11. PROBLEMA DE FALDAS

2622 Words
3 años después El tiempo siguió su curso, ya los chicos y yo teníamos dieciséis años y éramos conocidos por todos como el trío de dementes, no nos importaba el nombre, pero teníamos la ventaja con este de que al menos nadie se metía con nosotros. Nuestra amistad fue algo que nunca se debilitó y a pesar de las discusiones que tuvimos en algún punto, la traición era algo que no estaba en nuestro vocabulario, siempre preferíamos tomar distancia, pero jamás haríamos algo en contra del otro. Algo con lo que ellos sí debieron aprender a lidiar fue con mis momentos de locura, las veces que mis voces más me torturaban era cuando me alejaba por completo de ellos, no volvía a casa en varios días y me perdía en el bosque tanto como fuese posible, pocas fueron las ocasiones que me vieron en ese estado, pero a pesar de todo siempre estuvieron para mí. Estábamos en casa de Marcus arreglándonos para la fiesta de esta noche, estábamos un poco aburridos y algo de alcohol no nos caería mal, además de conseguir alguna chica. Desde que probé los placeres carnales me volví un adicto a ellos, no solo por las sensaciones que dejaba en mi cuerpo, sino porque en esos momentos también callaba mis voces por completo, algo que muy rara vez llegaba a ocurrir. Una vez listos fuimos a casa de los Mackenzie que es donde se haría la fiesta, nos fuimos riendo de todas las tonterías que decíamos, Isma y yo molestábamos a Marcus para que consiguiera una chica y abandonara la castidad, pero él seguía empeñado en que se entregaría a una persona por amor. Este idiota sigue siendo un soñador en muchos sentidos y por eso se aprovechan siempre de él, lo que nos metió en problemas un par de ocasiones. Escuchamos la música a lo lejos y salimos corriendo, vimos a la gente llegar, había muchas chicas hermosas y algunas con unas mini faldas que no dejaban nada a la imaginación, todos estaban hablando, bromeando, algunos bailaban y nosotros solo sonreíamos al pensar en cuánto disfrutaríamos esta noche. Era increíble cuando momentos así pasaban, el alcohol iba y venía, entre Isma y yo emborrachamos a Marcus hasta el punto de hacerlo bailar, lo que no hacía porque según él no sabía, pero prácticamente se robó la mirada de muchos con unos pasos asombrosos que hizo, nosotros nos reíamos y nos preguntábamos de qué tanto se quejaba si bailaba fenomenal, varias chicas se acercaron a él, le coqueteaban e incluso besó a varias de ellas. —Deberíamos embriagar más seguido a Marc —dije en lo que lo veíamos besar a su quinta chica de la noche. —Antes no sé cómo logramos convencerlo de venir, pero ya lo escucharé mañana quejarse por la resaca. —Entonces hagamos que valga la pena, tú busca más alcohol para él y yo buscaré unas chicas para entretenernos. Así hicimos y una vez Isma volvió con los tragos, tenía a tres bombones a mi alrededor listas para ir con nosotros, coqueteamos un poco con ellas y le había advertido a la chica de Marc que debía tratarlo bien para que tuviera un excelente recuerdo, ella me guiñó el ojo comprendiendo la situación y dijo que después de estar con él quería pasar un rato conmigo. Los seis nos dirigimos al segundo piso y entramos a una habitación, no nos importó absolutamente nada, estábamos tan ebrios todos que solo nos dejamos llevar por la calentura. Isma tenía a su chica a horcajadas besándola con desenfreno y tocando su trasero, la de Marc le hacía un baile erótico para provocarlo mientras se desvestía y la mía, bueno, yo soy de ir más directo al punto, así que su ropa interior yacía en el bolsillo de mi pantalón y su cabellera larga enrollada en mi mano en lo que entraba y salía sin control de ella. Llevaba una hora saboreándome ese trasero en la sala y por fin podía deleitarme con él. Luego de un tiempo cambiamos los condones por unos nuevos, intercambiamos de chicas y volvimos al juego, incluso Marc se olvidó por completo de esa tontería de estar esperando al amor de su vida, sexo es sexo y es uno de los placeres más exquisitos y primitivos del cual no debería ser privado ningún ser humano. —Esta fue la mejor maldita noche de toda mi vida. —Coincido contigo Isma, ahora ya sé por qué insistían tanto en que estuviera con una mujer. —Deberías hacernos caso más seguido en vez de reprimirte tanto Marc, ve que estamos locos, pero tú también lo estás por seguir con nosotros. Estábamos sentados en unas sillas cerca de la piscina mirando al cielo, pasamos unas muy buenas jodidas horas de placer con esas chicas y ahora solo quedábamos nosotros tres en ese punto de la noche tan nuestro, uno donde la razón y la locura se sientan para tomar unos tragos como viejos amigos. —Oz, ¿todavía te quedan cigarrillos? —pregunta Isma. —Sabes que siempre guardo lo mejor para el final. Saco la cajetilla del pirata que son nuestros cigarrillos favoritos, divido los últimos tres, los encendemos y damos la primera bocanada como ese respiro que se da al llegar al orgasmo, la maldita gloria de los tres. Ya el alcohol había bajado lo suficiente, el oxígeno y el humo del pirata se mezclaban perfectamente entre esas estrellas y el silencio de la noche era el toque perfecto de compañía. —Me voy a casa, no aguanto más el sueño ¿Se quedarán durmiendo aquí o vienen conmigo? —Mejor contigo Marc, en unas horas vendrán a desalojarnos y no quiero que me molesten, no hay nada peor que pasar una resaca con las voces. —Deberías amanecer con una chica, así tendrías sexo en la mañana y no te molestarían. —No seas idiota Isma sabes que no duermo con ninguna mujer, eso solo trae problemas. Nos levantamos y comenzamos a caminar, recién nos estábamos alejando de la casa cuando escucho unas voces a lo lejos… y no son las de mi cabeza. Ellos al parecer no se percataron de nada, lo que me hace dudar, quizás estoy muy ebrio al igual que mis voces… o al menos eso quise creer, pero de nuevo las escuché acompañadas de un grito. —¿Escucharon eso? —pregunté y los tres nos detuvimos en seco. Hice una señal de silencio con mi mano y presté más atención a mi alrededor, entonces volví a escuchar otro grito y salí corriendo hacia una de las casas, esto no es producto de mi mente, realmente escuché a alguien pidiendo ayuda. Ellos venían corriendo detrás de mí, llegamos a un jardín y encontramos a un sujeto con sus pantalones abajo, estaba a punto de violar a una chica, su ropa estaba rasgada y lloraba suplicándole que no la tocara. De pronto recordé la imagen de mi progenitor y me fui contra ese imbécil, Isma y Marc se encargaron de ayudar a la chica, ellos la levantaron y cubrieron con una de sus camperas, por mi parte me encargué de romperle la cara al infeliz, no por ella, sino por el tormento de esos malditos recuerdos. De no ser porque ellos trataron de contenerme y me hicieron entrar en razón, habría matado a ese imbécil con mis propias manos, estaba tan eufórico que no encontraba la manera de calmarme, Isma se quedó conmigo y Marc con la chica. Cada uno con un tormento diferente, pero en un mismo camino, al menos habíamos llegado a tiempo para evitar que le hicieran algo peor. Caminamos sin rumbo fijo y luego de varios minutos encontramos una cafetería abierta, ocupamos una mesa y ordenamos algunas tazas de café para calmarnos un poco por todo, hasta aquí llegó lo bueno de la noche. —¿Cómo te llamas? —le pregunta Marc a la chica luego de algunos minutos de silencio. —Soy Bárbara, gracias por salvarme, no sé qué habría hecho sin ustedes. —Mejor no pienses más en eso, estás bien y es todo lo que importa. —Sí, supongo que sí. No me había percatado con todo el ajetreo de hace un momento, pero ahora que estoy más calmado puedo detallarla mejor. Bárbara es una chica hermosa, piel tersa de ébano, labios gruesos, ojos oscuros y unas curvas prominentes, de no ser por toda la situación, estoy seguro que estaría coqueteándole para llevarla a la cama ahora mismo… Bueno, el hecho de que no pueda hacerlo esta noche no quiere decir que no pueda tener la oportunidad otro día, esas curvas no hay que dejarlas perder. —Si quieres podemos acompañarte hasta tu casa, no es bueno que una chica camine sola tan tarde en la noche —dije entre coqueto y formal. —No quiero molestarlos, ya hicieron bastante por mí. —No es ninguna molestia y así estarás más tranquila, es más, si quieres vamos para que llames a tu casa y avises que vas con nosotros. Ella queda un poco tímida, pero sé que he obtenido un poco de confianza, un buen teatro nunca cae mal para estos casos junto a una sonrisa galante. Me pongo de pie y le estiro mi mano para que me acompañe hasta el teléfono, ella está un poco dudosa, así que ladeo una sonrisa y le guiño un ojo. —Vamos, no te pasará nada malo, ahora estás a salvo y tu familia debe saber que estás con nosotros. Ella toma mi mano a lo que dejo una suave caricia en esta mientras nos alejamos de la mesa, los chicos se me quedaron viendo con extrañeza al ver que era tan cariñoso y servicial con una mujer, algo muy impropio de mí, así que coloqué mi otra mano en la espalda y les levanté el dedo del medio, no hizo falta voltearme para saber que reían mientras negaban con sus cabezas por mis segundas intenciones. Pedí a la camarera que me prestara el teléfono y Bárbara hizo la llamada, tardaron un poco en contestar, pero luego comenzó a hablar comentando que su amiga se había ido sin ella y ahora estaba con tres chicos en una cafetería, no sé qué le decían, pero se veía preocupada, parece que el regaño debía ser fuerte y eso que ni siquiera saben lo que le pasó. Ella bajó la bocina un momento y me miró apenada, lo que me dio muy mala espina. —Es mi abuelo, quiere hablar con uno de ustedes. Disculpa que te haga esto, pero por favor contesta, él es muy estricto y no sabía que vendría a la fiesta, le dije que me quedaría en casa de una amiga y bueno, ya sabes lo que pasó —me explica muy rápido con sumo nerviosismo… ya sabía que me saldría cara esta cuenta. —No te preocupes, déjame hablar con él —dejé una caricia con un beso en su mejilla y sonreí con confianza. Odio hacer estas cosas, por eso siempre he dicho que las mujeres traen problemas. Le pedí a Bárbara que se sentara en lo que yo contestaba y una vez lejos acomodé la bocina para hablar. El sujeto al otro lado tenía una voz muy firme, se notaba que era un hombre mayor y estricto, aunque de ser él quizás habría contestado de la misma forma tras escuchar las palabras de mi nieta. —Buenas noches. —¿Quién habla? —Mi nombre es Oz, estoy con mis amigos Marcus e Ismael acompañando a su nieta en la cafetería que ella le dijo, hubo un percance y llegamos hace poco los cuatro, la verdad es que no la conocemos de nada, por eso le dije que llamara para avisar que la acompañaríamos hasta su casa y que alguien estuviera pendiente. —¿Qué tipo de percance ocurrió? —Si le digo, entonces le pediré de antemano que me escuche con mucha atención y sea comprensivo con su nieta, ella en este momento no está en la mejor condición y cuando la vea podría presentarse muchos problemas entre nosotros. —Si se atrevieron a hacerle algo te juro que les haré pagar severamente. —No es necesario porque ya me encargué de eso personalmente. Comencé a relatarle lo ocurrido con ella y el otro sujeto, el hombre estaba furioso, pero luego de escuchar todo se calmó un poco y dijo que lo esperáramos porque vendría por nosotros… sí, los cuatro, espero que la cogida con esa chica valga la pena por toda esta molestia, en especial porque mis voces ya están comenzando a taladrar mi cabeza. Volví a la mesa y les dije a todos que esperáramos unos minutos, ella estaba muy angustiada pues sabía que él estaba bastante enojado y el regaño que le esperaba sería fuerte a raíz de su falta, pero tomé su mano para calmarla diciéndole que todo estaba bien y que no había problema porque no estaba sola, besé sus dedos dejándola más tranquila asegurando así mi próximo banquete. Al cabo de unos veinte minutos vimos un auto estacionarse, un hombre de entre cincuenta y sesenta años bajó del vehículo y ella nos confirmó que era su abuelo, el hombre ingresó bastante serio al lugar llegando a la mesa donde nos encontrábamos, ella temblaba, pero le murmuré que todo estaría bien. —¿Quién de ustedes es Oz? —me levanté sin dudar y le ofrecí mi mano para presentarme. —Soy yo, mucho gusto y gracias por venir tan pronto, ellos son mis amigos Marcus e Ismael —dije en lo que señalaba a cada uno y ellos se levantaron estrechando su mano. —Vámonos que está muy tarde —fueron las únicas palabras que él pronunció, ni siquiera su nombre nos dijo. Bárbara nos veía con mucha pena y fue caminando tras aquel hombre mientras nosotros nos quedamos ahí viéndolos partir, pero antes de que él saliera, se dio media vuelta cuando abrió la puerta y nos observó frunciendo más el ceño. —¿Qué están esperando trío de idiotas? Muévanse que no me quedaré aquí todo el día. Los tres nos miramos extrañados, pero igual hice una señal para que fuésemos con ellos, nos subimos en la parte de atrás del auto y seguimos el camino con ese par. Nunca he sido de planearlo todo, pienso que a veces es mejor dejarse llevar y ver a dónde llegaremos cuando tomamos un rumbo desconocido, así se hace más interesante el camino. Luego de quince minutos llegamos a unos suburbios, nos detuvimos en una casa de dos pisos muy bien cuidada con un jardín impecable, el hombre nos invitó a pasar y nos dirigimos a la cocina donde había un comedor de seis puestos, era muy acogedor el lugar, hasta daba una sensación de calor familiar con todas esas fotos que decoraban las paredes y mesas, se nota que son muy unidos. El hombre nos invitó a sentarnos y sirvió unas tazas de café para todos con una canasta llena de pan, nosotros ni cortos ni perezosos comimos, llevábamos horas sin probar bocado alguno y el café solo nos despertó el hambre. —Bonny, ve darte un baño y acuéstate a dormir; ya mañana hablaremos tú y yo, por ahora necesito hablar con ellos a solas. Ella afirmó, le dio al hombre un beso en la mejilla y se despidió de todos dándonos nuevamente las gracias, el sujeto no cambió su semblante en ningún momento y se limitó a acompañarnos con la taza de café. Quién sabe lo que nos espera ahora con ese tipo, pero lo único claro es que será una noche muy larga para mí.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD