La noche había resultado mucho menos placentera de lo que Marina había aventurado. Su fastidiosa curiosidad la había llevado a googlear a aquel historiador y desde entonces todos los algoritmos de sus r************* se habían empecinado en mostrarlo una y otra vez, siempre con ese acento tan intrigante y esa mirada intimidante que solo se repetía en su mente sembrando más y más dudas acerca del trabajo. ¿Debía aceptarlo?
Anastasia se había encargado de enviar decenas de motivos por los que aquello era una buena idea, pero ella no terminaba de convencerse, por eso no había logrado dormir y ahora luchaba con sus ojeras frente al espejo ovalado de marco colorido que colgaba a un lado de su oficina.
El anuncio de una notificación la obligó a olvidar su aspecto y al reproducir aquel audio un suspiro de fastidio escapó de sus labios. Ana estaba retrasada y aunque lo raro era que fuera puntual en esa ocasión no era lo que deseaba. Necesitaba tenerla a su lado, necesitaba que quitara los fantasmas de su mente para poder aceptar el trabajo, necesitaba que matizara sus pensamientos negativos con ese optimismo que siempre dibujaba arrugas en sus ojos y sonrisas en su labios y sin embargo, no iba a llegar.
Miró su reloj, casi era hora la pactada, no quedaba mucho por hacer. Volvió a mirarse al espejo y decidió aplicar un poco de rimmel a sus pestañas, a lo mejor de ese modo lograba desviar la atención de sus ojeras, pensó con falso optimismo.
Los minutos comenzaron a correr junto con su paciencia. Había intentado comenzar con otro trabajo sin lograr concentrarse, había vuelto a abrir tik tok y el temerario algoritmo volvió a conspirar en su contra, por lo que decidió dejarlo, se había preparado el segundo tazón de café con leche como le gustaba, pero apenas había llegado a beber la mitad, su estómago daba vueltas, la anticipación no era aliada de la ansiedad y por eso caminaba por su oficina a punto de rendirse cuando el sonido de la campanita que tenía la puerta anunció la llegada de alguien.
Como si se tratara del mismísimo Santa Claus en navidad, se olvidó de sus pesares y se incorporó estirado aquella camisa formal que había decidido vestir para recibir a aquel misterioso agente.
-No creo que a su representado le guste su impuntualidad.- dijo sin pensar pero al alzar la vista se quedó petrificada con sus ojos demasiado abiertos y sus labios apretados conteniendo la respiración.
Delante de ella estaba aquel historiador, con el mismo gesto rebelde que mostraba en los videos, vestido como si fuera a un recital de rock n roll, con una campera de cuero abierta y una sonrisa de lado provocativa que la había dejado sin habla. No podía gustarle. No era su tipo en lo más mínimo. Pero entonces ¿porque sentía que todo le daba vueltas a su alrededor?
-No creo que unos minutos hagan la diferencia.- respondió con una arrogancia que reveló que conocía el efecto que tenía sobre las personas, obligándola a Marina a recomponerse de aquella vergonzosa actitud.
-¿Creía que vendría su agente?- dijo para salir del paso, desviando la vista a cualquier lugar que no fueran esos ojos.
-No tengo agente, pero suena bien al teléfono ¿o no?- le respondió, otra vez, con esa arrogancia que comenzaba hacerse molesta para Marina.
-Suena falso y poco profesional.- le respondió sin poder contenerse, todo lo que tenía de atractivo parecía tenerlo de engreído y eso lo convertía en alguien que no le caía nada bien.
-Bueno, hablando de profesionalismo, ¿vas a presentarte o no lo consideras necesario?- respondió haciéndola sentir mucho más incómoda. Ella era profesional, había tratado con muchos autores en el pasado, sabía que su editorial contaba con su estricta forma de manejar las cosas y no se perdonaba el haber abandonado sus formas por culpa de un arrogante que se creía más que le resto. Por eso tomó aire y se obligó a dibujar esa sonrisa de revista que ofrecía siempre con buenos resultados, abrió sus manos para luego ofrecerle una de ellas mientras continuaba sonriendo como si nada hubiera ocurrido.
-Lo siento, señor Vázquez, soy Marina Taylor, la directora de la editorial y entiendo que está interesado en que publiquemos su nuevo libro. ¿Le gustaría sentarse así conversamos acerca de la propuesta?- las palabras salieron en tono monocorde, sin sobresaltos ni una pizca de entusiasmo, siempre acompañadas de su sonrisa de fantasía, enfrentando su mirada sin siquiera pestañear. Era una mujer adulta y responsable capaz de manejar a cualquier escritor que se creía más de lo que en verdad era y pensaba demostrarlo.
-Podes llamarme Fran, ¿a vos como te dicen?- le respondió Francisco conteniendo los deseos de mostrar una sonrisa genuina, le divertía aquel cambio de actitud pero no estaba dispuesto a revelarlo.
-Marina Taylor.- le respondió ella sin dudarlo, no iba a ofrecerle un trato diferencial, por más ropa informal que llevara, aquello era una entrevista de trabajo, sin llegar a ver su sonrisa, la que no pudo ocultar esta vez, se dirigió hasta su escritorio señalado la silla que había dispuesto para él.
-¿Quiere tomar un café?- le preguntó antes de seguir su camino.
-Si viene en pileta de natación, no, gracias.- respondió divertido mientras sus ojos apuntaban al tazón que ella había dejado a medio beber de su lado de la mesa y aunque el comentario le molestó, decidió no entrar en su juego.
-Voy a tomar eso como un no a secas. Bien, ¿trajo lo que le pedimos?- le preguntó tomando asiento con la intención de terminar aquel suplicio cuanto antes. Tenía decidido decirle que no, no importaba lo que trajera, solo cumpliría con la formalidad de la entrevista y prometería una respuesta que enviaría por mail para no tener que volver a verlo.
Francisco volvió a sonreír, había dejado de pensar en que no quería hacerlo para dejarse llevar, aquella editora comenzaba a volverse más divertida cada segundo y eso era algo que no solía pasarle.
-Estas son mis notas, creo que podría tenerlo terminado en tres meses, pensé en un anticipo del 50 % y luego el 45% de las regalías.- dijo mientras le entregaba unos papeles algo desacomodados y entonces fue Marina la que no pudo evitar sonreír.
-¿45%? ¿Y qué se supone que esto? ¿Dónde está la carta de presentación y la propuesta editorial? Señor Vazquez, creo que no nos está tomando en serio y eso…- comenzó a decirle sin siquiera abrir la carpeta pero él no la dejó terminar.
-Es una gran historia, Marina, si abrieras la carpeta lo podrías reconocer, me dijeron que sos una buena editora y pensé que todos merecemos una oportunidad. Por lo que veo el lugar es muy acogedor pero está vacío y yo.. Bueno digamos que no necesito carta de presentación, tengo 500 mil seguidores que dan fe de mi identidad.- respondió incorporándose un poco en la silla frente a sus ojos rasgados que aumentaban de tamaño con cada palabra que oían.
-Podrías terminar el litro de café que te quedó ahí y leerlo, soy un hombre paciente, puedo esperarte. - agregó mientras disfrutaba del modo en el que el pecho de Marina aumentaba la velocidad con la que subía y bajaba intentando contener lo que sin dudas era un enfado mayúsculo. ¿Por qué había decidido provocarla? ¿Acaso le gustaba hacerlo? ¿Acaso le gustaba ella? pensó , pero rápidamente desechó la idea de su mente, él no pensaba tanto cuando se trataba del sexo femenino, no necesitaba hacerlo cuando ellas acudían dispuestas a satisfacerlo.
Marina volvió a tomar aire, en un gesto similar al que había tenido minutos antes y colocó sus manos sobre la carpeta para luego abrirla. Pensaba llevar a cabo una escena en la que recorría las páginas y luego se las devolvía ajustándose al plan de enviar la respuesta por mail, pero entonces leyó aquel nombre y su rostro no pudo ocultar su sorpresa.
Leyó rápidamente las primeras notas, mientras Francisco disfrutaba de esos ojos rasgados compenetrados en la lectura, parecía haberse perdido en otro mundo, movía sus labios de un modo curioso y sus dedos golpeaban la mesa sin llegar a producir ningún ruido. Sin embargo cuando iba a jactarse de haber estado en lo cierto, ella cerró la carpeta y lo enfrentó con una sonrisa cargada de malicia.
-Está mal.- le dijo disfrutando un poco de más la sensación de haberlo puesto en jaque.
-¿Está mal? ¿Qué se supone que es eso? Es una historia extraordinaria, de una mujer que llevó una tarea loable y nunca fue reconocida, es historia pero es actual, es perfecta. -respondió ofendido por aquel comentario.
-Eso está bien, pero lo que dice acá está mal. Helen no abrió un hogar para niños huérfanos refugiados en la guerra, ella tuvo que irse a vivir a la granja de la familia y allí hospedó por un tiempo a algunos niños que sí tenían padres. - le dijo muy segura de sus palabras.
-¿Y vos sabes eso porque…?- quiso saber Francisco, pero ella negó con su cabeza y tomó la carpeta entre sus manos para devolvérsela.
-Mirá Francisco no perdamos más el tiempo, está muy claro que esto no va a funcionar, el libro es una buena idea y estoy segura de que te va a ir de maravillas, solo tienes que investigar un poco más y corregir algunos datos imprecisos, pero este no es el lugar para hacerlo. Suerte con tus 500 mil seguidores. Adiós.- sentenció mientras se ponía de pie para acompañarlo a la puerta, en el instante justo en el que Ana ingresaba al lugar.
-Hola, hola, disculpen la tardanza. ¿Me perdí de algo?- preguntó Anastasia ajena al duelo de miradas que se debatía entre los dos. A Francisco no le gustaba equivocarse, era un buen investigador, había destacado en todo lo que había emprendido, pero ella había hablado con una seguridad inquietante y ahora tenía la necesidad de chequear sus propios datos.
-Francisco, ¿no? ¿Puedo llamarte Fran? Estoy segura de que tu libro será un éxito total. - agregó Anastasia incluso dándole un corto beso en la mejilla, que él correspondió con una escueta sonrisa de lado.
-Si por supuesto, pero me temo que ya debo irme. Seguiremos en contacto Señorita Marina Taylor.- dijo tomando sus cosas con rapidez y en el instante en el que repitió aquel nombre supo que nada en la vida era una casualidad.