Memory lane

1052 Words
Anoto en la ficha del paciente el medicamento que recién le he dado. Ha sido realmente agotador este día, pero a pesar de eso, me siento optimista. Escucho al doctor Peralta hablar, y levanto la mirada para ver a Claudio y sus compañeros junto a él, hablando sobre algún paciente. Agacho la mirada rápidamente. Mi teléfono suena y lo sacó del bolsillo. Sonrío y lo descuelgo, ansiosa por escuchar la voz de Tom. -¿Cómo estás?-pregunta, con la voz algo agitada. -Bien, no debes preguntármelo a cada momento-le replico, y rio por lo bajo. -Una vez al día es lo mínimo-me dice. Ruedo los ojos y suspiro. -Si tan solo fuese una vez al día que me lo preguntaras… -¿Qué te ha dicho el medico sobre el viaje para mi cumpleaños?-pregunta para cambiar de tema. -Ya te he dicho que no tengo problemas para viajar-digo en tono cansino. -Preferiría que lo consultaras con el-me replica. -Y yo preferiría que me hicieses caso. Estoy bien, puedo viajar-insisto. -¿Viajar?-pregunta Claudio a mis espaldas. Me volteo rápidamente. Tom dice algo pero no presto atención. -Tengo que irme-le digo a Tom. -Mándame un mensaje cuando puedas hablar, te amo-dice en tono dulce.. -Yo también-susurro, y cuelgo. Me cruzo de brazos y fulmino a Claudio con la mirada- No está bien escuchar conversaciones ajenas. -No está bien que hables por teléfono en tus horas de trabajo-replica. -En primer lugar, no estoy trabajando, soy una estudiante. En segundo lugar, hablaba en voz baja, y en otro idioma, por lo que claramente estabas escuchando a hurtadillas-digo con voz tensa. -¿Realmente crees que sea una buena idea viajar?-pregunta. -No es de tu incumbencia. -Estoy bastante seguro que es algo riesgoso viajar habiendo tenido hace poco una ablación, el riesgo de embolia es grande-continua. -¿Por qué no te metes en tus asuntos? -¿Acaso él te pidió que viajaras? ¿Es que no entiende lo traumático que es una ablación?-insiste. -¿Por qué asumes que estaba hablando con él?-pregunto. El rueda los ojos. -¿Con quién más iba a ser? -Mira, lo que haga o no con mi vida, es mi problema, no tuyo. Y él no me ha pedido nada, yo quiero ir-sentencio. -Tu chico debe ser muy estúpido para no entender los riesgos de tu operación-dice, con tono despectivo. -No hables de él. No tienes derecho a hablar de él. No tienes derecho de nada, no tienes derecho de venir aquí y hablarme, a inmiscuirte en mi relación, y desde luego, no tienes derecho a decirle a nadie estúpido, porque el mayor de los imbéciles eres tú. Nos quedamos mirando en silencio. Claudio también me fulmina con la mirada, pero luego su expresión cambia a la sorpresa. -No se lo has dicho-dice de pronto. Frunzo el ceño. -¿De qué hablas? -No lo has dicho sobre la cirugía. Lo traumática que es, el cómo sientes que te queman por dentro, que te morirás. Que te están provocando un infarto-dice. Me quedo en silencio. Hay una razón por la que no quería decirle eso. Era más que suficiente someterlo al sufrimiento de verlo preocupado por mi corazón, de verlo agonizar por mí otra cirugía, de que nuestros planes se viesen frustrados por mi enfermedad. No tenía por qué agregarle a eso que la ablación no era mientras yo dormía, sino que debía estar despierta. No tenía por qué decirle que, prácticamente, me quemarían mi corazón por dentro, que sentiría que moriría y que me ahogaría. No lo hacía por condescendencia, lo hacía para evitarle el dolor. El dolor que veía en los ojos de mis padres cuando el doctor les explico del procedimiento, el que sentí yo cuando el alcohol entro en mi corazón y quemo el pedazo de musculo que hacia funcionar mal a mi corazón. -Vete-le digo. Me observa detenidamente. -¿Crees que es posible vivir con aquella mentira?-pregunta. -No le he mentido. Esa es tu especialidad. Y lo que yo hable con Tom no es de tu incumbencia. Solo vete, déjame en paz-digo con la voz algo elevada. -Es de mi incumbencia, porque te quiero. -Si no te vas tú, me iré yo-digo, ignorando sus palabras, y paso junto a él a paso rápido, casi corriendo. Me subo al ascensor y aprieto el botón para que las puertas se cierren rápidamente. Apoyo mi espalda en la pared del fondo y observo la pequeña pantalla que señala los pisos que va bajando. Los recuerdos se asoman en mi mente antes de que pueda evitarlo. *** Mis manos afirman mi cuaderno como si mi vida dependiese de ello. Siento mis manos tiritar descontroladamente. Estaba nerviosa, y como no, si sería la primera vez que me enfrentaría a pacientes. Las prácticas en los fantomas no podían compararse a la interacción real. El ascensor se detiene y subo, respirando pausadamente. Las puertas comienzan a cerrarse cuando una meno se interpone y estas vuelven a abrirse. Un chico con aspecto desordenado entra, y aprieta el botón para cerrar las puertas. Lleva un delantal blanco a medio vestir, su fonendoscopio azul marino cuelga enganchado a su brazo, su cabello castaño claro esta desordenado en todas direcciones. Intenta meter su brazo a la otra manga, pero no lo logra. Me muerdo el labio para evitar reírme, ya que es más que obvio que, al igual que yo, es un estudiante, solo que de medicina, y a juzgar por su aspecto, va tarde. Me acerco, tomo la manga que esta doblada y le ayudo a meter el brazo. Se voltea a mirarme y sonríe. -Gracias-dice. Me rio por lo bajo y me encojo de hombros. -No hay de que-le digo. Me sonrojo al notar la intensidad con la que sus ojos oscuros me miran, y pego mi vista en las puertas del ascensor. -¿Sexto piso?-pregunta. Levanto la mirada y asiento.- Enfermería ¿no? -¿No es obvio?-pregunto, señalando mi uniforme. -Sí, pregunta estúpida, lo siento-dice sacudiendo la cabeza, y nos reímos. -Solo un poco-digo sonriendo. Pasa una mano por su cabello y sonríe. Siento mis mejillas ruborizarse un poco. -Me llamo Claudio ¿y tú?-pregunta. -______-replico. El ascensor se detiene y abre sus puertas en el sexto piso. -Supongo que no veremos seguido-dice, y bajamos del ascensor. *** Sacudo la cabeza y alejo aquellos recuerdos. El ascensor de este hospital presencio demasiadas cosas de nuestra historia. Miro la pantalla nuevamente. Ahora los recuerdos del ascensor no son de Claudio, sino de Tom. Del ascensor del hotel, de nuestras manos entrelazadas, nuestros besos fugaces, de cómo nos encontrábamos repentinamente, de aquel día que me fui. Las puertas del ascensor se abren. Puede que Claudio sea un verdadero imbécil, pero tiene razón en algo: no puedo ocultarle las cosas a Tom.
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