sonrisa, esta vez no lo hice con picardía o demencia, esta vez era la esperanza que me había regalado Becca combinada con la felicidad que me provocaba mi pequeña luna. —Disfruta este momento conmigo pequeña. Mordió su labio con fuerza, pero igual no pudo evitar esa pequeña sonrisa que trataba de esconder con todas sus fuerzas, tomamos las cucharas y seguimos disfrutando juntos este inolvidable recuerdo que ella me había obsequiado, uno que guardaría para siempre en mi corazón.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD