97. PRUEBA FINAL

2117 Words
Tal y como se me fue informado, fui al día siguiente a la universidad a la hora pactada para conocer la resolución de mi problema, todo el cuerpo docente, directivos y Borson estuvieron presentes frente a mí como si fuese una cacería de brujas, pero por mucho que quisieran no me dejé intimidar pese a las miradas de odio en varios de los presentes, lo único que me estaba torturando, además de mis voces, era la verborrea que parecía no tener fin al relatar uno a uno mis actos durante este año y medio que llevo estudiando, recalcando primero lo bueno y después deleitándose en lo malo. Mi actitud con los superiores bien sea en el campus o el hospital, mi desobediencia cuando laboraba como conserje, mi reacción en la prueba de ayer cuando llegaron Clyde y Bells, entre otro sin fin de cosas que he hecho, aunque la verdad les hizo falta mucho más en esa lista, pero eso es algo que no pensaba decirles como si nada, tampoco soy un imbécil. —Es evidente que aun cuando es un estudiante destacado sus problemas de actitud no lo hacen apto para ser parte de esta institución —comenta el decano. —Señor Oz —intercede el director general de la universidad. —pese a no estar cerca de su caso específicamente a comparación de la mayoría de hombres y mujeres aquí presente, sí debo preguntar algo. —Adelante señor —contesté formal. —¿Cuál es su motivación para hacer y ser todo lo que dice en esa lista mencionada previamente? —En resumen, mi familia, soy un hombre que nació sin nada bueno para darle a la sociedad hasta que la vida me permitió conocer a algunas personas que creyeron en mí pese a no tener un pasado ni un futuro y es por la confianza que me ha sido depositada que haré lo que sea por ellos, porque lo valen todo, porque son personas que esperan todo de mí siendo mi hijo el primer y principal motivo sobre todos los integrantes. —Respecto a eso, tengo entendido que el diagnóstico de su hijo es bastante… complejo —tensioné mi mandíbula y vi a Borson quien no se inmutó para nada. —¿Está consciente que aun cuando sus aportes y desarrollo académico han sido magistrales, es su actitud la que hace peligrar su carrera? —Sí señor. —De ocurrir un evento similar al de ayer ¿volvería a repetirlo? —Sí señor, por mi hijo daría mi vida si es necesario, pero tenga por seguro que aun si ustedes me sacan, yo no dejaré de luchar por darle una vida a él y quizás el día de hoy yo sea el problema, pero tal vez el día de mañana pueda ser la solución en la vida de muchas personas si me permiten continuar con mis estudios y mi trabajo. —¿Y qué haremos con su actitud, señor Oz? —Señor Derran, no pienso mentirle, así como tampoco lo hice con mi familia, soy un hombre muy complicado en carácter quienes pocas personas se atreven a conocerme y la verdad no deseo que lo hagan, pero eso no es un impedimento para hacer mi trabajo y cumplir mis objetivos de los cuales puedo presumir con total orgullo y sin arrepentimiento alguno. —Comprendo, pero… —intercede, mas no lo dejo seguir hablando. —Y si hay alguien que me odie por querer ser un mejor hombre, un gran doctor en mi profesión y una persona que desea salir adelante para darle lo mejor a mi familia, entonces me ganaré a todos los enemigos que desee poner el mundo en mi contra, porque no tengo motivos para dejar de ser quien soy ni hacer lo que hago solo por la envidia, los celos, la poca o nula autoestima, ni cualquier otro ridículo motivo que quieran venir a darme los malos perdedores. Toda la sala se llena de múltiples murmullos, miradas desaprobatorias, inquisidoras, más de uno piensa que me he puesto la soga al cuello, pero estoy seguro de mí mismo y no bajaré la cabeza por ninguno de esos imbéciles. El director general pide silencio a todos los presentes, pasea su mano en la canosa cabellera que tiene y presiona el puente de su nariz con cierto fastidio y estrés por toda la situación, piensa un momento en total silencio y cierra el expediente que tiene en sus manos. —Señor Oz, de un paso al frente por favor —hice lo solicitado manteniendo mi cabeza altiva. —Le daré una oportunidad de continuar si una vez salga de aquí presenta todos los exámenes que quedaron pendientes el día de ayer, anexo a los de hoy y una vez los culmine en su totalidad, nos reuniremos sobre las seis de la tarde en el hospital de Princeton para su última prueba ¿Entendido? —¿¡Acaso ha perdido la razón!? ¡No puede darle otra oportunidad después de todo lo ocurrido! —alegó el decano con evidente furia. —¡Es mi última palabra y no pienso ser cuestionado por ella! —gritó el director unos decibeles más arriba que el imbécil. —Y les advierto de una vez, si alguno de ustedes se atreve a interceder en contra de él por motivos personales, sepa que se verá sancionado severamente por sus acciones, así que les sugiero hacer su trabajo como corresponde para dar por finalizado todo este asunto de una buena vez. El hombre se levanta, tambalea ligeramente y baja del estrado con una furia de los mil demonios, por lo visto no fui el único con una semana de mierda, sin embargo, al acercarse a mí, pues debe hacerlo para llegar a la puerta y salir del lugar, tomo su brazo para medir el pulso dándome cuenta de mis sospechas, así que me acerco a su oído sutilmente aprovechando la algarabía de todos los presentes, menos Borson quien continúa observando todo en silencio. —Le sugiero que vaya al hospital enseguida y se haga internar, está con una amenaza de infarto que se puede desencadenar en cualquier momento. El hombre asiente, aunque no se ve sorprendido y sale en completo silencio. Retorno mi vista a los presentes con un semblante socarrón que encoleriza a más de uno. —Muy bien señoras y señores, ¿quién será el primero en atacar? Decenas de miradas hambrientas por despedazarme yacían frente a mí, quien ansiaba soltar mis demonios para demostrarles quién es el verdadero rey. (…) Las horas transcurrieron ese día cual cuerda tensándose en mi cuerpo y no de la forma que quisiera, puesto que ningún catedrático me dio un descanso, sino que iban uno tras otro creyendo que en algún punto me rendiría dándoles el gusto de tirar la toalla, pero entre más los veía saborear mi salida con la mirada, más alimentaban mi ego impulsándome a continuar con mi cometido, claro que al terminar la prueba correspondiente no me daban mi nota enseguida, sino que debía fijar la vista en la siguiente hoja o práctica que ellos quisieran hacerme, lo peor es que ni siquiera me dieron un descanso a mediodía para comer, en vez de eso los infelices se confabularon para dejarme las pruebas más extenuantes en la tarde, siendo las prácticas de clases avanzadas y los textos más longevos los que quedaron en ese lapso de tiempo. No obstante, una vez se hicieron las seis de la tarde finalice la última prueba con todos ellos, el dolor de cabeza y el agotamiento eran insufribles para mis voces, a tal punto, que las desgraciadas no tenían energía para molestarme sino que se quejaban entre murmullos suplicándome que fuésemos a casa para descansar de todo esto, pero no podía hacerlo, todavía quedaba una prueba pendiente y es justo a la que iba en este momento, encontrándome con Borson en la entrada del hospital Princeton con una bolsa en su mano la cual me extiende. —Supe lo que te hicieron y pensé que lo necesitarías. Revisé el contenido encontrando unos envoltorios con comida y un par de manzanas, las cuales fueron las primeras en ser devoradas mientras él me guiaba al piso correspondiente donde sería mi última prueba. —¿Lograste terminar todo? —Sí. —¿Alguna novedad con ellos? —Nada que no sepas, igual deberé seguirlos soportando unos años más. —Pero no todo el año, especialmente porque a partir del otro deberás empezar a viajar a Suiza. —¿Por qué? ¿pasó algo? —Quiero que hagas una revisión de todo lo que se ha hecho, también que lleves a Travis para hacer los últimos exámenes correspondientes allá y también quiero que conozcas a mi hija. —Borson, te agradezco la ayuda, pero no me casaré contigo —ladeó una tenue sonrisa. —No quiero que la conozcas por gusto, es porque ella quiere conocerte, quiere saber quién es el hombre que la ayuda a sentirse mejor. —Y tú como el padre del año le darás el placer de presentárselo, solo te diré que las niñas no son de mi interés. —Tranquilo, le dije que eras un monstruo y no un príncipe azul, pero ella sigue empeñada en querer conocerte. —Bueno, al menos reconozco que tu hija por ahora tiene excelente gusto. El ascensor abre sus puertas en el último piso donde caminamos hacia un pasillo del lado izquierdo, ingresamos a la habitación del fondo encontrándonos al director general con una intravenosa y junto a él otro paciente que estaba dormido. —Creí que haría caso omiso a mis palabras. —Por un momento debí hacerlo hasta que sentí la presión en mi brazo y vine de inmediato, desde temprano no han querido dejarme ir —alega el hombre con fastidio. —¿Puedo? —señalo su historial que reposa al pie de la cama y él asiente. Revisé todo paso a paso verificando medicación, tiempo de suministro, exámenes y demás, dándome una clara idea que el panorama de él no es precisamente bueno. —¿Qué opina doctor Oz? —Deberá estar bajo permanente medicación y muy posiblemente deba someterse a una cirugía por insuficiencia cardiaca, deberán hacerse algunas pruebas adicionales para confirmar qué sería lo más adecuado para usted, pero sospecho que lo más seguro sería un marcapasos biventricular y quizás el desfibrilador cardioversor, pero no quiero adelantarme a nada sin tener los resultados… claro que de ser necesario se podría hacer un pequeño trabajo extra combinándolos para mayor efectividad. Ante el silencio en el lugar me percato que respondí en automático y es cuando reparo en la cara de asombro y orgullo de cada uno. —Me alegra saber que asumes tu rol perfectamente —comenta Borson con mirada lobuna. —Y a mí me alegra haberle dado esa oportunidad, porque fue justamente lo que dijo el cardiólogo hace una hora, solo que él no mencionó las opciones que usted me ha dado —complementa el director con total asombro. —Creo que me dejé llevar. —Ahora entiendo por qué insistió en que lo escuchara antes de juzgarlo guiado por los demás —dice el director a Borson dejándome inquieto, pero no lo demuestro. —Dejando eso de lado, su última prueba se encuentra a su derecha, le sugiero que lea antes de decirle qué hacer. Hice lo solicitado tomando la historia clínica del paciente que yacía dormido frente a mí, pero lo que este decía era el fin, en resumen, el hombre en cuestión tenía una anotación donde le daban de cinco a diez años de vida si tomaba el tratamiento correspondiente el cual debía comenzar inmediatamente, pero esto se veía trucado ante múltiples rechazos por parte de él. —No entiendo ¿Qué se supone que debo hacer si el paciente es claro en su decisión? —Esta será una prueba ética señor Oz, el paciente está solicitando la eutanasia aun cuando tiene la oportunidad de salvarse si toma el tratamiento. —Él no tiene salvación, solo una corta extensión —refuté. —En su prueba final tendrá dos días para decidir qué hacer con él, si aplica la eutanasia arriesgándose a un sinfín de papeleo pues le han negado legalmente la potestad de tomarla o convencerlo de tomar el tratamiento para extender su vida permitiéndole estar más tiempo con su familia, siendo este el deseo de ellos. —Y una cosa más —advierte Borson. —el tiempo comenzó a correr desde esta mañana, así que tienes hasta pasado mañana para llegar con una decisión a las siete en punto del día. Excelente jugada, ahora soy yo quien queda en jaque… vaya prueba la que lanzaron.
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