Una noche para recordar

1085 Words
Los camareros pasan de un lado a otro, con una rapidez y agilidad que me sorprende. Aquel probablemente es el restaurant más elegante al que he venido en mi vida. No solo por la gran fila que había fuera, con gente vestida con prendas de Channel y Gucci, carteras Louis Vuitton, zapatos doctor martens, con un aspecto impecable, ningún cabello se salía de su posición, perfectamente peinado por estilistas, y ocultos tras grandes gafas de sol de la gente que pasaba al lado, mirándolos detenidamente. Tampoco era por la gran alfombra roja aterciopelada que cubría todo el salones, las paredes con paneles de madera negra, con apliques que daban una luz cálida al lugar, las mesas ordenadamente cubiertas por un mantel blanco perlado, con más servicio del que en mi vida había ocupado, ni menos aún las botellas que estaban apiladas en la pared del bar, donde observaba grandes whiskys añejados que tenían más edad que yo, algunos incluso más edad que mis padres. Fue el aroma profundo a especias, sin ningún rastro de fritura, o comida quemada, el que me hizo entender que este sería el restaurant más lujoso que pisaría en mi vida. La carta entregada a mi tenia los precios cubiertos, algo que por supuesto se debía a Tom. La comida, delicadamente preparada y servida, haciéndome lamentar el tener que arruinar aquella obre de arte para comérmela, solo me hacía sentir aun peor. No es que no lo apreciara, en lo absoluto, dejando de lado el hecho de que Tom gastaba demasiado dinero en mí, lo que más me acongojaba era la forma en que yo no encajaba allí. Con unos shorts negros y una simple blusa amarilla (haciéndome parecer una abeja, si tan solo me hubiese puesto unas alas), la mirada a nuestro alrededor, por parte de los comensales, me disgustaba y apenaba al mismo tiempo. -¿Qué pasa?-pregunta Tom, cogiendo mi mano sobre la mesa, una vez terminamos una deliciosa pannacota. -Deberías haberme dicho que vendríamos a un lugar tan elegante-susurro, mirando mi plato vacío. Tom suelta una risa ligera. La única ventaja del lugar, es que en el la gente era tanto o más famosa que Tom, por lo que no les importaba en absoluto lo que hiciéramos. -Tampoco he venido muy arreglado. Solo pregunte por restaurant más privado y en el hotel me han recomendado este-dice Tom, encogiéndose de hombros. Claro, el llevaba unos simples pantalones negros ajustados y una camiseta de manga corta a rayas, con colores rojo, n***o y beige. Pero él no se daba cuenta de que mientras el parecía un modelo de pasarela, yo parecía una abeja. -¿No te gusto?-pregunta Tom, con su mirada preocupada fija en mí. Le sonrío y me inclino un poco hacia él. -Me ha encantado, de veras-confieso.- Es solo que… hay dos cosas que no entiendo. -¿Cuáles? -Primero, no sé por qué hemos venido aquí, es muy elegante, y parece un lugar para celebrar algo, no para una simple cena-explico. -¿Acaso volver a vernos después de varios meses no es una ocasión para celebrar?-pregunta, arqueando una ceja. Lo miro con ojos entrecerrados y luego asiento. -De acuerdo, te lo concedo. -¿Y la segunda…?-pregunta. -Me parece algo descuidado de nuestra parte salir después de lo que nuestras publicaciones han causado-acoto. Tom asiente y sonríe. -Pensé que estaba claro lo que pretendía-admite. Frunzo el ceño sin entender. -¿Lo que pretendías?-pregunto. -Mostrarle a los demás lo poco que me importan sus comentarios y opiniones-aclara. -Entonces, esto es como un “váyanse a la mierda”-digo. Tom ladea la cabeza, sopesándolo, y luego asiente. -Sí. Nos reímos. Sí, hay muchas cosas que han sido más difíciles de sortear estos meses, pero creo que nunca me ha agradado más poder decir “no me importa lo que pienses de mi”. Nos levantamos de la mesa, y al salir del restaurant, el pequeño trecho que debemos caminar para llegar al coche se transforma en un infierno cuando los flash nos encandilan, el bullicio nos marea, y los empujones para acercarse a nosotros nos dejan casi imposibilitados de caminar. Aquellos míseros cinco minutos me dejan mucho más agotada que los turnos con la enfermera jefa. Bueno, no creo que eso sea posible. Pero si me dejan más agotada que la tarde de juegos que hemos tenido en la piscina. -¿Qué haremos hoy?-pregunto cuando el coche comienza a avanzar. -Noche de juegos. Harrison ha planeado cuidadosamente esta velada. Veras, cree que esta será una forma sutil de vengarse de ti-dice Tom. Levanto las cejas y luego me rio por lo bajo. -El no aprende. Es casi como si le gustara que me vengue de él. -Creo que piensa que aún puede ganarte. Lo que no sabe es que tu mente maquiavélica es demasiado siniestra. Harrison juega a las bromas y a que los demás se burlen de la gente que molesta. Tú buscas que se arrepientan de haber hasta nacido-dice Tom como si nada. Abro mis ojos como platos, sintiéndome algo ofendida de lo que insinúa. -¿Me encuentras maquiavélica y siniestra?-pregunto. -Por supuesto que si-admite sin problemas. Abro la boca y niego con la cabeza. -¿Qué concepto tienes de mí, Tom?-pregunto, él se ríe ante mi tono ofendido. -Tal vez no quieras admitírtelo, pero sabes, bien en el fondo, que llevo razón. El coche se detiene antes de que pueda replicarle. Está bien, se perfectamente que tengo una mente perversa que tal vez sea más parecida a la mente de un psicópata que de un buen samaritano, pero tampoco es que ande pensando todo el tiempo en planes de ese estilo. Soy multifacética. Cuando llegamos a la suite, una ola de recuerdos me embriaga y de pronto me siento como si hubiese retrocedido en el tiempo. Paddy medio adormilado en el sillon, Harrison y Harry discutiendo por algo del juego, Sam comiendo un gran trozo de pizza. Hay solo dos grandes diferencias. En primer lugar, mi mejor amigo y Zendaya están besuqueándose en una esquina, como si nadie los estuviese viendo. Y en segunda, que esta vez no me tiembla la mano al tomar la de Tom, que ya no me sonrojo al mirarlo (bueno, tal vez solo un poco), y que ya no somos dos desconocidos de mundos diferentes. Estamos juntos, y nuestros mundos han colisionado y se han ajustado como lo hacen las placas tectónicas de la tierra. Es de esperarse que haya altos y bajos (unos cuantos terremotos y sismos menores), pero no por ello va a dejar de funcionar. Los labios de Tom se pegan a mi oído, y me estremezco cuando su aliento choca contra la piel descubierta de mi cuello. -¿No te trae recuerdos?-pregunta con voz ronca e insinuante. Solo soy capaz de mirarlo y asentir.
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