Capítulo 1: El terapeuta que no descansa

2061 Words
"Si supieran lo que realmente pienso, correrían." --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Tic Tac Tic Tac Las consultas siempre inician de la misma manera Un saludo en automático, una sonrisa controlada y el aroma familiar a desinfectante que impregna las paredes del consultorio. Seojun ajusta su reloj en la muñeca antes de abrir la puerta, aunque sabe que este acto es más un ritual que una necesidad. Los pacientes depositan su confianza en él porque irradia tranquilidad. Debido a que su voz es firme. Porque su mirada no titubea. Ha construido una impecable reputación. Seojun, el terapeuta que logra que todos se sientan escuchados. Seojun, el que comprende sin juzgar. Seojun, el que permanece desvelado. Pero la estabilidad es una ilusión bien practicada. Cuando cierra la puerta de su departamento, la calma se convierte en carga. El silencio no se apacigua; resuena, se expande, se mete en los rincones. Con un zumbido bajo, persistente y casi humano, las luces del pasillo parpadean. En la cocina, la mesa siempre tiene dos tazas de café. Una de ellas está fría, con la huella de un labio seco en el borde. La otra aún humea vapor. Seojun no recuerda haber servido la segunda. Avanza con pasos cautelosos como si temiera despertar algo. En ocasiones, al pasar frente al espejo del pasillo, se convence de que ve una sombra detrás de su imagen. Una figura que tiene su cara, pero cuyos ojos brillan, llenos de vida y sonrisas. Él lo llama Hyunwoo. Su otro yo. No discute esto con nadie. No lo anota en ningún expediente. No hay registros médicos ni notas clínicas. Solo ese nombre murmurando a la media noche, cuando el sueño no llega y los relojes indican horarios imposibles. Esa tarde, tiene cita con Nari, la paciente número 27. Veinticinco años. Diagnóstico de depresión con tendencias autodestructivas. Había estado mejorando hasta hace tres semanas. Seojun revisa los apuntes en su cuaderno. "Aumento de ansiedad. Desconexión emocional. Alucinaciones visuales al dormir. " La última línea está marcada con tinta roja. No recuerda haberla anotado. Al entrar Hana al consultorio, lo hace en silencio. Cierra la puerta y se sienta en el sofá gris, el mismo donde parece desvanecerse cada relato. Sus ojos ya no titilan. Seojun levanta la vista y le ofrece una sonrisa amigable. —Buenos días, Nari. Ella lo mira con una seriedad poco común. Seojun siente que lo están analizando, como si la paciente lo estuviera evaluando a él. —¿Ha dormido bien, doctor? —pregunta con una voz más segura que nunca. Él parpadea, sintiéndose incómodo. —Lo suficiente. ¿Por qué la pregunta? Ella apoya su mano sobre su mejilla y se recarga. —Porque parece cansado —respondió, inclinando la cabeza—. O quizás no solo se trate de cansancio. Tal vez algo más lo observa. Seojun intenta sonreír, pero siente un nudo en el pecho. Ella prosigue: —Usted también lo ha visto, ¿cierto? El hombre detrás del espejo. El silencio se vuelve palpable. Un escalofrío le recorre la nuca. Seomjun desvía la mirada hacia el expediente. —¿A qué se refiere exactamente? —pregunta, intentando mantener la formalidad. Nari lo mira con una ternura inquietante, como si conociera un secreto. —No lo niegue. Él me habló. Dijo que usted lo conoció antes de conocerme. —Nari, creo que está proyectando su temor... —No —interrumpe con una sonrisa que no es suya—. Dijo su nombre. Afirmó que se llama Hyunwoo. Seojun tragó saliva. Su garganta arde. Cierra el expediente y coloca la mano sobre él. Sus dedos tiemblan. —La sesión finaliza aquí —dice en un tono bajo. Nari asiente, aún sonriendo. Al levantarse, le lanza una mirada que Yunho no logra interpretar. —No podrá ocultarlo para siempre—susurra, golpeando la puerta con los dedos—. Él ya eligió a quién mostrar su presencia. La entrada se cierra, y el sonido de su voz resuena en el ambiente. Seojun expulsa un suspiro de nervios, golpeando el lápiz sobre su escritorio, observando la puerta por donde su paciente ya se había marchado. La ventana se abre de repente con el viento brusco. Seojun sintió un escalofrío recorrer su espalda, y miró el reloj en la pared. 03:33 pm Tic Tac Tic Tac ---------------------------------- Tres días más tarde, Nari desaparece. Las autoridades llegan con interrogantes que Seojun responde con una exactitud milimétrica. ¿Cuándo fue la última ocasión que la vio? ¿Notó algo inusual en su actitud? ¿Tuvieron alguna pelea? Responde con la calma de alguien experto en analizar los sentimientos ajenos. Sin embargo, en su mente, otra voz susurra: Mentiroso. Seojun golpea su escritorio con fuerza, fijando su atención en la superficie de madera oscura. Da otro golpe. Y una vez más. Se queda quieto, observando sus nudillos que tienen ligeras contusiones. Se acerca la mano a la nariz. Metal oxidado. Mira hacía el área que impactó, dándose cuenta de las marcas que dejaron sus nudillos. Se cubre la boca con temor, confundido y con la mente en un torbellino. Siente un aliento helado en la nuca. Estás fracasando…. Tic Tac Tic Tac ---------------------------------- En su cuarto, Seojun se mueve inquieto en la cama. Su corazón late con fuerza y siente un peso en la cabeza que lo atormenta. Al no poder conciliar el sueño, agarra su computadora portátil y revisa las grabaciones de las cámaras de seguridad del consultorio. La imagen es nítida. A las 20:04, Hana entra. A las 20:47, se va sola. Todo parece estar en orden. Hasta las 20:49. La cámara titila. Hay una breve interferencia. Y entonces lo observa: un segundo rostro reflejado en el cristal de la puerta, justo tras el suyo. Su propia cara, pero con una sonrisa torcida. Los labios se mueven, susurrando algo que el micrófono no puede captar. Seojun se echa atrás. Presiona el botón de pausa. La respiración se torna más rápida. Empieza a reproducirse de nuevo. Detiene la reproducción. Reproduce nuevamente. La imagen permanece inalterada. Solo ese reflejo extraño que parece observarlo incluso cuando el video se para. Apaga la pantalla. Se mantiene inmóvil, oyendo su propia respiración y el sonido del reloj. Pero en ese momento escucha algo. Una risa suave, idéntica a la suya, proviene del pasillo. El sueño aparece sin ser invitado. Seojun abre los ojos. Ya no está en su hogar. Se encuentra de pie en medio de una ciudad cubierta de nieve. Los edificios se elevan como huesos ennegrecidos por el tiempo. No sopla el viento. No hay sonido. Solo el eco de su respiración. Transita por calles vacías donde las luces parpadean con un zumbido similar al de su consulta. El cielo es gris y denso. El aire tiene sabor a óxido. A lo lejos, una ventana quebrada refleja su figura. Se acerca a ella. El reflejo lo observa. Sonríe. Hyunwoo se encuentra al otro lado del cristal. —¿Por qué huyes de mí, Seojun? —interroga con tono sereno, casi cálido. Siente sus piernas temblar. —Porque tú no eres real. —Entonces, ¿quién te escribió esas notas? —responde el reflejo, inclinando la cabeza. Seojun retrocede un paso. El aire se siente denso, cargado de tensión. El reflejo se mueve sin que él haga nada. Se forma una fisura en el cristal y, con un sonido seco, la figura atraviesa el vídrio. Hyunwoo aparece frente a él. Es idéntico, pero hay algo diferente en su mirada… Vida. Sus movimientos son precisos, seguros, mientras Yunho tiembla. Hyunwoo se inclina y, con delicadeza, seca una lágrima de su rostro. —Yo soy lo que tú no te atreves a sentir. Lo que rehuyes para mantenerte como el “médico perfecto”. —No... —murmuró Seojun, intentando alejarse. —Yo soy quién la mató. El suelo se quiebra bajo sus rodillas. De repente, el silencio se llena de visiones. Un grito. Un golpe. La sangre en el piso del consultorio. El cuerpo inmóvil de Nari. Su propia respiración agitada. Pero no puede ser real. No puede. Se agarra la cabeza, buscando una salida que no existe. —Tú… Tú estás mintiendo —tartamudea. —No, Seojun —afirma Hyunwoo con una sonrisa—. Tú lo estás haciendo. El suelo se derrumba. Caen los edificios, el cielo, la nieve. Todo se disuelve en un torbellino oscuro. Despierta empapado en sudor. El reloj marca las 3:33 AM. El departamento está en silencio, pero algo es distinto. El olor del aire es similar al del hierro. Va al baño. Se mira al espejo. En el vidrio cubierto de vapor, se encuentra algo anotado con humedad: CONTROL. Retrocede un poco. El corazón late con fuerza. Su reflejo sonríe aunque él no lo haga. En ese momento, el teléfono suena. Una vibración sutil se hace sentir sobre el suelo de madera. Lo levanta. La pantalla está activa. Mensaje sin un remitente: "No la busques. Ella está conmigo." Más abajo, hay un archivo adjunto. Lo abre. La imagen se toma su tiempo para aparecer. Primero, una silla volcada. Luego, un charco oscuro que se extiende por el suelo. Y al final, un rostro. El suyo. Mirando directamente a la cámara. El teléfono se le resbala de las manos. Cae al suelo. La pantalla permanece activa, iluminando la habitación con un resplandor tenue. En el reflejo de la pantalla, observa que su expresión cambia. Pero él no la está moviendo. —Te advertí que no podías controlarlo todo —pronuncia la voz desde la penumbra. Seojun gira. No hay nadie. El espejo frente a la cama se quiebra con un ruido agudo, como si algo no visible lo empujara desde adentro. —¿Qué eres? —pregunta en voz baja. —Soy tú cuando dejas de mentir. El reflejo avanza, atravesando el cristal. Seojun se aleja hasta chocar contra la pared. El aire se agita. Los relojes se detienen. El tiempo se alarga como un hilo que está por romperse. Hyunwoo sonríe y le coloca una mano en el pecho. —No te resistas. Badlands nos está esperando. El contacto es gélido, casi como una corriente eléctrica. De pronto, la habitación se desvanece. Está otra vez allí. En la ciudad anónima, bajo la nieve que desciende en silencio. Las luces parpadean. Los edificios parecen respirar. Seojun siente que el suelo pulsa bajo sus pies, como si todo ese lugar tuviera un corazón propio. —¿Qué es este lugar? —consulta, casi en un murmullo. —Badlands —contesta Hyunwoo, observando el horizonte—. El sitio donde todo lo que rechazas viene a existir. —Esto no puede ser cierto. —¿Y qué significa lo real para ti? ¿El consultorio? ¿Las notas que no recuerdas haber escrito? ¿Las tazas de café que sirves sin saber para quién? Seojun cerró los puños. —No la maté. —Lo hiciste —responde Hyunwoo, sin un tono de juicio, casi con cariño—. Lo hicimos. Ella vio lo que no debía. Yunho siente que algo se quiebra en su interior. Un dolor punzante en el pecho. Una ruptura invisible que se expande con cada respiración. Hyunwoo lo observa con una tranquilidad insoportable. —No te esfuerces. Nadie puede mantener dos caretas para siempre. —No quiero ser tú. —No hay opción. Hyunwoo coloca sus manos en el rostro de Seojun, obligándolo a mirarlo. Sus ojos son como un agua profunda. En ellos, Seojun ve el consultorio, la sangre, el teléfono, el mensaje. Todo tiene sentido. La verdad no es una revelación, sino una condena. Despierta de nuevo. La luz del amanecer tiñe las cortinas de un gris enfermo. El espejo del baño continua agrietado. Las dos tazas de café humean sobre la mesa. Se dirige hacia la ventana. Afuera, la ciudad parece suspendida, sin movimiento. Ni un auto. Ni un sonido. El celular vibra una vez más. Nuevo mensaje: "Bienvenido a casa." El corazón le da un vuelco. Mira su reflejo en el vidrio. Hyunwoo le devuelve la mirada, con una sonrisa. Seojun extiende una mano. Su reflejo hace lo mismo. El cristal, helado, se deforma con su toque. Y por un momento, las fronteras desaparecen. Badlands no fue solo un sueño. Era el sitio donde todo lo que había rechazado estaba esperando su oportunidad para existir. Y en esa ocasión, Seojun ya no intentó despertar.
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