5. CAÍDA EN LA OSCURIDAD

3711 Words
Tuve una semana pesada en el hospital, pero lo de hoy fue caótico, parece que la muerte tuvo una larga lista para este día. Hubo un accidente bastante fuerte en horas de la tarde entre un autobús y una camioneta, dieciocho personas heridas, siete de gravedad y cuatro fallecidos, o al menos al comienzo porque en el transcurso de las horas fallecieron dos más. A altas horas de la noche llegó una ambulancia con una mujer herida, también vino su hermana, la madre de ambas y dos pequeños que eran hijos de la paciente, hubo una disputa doméstica con su esposo resultando ella malherida y con él en la cárcel. Por poco pierdo a la paciente, pero logré salvarla a tiempo y ahora se encuentra en una habitación junto a su hermana que se quedó acompañándola. Después de eso no pude seguir un minuto más en urgencias, el haber conocido a esa pequeña, recordar un poco mi pasado mientras viajábamos y ahora esto… parecía una mala pasada del destino el querer revivir esas memorias en mí. Fui a mi oficina y aseguré la puerta, un vaso de whisky y la vista de la ciudad era la compañía que tenía para esa tragedia, una que desenterraba otra parte de mis tortuosas memorias. (…) Oz (13 años) Desperté en el cuarto del hospital, me dolía todo el cuerpo, pero igual traté de sentarme. —Tranquilo, ve despacio o abrirás los puntos. Vi el rostro de Ismael, se veía demasiado mal y eso solo me preocupó más. —¿Cómo está ella? —pregunté, sus ojos cristalizaron y algunas lágrimas brotaron. —Está en cuidados intensivos, la herida perforó el pulmón y no creen que se salve… Yo… lo siento mucho Oz —me dolió saber eso, pero no entendí lo último. —¿Por qué te disculpas? —Terminaste en todo este problema por mi culpa, si no te hubiera pedido que te quedaras no te habría pasado nada, además de que estás aquí porque yo te lastimé y lo lamento mucho. —No entiendo ¿De qué hablas? —Cuando mi… cuando él te arrojó hacia mí, te lastimé con el cuchillo sin querer, pero no te diste cuenta y por tu ropa negra tampoco supimos que te estabas desangrando, el médico dice que la adrenalina no te hizo sentir el dolor hasta el momento que te desmayaste. Maldición… Intenté ser razonable y calmar un poco su angustia, igual no tenía responsabilidad alguna por lo ocurrido. —No fue tu culpa Ismael, todo esto lo provocó ese infeliz por lastimarlos, ahora lo importante es que ella se salve, pero… ¿Qué pasó con él? —frunce bastante el ceño mirándome con preocupación, lo que me descoloca un poco más. —¿No lo recuerdas? —¿Recordar qué? —Después de que mamá cayera desmayada, tú te levantaste y luego te fuiste contra él, terminaron en la cocina y lo apuñalaste múltiples veces ¿En serio no lo recuerdas? Negué en silencio intentando recordar, pero una fuerte punzada en mi cabeza se atravesó obligándome a cerrar los ojos rápidamente, un mareo se hizo presente y las imágenes comenzaban a llegar poco a poco. —No, no, no, no, no, eso no es verdad, yo no pude hacerlo ¡Dime qué le pasó a él! —grité eufórico. —Él murió Oz, cuando los paramédicos lo fueron a atender ya no había nada que hacer. —No, te equivocas, yo no soy un asesino, no soy… no lo soy. El aire comenzó a faltarme, estaba hiperventilando, todo me daba vueltas, el dolor de cabeza se hacía insoportable y mis voces me torturaban con muchos gritos, me llamaban asesino, psicópata, era insoportable todo esto. Ismael llamó por ayuda, debieron contenerme porque perdí el control hasta que lograron sedarme perdiendo el conocimiento nuevamente. A los pocos días supe que Becca falleció, por mi culpa dos personas murieron esa noche siendo una inocente, él quedó solo y a manos de un pariente lejano que no le importaba mucho su bienestar. Por mi lado las cosas también se pusieron peor, pues al ser menor de edad llamaron a mis padres y debí volver a casa con ellos, me dejaron tranquilo unos días, pero la siguiente semana fue una tortura. Entre las voces de mi cabeza gritándome miles de cosas, las imágenes de esa noche repitiéndose una y otra vez, los gritos y golpes entre mis padres, además de las veces en que lo escuchaba violándola, todo se hacía insoportable para mí, me encerraba en la ducha cubriendo mis oídos intentando escapar de esa realidad, pero eso solo sería el comienzo. Dos semanas más pasaron, había cumplido catorce años y entonces otro puñal atravesó mi vida desatando una oscuridad que acabaría con lo poco que quedaba bueno en mí. El infeliz de mi progenitor entró una noche a mi cuarto, yo tenía la costumbre de dormir en bóxer y con la puerta cerrada, pero no sé si él se las arregló para entrar o fui yo quien olvidó asegurar mi alcoba. Me desperté sintiendo algo pesado sobre mí y al girar mi vista, estaba bocabajo con él encima mío, sus manos se pasearon por mi cuerpo, mi corazón se agitó frenéticamente ante el miedo al sentir su mano bajando la tela, intenté zafarme rápidamente, pero no pude, pesaba mucho. —¡Quédate quieto! Te creíste muy inteligente al haber escapado, pero ahora tendrás que deleitarme por todo este tiempo de ausencia —pronunció tan lascivo y perverso que heló mi sangre, mas no mi mente. No sé qué mal estoy pagando en esta vida para tener que padecer tal suplicio, pero no quería más esto, no soportaría una cosa más en mi vida. —¡Quítate! ¡Déjame en paz! —grité y me removí entre las sábanas intentando salir a como dé lugar. Él reía de una forma perversa, traté por todos los medios de quitarlo y en vez de conseguir eso, recibí un golpe en mi cabeza muy fuerte dejándome inconsciente. No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando desperté no tenía ropa, las sábanas estaban manchadas de sangre, tenía heridas en mi cuerpo y el dolor era insoportable tanto física como mentalmente. Me costó algún tiempo moverme para ir al baño, la casa estaba en silencio, así que debía ser viernes que es cuando ellos desaparecían para drogarse y tomar en el bar hasta el lunes. Con mucho esfuerzo logré llegar viendo mi cuerpo malherido en el espejo, me dolía llorar, pero necesitaba hacerlo para sacar un poco esta pesadumbre de mi alma. Me bañé bajo el agua caliente aumentando mi dolor, entonces pasé a la fría siendo lo único que apaciguaba un poco esto. Me quedé en la ducha alrededor de una hora, lloré todo lo que pude bajo el agua y luego me cambié, tomé mi mochila con unas pocas cosas y salí con navaja en mano rumbo al bosque. Caminé por horas derramando esas lágrimas que quedaban, me vaciaba para dejar únicamente al dolor y el odio ahogarme. Llegué a lo alto de una colina y seguí el río dejándome llevar por el sonido, algo había en el eco de la corriente que me atraía, tal vez era la música anunciando mi accionar. Levanté el filo de la navaja y comencé a hacer cortes en mi brazo recordando toda mi maldita vida junto a mis progenitores, los eventos ocurridos en casa de Ismael y la última violación que sufrí hace poco por parte de ese bastardo. Caminé con la corriente a la vez que mi navaja se paseaba en mi piel, entonces llegué a la muñeca y supe que era momento de hacer un corte más profundo y alargado. Cuando estaba a punto de presionar la punta contra mí, algo me detiene, me fijo en el abismo que hay bajo mis pies y siento algo llamarme a la distancia. Levanto mi rostro divisando el horizonte que anuncia el amanecer, esos tonos negros, violetas y aquellas franjas naranjas contrarrestando… era hermoso, es como si el cielo se incendiara quedando a la par con el dolor de mi alma y por primera vez no quise estar solo. —Desearía que estuvieras conmigo, desearía estar aquí contigo viendo este momento, necesito un abrazo tuyo, un beso, tu compañía, necesito saber que no estoy solo. Dije en voz alta a un ser inexistente mientras mis lágrimas brotaban, pero ya no como antes, pues sentía que había sacado casi todo hace unos minutos, esto en cambio era el último anhelo de un ánima en deceso. Volví a ver el horizonte perdiéndome en la sensación que me generaba, di unos pasos atrás donde solté mis cosas y retiré mi ropa por completo, mi cuerpo me dolía, pero tal vez si dejaba que entre el fuego y el agua me ayudasen, lograría aliviar esto tan horrible que es mi vida. Di un último respiro y corrí impulsándome en ese último paso previo a caer al abismo, sentía que moría siendo libre. Recordé la sonrisa de ella cuando estaba en mis brazos y mi alma sonrió, mis labios no lo hicieron pues en ese momento impacté en el agua dejándome llevar por las profundidades. Ahí se fue el dolor, ahí murió el pasado, ahí permití que mi lado más oscuro comenzara a vivir; olvidándome para siempre de aquel chico que quizá alguna vez tuvo algo bueno en su corazón. (…) Al cabo de una semana que estuve recuperándome en el bosque consumiéndome por la oscuridad de la noche, iba trazando un plan en mi cabeza, uno que no tardé en ejecutar con el mayor odio del mundo. Esa semana había ido a varios establecimientos para trabajar, conseguir un poco de dinero, comida y también robé algunos utensilios que necesitaría, entre esos un arma que le pertenecía a un sujeto del bar que frecuentaban mis progenitores. Al cumplir ocho días exactos desde que escapé, retorné a ese lugar con todo lo que había conseguido, pero ya no era el mismo, ahora el psicópata era el que gobernaba este cuerpo. Inspeccioné todo el lugar asegurándome previamente de cubrir mi cabello y manos con guantes y un gorro, llevaba ropa negra por si debía escapar a la ciudad y en mi maletín estaban todas las cosas recolectadas. Saqué todo el dinero que había escondido, abrí las boquillas de la estufa dejando que el gas invadiera la casa lentamente, conecté todos los aparatos que había disponibles y organicé algunas cosas en mi habitación. Al caer la noche la que se hacía llamar mi madre llegó primero a casa, todo estaba a oscuras y ella encendió la luz sin percatarse de mi presencia. Caminé con sigilo detrás de ella quien se dirigía a su recámara, sabía que tomaría un baño y ese sería el lugar perfecto. Esperé a que se desnudara e ingresara en la bañera, no tenía necesidad de espiarla puesto que reconocía cada movimiento dentro del lugar. En cuanto la escuché acomodarse abrí la puerta suavemente, ya la había engrasado para evitar el ruido, así que no me escuchó entrar. Se veía tan tranquila, sus moretones se apreciaban a simple vista y un suave gemido salió de ella al acomodar su cabeza hacia atrás. —Si no te conociera diría que te ves hermosa. Ella se removió abruptamente, sus ojos me observaban entre sorprendidos y temerosos, yo estaba sentado sobre la tapa del inodoro. Sabía el motivo por el cual estaba tan asustada y es que mi rostro era literal el de un psicópata, quizás uno peor que el de ese infeliz. —¿Acaso te comieron la lengua los ratones? —pregunté jocoso. —¿Có…cómo entraste aquí? ¿Qué haces en este lugar? —Por la puerta principal igual que tú “mamá”. Me levanté del lugar e incliné mi cuerpo dejando mi rostro tan cerca de ella, que su respiración me asfixiaba. —Solo quiero saber una cosa y prometo que nunca más volverás a verme en tu vida. —¿Qué cosa? —¿Alguna vez me quisiste? ¿en verdad te importé tan siquiera un poco? Y será mejor que no te atrevas a mentirme o las cosas terminarán muy mal. Su labio inferior temblaba, tragó saliva con dificultad y sus ojos se paseaban intentando recuperar el control en sí misma, algo inútil al perderse tan profundo en mi mirada. —Yo… yo… —Tú ¿qué? —No quería que vinieras al mundo, no porque no te quisiera, sino porque sabía que no tendrías una vida feliz al lado de él, llegó a golpearme y violarme cuando estaba embarazada de ti y cuando naciste quise darte en adopción, él se dio cuenta de lo que planeaba hacer, me golpeó muy fuerte, me dijo que nunca te apartarías de su lado y desde entonces se ensañó más conmigo. —Pero al parecer fuiste tan poca cosa para él que necesitó de un niño para deleitar sus más tórridos y asquerosos deseos ¿no es así? —Él siempre tuvo una fascinación con menores, en especial los hombres. —¿Y esa fue tu excusa para permitirle que me lastimara? Esas palabras salieron con un rencor tan profundo que erizó su piel en el acto. El terror se apoderó completamente de ella, ahora era mi presa. —No sabía qué más hacer, no tenía a dónde ir y… —¡Ya cállate! Deja esa basura de excusa barata que no me vas a convencer con eso. —¿Qué vas a hacer? Me levanté, sin apartar mis ojos de los suyos y sonreí como nunca lo hice antes… diabólico, psicótico, delirante. —Cumpliré mi palabra, nunca más me volverás a ver. Retrocedí hasta tomar mi maletín, regresé hasta ella quedando en cuclillas y acuné una mano en su mejilla dejando una suave caricia. —Quizás tengas una mejor oportunidad después para hacer las cosas bien en tu vida y protejas a tus hijos de cualquier malnacido que se les acerque. Uní nuestras frentes, cerré mis ojos dos segundos y los abrí nuevamente viendo los suyos también cerrados. Después de escuchar su respuesta; ella automáticamente selló su destino en mis manos, uno que si bien ya había decidido previamente; fue la forma de ejecutarse lo que ella cambió. Seguí acariciando su mejilla, sus lágrimas caían suaves y su cuerpo tembloroso la traicionaba. Saqué la navaja de mi manga e hice una incisión limpia en su cuello, su sangre brotó manchando mi rostro y manos, hasta mi ropa me atrevo a decir, sus párpados se abrieron de par en par intentando detener la sangre en su cuello. Me alejé de ella unos pasos admirando mi obra en silencio, sin sonrisas ni emociones excepto el rencor y el odio. Su cuerpo se sumergió parcialmente en el agua tinturándola de rojo junto a algunas cosas más a su alrededor. Salí del lugar y volví a apagar las luces esperando por mi última presa, una que no tardó en llegar a casa. Esperé en la oscuridad muy paciente y tranquilo durante dos horas, vi su auto parquear en la entrada e ingresó a la casa encendiendo la luz de la sala, había dejado una cerveza fría y destapada para él, maldijo un poco pensando que fue ella quien la dejó pero igual la bebió sin inconveniente. Siguió su camino sin percatarse de mi presencia y cual depredador hambriento de venganza seguí sus pasos, pero en vez de ingresar con él a la habitación; esperé en el pasillo. Escuchaba sus pisadas rondando el lugar, luego abrió la puerta del baño exaltándose por la escena y salió corriendo hasta encontrarnos frente a frente entre esas estrechas paredes que nos rodeaban. —Hola “papá” —dije entre el odio y la ironía. —¡Maldito seas! estás tan loco como mi abuelo, ve que asesinar a tu propia madre… —No imbécil, ella escogió su destino, yo solo fui el verdugo que ejecutó su sentencia, pero a ti sin duda te tengo otra cosa muy especial, un… ¿deleite? Podría decirse —mencioné lo último maquiavélico saboreando cada sílaba. —¿De qué mierda estás hablando? Trataba de ser fuerte, invencible, pero el miedo lo recorría, sus manos temblaban; mas las mías se mantenían firmes, todo mi puto cuerpo estaba inerte y a la vez alerta. —Te daré una jodida oportunidad de redimirte, puedes venir con tu hijo y arrodillarte suplicando mi perdón o puedes escoger tu camino de siempre. Extendí mis brazos cual Cristo crucificado, la sangre de ella seguía marcando mi cuerpo y mis ojos se clavaron en los suyos, esos que fueron mi tormento miles de noches a lo largo de mi vida. —¡VETE A LA MIERDA! Corrió intentando ingresar en una habitación que ya había cerrado previamente, probó con la del baño del pasillo sin éxito y después la de mi habitación, ingresó en esta y dio un grito desgarrador. Bajé mis brazos dando pasos lentos, saboreaba cada segundo. Asomé mi rostro encontrándolo en el suelo siendo aprehendido por una trampa para osos que sostenía con fuerza su pierna, gritaba y se retorcía del dolor, no hacía más que insultarme y gritar miles de cosas que carecían de importancia para mí. Señalé detrás de él y se giró encontrando un arma el cual intentaba alcanzar desesperadamente. —Si puedes tomarla entonces acabarás conmigo y te librarás para siempre de mí —sentencié. —Ten por seguro que te mataré maldito mocoso, pero antes te fornicaré tan duro que no podrás gritar tu nombre cuando acabe contigo. —Eso espero “papá”. Me quedé apoyado en el marco de la puerta viendo cómo intentaba tomar el arma, retiró su cinturón doblándolo a la mitad logrando alcanzarla, pero al atraerla tanto hacia él activó otra trampa, una que disparó una pequeña sierra modificada que cercenó parte de su brazo, el grito que dio fue tan profundo que por un instante creí desgarraría su garganta. Chillaba, vociferaba mil maldiciones en mi nombre y cientos de amenazas surgían producto del dolor, pero ninguna de ellas se llegaría a cumplir. Saqué el arma que ocultaba en mi espalda y apunté hacia él con firmeza. El primer disparo lo di pensando en todas las veces que me golpeó e insultó a lo largo de los años; este fue directo a la pierna que yacía libre. El segundo disparo lo di pensando en las veces que me violó y obligó a ver cómo golpeaba y violaba a mi progenitora; este fue directo a su entrepierna. Di un tercer disparo directo a su pecho, dos tiros para ser más exactos, quería que muriera lenta y dolorosamente. Saqué de mi maletín una botella llena de vodka y la esparcí en su cuerpo, luego salí por ese pasillo escuchando su voz por última vez, abrí por completo todas las boquillas del gas e hice un camino con el licor restante desde la sala hasta la entrada de la casa. Una vez fuera observé ese lugar, bebí las dos onzas de vodka resultantes y arrojé la botella con todas mis fuerzas a una de las ventanas, finalmente tomé el encendedor desatando el infierno en esa casa. En cuanto el camino de fuego comenzó a correr, también lo hice yo, corrí con todas mis fuerzas y muy a la distancia escuché la explosión, me detuve un instante para ver la obra final. Un nuevo horizonte naranja se iluminaba para mí, por fin era libre de ese tormento, incluso mis voces se callaron admirando la obra que habíamos creado en poco tiempo, una que jamás olvidaré. (…) Pasaron un par de meses donde seguí viviendo en el bosque, recorrí muchos kilómetros hasta llegar a otras ciudades, vivía de lo que cazaba o algunos trabajos que hacía, pero dormía y vivía en general como un animal, como un hombre en su estado más primitivo e incluso disfrutaba dormir desnudo en ese lugar, amaba coexistir ahí. Me encontraba cazando desde hacía un par de horas, hasta ahora no había dado con nada, solo aves, insectos, pero nada interesante, entonces escuché un ruido, lo seguí con precaución hasta que ese algo echó a correr, seguí su rastro y di la vuelta en otra parte haciendo que siguiera un camino que conocía bien. Un freno en seco se hizo presente y levanté mi arma para disparar, me pongo de pie, pero abro mis ojos sorprendido al ver ese rostro frente a mí, me miraba de la misma forma, incluso traía un rifle en sus manos. —Ismael. —Oz. Bajamos nuestras armas y caminamos despacio sin salir de nuestro asombro, hace meses no lo veía, se ve muy diferente. —¿Qué haces aquí? —Lo mismo que tú, de cacería para la cena —digo en lo que ambos repasamos al otro con la mirada. —Te busqué en el hospital, pero me dijeron que te habías ido con… ellos. —No vuelvas a mencionarlos y olvida lo ocurrido —respondo con profundo resentimiento. Seguí mi camino, el solo hecho de verlo revivió un poco ese pasado, pero ya no sentía ganas de llorar, es algo que había olvidado cómo hacer. —Espera Oz no te vayas, por favor hablemos. —La última vez que me pediste quedarme a tu lado terminé dejándote sin un hogar y no pienso permitir que eso vuelva a suceder. —Tú mismo lo dijiste, solo hay un culpable y no somos nosotros. —Aléjate de mí, no es bueno que te relacionen con un asesino —caminé rápidamente, pero él me detuvo en seco con una pregunta. —¿Acaso no quieres verla? Un vacío se alojó en mi estómago y escuché que él se acercaba. —Saliendo de aquí pensaba llevarle flores, ven conmigo Oz sé que necesitas verla, sé que ella estaría feliz de verte, por favor. —Ella no quiere ver al causante de su muerte. —Eso no es verdad, jamás te vio de esa manera, antes de morir pudo despertar unos minutos y habló conmigo, me comentó algunas cosas, entre esas algo sobre ti. —¿Qué te dijo? Caminó poniéndose frente a mí dejando su mano en mi hombro. —Acompáñame y te lo diré frente a ella.
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