Capítulo Cero: La Leyenda.
Capítulo Cero: La Leyenda.
Septiembre de 1643.
Doscientos años antes.
—Hace miles de años, cuanta una larga pero poco creída leyenda, que el dios Sol y la diosa Luna, permitieron a uno de sus cinco hijos bajar a la Tierra y vivir entre los seres humanos, pero sería alguien sin familia, sin nombre, sin poder y sin nada, muy diferente al trato de príncipe al que estaba severamente acostumbrado. Los dioses fueron claros con el príncipe, ellos no intervendrían por su bienestar a menos que fueron estrictamente necesario. Lo cual, era terrible para el joven, puesto a que sus rasgos de seguro atraerían a personas codiciosas, a ladrones o incluso a brujas, y de ninguna manera un ser con las habilidades del joven príncipe podía caer en las manos de seres oscuros, luego de cumplir con su periodo en la tierra debía volver y cumplir con sus deberes junto a sus otros cuatro hermanos.
—¿El príncipe regresó con sus padres, mamá? —pregunta una pequeña Elisa de apenas nueve años de edad.
—Déjame terminar, mi cielo. —Elisa asiente y se acomoda mejor en su lecho mientras su madre le acaricia el cabello—. El príncipe vagó por las sombrías calles de nuestro reino durante tres días y dos noches, hasta que un día una joven viuda se lo encontró sufriendo por la falta de alimento que no sabía que necesitaba su cuerpo humano. La joven invitó al príncipe a su morada aun cuando sabía que eso le causaría problemas y que la gente comenzaría a murmurar cosas impensables... —Elisa interrumpe a su madre.
—¿Se sabe cuál es el nombre del príncipe y de la muchacha, madre? —su madre lo piensa y luego responde.
—No hay quien asegure con exactitud cual fue el nombre de aquella hermosa pero trágica pareja. Continuo, pasó el tiempo y el príncipe desarrolló un vinculo tan fuerte y místico con aquella viuda que lo hizo dudar en regresar o no a su reino de origen.
—¿Él se quedó con la joven...? —su madre niega lentamente con la cabeza.
—No, debido a que uno de los consejeros más fieles y capacitados de los dioses desciende para advertir al príncipe de algo que si bien lo lastima no es lo hace que esta historia sea dolorosa. El consejero informa al príncipe que la mujer de la que esta tan abiertamente enamorado es una bruja. Aquella que lo había cuidado, que se había convertido en su confidente era uno de los seres de los que sus padres más le habían advertido.
—¿Ella lo traicionó...? —el pequeño y tierno rostro de Elisa se deforma en uno dolido.
—No, cariño. Ella ciertamente tenía en su sangre el legado de viejas y poderosas brujas, pero no era un ser oscuro y también lo amaba con el alma. Y si bien su juramento de lealtad y amor puro fue suficiente para el príncipe, las cosas se complicaron cuando dos antiguas conocidas de la joven entran en la historia.
—¿Brujas, cierto? —ante la pregunta de la pequeña su madre asiente.
—Ellas le tienden una trampa a la pareja, se deshacen del consejero y están listas para arrebatarle al príncipe su alma y sus poderes divinos cuando sin nadie esperárselo la joven entra en trabajo de parto. —la pequeña luce sorprendida, provocando una corta risa por parte de su progenitora—. Así es, la joven viuda estaba embarazada, un hijo de un futuro dios, era un manjar para las brujas y un suceso nunca antes visto en la tierra, el nacimiento de un semidiós. El parto fue difícil, ni la misma mujer se creía lo que ocurría, no tenía ni cuatro meses de gestación. Aunque el príncipe intentó ayudar en el nacimiento de su primogénito, las brujas se lo impidieron, la mujer tuvo que lidiar sola con su hija, porque fue una niña, una princesa de risos dorados, tan amarillos como el sol al amanecer y al atardecer, pero con unos ojos que parecían hechos de cristal, por momentos podían ser del más puro azul, pero en otros parecían tan apagados y exóticos como la plata...
—¿Compartía los rasgos físicos de sus abuelos? —pregunta Elisa.
—Sí, y aunque su padre tenia la piel trigueña, la pequeña heredó, la piel un poco pálida de su madre, siendo solo un bebé ya se veía como la personificación de una diosa, ni siquiera su padre lucía tan perfecto. Entonces sucedió lo más lamentable, la mujer alimentó unos minutos a la recién nacida, hasta que una de las brujas le quitó la vida y la otra se preparaba para comenzar un ritual con la princesa como nuevo objetivo.
—¿Y el príncipe, también murió...? —pregunta la niña entristecida.
—No, tal como se lo prometieron sus padres, intervinieron antes de que él o la pequeña princesa sufrieran un solo rasguño. Aún así la pequeña niña estaba débil, no tenía ni horas de nacida y su madre ya no estaba para alimentarla y cuidar de ella.
—¿Sus abuelos la ayudaron, la llevaron con ellos? —su madre sonrío mientras volvía a acariciar su cabello.
—No, sus abuelos no hicieron eso. Le otorgaron una oportunidad de vida a la niña, sin embargo, ella crecería solo si el príncipe regresaba con ellos y accedía a olvidar el tiempo que vivió en la tierra. Mientras el príncipe aceptara ese trato, la pequeña semidiosa podría vivir sana y segura.
—Pero el príncipe no acepto tal cosa. ¿Cierto, mamá? —su madre se siente mal por tener que decepcionar a su hija nuevamente.
—Al contrario, él aceptó, su hija era una semidiosa, no era capaz de sobrevivir en su reino, no cuando sangre humana corría por sus venas, tendría necesidades diferentes a las de otros dioses. Lo mejor era acceder al trato de sus padres, la princesa sería entregada a un matrimonio de duques que nunca habían logrado ser padres... —Elisa interrumpe por tercera vez a su madre.
—¿Cómo mis abuelos? Ellos también son duques. —dice la niña como si la mujer no estuviera al tanto de que sus suegros tienen ese titulo.
—Exacto, mi vida, como los abuelos, como lo seremos papá y yo algún día y como en su momento tú lo serás. Como iba, tal como se había dicho, los dioses cumplieron con su trato, el príncipe volvió con ellos una vez se aseguró de que su hija estuviera en buenas manos.
—Pero la princesa era tan bella, cómo pudo pasar como la hija de los duques, ellos no...
—Cariño, la princesa se parecía a la duquesa, para que nadie sospechara por la repentina llegada de una bebé, la noche en que ella llegó, desaparecieron de la alta sociedad, su plan funcionó y el de los dioses también, aunque el príncipe regresó y olvido a sus dos amores, la princesa creció, y se convirtió en la señora de una gran casa y un gran apellido. Y quien sabe quizás su descendencia sea tan divina y encantadora como dicen que ella fue...
—¿Así termina la historia? —la madre de Elisa asiente—. ¿Cómo se titula la leyenda?
—Se la conoce como hija del sol...
—¿Ese es el nombre de la leyenda o el nombre que le dieron por la princesa? —la madre de Elisa se encoje de hombros.
—No lo sabemos, eso solo lo sabe la persona que creó la leyenda.
—¿Quiere decir que no es cierta? —la mujer niega ante la pregunta de la niña.
—Seguramente es la leyenda más cierta que hay hasta ahora. —menciona la madre de Elisa con mucha seguridad.