**THAYER** Abrí la puerta de mi apartamento de un empujón. Ni siquiera me molesté en dejar las llaves en su sitio. Las lancé sobre la encimera y rebotaron contra el suelo de mármol. Me importaba un carajo. Todo me hervía por dentro: el recuerdo de la escena con Seraphina, mi padre y la espantosa verdad que creí descubrir. El ascensor, el tráfico, las palabras que no dije, las que me tragaron. Me dirigí directo al santuario, el único lugar en donde me permitía tener un desorden controlado: mi oficina de streaming. Encendí la computadora. El ventilador zumbó con fuerza, como si supiera lo que se venía. Abrí el juego. No saludé a nadie. No activé el micrófono. Solo entré a la partida. El primer enemigo cayó al instante. El segundo, tras la pared, fue barrido por una ráfaga certera. Sin est

