Prefacio
— Papá — ella lloró — papá por favor no me dejes, no ahora que apenas nos comenzábamos a llevar bien, te amo.
La bella mujer con ojos color miel se separó de su padre y fue consolada por un hombre que estaba acompañado de una anciana, ella solamente se resignó a que ahora no tenía más familia sanguínea.
— No te preocupes Isabella que aquí estamos nosotros para apoyarte en lo que desees — dijo el hombre — sabes que nunca vas a estar sola.
— Así es querida, nosotros estamos para apoyarte en lo que desees — la anciana tomó su mano y le sonreía — tienes que estar preparada para recibir a las personas.
Ella asintió, se puso ropa de luto y le pidió a la funeraria que se hiciera cargo de absolutamente todo lo referente al velorio de su padre, muchas personas llegaron a dar el pésame por una de las mentes más brillantes en el campo de la medicina y se quedaron en la capilla que se había alquilada para velarlo.
— Isabella, cariño — una mujer se le acercó — lo lamento profundamente, sabes bien que aquí me tienes para lo que desees.
— Gracias Alessia — ella la abrazó — mi papá se fue, no sé qué voy a hacer sin él, ¿Cómo se supera este dolor?
— Ese dolor siempre va a permanecer contigo, te irás acostumbrando a vivir con él y será una herida abierta que nunca va a cerrar — ella sonrió melancólica — yo ya pasé por lo mismo y lo sabes.
Isabella le agradeció a su mejor amiga y secretaria por el apoyo que se encontraba dándole, todos estuvieron ahí hasta altas horas de la noche pero finalmente cada uno se fue, la hija del difunto no fue la excepción y esa noche se quedó con Alessia que insistió en acompañarla.
El entierro fue al día siguiente, Isabella tomó una rosa blanca y le dió un beso para posteriormente lanzarla en la caja donde reposaba su padre; los trabajadores comenzaron a tapar el féretro y finalmente un tumulto de tierra se levantó en el camposanto.
— Isabella es hora de irse — el hombre tocó el hombro de ella — no te preocupes que voy a quedarme contigo si es lo que necesitas.
— No te preocupes demasiado Jacques, tengo que acostumbrarme a vivir en la casa y no me gustaría causarte tantas molestias.
Isabella finalmente se fue a dormir a la casa en la que vivía con su padre, ella se sintió completamente sola e incluso se reprochaba por haber despreciado la compañía de Jacques sin embargo se decía que tenía que seguir con su vida normal ya que sabía que esto tarde o temprano tenía que suceder, después de todo pasó con su madre y posteriormente sería su padre quién la dejaría completamente sola. La puerta sonó, Isabella se asustó pero a pesar de eso fue a ver quién era ya que una lluvia torrencial amenazaba con caer desde el cielo, al abrir la puerta miró a Jacques que traía un bolso maletero en su mano y respiraba un poco entrecortado, en el momento que la bella mujer lo miró se le tiró para abrazarlo.
— Gracias por insistir en venir, no tienes idea lo sola que me siento en esta pequeña casa que me trae recuerdos felices pero dolorosos a la misma vez.
— No tienes nada que agradecer, sabes bien que siempre estaré ahí para ti — él besó el cabello de Isabella — ahora vamos a descansar porque estos dos días fueron exhaustos para ambos.
Finalmente ellos se fueron a dormir, Isabella y Jacques se acomodaron en la pequeña cama; ella buscó el contacto de él que terminó por encontrar. Al día siguiente que se despertó miró como se encontraba en los brazos de esta persona, sonrió al saber que no estaba sola y que nunca lo estaría ya que su fiel amigo la apoyaría y la abuela del mismo también estaría ahí a su lado, no tenía a sus padres sin embargo poseía personas que la querían y eso era lo que le importaba, era capaz de luchar contra el mundo en caso de ser necesario.
— Buenos días — Jacques bostezó — creo que es hora de prepararnos para ver qué hacemos de nuestras vidas.
— Tienes razón, vamos a desayunar primeramente y ya luego veremos qué otras cosas se pueden hacer.
Los celulares de ambos sonaron así que los atendieron, se sorprendieron al saber que había una junta en el hospital por lo tanto sus planes se quedaron en el olvido. Una vez que llegaron a su centro de labores fueron directamente a la sala de reuniones, Alessia salió a su encuentro mientras caminaba al mismo paso que ambos doctores.
— Buenos días — Isabella entró mientras saludaba a todos los presentes — no tenía idea de que iban a convocar una junta tan temprano.
— Me parece inconcebible que no respeten el luto de Isabella — dijo la abuela de Jacques — su padre no tiene ni 24 horas que fue enterrado y ya hoy vienen a fastidiar el día.
— Disculpe señora Oliveira pero el hospital no se detiene por la muerte de un doctor, así fuera una eminencia médica como lo era el doctor Levallois.
— Como sea que fuere, esta junta no me fue debidamente informada y si he venido es para decirles que me retiro, ya luego que mi querida Isabella pasé su luto es que vamos a hablar — ella se levantó de la silla — además tengo un viaje a Estados Unidos que sale dentro de una hora, no puedo quedarme aquí solo porque se les antojó hacer una reunión.
La señora Oliveira salió de la sala de juntas, Isabella al saber que era inútil quedarse ahí fue que decidió seguir a la anciana que al parecer jugaba un papel importante en el hospital y la siguiente persona en salir fue Jacques que siguió a su abuela.
— Abuela — él la alcanzó — no me dijiste nada respecto a tu viaje a los Estados Unidos, ¿Te encuentras bien?
— Solamente son chequeos de rutina, quiero que cuides a Isabella durante el tiempo que me encuentre ausente, no permitas que hagan su vida una papilla porque si lo permites voy a hacer lo mismo contigo, estás advertido Jacques Oliveira…