157. LOBOS EN LONDRES

2375 Words
Oz Hoy el diablo por fin me abrió las puertas de su casa, pero para mí, un mortal que ya había recorrido el laberinto de su jardín siendo perseguido por el minotauro hasta ser devorado por su insaciable hambruna, ansiaba más. Ahora era un demonio solitario en búsqueda de información para incrementar y saciar mi sed de poder y ese imbécil fue la demostración perfecta para hacerlo, en especial, porque llegué a reconocer a más de uno pese al antifaz. Lo mejor de todo, fue que muchos no hacían más que preguntarse entre murmullos quién era el osado (o el idiota) que se exponía frente a los lobos a la vez que hablaban de lo ocurrido con el sumiso que seguía a mi lado, siendo Harold y Philip los no me quitaban la mirada de encima, así como en otra mesa se encontraba Grosver en compañía de otro grupo muy prometedor de la alta alcurnia, pero cuando digo alta me refiero a la nobleza de Gran Bretaña. Durante el tiempo transcurrido permanecí en completo silencio escuchando las historias de los invitados sobre el cómo llegaron aquí, qué esperaban del lugar, experiencias de los residentes como mis zarigüeyas y lo que podríamos encontrar, pero la última frase de Carlx incitándonos a descubrir piso a piso el lugar, me hizo preguntarme si en verdad había algo más que sexo aquí. —Estás muy callado ¿Acaso The Sinner no llena tus expectativas? —jocoso, preguntó Harold. —No necesito verme como un niño en parque de diversiones para encontrarme satisfecho con algo, así como tampoco debo demostrarle nada a nadie, menos a ustedes. Un sutil gesto que conocía bien se hizo presente, el movimiento de su cuello que siempre hacía cuando algo no le gustaba o se encontraba demasiado estresado. En ese momento recibimos la compañía de Grosver junto a dos hombres y cuatro mujeres más. —Asmodeo, ya es hora —ordenó Grosver a Carlx. —Bien caballeros, como invitados les haré un recorrido por el lugar junto a ellos y al final les daremos una demostración especial de la casa, así que no coman nada en el camino y mantengan las manos en los bolsillos, y si desean quedarse en alguno de los pisos antes de finalizar el recorrido son libres de hacerlo. En efecto, transitamos la mansión conociendo las diversas salas siendo el primer piso donde el sexo y el placer se manifestaban de múltiples formas, pero nada sorprendente a mis ojos. Bailes, voyerismo, bondage, sadismo, masoquismo, sumisión y dominación en múltiples formas, sin embargo, en el segundo piso, se encontraban prácticas más extremas como el bugchasing, chemsex, fisting, slamsex, coprofilia, electrofilia, hematolagnia, entre otros. —¿Y qué hay en el último nivel? —preguntó el hombre del bastón. —El último nivel posee una combinación de todo lo que han presenciado y escuchado hasta ahora anexo a prácticas más… inhumanas, por así decirlo. —Querrás decir; ilegales —intervine, asintió. —Si es el caso, entonces me quedaré en el primer piso a disfrutar la prueba gratuita —comentó Steve, Carlx le asignó un acompañante que lo dirigió al lugar igual que hizo otro invitado, aunque este solicitó ir al segundo piso. Con el dúo lejos, Carlx usó una llave de cobre para la puerta final, comenzando el recorrido por lo más mórbido, asqueroso y diabólico visto hasta ahora, solo las verdaderas bestias podrían estar aquí y más temprano que tarde descubrimos que si todas las practicas previamente vistas eran salvajes, estas eran peores al estar acompañadas por el rosebud, zoofilia, acrotomofilia, somnofilia, en fin, prácticamente todas las parafilias “ilegales” eran posibles de encontrar. Es entonces que llegamos a una puerta donde descendían unas escaleras en espiral y continuamos por este camino sin Carlx responder a las preguntas que le hacían, pero Grosver y Harold parecían dos hienas hambrientas babeando por el banquete que les esperaba y llegados al final encontramos una bifurcación. Carlx entregó a cada invitado una bolsa y recorrimos el extenso pasillo izquierdo donde había enormes vitrinas que permitían divisar el interior, fue entonces cuando descubrimos el uso de la bolsa al ser testigos de cómo violaban, torturaban y asesinaban brutalmente a cuanto animal o persona tuvieran en sus manos, no importaba la especie, el sexo o la edad, ni siquiera los chillidos suplicantes de las víctimas, lo único que importaba era la satisfacción de la persona que pagaba por dicha atrocidad. Llegados a cierto punto, encontré a un hombre que se estaba masturbando mientras repasaba una pequeña sierra eléctrica por la pierna de un niño, el pequeño gritó con todas sus fuerzas y aunque tuve ganas de vomitar al recordar todo lo que me hizo Westley, no lo hice, no les daría el placer de mostrarles los horrores de mi pasado. —¿Disfrutando la función? —preguntó Harold, quien fue el único que quedó a mi lado mientras los demás se encontraban en la puerta al final del pasillo esperando por nosotros. —Dudo que lo disfrute más que tú, Bechamms —giró abruptamente su cabeza hacía mí al saber que lo había descubierto. —¿Cómo… lo supiste? —Bechamms —susurré al oído provocándole un escalofrío. —necesitas más que un antifaz grande para engañarme, pero sigamos, es de mala educación hacer esperar a los demás. Continuamos, y al cruzar la puerta encontramos un pequeño anfiteatro para quizás unas cien personas con palcos privados en la zona superior e inferior, varios invitados ya se encontraban en sus respectivos puestos en lo que nosotros nos dirigimos a un palco superior, a excepción de Harold y Philip quienes fueron escoltados por dos mujeres fuera del lugar, a su vez, Grosver tomó un camino diferente al de ellos que lo dirigiría al escenario, según dijo Carlx. —Imaginé que tu amigo no soportaría tanto, así como también creo saber lo que pasará contigo cuando salgamos de aquí. No respondí nada enfocando mi completa atención en el escenario donde apareció Grosver sin su saco, abría uno a uno los botones de su camisa caminando con mucha elegancia hacia el centro mientras aparecía desde abajo un hombre semidesnudo, gritaba a todos que lo ayudásemos, lloraba y temblaba igual que un animalillo en el bosque. Grosver, con su torso y pies al descubierto, revisó las armas que tenía al costado derecho e izquierdo, tomó un estuche con varios cuchillos de entre diez y quince centímetros y uno a uno los fue clavando en diversas partes del cuerpo, llegando a atravesar la carne en su totalidad cuando quedaban en sus brazos, pero para mí, que conocía perfectamente la anatomía del individuo, sabía que algunos estaban en puntos vitales y mientras se mantuvieran en su lugar, la víctima tendría probabilidades de sobrevivir para ser sometido más tiempo. —Sí llegué a escuchar de lugares donde celebraban este tipo de eventos, pero jamás vi algo igual. —Esa es la característica de aquí, por eso no cualquiera puede llegar y menos sin una invitación. —No me sorprende considerando que nos vendan los ojos en todo el camino —interesante ¿Qué habrá motivado a Carlx a no hacerlo con nosotros? —¿Y cuál es su nombre? —preguntó el hombre del bastón señalando a Grosver. —Aamon es su nombre y hasta ahora no hay nadie que lo supere, es el más cruel y sanguinario de todos —comentó con un dejo desafiante que reforzó al verme, pero apenas y lo observé de reojo en silencio. Durante los siguientes minutos apreciamos a Grosver atravesarle dos espadas a su víctima cortando los pies desde los tobillos, anexo a los cuchillos clavados previamente, después tomó un frasco grande y derramó cientos de hormigas que comenzaron a devorarlo lenta y dolorosamente, pero no conforme, enganchó algunos cuchillos a unas cadenas, se alejó unos dos metros aproximadamente y haló con fuerza hacia él haciendo que se desangrara, pero no en sus puntos vitales, así que prácticamente le abrió varias entradas a sus esclavas para que se deleitaran de adentro hacia afuera mientras él seguía con vida. Sin embargo, la mejor parte fue el final, ya que después de arrojar las cadenas tomó una espada abriendo al sujeto en el torso logrando esparcir todo su interior en el suelo, haciendo que el hombre del bastón no soportara más y devolviera el desayuno de hace dos días. Carlx ordenó a su ayudante que auxiliara al sujeto y me dio una señal para que saliéramos del lugar, retomamos el mismo camino por el cual vinimos y tomamos un ascensor oculto a la vista de los invitados que estaba junto a la escalera de espiral. —¿Qué te pareció todo? ¿Pude compensar el desastre en tu cumpleaños? —preguntó Carlx en lo que retiraba su máscara. —Solo la mitad, ya que me privaste de mi trago durante el espectáculo —respondí sin interés. —Eres el segundo que me dice eso. —Adivinaré, Grosver fue el primero —frunció el ceño sin creer que descubrí la identidad de él, pero después relajó su semblante. —Vamos —señaló el camino con su mano al abrirse las puertas del ascensor. Llegamos a una oficina con vista panorámica a un cementerio que había al oriente de la mansión, seguido de un jardín en forma de laberinto en el sur. Carlx sirvió mi vaso de Jack y nos sentamos en unos sillones frente a la chimenea. —Debo reconocer que creí que te inmutarías al menos en el último nivel, así como también me sorprendió que Steve soportara tanto. —Es tan curioso como su padre, por eso lo hizo, pero no quiere decir que esté de acuerdo con las prácticas vistas en el segundo piso. —Lo sé, pude percibirlo. ¿Y qué hay de ti, crees darle la talla al lugar? —quedé en silencio mirando el vivaz fuego frente a mí. El sonido de la madera quemándose y las pequeñas chispas volátiles brincando eran hipnotizantes, Jack atravesó mi garganta como si de una caricia se tratase y saqué mis cigarrillos obsequiando uno a Carlx. La primera calada fue particular al estar acompañada del aroma de la madera, pues se notaba que era olivo por las notas tan delicadas que tenía. —Debo reconocer que eres una caja de sorpresas a la hora de dar espectáculos, pero este lugar no es nuevo para mí. —¿A qué te refieres? —No creerás que te había ayudado en el dilema del atentado sin investigarte, ¿o sí? —silenció anonadado. —Me tomo mi tiempo Carlx, pero soy quisquilloso en mis investigaciones y llegar aquí no fue difícil, asimismo, no importa cuánto solicites las cámaras de seguridad, nunca me verás en ellas, aunque sí reconozco que la primera vez que vine fue imposible acceder a la mansión. —Por eso no te sorprendiste al ver el cementerio… —murmuró. —Así es, solo tengo una pregunta que no he podido sacarme desde aquella vez… ¿Por qué tienes un sector especial para los menores? ¿Cargo de consciencia tal vez? —mi voz fue neutral, pues no era un tema agradable para mí. —Sí —suspiró y dio un largo trago a su bebida rellenando nuestros vasos. —El último nivel es el que más odié abrir, pero la demanda fue muy alta y en aquel entonces era un novato, así que varios lograron manipularme con facilidad siendo Grosver uno de ellos. —¿Y por qué accediste cuando sabías que este no era el único lugar donde podían hacerlo? —Sé que sonará hipócrita, pero la primera vez que vi lo que hacían con los niños fue algo que me caló profundamente y creí que quizás dejándolos en un campo santo podría darles una especie de liberación. —Al menos reconoces que eres un hipócrita —se levantó caminando hacia la ventana que da al laberinto y le seguí en silencio apreciando la panorámica. —El sector del cementerio es para los adolescentes a partir de los doce años, pero en las profundidades del laberinto, donde reposan las flores blancas, descansan todos los niños de once años o menos —derramó una lágrima reflejando la enorme culpa que lo carcomía. —Yo mismo me he encargado de darles sepultura desde el primero que pisó la mansión. —¿Puedes dormir a sabiendas de lo que pasa aquí? —No he dormido desde que abrí este lugar, ya que fue a los pocos meses que reconstruí el calabozo para el deleite de ellos. El silencio envolvió de nuevo la habitación y él limpió la lágrima de su mejilla dándome una señal para volver a los sillones —¿Y ahora qué sigue? —pregunté. —Eso dependerá de ustedes, confiaré en que ninguno revelará nada de lo que ocurra si deciden irse, pero si deciden quedarse, me gustaría que primero me dieras una muestra real de quién eres Oz y no me salgas con alguna estupidez en el primer piso. —La experiencia hace al maestro —levantó una ceja dándome la razón, ya que eran obvios los motivos de su solicitud. —Está bien, escoge el tipo de espectáculo y te daré lo que quieres. —Entonces cámbiate para que no ensucies la ropa nueva y regresaremos al último nivel —señaló un perchero que tenía una bolsa. Esta vez vestí con pantalón, zapatos y camisa blanca, volvimos al anfiteatro el cual estaban limpiando con dos mangueras en lo que un hombre de dos metros de alto retiraba el cadáver de otra víctima. Nos desviamos por un pequeño pasillo llegando a un camerino donde se encontraban algunos integrantes cambiándose y un par más tenían sexo, entretanto, quedamos en la entrada esperando a que nos dieran la señal para ingresar. —¿Estás seguro que no quieres el antifaz para no ensuciar tu rostro? —preguntó sarcástico. —¿Nunca escuchaste los trucos de belleza de Erzsébet Báthory? Deberías saber que son excelentes para la piel —respondí jocoso riéndonos un poco. —De acuerdo, tendrás cinco minutos para hacer lo que quieras con tu oblación, o sacrificio, pero finalizado el tiempo no podrá estar muerto. —Perfecto, entonces no hagamos esperar a los buitres.
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