76. ENTRE SÁBANAS ROJAS

2453 Words
Días después Bárbara Lo que más deseaba era pasar unas vacaciones en paz con mi familia, pero en cambio, parecen más un castigo desde aquella mañana que discutí con Isma, lo peor es que en todos estos días no quiso dirigirme la palabra a no ser que fuese estrictamente necesario, que por lo general era cuando mi abuelo le pedía algo o cuando él quería estar con Benji y éste se encontraba conmigo. Intenté muchas veces hablar con él, especialmente en las noches cuando estaban todos dormidos, pero no quería abrir la puerta, no me daba respuesta y las pocas veces que lo encontré solo en el jardín fumando solía irse, le recriminaba para que me escuchara y así explicarle lo ocurrido aquella mañana, pero apenas y me veía con profundo dolor y resentimiento para después alejarse en silencio. Intenté hablar con Livi para que intercediera por mí, pero ella me dijo que él no quería escuchar nada más de mi parte, que todo lo que dije esa mañana fue suficiente para él y no estaba dispuesto a arrastrarse nuevamente, especialmente cuando en estos años nunca quise tener nada con él excepto sexo, pero no es realmente así, sino que en verdad no me sentía preparada. Ismael es muy importante para mí y siento algo fuerte por él, pero tengo miedo que al estar juntos lleguemos a separarnos perdiendo a alguien muy importante en mi vida, en más de una vez quise intentar algo con otros hombres, pero ninguno me daba lo mismo que él en ningún sentido, ni siquiera en la universidad donde expandí mi círculo social. Sé que fui una estúpida al actuar como una adolescente y más, porque en verdad no habíamos hecho nada a comparación del tiempo en que vivimos juntos. Diablos, en serio la cagué con toda esta vez y lo peor es que no sé hasta cuando estará así, no quiero tenerlo apartado de mi vida, al menos me gustaría conservar nuestra amistad como mínimo ya que ahora mismo no estamos en un momento para tener una relación, antes no sé cómo Marcus y mi hermana pueden mantener la suya sin verse tanto tiempo. Mañana sería el último día que todos estaríamos aquí, partiríamos después de mediodía a nuestras respectivas ciudades y no nos volveríamos a ver sino hasta diciembre, así que esta era mi última oportunidad para hablar con él, debía hacer hasta lo imposible para que me escuchara y aunque no lo mereciera, para que me perdonara. En la cena todos estuvimos hablando como si nada, obvio él me dejó como un cero a la izquierda, ni siquiera me dirigía una mirada y se aseguró de quedar lejos de mí, mi abuelo intentó hablar conmigo para saber qué había ocurrido, pero no me atreví a contarle nada, ya bastante era con toda la retahíla de Livi para anexarle la de él. Cerca de las diez cuando todos ya se habían acostado, fui hasta el jardín donde lo había visto fumar desde hace un rato, me encontraba nerviosa pero a la vez estaba empeñada en hacerlo, también intenté usar un poco la persuasión como apoyo extra (más exactamente un crop top blanco que permitía una buena vista de mi escote y un short corto... de algo debe servir todas las horas de ejercicio que dedico a la semana). Fui a paso firme hasta el jardín donde él estaba de pie bebiendo un whisky, supongo que habrá estado con Oz hace un rato quien es el que más gusta de beber eso. —Ismael, quiero que hablemos, no quiero que nos vayamos estando así —apenas y ladeó su rostro, pero no quiso mirarme. Al no recibir una respuesta de su parte, tomo un poco de aire y camino quedando frente a él lo más segura posible, aunque por dentro me muero de nervios ante su reacción u otro muy posible rechazo, él dio un trago y una calada al cigarrillo sin apartar la intimidante vista del cielo nocturno. —¿Ismael? —botó el humo de sus pulmones y bajó su gélida mirada oscurecida con profundo rencor. —quiero pedirte una disculpa, jamás debí abofetearte y en verdad no quiero que estemos más distanciados de lo que ya estamos, pero entiende que no puede pasar nada entre nosotros ahora, tenemos diferentes vidas en diferentes ciudades y cada uno está empeñado en cumplir sus proyectos profesionales. Si ese hombre pudiera matar solo con la mirada, sé que ya estaría muerta, pero en vez de eso hacía algo peor y era lanzarme un profundo odio con sus ojos mercurio que me han flechado desde hace mucho tiempo; acompañados de una sonrisa galante y cautivadora que acelera mi corazón como nada en este mundo, pero que yo había borrado por mi impulsiva estupidez. —Por favor dime algo, lo que sea, grítame, dime que me odias o que no deseas verme, pero termina ya con este silencio, te lo pido —estaba desesperada, tenía unas inmensas ganas de llorar. Él se mantiene firme en la misma posición, da la última calada arrojando el cigarrillo lejos de nosotros, exhala el aire por encima de mí sin apartar la vista y bebe lo restante del vaso para después tomar mi mano llevándonos hasta la casa en silencio, por un momento quise detenerlo, pero sentí que si lo hacía de pronto lo arruinaría nuevamente. Entonces, me dejé arrastrar sin más llegando a mi habitación donde él aseguró la puerta una vez ingresamos, soltó mi mano y caminó hasta la ventana apoyándose un poco en ella con un aire de superioridad indescriptible; el cual fue reforzado al cruzar los brazos a la altura del pecho a la vez que me taladraba el corazón con su fría mirada. Mi corazón se estrujaba y mi cabeza daba vueltas al no saber qué más hacer, así que me acerqué a él con mis traicioneros nervios a flor de piel demostrándole cuán mal me sentía. —Isma, dime algo por favor —supliqué al borde del llanto, a solo un paso de su cuerpo. Él baja sus brazos y en un inesperado y ágil movimiento acomoda sus manos en mi cintura arrastrándome a sus labios muy pasional, mi cuerpo como siempre se deja arrastrar por él, mis manos se enredan en su cabello castaño evitando apartarlo de mi lado y las suyas me alzan enredando mis piernas en su cintura, nos lleva a la cama donde nos acomodamos sin detener el deseo en nuestros cuerpos y las palabras se desvanecen convirtiéndose en besos que se apoderan de mi cuello. Desesperado, abre mi short retirándolo junto a mi braga y queda de rodillas frente a mí retirando todas sus prendas permitiéndome apreciar perfectamente los cambios en su cuerpo, el cual se veía un poco más marcado que antes, pero sé que en la intimidad este solía aumentar con su placer incrementando instantáneamente el mío. Sin embargo, su mirada esta noche escudriñaba cada centímetro de mi desnudez casi como si fuera el whisky que embriagaba sus sentidos, me senté quedando a la altura de su cintura donde repartí mis besos en su abdomen bajando de a poco, dejando mordidas que lo hacían gruñir al atacar en los puntos más sensibles; hasta que tomé con mi boca su falo deleitándonos en tal acto pecaminoso el cual no hacía con ningún hombre que no fuese él. Presionaba en ciertos puntos a medida que subía y bajaba con mi mano en lo que devoraba la punta con mi lengua sintiendo su fluido que me decía lo mucho que disfrutaba. Sentí que estaba a punto de llegar cuando en ese instante me detiene para retirar mi prenda restante dejándome completamente desnuda y vuelve a dejarme sobre la cama en lo que sus labios hurtan mi boca arrebatándome el aliento. Pronto, arremetió en mis pechos desenfrenadamente, era excitante, agresivo y al mismo tiempo me decía cuánto extrañaba mi cuerpo, especialmente al bajar a mi vientre haciéndome enloquecer nuevamente con su boca, algo que solo le permitía a él hacerme, no dejaba que ningún otro hombre lo hiciera después de que empezamos estos locos y ardientes encuentros, más específicamente al vivir juntos. Isma siempre se entregaba por completo y a su vez me hacía entregarme a él con todo, aprendimos bastante, hablábamos y experimentábamos sin tapujos llevando nuestra confianza a ese nivel donde no necesitamos decir una palabra para saber lo que el otro quería. —Isma... Jadeé al sentir mi orgasmo aproximarse y él aceleró presionando mi cadera con sus fuertes manos hasta hacerme derramar en su boca todo lo que producía en mí, me limpió con su lengua y subió dejando su rostro frente al mío con una mirada que conocía bien... el mercurio brillaba con amor solo para mí. —Sé mía Bárbara, por una vez, por esta noche… sé mía —recitó con ronca voz casi en una súplica. —Lo he sido desde hace mucho —me sinceré entre el éxtasis y el amor que siento por él. Nos volvimos a besar con profundidad entregándonos como si fuera la primera y última vez, sus besos sabían a despedida, pero su cuerpo se apoderó del mío al deslizarse entre mis piernas como si no fuese a dejarme ir nunca, como si en cada vaivén tatuara su marca, su amor, todo de él para que nunca pueda olvidarlo. Mi pecho se levantaba buscando el suyo, mis piernas se abrían más para que ingresara más profundo que cualquier otro, mi boca quería arrancar su alma y a su vez quería que devorara la mía. Levanté mi cuerpo levemente para apartarlo un poco de mi y giré quedando bocabajo, levanté mi cadera, él ingresó nuevamente con tortuosa lentitud dejándome sentir la dureza de su ser que se bañaba entre mis jugos ardientes de pasión. Subió una de mis piernas obteniendo mayor profundidad y ante mi inminente gemido moví mi cadera provocando la suya, él no se hizo esperar, y aceleró incrementando el ritmo de la canción que me había enseñado con sus notas entre encuentros cargados en sentimiento y pasión. Hizo a un lado mi cabellera mordisqueando el sensible punto de mi lóbulo que desenfrenaba mi razón, su agitada exhalación acompañada de roncos gruñidos me contaban su delirio y su inescrupulosa mano buscaba mis pechos, hambriento por arrancar mi corazón. Nuevamente las palabras desaparecieron siendo únicamente nuestros gemidos los que inundaban la habitación al entregarnos en este acto lleno de amor, porque realmente no hay otra palabra, esto superaba el sexo, no era una cogida más, era una entrega total de lo que hemos sentido desde hace mucho tiempo entre las sábanas rojas que han sido testigos de miles de encuentros entre nosotros, siendo él, el único hombre que las ha conocido y dormido en ellas teniéndome en sus brazos. El tiempo desapareció para mí cuando el agotamiento físico nos obligó a detenernos, pues nuestros espíritus anhelaban seguirse conectando sin pensar en el mañana o el ayer, mas él me atrajo a sus brazos acomodándome en su pecho, un dulce beso resposó en mi sudorosa frente aun cuando sabía que no me gustaba que lo hiciera porque sentía que podría ser asqueroso para él, pero nunca lo expresó de esa forma, por el contrario, siempre me daba ese beso porque me daba a entender que lo hacía por amor y que cada encuentro no era solo por placer. Rápidamente el sueño se fue apoderando de mí al sentir sus caricias, nuestras piernas entrelazadas bajo la sábana se daban calor como si el invierno se apoderara de nosotros y profundas respiraciones eran las palabras de satisfacción ante el maravilloso encuentro que tuvimos. —Bárbara... —su voz era tan suave como una cálida brisa. —Dime —respondí somnolienta al no resistir mucho más despierta. —¿Alguna vez me amaste? —Sí —murmuré sin tener control de mi cuerpo. —¿Me amas? —Eres el primero y el único al que he amado. —¿Y por qué no soy suficiente para ti? —Eres demasiado para mí —lo abracé más fuerte dejándome llevar por el perfume de su piel. —pero soy muy egoísta para dejarte ir y muy cobarde para tenerte conmigo por miedo a perderte. —Te amo Bárbara Clyde, te amo con todo mi ser. —Yo también te amo con todo mi ser Ismael Friedman... perdóname... —murmuré triste rindiéndome a los brazos de Morfeo, o más bien, a los brazos de Ismael... (…) 4:30am Ismael —¿Estás seguro de esto? —No necesito estar seguro de nada cuando todo ha quedado claro entre nosotros después de lo que acaba de pasar —asiente en silencio. —¿Todavía crees que eso fue lo mejor para ambos? Porque estoy seguro que eso la destrozará cuando despierte. —Lleva destrozándome mucho tiempo, ahora es su turno. ¡Total! como dijo un buen amigo: "no hay mejor despedida que una buena cogida", así que fui para darnos un último polvo —guiñé un ojo con una melancólica sonrisa siendo copiada por Oz. —Me halaga que me tomes de ejemplo, pero en fin, tú sabrás lo que es mejor para ti, igual sabes que cuentas con nosotros. Nos dirigimos al auto donde estaban Livi y Marc despidiéndose muy acaramelados, era dolorosa la escena para mí y al mismo tiempo me hacía feliz su felicidad. Me despedí de ella y Oz por última vez, Marc y yo lo hicimos anoche de Travis y Samuel explicándole a este último mi decisión así que ellos no nos acompañaron a esta hora. —Avisen cuando lleguen, recuerda que estarás con Marcus y necesitamos llevarlo al altar en una pieza —ladeé una sonrisa un poco triste ante las palabras de Oz. —No te preocupes, jamás cometería esa estupidez arrastrando a otro conmigo. —Espero que eso sea una broma, te recuerdo que soy el único al que puedes arrastrar a eso y si lo harás, al menos deja que salve a mi hijo y después nos tiraremos de un avión para darle más estilo. —Espero que los dos estén bromeando, quiero a Marcus en una pieza para nuestra boda y a ustedes dos con vida para que nos acompañen ese día... a no ser que no deseen quitar la liga de mi pierna —lanzó Livi con un tono muy sensual alegrandonos bastante por su descaro. —Nena, si sigues amenazándome, te dejaré viuda antes de decir acepto para quitarte más que la liga —reímos los cuatro por las locas ocurrencias de Oz. No sé qué sería de mi vida sin ellos, pero aun más sin mis hermanos, especialmente ahora que debía recoger las piezas de mi corazón.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD