172. AMENAZAS Y APUESTAS

2025 Words
Marcus Fue poco tiempo el que estuvimos en casa Isma y yo, pero fue más que suficiente para recuperar fuerzas, definir el plan a mayor profundidad siendo apoyados por Livi y Samuel y regresarnos a Massachussets para empezar a ejecutarlo. Me gané una fuerte discusión con Cobbs donde debí bajar la cabeza en silencio, pero por dentro sonreía victorioso al saber que sería cuestión de tiempo para sacarlo de mi vida. Los meses siguieron su curso, aprendí a darle una falsa lealtad a Cobbs, incluso me acerqué a sus hombres tal y como me indicó Oz, siendo él el maestro de la mentira y el teatro. También, poco a poco me fui adentrando a los negocios llegando a estar en reuniones con otras calañas como él, aprendí el nombre de sus trabajadores, escuchaba sobre sus vidas, les ayudaba en lo que pudiese y me gané un par de gusanos quienes no me soportaban ni el saludo, pero poco o nada me importaba, tenía un objetivo en mente y nada me haría olvidarlo. Por otra parte, no pude ver a Mara desde la golpiza más que una o dos veces al mes en lo que recuperaba la confianza de Cobbs, siempre era con él en el lugar y muchos guardias, pero al menos quedaba tranquilo al escuchar al doctor decir que ella y el bebé estaban bien, salvo por su inevitable tristeza. Sin embargo, hoy recibí la noticia de que podría verla a solas, me sorprendió bastante, pero no objeté, así que me preparé después de clases y esperé a las afueras del campus por los guardias de siempre. Al cabo de unos minutos llegamos al lugar donde se encontraba ella recluida, era una jaula de oro con todas las comodidades, pero seguía siendo su prisión y con tal de que no la lastimaran, debía hacer todo lo que me pedían, lo bueno es que al menos iba ganando alianzas, especialmente Brown quien era mi mano derecha bajo cuerda. —¿Cómo te has sentido? —He tenido algunas molestias, los antojos son insaciables en ocasiones y las hormonas no ayudan con mi estrés. —Tranquila, dentro de poco nacerá y tus hormonas serán las de antes. Al menos no llorarás tanto cuando veas películas románticas mientras comes helado de chocolate con arequipe —reímos olvidándonos un instante de la realidad. Al menos agradecía que Cobbs nos diera varias horas juntos para hablar y conocernos más, él estaba empeñado en casarnos, pero la duda que le recalcaban sus hombres lo hacían aplazar la idea, lo que era una ventaja para nosotros ya que no queríamos hacerlo. Bastante era con traer un hijo no deseado al oscuro mundo en el que estábamos como para casarnos sin amor, pero al menos sí desarrollamos una buena amistad. —¿Mi padre te ha dicho qué pasará después de que nazca el bebé? —No, por desgracia esos pensamientos se los reserva muy bien, así que por ahora no hay certeza de nada excepto que quizás aumente la seguridad. —Marcus… ¿y si intentamos escapar? —miré hacia la puerta donde había un guardia viéndonos desde afuera. —Me encantaría decirte que sí, pero sería peligroso y el hecho de que él confíe más en mí no significa que no pueda asesinarnos en cualquier momento. —¡Pero no puedo pasarme el resto de la vida encerrada en este lugar y menos con un hijo que no pedí! —gritó exasperada levantándose del sofá. Comprendía su dilema ya que también era el mío, pero por desgracia estábamos atados a la misma piedra. Fui con ella tomando sus manos intentando hacerla entrar en razón al hablarle suave. —Mara, por ahora lo mejor será seguir como estamos, esperemos a saber qué quiere él en su momento y ya veremos qué hacer, pero no le demos motivos para que los ataque, ve que al menos no te ha privado de todo lo que necesitas, incluso cumple tus antojos —ladeó una tenue sonrisa abrazándome resignada y la rodeé entre mis brazos acariciando su espalda. De la nada, levantó su rostro llegando a subir sus manos hasta mi nuca y me atrajo a sus labios, pero antes de que pudiera tocarlos la detuve. —Disculpa, no puedo… —¿Es porque soy la hija del hombre que volvió tu vida un infierno? —preguntó triste. —No, es porque no soy de besar tan fácilmente. —Lo dudo, a no ser que tengas una novia en secreto. —Me encantaría, pero no arriesgaría la vida de otra persona —mentí. —Marcus…, ¿y si lo intentáramos? Es decir, estamos solteros, seremos padres del mismo bebé… ya sabes… quizás, podríamos hacerlo… Las palabras de Oz diciéndome que ella podría ser parte del juego de Cobbs resonaron en mi cabeza, aunque no le demostré nada para no alertarla. —Eres hermosa y una mujer maravillosa, pero no soy fácil de entregarme a alguien —excepto a Livi, desde que la vi ella fue la única que me puso a sus pies. —Igual sabes que contarás con todo mi apoyo y a nuestro hijo no le faltará nada, sin embargo, hay algo que he querido preguntarte. —¿Qué cosa? —preguntó con cierto tono decepcionante. —¿Realmente quieres este hijo? Sé que las circunstancias en las llegó no fueron las mejores y es un inocente al igual que nosotros, pero si no lo deseas yo puedo hablar con Cobbs para que me permita tenerlo y que tú puedas tener una vida alejada de todo esto. —¿Tanto lo quieres? —No estoy dispuesto a abandonar un hijo sin importar lo que pase. —Bueno… Al comienzo pensaba mucho en eso y rechazaba la idea de ser madre, así como tampoco soportaba que me tocaras… En fin, ya sabes —asentí comprensivo. —Pero eso no quiere decir que con el pasar del tiempo no cambiase de idea, de hecho, me visualizo con él en brazos, acompañándolo al parque y viviendo en un lugar tranquilo alejados de tanta maldad. En efecto, al comienzo fue bastante difícil para ella aceptar la situación y permitir que me acercara, me dolía más por la idea de no poder sentir a mi hijo, pero recordaba todo lo que había pasado Oz con Madison y el cómo Mara poco a poco me dejó ser parte de su vida al querer escuchar mi versión, al permitirme escucharla y el convivir en las pocas veces que nos pudimos ver. Nunca la juzgué, pero al menos me alegraba que fuésemos unidos en la actualidad, aunque ese beso no podía permitírselo por nada del mundo. —¿Estás segura de querer ser parte de la vida de este bebé? —Sí, Marcus, soy su madre y lucharé por él. Extrañamente colocó una cara de dolor en lo que ponía una mano sobre la mía y otra en su vientre llegando a preocuparme. —¿Qué tienes? ¿Qué ocurre? —Se movió. Acomodó mi mano en su vientre y sentí a mi hijo moverse, era tan extraño y al mismo tiempo emocionante que no pude evitar sonreír. Ella me llevó al sofá donde levantó su blusón y vimos el vientre moverse, volvió a colocar mi mano sobre este y el mundo pareció brillar para nosotros entre tanta penumbra. —¿Crees que reconozca nuestras voces? —Sé que al menos la tuya sí ya que todavía lo tienes contigo —respondí melancólico. Mara apoyó su cabeza en mi pecho, no pude evitar abrazarla buscando un poco de consuelo dejando a su vez caricias en nuestro pequeño. La imagen de Livi venía a mi cabeza imaginando este momento con ella, desearía que fuese nuestro hijo y no tener que vivir toda la pesadilla en la que estamos, pero sé que algún día sería así, tendríamos un hijo de los dos y pasaríamos por muchas experiencias juntos. —¿Estás bien? La voz de Mara me sacó de mis pensamientos percatándome que estaba llorando y limpié mi rostro lo más rápido posible. —Sí… Mara, no me quedaré mucho esta vez, pero sí quiero decirte que en dos semanas iremos a tu control para que te prepares, es importante que el médico te revise para saber cómo proceder ya que estamos en el último mes. —¿Por qué presiento que no hablas solo del bebé? —murmuró con cautela. —Porque así es —respondí en el mismo tono. —Hay cámaras en el lugar, así que guarda disimuladamente ropa entre tus prendas y en el bolso, te sacaré de aquí antes de que nazca nuestro hijo y te dejaré a salvo en otro lugar. —¿De verdad? —Sí, pero no puedes decir nada, solo haz lo que te digo y bajo ningún motivo te muestres diferente, haremos todo en el trayecto de regreso ya que Cobbs no estará en la ciudad, así que será más fácil distraer a los guardias. —De acuerdo, haré lo que me digas, no te preocupes —se alejó dándome una gran sonrisa cargada de ilusión que llegó a contagiarme. —Muchas gracias, Marcus. No me dio tiempo a nada cuando se lanzó besándome, pero no respondí, simplemente asentí y me fui sin más. (…) —¿¡Qué mierda hiciste!? —Quise confiar en ella y ponerla al tanto de la situación para que no se alterara de más al momento del “secuestro”. —¡Juro que te asesinaré, Marcus! —Oz echaba fuego por la boca de la furia que tenía al saber que le conté a Mara que la sacaríamos de ahí. —De verdad, ¡eres un imbécil! —Oz, tenemos que confiar en ella, no creo que haga nada estando embarazada. —¿De verdad? No me digas —soltó sarcástico. —¿No quieres que también le enseñe a darle la teta a tu hijo para cuando nazca ¡y nos hagamos unos putos rulos mientras nos contamos cómo es mantener a un hijo!? —Oz, lo que intento decir… —¡Y una mierda! —gritó eufórico. —¡Llevo aquí medio año intentando salvarte el culo, haciendo los trabajos sucios por ti junto a Ismael y evitando que les metan un puto tiro para que ahora te la quieras dar de héroe con esa zorra! —se acercó cual jaguar a punto de devorarme. —Y ni te atrevas a reclamarme diciéndome que no es una zorra porque sigo sin confiar en ella ¿O qué, ya te la chupó que ahora estás tan cariñoso y comunicativo? Recordé el beso que ella me dio quedando tenso, a lo que él obviamente se dio cuenta y se alejó dos pasos sin dejar de verme como si fuera a clavarme diez estacas en el cuerpo. Definitivamente, entre Oz y Cobbs, mi hermano da más miedo. —¿Qué mierda pasó con ella? —Juro por mi vida y la de mi hijo que yo no provoqué nada. —Será mejor que sueltes la lengua o te cortaré más que eso —gruñó entre dientes. —Ella quiso besarme y dijo que quería intentar tener una relación, yo la rechacé, pero al momento de contarle el plan me cogió por sorpresa. —¿Qué te cogió por sorpresa? ¿La v***a y luego se la metió entre las piernas para ver si le salía el hermanito? A veces creo que él podría ser la parte celosa de Livi, pero sé que estaba así porque también tenía sus propios problemas y tener que lidiar con los míos no debía ser fácil. —No, me besó, no le correspondí sino que me fui enseguida, pero no siento nada por ella, eso es seguro —respondí rápidamente. —Más te vale tener los pantalones puestos y dejes de jugar a ser el super héroe con ella o yo mismo te castraré a medianoche. Ahora muévete que tenemos que practicar en lo que cambio el plan. Dudo que vaya a decirme lo que hará, pero espero no equivocarme otra vez y terminemos en una emboscada por culpa de ella.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD