151. TÁCTICA DE APERTURA

2025 Words
Al día siguiente Salón Real – 2:39 p. m. —Llegas tarde. —Lo siento cariño, tengo pacientes por atender y no dejaría de lado un caso de cáncer de mama cuando la paciente ha depositado toda su confianza en mí —respondí jocoso a Borson quien estaba neutral, a diferencia de los otros que estaban molestos por mi retraso. —Bueno, me querían aquí y ya me tienen, ¿qué puedo hacer por ustedes caballeros? —encendí tranquilamente a mi estimado pirata mientras el buen Jack quema placenteramente mi garganta. No importa los lujos, el estatus, ni la gente que te rodee, cuando aprecias algo y le das su respectivo valor en la vida no lo dejas de lado fácilmente. Durante media hora escuché uno por uno lo que querían de mí, siendo efectivamente lo mismo que me contaron Karol y Dayana, ellos querían que me convirtiera en la tapadera de sus fechorías para hacer y deshacer fuera del ojo público (especialmente el de sus esposas) a la hora de estar con sus amantes. El motivo para escogerme era por la misma apariencia inocente que les mostré, quedando todos convencidos de que solo era un idiota con las hormonas a mil que se tiró a la mujer de un peligroso magnate, así que no quise dar otra idea a pesar de mis sarcasmos. A cambio de hacer todo esto ellos intervendrían con Grosver convenciéndolo que yo no era el amante de su mujer, sino que harían pasar a otro sujeto el cual eventualmente sería asesinado por él, a su vez, ellos me llevarían con Grosver para que no tuviera ningún inconveniente y me diera a conocer con uno de los peces gordos de Londres. La verdad el plan era bueno en términos generales, pero parecía hecho por un grupo de kínder. —¿Algo más que quieran decir? —En esencia, es todo —respondió Philip. Quedé en silencio unos segundos meditando la situación, intentaba verme un poco nervioso por el panorama expuesto por ellos para no abandonar la fachada que se habían llevado. —Necesito pensarlo, es bastante bueno lo que me proponen y aunque en principio es beneficioso para mí, son los términos a largo plazo lo que no me convencen del todo. —Oz, solo queremos divertirnos como cualquier otro hombre, pero varias de nuestras esposas poseen poder en el consejo directivo y necesitamos mantenerlas al margen. —Debes entender algo Harold, yo no soy la marioneta de nadie y aun cuando ustedes me libren de Grosver, el siguiente problema que deberé afrontar es a ustedes, lo que no me atrae en lo más mínimo. —Solo serás una fachada, nada más. —Ya, pero esta fachada no vive en Londres los doce meses del año y también tengo una vida. —La cual terminará si te atrapa Grosver —dijo Philip con tono intimidante. —Lo pensaré y en unos días les daré una respuesta —contesté tras unos minutos de silencio. —Oz, esto es lo mejor para todos —intervino Harold tomando de mi brazo. —Será para ustedes, porque hasta ahora no veo mis beneficios a futuro y salvar mi pellejo no es motivo suficiente, así que si no tienen nada más para convencerme de que les ayude a fornicar con sus amantes en lo que mi vida está en riesgo constantemente, creo que no hay mucho más por decir. Me liberé del agarre y salí del lugar, pero Harold me intercepta antes de que pueda tomar un taxi. —Oz, ¿qué te parece si vamos los dos a otro lugar? Quizás pueda convencerte de otra forma. —Te lo pondré simple Bechamms, no me convencerás así le ordenes a tus diez mejores hombres que me golpeen, me pagues una cuantiosa suma, a la mejor prostituta de Londres o seas tú quien se arrodille a mamármela, así que te sugiero no hacerme perder el tiempo si esas son tus opciones. —¿Y si hago que todos den su constante apoyo financiero a las investigaciones que haces con Borson? Ambos sabemos que lo necesitas, sería muy beneficioso y les permitiría avanzar significativamente al tener los recursos necesarios. —Tentador, pero Londres no es el único lugar del mundo donde vive gente con dinero. —¿Entonces qué quieres? —preguntó desconcertado al ver que nada parecía convencerme. Di un vistazo a mi alrededor acercándome a su oído y en un susurro le dije lo que quería de ellos, dejándolo literalmente con la boca abierta por mi exigencia. —Háblalo con ellos y dame una respuesta a más tardar mañana, bien sea que acepten todos los términos o que deseen negociar, estaré dispuesto a escuchar. Tomé un taxi y regresé a la mansión de Borson leyendo el resto de la tarde el informe enviado por el CIS con los últimos avances, también hablé con Samuel en la noche para saber cómo iba todo y este me informa que han decidido regresar a Princeton en julio cuando Livi culmine sus exámenes, pero desgraciadamente yo no podría regresar con ellos al tener que estar en Londres continuando con mis estudios en paralelo con el trabajo y clases en Zúrich, así que ellos volverían a casa con Travis. —Es la primera vez que estarás tanto tiempo lejos de él. —Sí, pero es difícil regresar con ustedes cuando ya hicimos todo el papeleo en Londres y Zúrich. —Lo sé, igual no te preocupes que Travis estará en buenas manos y te mantendremos informado de todo lo que pase con él. —Gracias viejo, de igual forma viajaré a Zúrich para entregarte su medicación y hablaré con Raquel para que ella se haga cargo de todo por si tienen alguna emergencia. —Has estado bastante unido a ella, ¿pasa algo más entre ustedes? —le fue imposible esconder la malicia en tal pregunta. —Solo es una buena colega con la cual puedo coger maravillosamente. —Si tú lo dices… —Viejo, bájate de la nube que ella está casada y yo estoy feliz siendo su amante, así que no me dañes la fantasía que hemos creado. Hablamos un poco más hasta que recibí una llamada de Harold quien salió con las mismas respuestas y preguntas de su esposa, la diferencia era que a él no quería cogérmelo, pero le sacaría bastante provecho de ahora en adelante. Una vez corté la llamada continué trabajando en mi respuesta al informe de Zúrich, también me dediqué a hacer mis trabajos correspondientes de la universidad y di varios paseos en la ciudad en los siguientes dos días que transcurrieron. Para el anochecer del tercer día estuve bastante tranquilo al tener una respuesta definida para todos, me deleité en una charla con los Borson al recibir la visita de Steve quien se quedó a cenar con nosotros, y al mismo tiempo, imaginaba la angustia de mis tres esquinas opuestas al ser yo quien tenía las municiones de sus respectivas armas. A las diez y media llamé a Grosver quien accedió al acuerdo informándome que enviaría el contrato correspondiente mañana a primera hora, después llamé a Karol dándole mi aprobación y por último a Harold. Ahora que tenía el poder en la palma de mi mano sentía la necesidad de celebrarlo y justo en ese momento va ingresando Abbie con su habitual actitud servicial. —Doctor Oz, iré a descansar, ¿desea algo antes de retirarme? —Creo que la que desea algo eres tú, ¿me equivoco? —Solo una revisión si no es molestia —contestó tímida. Hice una señal con mis dedos para que se acercara, ella intenta ponerse de rodillas, pero la detengo invitándola a sentarse en mi regazo y su habitual nerviosismo la invade por completo sin saber cómo proceder. —¿Qué deseas Abbie? Sé honesta conmigo. —Sé que sonará extraño, pero desde que pasó la noche con esa mujer he querido pedirle… —¿Sí…? —insistí al ella quedar en silencio. —Quiero saber qué hizo con ella. —¿Quieres una historia para dormir o quieres sentirlo en tu piel? —pregunté acariciando su brazo delicadamente. —Quiero sentirlo, doctor Oz, pocas veces lo experimenté, pero terminaron siendo experiencias nada agradables y yo… creí que quizás con usted podría ser diferente. —Mi dulce Abbie, te daré lo que deseas a cambio de algo. —Lo que sea, doctor Oz. —Dime cuánto te paga Borson para vigilarme —ella quedó tan sorprendida que su cara desencajada fue arrasadora para mí. —No sé de qué habla. —Verás Abbie, tengo unas habilidades muy especiales y sé que has estado vigilándome todos estos días, lo cual no recriminaré considerando que Borson pueda estarte pagando muy bien por el trabajo, pero algo que no tolero es la deslealtad y eso es algo que castigo cruelmente. Ella intentó levantarse, mas la acorralé entre mis brazos manteniéndola en su puesto sin salida alguna. —Doctor Oz, en verdad no sé de qué habla —pronunció más nerviosa que antes. —Te contaré un secreto, Abbie, hace dos horas degustaste una deliciosa cena, pero lo que no sabes es que yo ingresé a la cocina cuando saliste a poner la mesa y serví tu comida agregándole un veneno muy especial que hará efecto en cinco minutos, o al menos los peores síntomas, comenzando con un fuerte dolor de estómago seguido de unas horribles ganas de vomitar y pasados diez minutos, tus pulmones trabajarán con mucha dificultad, te dolerá cada respiración aumentando eventualmente con cada arcada que produzcas y pasados cinco minutos más, toserás y vomitarás sangre… No sé tú, pero ese panorama no suena muy agradable. Su miedo fue tan provocativo que comencé a excitarme, especialmente cuando la solté y ella se alejó negando con su cabeza la realidad que la recorría con cada latido, comenzando entonces a sentir el primer síntoma al acelerar el proceso por disparar su adrenalina. —No quiero morir, se lo suplico. Se veía tan hermosa sollozando implorante por su vida, que por un segundo quise sentir lástima por ella, pero, así como vino la idea así mismo se fue. —Todo depende de ti Abbie, yo ya te dije lo que quiero —me levanté vilipendiando su mísera existencia mientras ella cayó de rodillas ante mí. —Me pagó tres mil euros para vigilarlo e informarle de cada movimiento que hiciera —respondió desesperada. El segundo síntoma hizo aparición y la llevé a rastras hasta el baño quedando en cuclillas mientras sostenía su cabeza sobre el retrete. —¿Le enseñaste los documentos que me trajo Karol? —No… no pude abrir la caja fuerte. —¿Sabe de la visita de ella? —Sí, pero no está seguro de a qué vino porque no logré escucharlos con claridad —respondió tras descargar la primera parte. —¿Me seguiste todos estos días? —Lo intenté… pero no pude seguirle la pista —sonreí victorioso. —Ya sabes de lo que soy capaz al sentirlo en carne propia, mi querida Abbie. Ahora te propongo algo, te daré el antídoto a cambio de que trabajes para mí y si te atreves a traicionarme, entonces creo que ya sabes lo que te pasará. —¡Lo haré, lo juro! —respondió desesperada entre las arcadas y el dolor. Me levanté dejándola vaciar su estómago tranquilamente en lo que buscaba el antídoto en la caja fuerte, preparé la jeringa y volví con ella quien ya estaba ahogándose en su sanguinario vómito. —Espero que esto te sirva de lección, mi dulce Abbie, pero si deseas seguir despertándome con esas chupadas cada mañana no me enojaré, eso sí, procura tener la boca limpia o la sangre que decorará mis sabanas será la tuya —murmuré dominante en su oído al borde de la excitación. Clavé la aguja en el cuello vaciando la jeringa y coloqué la mascarilla de oxígeno, le daba indicaciones de cómo respirar en lo que la acomodaba en mi pecho dejando cínicamente caricias en su cabello. —Eres un encanto, Abbie —besé su frente sintiendo el placer recorrerme por su agonía.
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