Pequeñas compras

726 Words
Observo las dos cajas de tintura. Ambas dicen durar solo un lavado, así que solo debo elegir el color. Suspiro y sopeso cuál de todos es peor. —¿Qué crees, Tintin? ¿Naranjo como una zanahoria, azul o verde?—pregunto a mi mejor amigo. Estamos hablando por FaceTime. —¿Qué tal rosado?—pregunta. Hago una mueca. —¿Acaso no es muy heteronormado?—pregunto. Martin suelta una risita. —No si es que realmente no le gusta el color—replica él. Me encojo de hombros. —¿Qué tal fucsia?—pregunto, mostrándole el envase. —¿Eso no es rosado?—pregunta. Ruedo los ojos. —Oh, hay un color entre el purpura y el rosado. Creo que llevare ese—digo mostrándoselo. —Jugar con el cabello, ______. Si él te hiciera lo mismo lo matarías—me dice mi mejor amigo. Echo la caja al carro y continúo comprando. —Probablemente. Pero se lo cortare, se teñirá el cabello, y solo dura un día, la siguiente vez que se lo lave volverá a tenerlo rubio. No hay de qué preocuparse—argumento. Martin se ríe. —Tu plan es malvado—me dice. Sonrío orgullosa. —Lo sé—digo satisfecha.—¿En cuánto rato más sale tu vuelo? Te extraño, Tintin. —Sí, claro. Solo me buscas porque te ayudare en tu venganza magistral—dice. —Debes admitir que es el mejor plan que he tramado en mi vida—comento, mientras hecho una peluca rubia al carro. —Solo me ha hecho reafirmar mi teoría de que eres una psicópata—replica. Suelto un bufido. —Detalles—digo. Doblo por un pasillo y encuentro los disfraces. Bingo. —¿Cómo el detalle de que besaste a mi novia?—pregunta él. —Ebria y molesta. Que puedo decirte—digo, sin mirarlo.—Y ya me disculpe por eso. —Lo sé, pero es lo mejor que tengo para molestarte—dice riendo. Me detengo y miro la pantalla. —Sabes que si tú me molestas, yo tengo cientos de otras cosas—replico. Su sonrisa se desvanece y coloca los ojos en blanco. —Estoy bromeando. No sé por qué me chantajeas. Menos mal soy tu amigo, de lo contrario… uff—dice. —Repasemos nuevamente el plan—le digo. Me agacho y cojo un disfraz. —¿Cuál parte?—pregunta. —La primera—replico. Le muestro el disfraz.—¿Qué te parece? —Debe ser más tenebroso—responde él. Hago una mueca y lo dejo en su lugar.—Llego a casa de Tom. —Aja—afirmo, mientras busco otro. Veo uno de zombie, pero da más risa que miedo. —Bebemos alcohol. —Corrección, Harrison bebe alcohol, nosotros solo una cerveza—le digo.—Tienes que ayudar a controlarme. —Sí, lo sé. No quiero que vuelvas a besar a Zendaya—dice Martin, y suelta una risita. Miro la pantalla y le doy una mirada asesina. Su sonrisa se desvanece y carraspea.—No dejare que bebas más de una cerveza. —Y nada de tequila—agrego. —Nada de tequila. —¿Qué tal este?—pregunto, mostrándole el siguiente. —Ugh. Esas uñas se ven horribles—dice mi amigo, con cara de asco. Luego esboza una sonrisa.—Es perfecto. —Continuemos repasando—le digo. Mientras seguimos hablando de mi plan, perfectamente separado en tres partes, sigo comprando las cosas esenciales para hacerlo. Cuando termino con las compras de la broma, me dirijo a comprar las otras cosas que faltan en casa de Tom. Martin cuelga cuando lo llaman a su vuelo. En unas horas estará acá con nosotros, y aquello me alegraba demasiado. Nos iríamos juntos a Praga y Venecia en unas semanas. Era casi un sueño pensar que estaba allí, en aquel lugar, sintiéndome tan feliz. Doblo por un pasillo y echo una caja de tampax y toallas higiénicas. Sigo avanzando y me detengo cuando veo una prueba de embarazo. Aquella era la única nube negra que seguía en mi vida. Una parte de mí se sentía aliviada, y aquello me hacía sentir culpable. ¿Quería aquella vida con Tom? ¿Quería formar una familia eventualmente? Sacudo la cabeza y continúo avanzando. Echo una caja de preservativos y doblo por el siguiente pasillo. De pronto siento como si aquel anillo en mi dedo medio pesara. Jamás, en todo el tiempo en que llevábamos juntos, el futuro me había abofeteado como cuando estuve embarazada. ¿Qué iba a ser de nosotros? Me había cambiado de universidad y de carrera, para venir a vivir aquí con la excusa de mis estudios. Pero la realidad era que también influía el hecho de que Tom era mi novio. ¿Qué ocurriría si terminábamos? No es que le viese fin a nuestra relación, era lo contrario. Y aquello me aterraba. Me aterraba pensar que tal vez él sí. ¿Entonces que quería? ¿Quería casarme con él? Si me digo a mi misma en su debido momento ¿pero querría él lo mismo? Me detengo frente a una vitrina de pastelitos. Sin duda debía hacer algo, algo que no era particularmente un tema favorito para mí, pero debía hacerlo. Una charla de responsabilidad afectiva, como diría Martin.
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