Lujuria y tentación

Flor Levanto mi mirada, y no puede ser posible el segui ahí, debo buscar la manera de poder escapar, sé que las circunstancias me llevaron hasta donde estoy hoy, y que en parte debo ser fuerte y afrontarlo, pero ¿cómo?, Cómo le digo a mi alma y corazón que se equivocó. Pero es mejor escapar, y dejar todo esto atrás, bueno es ahora o nunca, quitó mis zapatos, pues sin ellos sé que correré un poco más rápido, rompo un poco mi vestido y sin pensarlo levanto mi cuerpo y empiezo a correr. —¡Flor! ¿A dónde vas? —Giro sobre mi eje al escuchar la voz carrasposa de Lorenzo, pero no es hora de detenerme. —Lejos de ti —vocifero, mientras corro tan rápido como mis piernas me lo permiten. —Auh, no creas que vas a escapar de mi, eres mía, y que te quede bien en claro —dice jalando fuerte de mi cabello. —No, suéltame, no quiero ir contigo —hablo, mientras por mis mejillas empiezan a resbalar lágrimas. —Eso debiste pensarlo muy bien antes de provocarme, ¿Qué creíste, que me ibas a provocar y yo no haría nada?, Pues te equivocaste niñita, ahora me perteneces —dice, llevando su boca alrededor de mi cuello. —¡Eres una idiota, y ya suéltame! —vocifero, mientras le doy una patada fuerte en medio de sus piernas. Bueno al menos sirvió para que me soltará, así que corro, corro como alma que lleva el diablo, bien dicen que nunca se debe jugar con fuego y estas son las consecuencias. Mi nombre es Flor Altamirano, tengo 25 años y debo decir que siempre me ha gustado las emociones fuertes, jugar con fuego siempre ha sido uno de mis juegos favoritos, pero lo mejor siempre me ha encantado lo prohibido, sentir la adrenalina recorrer todo cuerpo, y saber que te pueden descubrir es una sensación difícil de describir. Pero aquí estoy huyendo de mi hermanastro, un hombre al cual lo provoque tanto que hoy me tiene huyendo de él, y del cual no sé si pueda seguir escapando más, también lo deseo más que nada en este mundo, y más después de sentir sus manos quemar todo mi cuerpo, pero es el momento de parar aunque él no quiera. Ya todo esto se salió de control, y la montaña rusa en que me subí, ya no sirve más. Hoy quiero contar mi historia, una historia la cual me ha enseñado que lo prohibido no siempre es bueno y es mejor dejarlo quieto. Decidí volver después de cinco años al lado de mi madre, pues la muerte de mi padre me afectó demasiado, y quise primero sanar mi corazón. Soy pediatra, me encantan los niños y muero por algún día tener una enorme familia, soy la única hija, mi madre no pudo tener más hijos, pero fui la hija más adorada de ese mundo, eso sí que sí. Ahora todo cambió, mi madre me llamó ya hace más de seis meses, solo para decirme que se había casado de nuevo, «vaya novedad», bueno me alegro por ella. Aunque eso no quita que no pienso ver a ese desconocido como padre y mucho menos como familia. En fin si volví es por qué mi madre ha estado un poco enferma y pidió verme, aunque ella dice que no es nada malo, por otro lado creo que ya es hora de hacer las paces con ella, y así de paso la cuido un tiempo y miro como es en realidad su nueva familia, cosa que a mí no me da buena espina. Llegué a una enorme mansión, el signo pesos olía por dónde quiera que caminaba. No es que no tengamos dinero, no, mi padre supo dejarnos una cuantiosa fortuna, la cual mi madre y yo hemos cuidado, pero ahora mi madre voló demasiado alto, esto si son las ligas mayores. —¡Flor! —los gritos de mi madre hicieron que mi cuerpo girara por inercia propia, mi primera reacción fue tirar todo lo que traía en mis manos para correr a sus brazos. La extrañaba más que nada en esta vida, a veces pienso que fui demasiado injusta con ella. —¡Mamita!, te extrañe tanto —dije lo más sincera, en verdad los añoraba, se me había olvidado lo que era sentir los brazos cálidos de una madre. —Ven hija, vamos y te presento a Álvaro, él está ansioso por conocerte —dijo mi madre emocionada, sonreí, y más al ver la felicidad que mi madre irradia. —¡Lorenzo!, ¡Lorenzo! Ven aquí, es una maldita orden —vociferaba quien sabe quién, lo que si es que los gritos retumbaban por toda la casa. Mi madre me miró con algo de culpabilidad, por lo visto esto no es el cuento de rosas que mi madre me describe en los chats que teníamos. Segundos después que mi madre me miró, un hombre azotó la puerta que mi madre estaba justo por tocar. —¡Quítate de mi camino! —dijo un hombre alto, ahhh, con los ojos más hermosos que mis ojos hayan visto. —En mis tiempos se pedía permiso, claro está cuando había educación —dije girándome. Mi madre negó rápidamente, mientras yo cruce mis brazos al ver que aquel hombre se devolvió justo hacia mi. —¿Y tú quién diablos te crees, para hablarme de esa forma? —dijo evidentemente molesto, vaya creo que esto va ser emocionante, tanto así que la vena en su frente brotó como arte de magia. —Yo, no soy alguien que quiera conocer a un hombre grosero y sin educación —dije mirándolo retadora. —Mira niñita, ¡está es mi casa!, y no sé quién diablos eres, pero algo sí te aseguro, no sabes con quién te acabas de meter —dijo tan cerca de mí, que podía sentir su aroma a alcohol desprender de su boca. —Hija, cálmate él es el hijo de Álvaro —dijo mi madre en un hilo de voz. —¡Claro que se quien es usted!, Es más, mucho gusto… tu hermanita —dije estirando la mano con la sonrisa más cínica que podía dejar salir. —¡Qué! —Sus ojos se abrieron como platos al igual que su boca, mientras mi madre solo llevaba sus manos a la cabeza y negaba una y otra vez.