Bel sintió las manos de Ben pasar suavemente por su cintura y bajar por su vientre. Cerró las piernas sin siquiera darse cuenta.
Él paró. Ezequiel le acarició el cuello.
Él fue quien instruyó a Ben.
– Bésala. Haz que se relaje. No hay prisa, recuerda quién está aquí y lo que sientes por ella.
Benjamín no era un paciente en la cama. No era rápido, y por otro lado, no conocía el afecto, era impaciente y a menudo, demasiado duro. Sus modales oscuros y silenciosos hacían que las mujeres le temieran. Ezequiel, en cambio, había aprendido el juego de la seducción, porque le gustaba cazar y jugar como perro y gato.
Ben decidió que aprendería lo que le gustaba a Belinda.
Fue suave en ese beso.
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello.
– Ben necesita encontrar la manera de decir lo qu
