31. ADIESTRAMIENTO

2572 Words
Ragnar Llegados al punto de reunión reparto a mis hombres por la zona, ingreso al lugar mostrando mi identificación especial y el host me dirige a donde está Oliver quien se encuentra sentado tomando su habitual ginebra y en cuanto me ve, esboza esa asquerosa sonrisa que aborrezco de él, me produce náuseas solo con verlo, pero no tengo otra opción más que seguir su juego. —Buenas noches Ragnar, te ves encantadora en ese vestido. Intenta tomar mi mano para besarla, pero lo esquivo sentándome en el puesto frente a él, pido un whisky y él se sienta tomando un poco más de su ginebra. —No tengo tiempo que perder así que ve al punto, Wilkinson. —Tan fría como siempre Jhonson. El acuerdo está firmado y si quieres puedes leerlo de inmediato, pero solo se hará efectivo a cambio de algo. —Dije que fueras al punto, habla o me largo. —Sabes que si te vas provocarás una guerra y sé que no quieres eso. —Estoy lista para ella si eso es lo que quieres ¿pero te conviene desatar una contra mí aun cuando estemos en tu territorio? —No me importará hacerlo, también estoy listo al igual que mis hombres. —Entonces no tengo nada más que hacer aquí —me levanto y alcanzo a dar unos pasos hasta que él me detiene con sus asquerosas palabras. —Sé que viniste con él Ragnar, también sé en dónde se hospedan y dudo que quieras una masacre en esa casa, solo te pido una cosa, una noche de tu dulce compañía y todo quedará anulado y olvidado ¿Qué dices? Volteo con toda la ira recorriendo mi cuerpo mientras él sonríe como si hubiese ganado. —Lo mismo que he dicho siempre, que eres un puto enfermo de mierda y que debí castrarte aquella noche. —Entonces no podríamos divertirnos como lo haremos esta noche —afirma con altivez. Me acerco peligrosamente a él, le quito su vaso de ginebra y tomo su cuello con una mano, está extasiado en este momento, no quiero ni imaginarme cuántas drogas tendrá encima. —Te daré lo que quieres, pero yo también tengo mis exigencias, si estás dispuesto a cumplirlas entonces te daré las siguientes cuatro horas para que te deleites con mi cuerpo ¿Qué dices Oliver? Pronuncio su nombre con lujuria repasando sus labios con mi lengua, acto que no pasa desapercibido en su cuerpo pues el bulto en su pantalón es bastante visible. —Dime lo que quieres y que sea hasta el amanecer. Desabotono su camisa y aflojo la corbata dejando su piel expuesta, dejo caer la ginebra en él para beber de su cuello provocándole un gemido ronco y mi mano baja por su pecho repasando mis uñas, muerdo su lóbulo y pellizco una de sus tetillas con fuerza, él se retuerce un poco entre el dolor y el placer, pero no se queja. —Ven conmigo Oliver y te enseñaré las puertas de mi averno —murmuro en su oído entre sensual e inocente. —Eres más fascinante de lo que creí Ragnar —murmura a ronca voz. —Lo sé, y eso que no has visto nada. Salimos del lugar, cada uno se va en su camioneta con sus hombres y él nos sigue el paso hasta el Conrad London St. James Hotel, estacionan los autos y nosotros ingresamos directo a la suite donde tengo todo preparado para él. Una vez dentro sirvo un par de ginebras, brindamos en silencio y bebemos hasta el fondo. —Dime tus condiciones princesa. Sentí mi corazón agitarse al escuchar esa palabra, aun después de tantos años sigo odiando que me digan así. Tomo su mano arrojándolo al sofá sin importar nada para colocarme a horcajadas sobre él y presiono su cuello con fuerza. —Ve a decirle princesa a tu madre, imbécil, soy la puta reina de Gran Bretaña y la puta diosa del averno, así que no te atrevas a bajarme otra vez de rango en tu miserable existencia ¿entendido? Está tan excitado al escucharme hablar así y tratarlo como una basura, que estoy segura sería capaz de correrse en cualquier segundo. —Sí majestad. —Mejor, pero no tanto, a mis súbditos les enseño por las buenas, aunque a ti, miserable basura, deberé adiestrarte como a los malditos perros de la calle. —Haré lo que digas majestad, solo ordéname y lo haré. Habría querido que mi vida fuese de otra forma, inclusive, muy en el fondo de mi ser, nació una pequeña esperanza de no volver a pasar por esto, pero no fue así. Le ofrecí a Oliver el control para deleitarse conmigo primero y después lo trataría como una escoria, lo que aceptó sin duda alguna. Él me había tomado rápidamente entre sus brazos en cuanto aceptó mi propuesta retirando nuestras prendas rápidamente, solo me dejó en ropa interior para su deleite inicial y tomó mi cabello envolviéndolo con su mano. Sentí unas profundas ganas de vomitar al sentir su sabor, por suerte para mí no llegó a correrse o realmente lo habría hecho, pero después me alzó entre sus brazos para enrollar mis piernas en su torso, posterior a retirar la última prenda que tenía, e ingresó en mí de una estocada. Mi segundo punto a favor es que lo había convencido de usar preservativos, él no quería, pero le dije que si no accedía entonces yo tendría la oportunidad de demandarlo, por obvias razones no lo haría, pero sabía que eso lo pondría nervioso al dejar su reputación por el suelo. No obstante, eso no me libró de todas las sensaciones que recorrieron mi cuerpo en cuanto él ingresó, sentí que de nuevo me desgarraban desde la piel hasta el alma, el ardor y el dolor de la carne rompiéndose por la bestial forma de ingresar en mí; era algo que solo habitaba en mis sueños y que ahora él hacía realidad. Me acomodó en las escaleras colocándome de espaldas e ingresando nuevamente y una de mis uñas se rompió al pasarlas por la alfombra. Me sentía humillada al estar de nuevo así, es como si no valiera nada como ser humano. Quise detenerlo tantas veces y asesinarlo con mis propias manos, deseé torturarlo hasta el cansancio, pero sé que no sería posible sin obtener primero la liberación de los acuerdos, ya que no solo nos ataba a él sino a otras personas que podían buscar venganza y no permitiré que vayan detrás de mi familia. —Eres deliciosa mi princesa. Cuatro palabras y mi ira aumentó, cuatro palabras y él ingresó en mi otro orificio donde casi me provoca un grito de dolor, pero no lo hice, no lo haré, no pienso permitirlo, soporté cosas peores en manos de esos malditos en la mazmorra y ahora podía soportar algo más leve como lo era esto, pero al estar tanto tiempo sin que alguien me toque es algo que me pasó factura terriblemente. —Voltéate, quiero ver tu rostro. Salió rápido acomodándome bocarriba e ingresó en ese mismo orificio desesperado, sus brazos estaban a la altura de mi cabeza sosteniéndose del escalón y sus bufidos se hicieron más fuertes. Tomó mi rostro con una de sus manos y repasó su lengua en mi cuello hasta rozar mis labios. —Bésame. Abrí mi boca dejándome llevar por su movimiento, vi cómo cerraba sus ojos al introducir su lengua y contraje mi zona pélvica, lo que provocó un gemido que nos separó de inmediato. —¡Maldición! Hazlo otra vez, te sientes jodidamente estrecha. Esta vez lo tomé del cuello y repetí la acción, mi cuerpo siguió en automático recordando lo que debía hacer en la mazmorra, era tan habitual que por un momento me vi en ese lugar. Llené mi cuerpo con el placebo memorable de las drogas que me daban para sumirme en el olvido y en un rápido movimiento lo hice llegar a su necesitado orgasmo. Quedó muy agitado, su cabeza reposaba en mi clavícula tratando de recuperar el aliento y salió lentamente de mí, pero se dio un último deleite al repasar su lengua entre mis pliegues. Bajé la mirada observándolo atentamente, tomé su cabello al sentir unas mordidas que me hicieron sentir muy incómoda y recordé cada herida que me provocaron en el cuerpo, seguido de los gritos que di junto a las demás víctimas y cada inyección aplicada en mis brazos y cuello. Me encantaría tener un buen recuerdo de mi vida en este momento, anhelaría morir lo antes posible en vez de seguir con esto, pero debo continuar, pronto llegará mi momento de torturarlo y más adelante cuando tenga lo que necesito, es entonces que lo asesinaré deleitándome con su sangre en mi piel. (…) Oz Pedí a José que hablara con los hombres de Rag para que estuvieran a mis órdenes, ellos le eran tan leales como él y usaría esa ventaja a mi favor para manejarlos. Hice unas llamadas a unos conocidos en Londres y Birmingham, no soy un mafioso como Marcus ni tengo el poder que él y Rag tienen, pero sí tengo contactos de personas poderosas que me deben muchos favores y estaba dispuesto a cobrar varios esta noche. Luego de obtener todo lo que necesitaba, pedí que me dieran un informe para saber cómo iba todo hasta el momento, pero no esperaba la noticia de que ellos habían ido a un hotel, ahora debía darme prisa o las cosas terminarían muy mal para todos. Salimos rápidamente de la casa rumbo al hotel, debí esperar unos minutos en el lobby en lo que un mensajero llegaba con el paquete que necesitaba, entonces José me dijo que se encontraban en la suite y aparentemente no se escuchaban ruidos, pero el problema es que ninguno de sus hombres estaba en la habitación con ellos, así que mis voces comenzaron a torturarme más con miles de ideas de lo que le estaría haciendo a Rag. Sé que mi pequeña no es fácil de vencer, pero también sé que haría lo que sea para proteger a su familia. Cuando al fin obtuve el paquete en mis manos, revisé su contenido y me fui directo a la suite, varios hombres estaban vigilando el pasillo, trataron de detenernos, pero sabían que lo mejor era no hacer un fuego cruzado en ese lugar, a menos que desearan morir con la granada que llevaba en mi mano. Todos se abrieron paso y José abrió la puerta de la suite, la sala estaba desordenada, había manchas de sangre, ropa tirada, incluso el vestido con las demás cosas que llevaba puestas estaban repartidas en el suelo y las escaleras. Sentí una corriente helada recorrer mi cuerpo y salí corriendo al segundo piso, escuché unos ruidos y abrí la puerta abruptamente en lo que sacaba mi arma al igual que José, pero nada nos preparó para la escena que nos encontramos. —¿Qué hacen aquí? —pregunta ella bastante extrañada por nuestra aparición. —Más importante aún, ¿qué está pasando aquí? Ella se encontraba semidesnuda, tenía amarrado a Wilkinson en la cama mientras él estaba en cuatro, desnudo y con sus ojos vendados, tenía un amarre perfecto que inmovilizaba todo el cuerpo, algunos cortes en su espalda y cera de vela repartida en distintas partes, pero ella aparentemente se veía bien. —Estoy pagando lo acordado ¿y ustedes? —Nosotros pensamos que él… bueno… José estaba tan nervioso que no sabía cómo reaccionar ante la escena, parece que ni él mismo conocía los alcances de mi pequeña. —José, ¿hace cuánto le dijiste? —Lo siento señorita Ragnar, es que estaba preocupado por usted y no sabía qué más hacer, no quería que ese sujeto se atreviera a lastimarla otra vez —ella estira su cuello masajeando un poco la zona. —Está bien, luego hablaremos de lo ocurrido, por ahora retírate y déjanos a solas, asegúrate que los demás vayan a comer en el restaurante y carga todo a esta habitación. —Sí señorita, con permiso. —Majestad, ¿qué pasa? ¿por qué se detuvo? Mordí mi labio para evitar reírme al escuchar a Wilkinson decirle así, ella me sonríe traviesa guiñándome un ojo y coloca su dedo en sus labios indicando que haga silencio, luego se acerca a él y le quita unos audífonos. —¿Quién mierda te ordenó hablar maldito perro sarnoso? Le da un par de golpes en los costados y unas nalgadas que lo hacen soltar unos jadeos. Mi pequeña es increíble, sabía que sería excelente para dominar, pero verla en acción siempre me hace sentir orgulloso. —Lo siento majestad, perdóneme por favor. —Los perros no hablan, así que deberás quedarte ahí más tiempo, pero esta vez te privaré de todos los sentidos abandonándote hasta que se me antoje y si llego a escuchar un solo ruido tu castigo será mucho peor ¿entendido mugrosa cucaracha? —Sí su grandísima y real majestad, lo que usted ordene. Vuelve a poner los audífonos, se acerca a mí para tomar mi mano y nos dirigimos a la sala donde todas las cosas fueron recogidas y dejadas sobre una mesa, o al menos las de ella, las de Wilkinson sí las dejaron tiradas en una esquina. Me siento en un sillón dejando el paquete en la mesa de centro y la cargo para que quede en mi regazo mientras examino su cuerpo. —Estoy bien Oz. —¿Toda la sangre es de él? —Sí, en verdad estoy bien, no te preocupes. —Después de lo que escuché tenía mucho por lo cual preocuparme, al menos pudiste decir lo que tenías planeado. —Nunca hay que dar nada por sentado ¿Qué trajiste? —José me explicó del acuerdo e hice algunas llamadas a unos viejos amigos, dentro de ese paquete está algo que quizás pueda servirte bastante. Ella revisa el contenido en lo que retiro mi sweater para abrigarla bien, al ver los documentos noto una ligera sonrisa y me observa como toda una diosa. —¿Dónde conseguiste esto? —No soy mafioso como ustedes, pero tengo mis contactos y aquí en Gran Bretaña llegué a hacer muchas amistades y favores a algunas personas. —Gracias esto me ayudará demasiado, ahora te debo una. —Primero encárgate del perro sarnoso del segundo piso y luego vamos a casa para cobrarte el favor —me abraza ocultando su rostro en mi cuello y dejo un beso en su cabello. Realmente pensé lo peor en todo el camino, pero tenerla nuevamente en mis brazos y saber que está a salvo lo es todo para mí y para mis voces que encuentran consuelo en su cuerpo. Luego de terminar de humillar a ese idiota, Rag lo amenazó con la información que tenía de él, firmaron un acuerdo diferente donde él deberá pagar una indemnización a la familia, todos los lazos quedarán cortados y no podrá acercarse a nosotros bajo ningún motivo o todos sus sucios secretos serán expuestos con pruebas sólidas. Ella se vistió y volvimos a casa con sus hombres que aseguraron todo el camino, mi pequeña por su parte venía comiendo feliz un postre que le compré en el hotel y yo estaba un poco más tranquilo de tenerla nuevamente a mi lado, pero todavía con una duda alojada en mi mente que no me dejaba en paz.
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