24. DESIERTO DE ÉBANO

2742 Words
A la mañana siguiente nos levantamos al amanecer, queríamos aprovechar este día para visitar tres lugares en especial que se encontraban al sur de la isla, Jökulsárlón; donde yacía la playa de diamantes y las playas de Reynisfjar y Stokksnes. Si algo caracteriza a las tres es la majestuosa vista que se genera por el contraste entre los colores gris, azul y blanco del agua con la arena negra en ellas. Una vez en carretera el sol nos dio la bienvenida en la playa de Reynisfjar; caracterizada por sus columnas de basalto y el fuerte oleaje que se producía por el viento, además de ser el lugar donde Ragnar aprovechó esto haciendo caso omiso a las advertencias que nos habían dado. —Vamos Oz, tenemos que aprovechar, esto no se ve todos los días. —Rag escuchaste bien las advertencias, al menos usa tu lado razonable. —Está bien aguafiestas, haremos caso a las advertencias. Creí que todo había quedado en eso, pero la muy tramposa vio que las olas se acercaban con más fuerza, estaba pendiente de ella, pero a la vez quise confiar en su palabra… grave error. Al pedirle que nos alejáramos un poco, se soltó de mi mano y salió corriendo al mar quitando previamente su abrigo, una fuerte ola logró arrastrarla y sentí que todo en mí se desvanecía con ella. —¡Ragnar! ¡Ragnar! Grité su nombre varias veces, pero no había respuesta de ningún tipo y ella tampoco se veía en ninguna parte, mis voces enloquecieron al igual que yo y mis ojos no sabían a dónde dirigirse de la angustia tan inigualable que me cobijaba. Debí alejarme para tener cuidado, pero nunca pude encontrarla hasta que me pareció ver algo y me acerqué un poco más a la orilla, entonces una ola vino con más fuerza y en mi desesperación por encontrarla no logré apartarme a tiempo. Estaba exasperado, no la encontraba por ningún lado y ahora me encontraba batallando por mi vida en el mar. De pronto, sentí que algo había golpeado mi mano y me arrastraba en la helada agua, entonces me percaté que era ella diciéndome en clave que la sostuviera fuerte, así lo hice y junto a otra ola nos dejamos arrastrar hasta la orilla. En cuanto tocamos la arena corrimos tan rápido como podíamos alejándonos del mar, ambos temblábamos, pero igual ella me vio sonriendo muy orgullosa por su travesura, sentí que el corazón se me saldría en cualquier momento por la angustia que pasé, incluso creí que nunca más la volvería a ver. Tomé su rostro revisando que en verdad estuviera bien e iba a regañarla por haber hecho esa estupidez, mas ella colocó sus árticas manos sobre las mías intentando calmarme con ese gesto. Entre más veía su rostro algo dentro de mí desprendía una calidez, entonces la abracé mientras besaba sus mejillas y me contagié de esa misma risa. —Estás loca mi pequeña, demasiado loca —ella reía más acelerando con desenfreno mi corazón. —Déjate llevar de vez en cuando Oz. Nuestros cuerpos temblaban horrores y sus labios se tornaron morados, debíamos cambiarnos y ponernos en calor rápidamente. No sé de dónde saqué la fuerza, pero salí con ella de ese lugar en mis brazos, quizás en mi temor por perderla saqué el impulso para sostenerla sin importarme nada. Al llegar al auto la encerré y encendí la calefacción, busqué ropa rápidamente para volver a su lado, seguía temblando bastante. Retiré sus prendas y la sequé con la toalla, estaba tan concentrado en ponerla en calor que no pensaba en nada, pero ella me detuvo cuando iba a ponerle un suéter. —Desnúdate, también estás mojado y no quiero que enfermes. —Ahora que termine de vestirte. —No soy una niña Oz, no como cualquier otra —tomó el suéter y el pantalón vistiéndose rápidamente —Desnúdate —ordenó. Retiré mis prendas sin dejar de verla, la verdad no sé qué me pasaba con exactitud, pero sentía que algo se había bloqueado en mi mente y mi cuerpo. Creo que ella lo notó pues me ayudó a quitar las prendas rápidamente y tomó la toalla para secarme. Era como estar hipnotizado, solo me perdía en la nada misma que se dibujaba en sus luceros mientras sus manos se paseaban en mi cuerpo. —¿Te vistes o te visto? —preguntó neutral. Apenas y pude mover mi cabeza como respuesta, ella se veía un poco desesperada, pero igual sentí su piel rozar la mía. —Oz necesito que te levantes, no puedo sola si estás en esa posición. Dejé la toalla sobre mis piernas y la abracé con fuerza, tenía demasiado frío, pero quería el suyo, su gélido cuerpo es el único que podía calentar mi corazón. —¿Estás bien? —preguntó preocupada, mas negué en silencio. —¿Necesitas que te traiga algo? ¿un abrigo? ¿medicamento? ¿una bebida caliente? Me separé un instante de ella para vestirme rápidamente, dejé la ropa húmeda en una bolsa y tomé una manta gruesa que tenía a mano por si la temperatura bajaba demasiado. La acomodé en mi regazo y nos cubrí con esta, no dije una sola palabra en todo ese tiempo, pero al tenerla de nuevo en mis brazos sentía que la vida volvía de a poco. —Oz. —No digas nada, creo que solo es una reacción al temor de lo ocurrido. —Pero ahora reíste conmigo. —Estoy demente pequeña, no soy más que un puto enfermo mental. Acarició mi rostro con cariño calmando los miedos que nos abrumaban a mí y a mis voces. —No vuelvas a decir eso de ti porque no lo eres, sí estás demente, pero no eres eso otro —reí levemente sin saber la razón y la abracé dejando su cabeza en mi pecho. Esa pequeña me va a volver más loco de lo que ya estoy. —Oz. —Dime. —Quiero chocolate caliente con crema batida y pan. La separo para ver su rostro y comienzo a reír como loco; a lo que ella suelta una sonrisa contenida por su mordida. —Vas a acabar con mis nervios pequeña —levanta su hombro restándole importancia. —Siempre y cuando sea yo la causante, no hay problema. —¿Me estás acaparando solo para ti? —Depende, si no me das mi chocolate caliente tendrás muchos problemas y el primero de ellos se llama Olivia Clyde —Fantástico, ahora me amenazas. Creo que te estás tomando atribuciones que no te corresponden. Ambos nos retamos con la mirada y ella se acomoda a horcadas sobre mí, vuelvo a acomodar la manta en su cuerpo cortando nuestra distancia y el frío se ha ido por completo de mi cuerpo. —Me corresponde porque me perteneces —pronuncia firme. —No soy un objeto para pertenecerte. —No eres un objeto, pero sí eres mío. —Entonces tú también me perteneces y de ser ese el caso no permitiré que vuelvas a escapar de esa forma, no tienes derecho alguno a abandonarme. Nuestra guerra visual se mantuvo firme hasta que ella se aferró a mi cuello aspirando profundamente mi aroma e hice lo mismo con ella perdiéndome de nuevo en su ser. —Oz, estás muy lejos. Introduje mis manos bajo el suéter repasando sus cicatrices con la yema de mis dedos y mis labios besaron su cuello con tiento, nos aferramos más al otro obteniendo el caluroso frío de dos cuerpos necesitados de amor. —Vamos por tu chocolate, pequeña tramposa —dejó un beso en mi mejilla y nos acomodamos en los respectivos puestos. Retomamos carretera rumbo a Vik í Mýrdal, que es el pueblo más cercano de donde estábamos; este se encuentra frente al mar a la sombra del glaciar Mýrdalsjökull. Llegamos a una repostería del lugar y encargamos algunas bebidas calientes con unos bocadillos, nos veíamos y hablábamos de cosas banales como si nada hubiese pasado minutos atrás. Ya con un poco más de energía en el cuerpo, nos fuimos a caminar por el pueblo hasta llegar a la playa que había frente a este, esta vez ella tomaba mi mano y me veía de vez en cuando en silencio disfrutando de este pacífico espacio entre las olas. A mediodía nos dirigimos a Jökulsárlón, que es un lago glaciar que limita con el parque nacional de Vatnajökull. Esta zona se caracteriza por dos cosas: sus aguas azules y tranquilas llenas de icebergs del contiguo glaciar Breiðamerkurjökull y la corta vía fluvial que desemboca en el océano Atlántico, dejando a su paso fragmentos de hielo de diversos tamaños en una playa de arena negra conocida como la playa de diamantes. Primero optamos por hacer el tour en el lago donde apreciamos la zona desde diferentes ángulos, tomamos muchas fotos y algunos videos, además, tuvimos la suerte de ver cómo caía un fragmento de ese enorme glaciar generando otros icebergs en el lugar, algo bastante inusual de ver según dijo el guía, pero los presentes estábamos felices por tener la dicha de verlo. —Parece que hoy fue un buen día para nosotros. —Esperemos que se mantenga así —menciona cabizbaja. —¿Qué pasa pequeña? Nos hacemos a un lado del bote para hablar lo más a solas posible y nos quedamos mirando el hermoso lago con los icebergs flotando en él. —He estado pensando que deberíamos ir a nuestro siguiente destino. —Pensé que querías ver la playa de diamantes. —No hablo de eso, me refiero a salir de Islandia. —¿Pasó algo que no te gustó? —No es eso, es que si vamos a regresar es mejor dejar algo para después, así será más sorprendente —tomé su mano muy sonriente dejando un beso en su dorso. —Está bien, terminemos lo que haremos hoy, buscamos un hospedaje cerca y mañana salimos a nuestro siguiente destino. —¿No te molesta? —No hay motivos para molestarme porque igual regresaré contigo. Ella me abrazó con fuerza quedando ambos muy felices, sin duda este viaje fue la mejor idea que se nos pudo ocurrir. Una vez terminamos con el tour en el lago nos fuimos a la playa a caminar un poco, tomamos más fotos en el lugar, subimos a algunos icebergs que estaban sobre la arena siendo estos enormes y haciendo el momento más sublime, definitivamente este lugar hace alusión a su nombre. Es curioso que a raíz de un evento tan desafortunado como el derretimiento de los polos se generara una obra de este tipo, puesto que según dijo el guía este lugar no lleva mucho tiempo siendo lo que es, antes de ese efecto en la naturaleza todo era parte de un mismo glaciar. Con todas las fotos listas y los últimos rayos de sol anunciando que pronto llegaría el ocaso, Rag y yo emprendimos nuevamente nuestro viaje en carretera hasta Stokksnes, pero debimos detenernos pues una tormenta comenzó a caer y preferimos esperar para evitar un accidente, lo bueno es que no estábamos lejos del lugar. Así, decidimos alojarnos en Bjarnanes en lo que pasaba la tormenta y optamos por darnos un baño para quitarnos el salitre y la arena del cuerpo. Al cabo de un tiempo el sol anunciaba en el occidente el final del día y con ello la lluvia se detuvo permitiéndonos buscar un lugar para comer, no obstante, mi pequeña me sorprendió con su petición. —Oz, vamos a Stokksness. —Está muy tarde Rag, mejor vamos mañana en la mañana y después tomamos carretera a Reikiavik. —No hace falta, mientras te duchabas hablé con Lucy para que trajeran el avión hasta acá, hay un hangar cerca así que podemos tomar el vuelo en este lugar, mejor aprovechemos que todavía estamos aquí y vamos a visitarlo. —Pero igual es de noche, no veremos nada. —Vamos a despejarnos, no quiero quedarme encerrada en nuestra última noche en Islandia ¿Sí? Esa pequeña acabará conmigo antes que mis voces, pero con tal de hacerla feliz haría lo que esté a mi alcance. —Está bien, vamos y después regresamos para comer. Tomamos nuestras manos y salimos en el auto hasta la playa que estaba a escasos quince minutos. Aquí sí debí estar más pendiente de ella, considerando la hora y que este lugar es un desierto de ébano; las cosas podían ser más peligrosas a comparación de Reynisfjar. Sabíamos que el mar estaba muy cerca por el sonido de las olas, pero no era posible divisar nada en esa penumbra. La sostuve muy fuerte todo el tiempo para evitar que hiciera otra locura como la de esta mañana, pues temía que esta vez no lograse encontrarla. Íbamos caminando en el vasto desierto donde ella por poco logra escaparse de mi lado nuevamente, por suerte venía mucho más atento y desconfiado a su accionar, así que la alcé rápido entre mis brazos para evitar que se fuera acercándome a su oído. —Si te atreves a irte otra vez de mi lado, no dormiré contigo esta semana. Me abrazó muy fuerte y enredó sus piernas en mi cintura bajo el abrigo. —¿A qué le temes? —No quiero que nada malo te pase ni mucho menos te pierdas otra vez, no me perdonaría si algo malo te ocurriera por mi culpa. Nos aferramos a nuestra existencia como si una fuerza sobrehumana estuviese a punto de separarnos para siempre y sentí sus labios rozar el lóbulo de mi oreja emitiendo un susurro que me desarmaría por completo. —Oz, aun en la penumbra, encontraría el aroma de tu lóbrega demencia iluminando tu camino con el plenilunio de mi desvencijada existencia. Al escuchar esas palabras, cerré mis ojos cayendo de rodillas cuidando siempre de ella, pareciera que llevara toda mi vida a mi lado y me conociera con tanta profundidad, quizás más de lo que yo mismo me había llegado a conocer. Unas lágrimas se deslizaron en silencio y ella acarició mi cabello como diciendo que estaba a mi lado, era tan utópica, quimérica y efímera que creí se desvanecería entre mis manos como el humo, pero yo como un necesitado ambicioso la soñé, la anhelé, la deseé. —No importa cuándo, dónde o con quién estemos ni lo que hagamos, siempre estaremos para el otro Oz. —Siempre mi pequeña, siempre. De repente una luz comenzó a iluminar el cielo, pero esto no era la luna ni las estrellas que nos venían acompañando desde siempre, sino unas ondeantes luces verdosas. Levantamos las miradas apreciando las increíbles auroras boreales, creí que no lograríamos verlas aquí, pero aun con la tormenta de hoy parece que logró despejarse el cielo lo suficiente y el sol nos iluminó regalándonos un momento mágico, uno que fue perfecto con el instante que vivimos. —Hoy definitivamente fue el mejor día para hacer este recorrido —murmuré. —Coincido contigo. ¿Qué te parece si nos acostamos para apreciarlas mejor? —A tu lado apreciaría incluso el infierno mi pequeña luna. Era tan majestuoso ver su rostro iluminado por esos tonos verdes que me enamoré más de ella, hasta parecía que salía otra aurora de sus ojos cuando estos la reflejaban. Nos acostamos sobre la arena disfrutando del espectáculo boreal, recordábamos esas historias que nos habían contado sobre ellas en la ciudad e imaginábamos cuántas de tas bellas tonalidades habrán iluminado el cielo siglos atrás. El tiempo se desvaneció por completo hasta el punto que nos olvidamos del hambre, nos saciábamos con la vista y nuestra compañía siendo esto realmente suficiente para nosotros, a veces incluso dejábamos de ver el cielo nocturno para perdernos en el firmamento del otro, nuestras manos brindaban la calidez que requería el cuerpo ajeno y nos amamos como nunca antes en esos actos tan simples, pero a la vez tan significativos. Después de esa noche ella me abrazaba en la cama como en ese último instante previo al surgir de la aurora, es como si repitiera esas palabras en solo un acto y trajera subliminal la paz a mi vida. En las siguientes semanas habíamos decidido que nos perderíamos del mundo en un viaje en el tiempo entre Dinamarca, Suecia y Noruega, queríamos conocer más de esta zona norte del planeta, así como también deseábamos conocer más los mundos que creamos en nuestras mentes y recargamos toda la energía para empezar en una nueva tierra.
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