108. LIBERTAD CONDICIONAL

2893 Words
Centro Penitenciario Hopkins - Australia 1 de junio – Actualidad Oz Parqueé el auto a varios metros de la entrada, salí de este pagándole a un taxista que estaba en espera y me devolví para abrir el baúl retirando una caja de madera, en ese instante escucho la fuerte alarma sonar seguido de otra proveniente de la entrada, misma de donde sale él vislumbrando mi presencia, mira a su alrededor buscando algo y continúa su camino hacia mí con una cara de pocos amigos. —Pedí un taxi ¿se puede saber dónde está? —Le di vacaciones hace cinco minutos —volteó fastidiado sus ojos y más ante el imperioso sol veraniego del país. Le extendí un vaso con nuestro buen amigo Jack y ambos bebimos sintiendo el fuego quemar nuestras gargantas. —Maldito bastardo, cuánto lo extrañe —murmura con mucha placidez. —Ahora no tendrás que extrañarlo más. Le hice una señal para que ingresáramos al auto y una vez nos organizamos dejé la botella cerca del freno de mano. —¿Sí sabes que estamos frente a una maldita penitenciaría? —Lo sé, pero ya no eres problema de ellos, así que coloca tu cinturón y deja de fastidiarme que bastante tengo con hacer este viaje a este país de mierda. —No me lo recuerdes, no sé cómo soporté tanto tiempo aquí. No te niego que es lindo para vacacionar, pero el verano es un horror. —Mejor sirve otro trago, si quieres hielo tengo en la nevera detrás de tu asiento. Seguimos nuestro camino por la desierta carretera en lo que él servía los tragos para ambos. —¿Y a dónde iremos? Porque te recuerdo que tengo ciertas restricciones. —Iremos a Melbourne y olvídate de esas idioteces, hablé con un abogado ya que despedí al imbécil que te representaba y este consiguió sacarte hoy, respecto a la condicional, acordó algunas cosas en tu nombre para ejecutar un buen plan a nuestro favor —ríe negando con su cabeza. —No me extraña que hicieras eso, aunque no entiendo por qué no lo hiciste antes si sabías que llevaba varios meses en ese lugar. —Es porque me encontraba en otro asunto y no me enteré sino hasta hace un par de semanas —respondí bastante tenso, fastidiado. —¿Qué asunto? Guardé silencio sin apartar mi vista de la carretera, los recuerdos de todo lo ocurrido vinieron cual avalancha y esta vez mis voces fueron a mi favor impidiendo que me ahogase de nuevo en la locura. —Son dos horas de viaje hasta Melbourne y de ahí a saber qué pasará después, así que tengo tiempo suficiente para que me cuentes una larga historia. —Ahora no Ismael, mejor saborea tu libertad en silencio —sentencié lúgubre. Ismael No insistí más al ver cuán afectado se encontraba por lo que sea que le haya ocurrido. Continuamos cerca de una hora de viaje en total silencio y en la siguiente hora cuando sentí todo un poco más ameno le pregunté a dónde iríamos, pues creí que nos quedaríamos en algún departamento de la ciudad, pero él me informa que llegaremos al aeropuerto donde tenemos un vuelo privado esperando por los dos, cortesía de Marcus. —¿Desde cuándo Marcus tiene un avión privado? —pregunté desconcertado. —Hace un par de años. —Se nota que me distancié demasiado de ustedes. —Tal vez si te hubieras dedicado a trabajar para una compañía como todos los mortales en vez de trabajar para el gobierno, no habrías estado tan lejos de nosotros y no te habrías perdido de tantas cosas. Típico de Oz, siempre tiene que dar directo en la yugular. —Lo sé —solté con cierta amargura. —Al comienzo lo vi como una excelente oportunidad hasta que empezaron a trasladarme demasiado entre ciudades y luego a entre países, pero nunca dejé de pensar en ustedes. —Igual sé que te has puesto en contacto con Travis. —Sí, a veces cuando estaba en Inglaterra o sus alrededores me gustaba visitarlo, es lo más cerca que podía estar de toda la familia y él me alegraba mucho con sus historias. —¿Qué tanto te comentó? Se me hizo extraña la forma en que pronunció la pregunta pues su voz sonó un poco oscura. —Me contaba cómo estaban todos, acerca de su escuela, luego la universidad y un poco de su día a día —no hubo ningún comentario, pero sí fruncía el ceño pesadamente pensando algo en especial. —¿Hay algo que deba saber? —Supongo que no. Se me hizo extraña la actitud de él, pero conozco a mi hermano y sé que algo lo atormenta profundamente, así que opté primero por alejarnos de este país lo antes posible, igual sé que el sol no es la mejor compañía para él quien prefiere los lugares fríos, pues lo primero empeora su carácter. —¿Y a dónde viajaremos? —pregunté cambiando el tema y quizás el ambiente pesado. —Trabajarás para mí de ahora en adelante con un permiso especial que te consiguió el abogado y también vivirás una temporada conmigo en Suiza donde pasarás el tiempo restante de tu libertad condicional. —¿Contigo? ¿y qué carajos haré contigo en Suiza? —Serás mi asistente, es mejor que ser mecánico en algún taller de Australia. —Supongo que sí. Llegamos pronto al aeropuerto por una ruta alterna que él tomó y tal cual lo dijo, un avión privado estaba esperando por nosotros en el hangar, él habló con una mujer, bastante sexy he de admitir, y subimos acomodándonos en los respectivos puestos. Al poco tiempo del despegue sentí los ojos pesados, creí que sería por estar tanto tiempo en la cárcel y el encontrarme en un lugar tan cómodo que mi cuerpo se dejaba llevar después de un buen tiempo, así que él me indicó que fuese a una habitación para dormir, igual sería un vuelo de casi quince horas y llegaríamos en la mañana a Suiza. (…) —Señor Friedman —escucho una voz a lo lejos. —Señor Friedman es hora de despertar. Abrí mis ojos suplicantes por más horas de sueño encontrándome con la sensual azafata que habló con Oz cuando llegamos al hangar. —¿Qué pasa? —pregunté con pesadez. —Dentro de dos horas aterrizaremos, si lo desea puede darse un baño y cambiarse, en el perchero dejé ropa para usted junto al calzado y un abrigo, el señor Oz dijo que lo esperaría en su asiento. —Gracias… amm… —Soy Lucy, si desea algo más no dude en solicitármelo. —Gracias Lucy, pero a no ser que tengas un vaso de Jack y una amiga con la cual matar las ganas, creo que no necesitaré nada más —ella cambia su faz cordial a uno de picardía. —El vaso de Jack está al lado suyo servido señor Friedman y no tengo una amiga, pero bien puedo cumplir ese rol si lo desea. Examiné su curveado cuerpo deleitando la vista, ella me entrega el vaso embriagándome seductoramente con su sonrisa y lanza su mirada hacia la sábana que cubre mi cuerpo, y de paso mi erección. —¿Requiere de mis servicios señor Friedman o desea que me retire? —¿Esto va incluido en el servicio o corre por mi cuenta? —Es parte del servicio. —De acuerdo, deja voy al baño y así puedes ponerte cómoda. Prácticamente el tiempo que tenía lo usé desfogando mis ganas en ella, una mujer cuya experiencia me dejó atónito y sé que no era solo por el tiempo en prisión sin estar con una mujer, sino que en verdad era muy buena en lo que hacía. Después de ducharnos juntos (con otra buena cogida) y cambiarnos, llegamos a la cabina frontal donde estaba Oz sentado bebiendo en lo que veía por la ventana, me senté frente a él disfrutando del vaso que estaba servido y torna su atención hacia mí con una sorna sonrisa. —¿Te atendieron como debían? —Mejor de lo esperado. Ella llega con nosotros sirviendo un poco más de whisky en nuestros vasos y Oz toma su mano atrayéndola hasta él donde le susurra algo al oído que no alcanzo a escuchar, mas ella asiente y se retira lanzándome una mirada muy sensual. —Me alegra que disfrutases de su compañía, ella es una vieja conocida y por suerte logré traerla a este vuelo antes que firmara un contrato con una aerolínea. —Creí que trabajaba para Marcus. —No, para él no… pero sí para alguien cercano —murmuró lo último perdiéndose de nuevo en sus pensamientos. Al cabo de una hora, una vez aterrizamos, llegamos al pent house de él ubicado frente al río Sihl, era una zona bastante tranquila pese a tener buen comercio alrededor, el clima es agradable y su casa muy lujosa y a la vez sencilla, algo muy propio en él. Oz nunca fue alguien de gustos costosos, pero decía que prefería invertir en lugares de este tipo únicamente por la panorámica, lo cual ocurrió cuando compró su pent house en Manhattan hace varios años, él odiaba esa isla, pero la panorámica desde su balcón es algo de otro mundo. —Usa la habitación del fondo a la derecha, yo me encontraré al frente por si necesitas algo —menciona señalando un pasillo. —también toma lo que necesites, alcohol, comida, implementos de uso personal, en la habitación también encontrarás ropa para ti de todo tipo, igual si necesitas algo no dudes en pedírmelo. —Buenos días y bienvenido señor Oz, señor Friedman —habla una mujer mayor quien sale de la cocina a lo que ambos respondemos el saludo. —Ella es Annie Hingis y es la encargada de cuidar esta vivienda, por lo general está de lunes a viernes hasta las cuatro de la tarde, así que si necesitas algo no dudes en pedírselo. —Un placer señora Hingis, quedo en sus excelentes manos —hablé entre formal y seductor. La mujer se ruboriza colocando una tímida sonrisa que me conmueve un poco, pese a las canas y la edad se nota que en su juventud fue una mujer muy hermosa, con rasgos delicados que resaltan entre sus ojos azul claro. Ella nos indica que el desayuno está servido y le entrega a Oz la correspondencia además de informarle sobre algunos recados, después pasamos al comedor donde él me dice que saldremos ese día al Linden Hospital, lugar donde ha trabajado toda su vida en el área investigativa junto a Borson. Luego de un par de llamadas que él hizo nos trasladamos al lugar, dedicándose a explicarme todo el día cuáles serían mis funciones, pago, entre otras cosas referentes al trabajo, además de empezar en forma revisando algunos archivos confidenciales en lo que él me explicaba lo que quería hacer y cómo podía ayudarlo. Así, llegó el atardecer y con ello nos dimos un descanso hablando de otras cosas, tiempo el cual aproveché para salir de algunas dudas. —¿Dime realmente de qué va todo esto Oz? Porque sé que no me traerías acá sin motivo alguno. —Ya te lo dije, es mejor esto que Australia y era más fácil librarte de esos pacifistas que de algún canguro, aunque sería más interesante. —Sí bueno, no olvides también los cocodrilos. —Eso sería el doble de interesante, pero también te traje acá para hacer que el gobierno te perdiera de vista, por eso alguien se hará pasar por ti en Australia mientras tú te quedas conmigo acá investigando todo el asunto que te llevó a la cárcel hace meses. —¿Cómo te enteraste? —Livi, ella recibió una llamada de Travis diciendo que hace mucho no te comunicabas con él y ante tanta insistencia contratamos a un investigador privado para dar contigo. —¿El sujeto sigue con vida? —pregunté a sabiendas de lo que es capaz el gobierno. —Sí, terminó un poco golpeado, pero lo encontraron a tiempo y le dimos una indemnización por sus servicios. —Maldita sea. ¿Y qué hay de mi familia? —Ellas están bien, por desgracia sabes que Linda no se lleva bien con nosotros y optó por desaparecer un tiempo con las niñas. —Dime que pudieron encontrarlas con vida —mencioné angustiado. —Sí, ellas fueron las primeras que encontramos, están viviendo en casa de una prima suya en Montana. Aunque sentí alivio al saber que estaban bien y con vida, no pude evitar sentir también cierto fastidio al saber que ella se encontraba en ese lugar. —Isma, ¿por qué nunca le dijiste nada a Linda? Ella pasó todos estos meses angustiada pensando que te habían asesinado —inhalé profundamente al recordar los acontecimientos. —Porque no quería que las encontraran, cada noche desde que me encerraron creí que me asesinarían y estuvieron a punto de hacerlo un par de veces, pero sabía que debía permanecer incomunicado de todos o algo peor podría pasarles. —Algo así me imaginé. Y… ¿deseas hablar con ellas? —La verdad me gustaría hablar con mis hijas, porque ahora no estoy para una discusión con Linda. Él toma el teléfono y al cabo de unos segundos oprime un botón. —¿Hola? —mi corazón se acelera sacándome una ilusoria sonrisa al escuchar su dulce voz. —Hola —Oz asiente para que hablé con confianza. —¿Cariño? Soy yo, papá. El estruendoso grito de felicidad de mi bella Norah llamando a su hermana me saca una alegría que anhelaba tener desde hace meses, tanto así, que incluso una lágrima amenazaba con salir, entonces mi pequeña habla al otro lado con su hermana quien parece acercarse y colocan el altavoz. —¿Papá en serio eres tú? —pregunta Jade entre nerviosa e ilusionada. —Sí mi pequeña, soy yo. ¿Cómo están? —Bien, te extrañamos demasiado, pensamos que algo muy malo te había pasado porque mamá y la prima Carmen no hacen más que hablar mal de ti —menciona Norah un poco triste haciéndome sentir muy mal solo de pensar en todo lo que habrán vivido allá. —Pero nosotras sabíamos que volverías, porque vas a volver con nosotras ¿verdad? —pregunta Jade estrujándome el corazón. —Sí mis amores, pero todavía no sé cuándo, por ahora les comento que estaré viviendo con su tío Oz, así que no me encontraré solo y podré llamarlas más seguido. —¿El tío Oz está contigo? —pregunta Jade en el acto con gran ilusión sacándonos una risa a ambos. —Así es pequeña —contesta él. —no creerás que dejaría a tu padre metido en la ratonera en la que estaba. —¿Cómo que ratonera? ¿Qué hacías con los ratones papá? —pregunta Jade desconcertada. Por eso amo a mis hijas y su inocencia, siempre saben cómo hacerme feliz. —Estaba trabajando con ellas hasta que tu tío me descubrió y me sacó de allá dándome un fuerte regaño —contesté siguiéndole la corriente. —Menos mal, y no deberías irte así, al menos podías avisarnos o llamarnos como siempre —riñe ella un poco molesta, pero sé que igual no ha borrado su dulce sonrisa. —Lo siento mi amor, pero donde estaba no tenía cobertura y las llamadas eran imposibles, pero ya no será así y de ahora en adelante las seguiré llamando, solo les pido que no le digan nada a su madre, debe ser un secreto entre los tres por ahora. —No te preocupes papi, nosotras te guardamos el secreto y puedes seguirnos llamando a esta hora que es cuando estamos en receso en el colegio, así nadie se dará cuenta —y cómo no amar a Norah por la complicidad que manejamos. —Gracias preciosa, igual veré cuándo me comunico con ella para dejarla más tranquila y hacerle saber que nos veremos después. —Está bien, pero no tardes mucho, te extrañamos. —Y yo a ustedes, mucho, mucho, cuando nos veamos otra vez haremos muchas cosas juntos, ya lo verán. —¿Lo prometes? —Sí, lo prometo, ahora las dejo para que sigan disfrutando de su descanso, hablaremos mañana un ratico más los tres. Ellas se despiden de nosotros muy felices enviándome muchos besos y diciéndome lo mucho que me quieren, lo que me saca algunas lágrimas en cuanto Oz cuelga la bocina. —Gracias por dejarme hablar con ellas. —No te preocupes, sé lo que es estar distanciado de tus hijos. —Ahora con mayor razón necesito limpiar mi nombre y regresar con mi familia. —Tú tranquilo que para eso estarás aquí trabajando conmigo, te pondrás en contacto con algunas personas que te ayudarán en lo que necesites para que no salgas de la ciudad y termines exponiéndote, también podrás hablar con tus hijas desde este teléfono o el de la casa, ambos están con una línea especial y el móvil que posee Norah se lo di hace una semana cuando fui a visitarlas, algo que obviamente desconoce Linda. —Gracias Oz, una más que te debo. —Solo recuerda que tu libertad aun pende de un hilo y al mínimo error las consecuencias pueden ser garrafales.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD