Capítulo 3

2291 Words
Me levanté rápidamente, y miré a mi alrededor. Inspiré profundamente intentando calmarme, mientras notaba como mi corazón latía muy rápido. Miré la hora en el móvil. Las 4 de la mañana. Suspiré. Otro día más en el que no consigo dormir la noche entera por culpa de las pesadillas. Estaba empapada en sudor, así que, consciente de que no sería capaz de volver a conciliar el sueño, decidí levantarme y darme una ducha. Con la mente un poco más despejada me puse unos pantalones cómodos y una sudadera grande y calentita. Cogí mi libro de la mesilla de noche y bajé a la cocina a coger un vaso de agua.  Me dirigí al jardín de casa, donde años atrás habíamos montado un pequeño chillout con sofás, butacas y sombrillas, donde nos solemos sentar a leer, descansar o tomar unas cervezas al sol. Cogí una manta y me senté en mi sillón favorito. Un sillón individual en forma de huevo que colgaba del techo. Me senté y me acurruqué con la manta.  Desde hace dos años sigo esta misma rutina. Han sido dos años muy duros, pero con mucha fuerza y ayuda he conseguido aprender a vivir con el dolor. Ojalá hubiese aprendido a superarlo, pero solo he aprendido a no dejar que el dolor me ahogue.  Hace dos años conocí a la persona que se supone que tendría que haberlo cambiado todo. Mi mate. Sin embargo, nada sucedió como yo esperaba. Desde pequeña mis padres me habían enseñado que el vínculo que une a dos hombres-lobo había sido especialmente confeccionado por la Diosa Luna, siendo la unión más perfecta y sagrada existente. De pequeñita había visto como las parejas unidas por ese vínculo se habían hecho plenamente felices las unas a las otras. Mi mayor deseo había sido que alguien me mirase con el amor y admiración con la que se miraban mis padres. Amor y admiración que luego había visto en los ojos de mis hermanos Marcos y Lucas cuando encontraron a sus mates. Todo sucedió unos meses después de mi 18 cumpleaños. A los 18 los hombres-lobo somos capaces de transformarnos por primera vez, adquiriendo todas las facultades que ello conlleva, y somos capaces de sentir el vínculo que nos une con nuestra pareja, el mate-bond. Cuando cumplí los 18 años descubrí que mi mate no era de mi pack, ya que no sentía esa atracción especial por nadie. Desde entonces, decidí acompañar a Marcos en sus visitas a otros packs como Alpha, con el objetivo de encontrar a mi mate.  Un día ,la manada Blue Mountain, en el estado de Washington, solicitó la presencia de Marcos y Lucas con el objetivo de negociar una alianza. Llegamos muy tarde por la noche y fuimos recibidos por el Gamma de la manada. A la mañana siguiente Marcos y Lucas se fueron temprano a empezar las negociaciones. Yo me levanté con calma, me duché y me vestí. Paseé por la ciudad y exploré hasta que Marcos me aviso de que habían terminado su reunión. Volví a la casa, y mientras caminaba por el pasillo en dirección a mi cuarto me impactó un olor espectacular. Nunca había olido algo así. Mi corazón se empezó a acelerar y me temblaban las manos. Tenía que encontrar el origen de ese olor. Seguí el olor hasta llegar a una puerta y sin dudarlo ni un segundo la abrí. Allí, sentado enfrente de un escritorio estaba Richard, el Alpha de la manada Blue Mountain.  Le analicé detenidamente. Era el hombre más guapo que hubiese visto nunca. Era alto, enorme, tenía el pelo n***o como el carbón y unos ojos azul claro. Al verme sus ojos se agrandaron y se levantó de su silla. Cuando lo hizo, pude apreciar que era aun más alto y estaba más fuerte de lo que me había parecido al principio. Sus brazos estaban cubiertos en tatuajes. Sin dejar de mirarme ni un segundo, se fue acercando a mí poco a poco.  Parecía un depredador acechando a su presa antes de ser cazada. Se paró a unos centímetros de mí, bajó la cabeza y entonces escuche como me susurraba al oído: -“Mate” Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. No me lo podía creer, había encontrado a mi mate, era el hombre más espectacular del mundo y además era uno de los Alphas más poderosos de Estados Unidos. Había escuchado que era un hombre despiadado y sin corazón. Pero yo era su mate, y eso me hacia diferente al resto de personas. O al menos eso creía.  Salí bruscamente de mis pensamientos cuando noté que me empujaban contra la pared. Miré a Richard asustada, y lo que vi en sus ojos hizo que me temblasen las piernas de absoluto terror. Sus ojos estaban cargados de lujuria, pero a su vez desprendían una maldad que jamás había visto en otra persona. De repente, noté como sus labios impactaban en los míos. Se movían rápidamente, devorándome sin piedad. Noté una fuerte presión en los pechos y vi que Richard me los estaba apretando sin ningún tipo de delicadeza. Sentí muchísimo miedo, pero a la vez olas de placer recorrían mi cuerpo. ¿Cómo era posible sentir miedo y placer al mismo tiempo?  Richard se separó de mí, e intente recuperar el aliento. Notaba que estaba temblando como una hoja. Mis emociones era un caos absoluto y me estaba siendo imposible controlarlas. Cerré los ojos y respiré lentamente varías veces. Tenía que recomponerme para poder pensar con claridad. Para meditar antes de tomar ninguna decisión. Desde pequeños nos enseñaban en los entrenamientos que jamás debíamos tomar decisiones basadas en nuestros sentimientos. Nos enseñaban técnicas para relajarnos, para aprender a tomar el control de nuestras emociones. Me lo habían repetido mil veces, una decisión basada en tus sentimientos puede ser tu perdición. Pero todos esos pensamientos me abandonaron cuando Richard me agarró del brazo. En el instante en el que su piel entró en contacto con la mía, sentí como calambrazos de placer recorrían todo mi cuarto. Y en ese instante todos los pensamientos racionales abandonaron mi cabeza.  “- Acompáñame”- Me ordenó, sin soltarme ni un segundo. Asentí con la cabeza, y sin realizar ningún ruido le seguí.  Subimos hasta mi cuarto. Abrió la puerta y me dejo pasar. Entré en el cuarto, y fue cuando cerró la puerta cuando conseguí salir del trance en el que me encontraba. -“¿Qué hacemos aquí?”- Dije mientras le miraba interrogativamente. -“Cállate”- Me ordenó con su tono de Alpha, haciendo que me encogiese de miedo por dentro. Pero si algo nos habían enseñado en mi manada como guerreros es a esconder el miedo. Así que, evitando que la expresión de mi cara cambiase, le miré y le contesté: - “A mí no me hablas así”- Orgullosa de haber conseguido decirlo sin que me temblase la voz. En dos zancadas rápidas Richard estaba enfrente de mí, y con un movimiento rápido me abofeteó la cara. Me llevé las mando a la cara, intentando paliar el dolor que estaba sintiendo. Pero enseguida noté como dos manos enormes me apartaban las manos de la cara, y me las sujetaba por encima de la cabeza, mientras me empujaban contra la pared. Por aquel entonces yo no me tomaba nada enserio los entrenamientos, a muchos ni siquiera iba. Siempre había sido la niña mimada de mis padres y mis hermanos, y me aprovechaba de ello para ser la única mujer-lobo de la manada que no estaba obligada a entrenar diariamente.  En ese mismo instante en el que Alpha Richard me inmovilizó contra la pared supe que había cometido el error más grande de mi vida no yendo a los entrenamientos. Me prometí a mi misma que si salía con vida de esto, me iba a convertir en la mejor guerrera de mi manada.  -“Soy tu mate y harás todo lo que te ordene”- Me dijo sonriendo. Su sonrisa estaba cargada de absoluta maldad. Y supe que era mejor estar muerta antes que vivir lo que iba a pasar. Con un movimiento rápido me arranco el vestido que llevaba puesto y me lanzó contra la cama. Busqué a mi lobo en mi cabeza, pero no conseguí obtener ninguna respuesta por su parte. Notaba como mi lobo, mi otra mitad, estaba absolutamente paralizada por el pánico y el shock de que nuestro mate estuviese haciendo algo así. Miré a Richard y vi como empezaba a desvestirse. “Corre” escuché por fin a mi lobo, Electra, en mi cabeza. No lo dude ni un instante. Me levanté rápidamente e intenté salir corriendo. Pero antes de que pudiese alcanzar la puerta Richard había vuelto a lanzarme contra la cama y se colocó encima de mi. Lo que pasó a partir de ese momento no lo recuero con claridad. Recuerdo su lengua por mi cuerpo, me recuerdo a mí rogándole que parase, las lágrimas cayendo por mis mejillas. Y dolor. Mucho dolor. Después, perdí la consciencia.  Cuando la recuperé supe que, aunque todavía respiraba, realmente estaba muerta. Nunca volvería a ser la misma persona. Era una muerta viviente gracias a Alpha Richard.  Abrí los ojos y me incorporé. Le recuero mirándome desde el sillón de mi cuarto en el que estaba sentado. Ni en su rostro ni en sus ojos había signo alguno de arrepentimiento.  “Catalina, lo que nos ha hecho es imperdonable” Escuché a Electra en mi cabeza. “Jamás podremos hacerle sufrir como merece. Pero no podemos quedarnos y permitirle que nos haga más daño. Tienes que rechazarle” Sabía que lo que Electra decía era cierto, pero no tenia fuerzas ni para parpadear. No era capaz de moverme, de hablar. Además, ¿Para que? Ya todo daba exactamente igual.  “Catalina escúchame” Volvió a intentar Electra. “Saldremos de esta, las dos juntas. Pero tenemos que librarnos de el”. Nada. La escuchaba en mi cabeza, pero no era capaz de reaccionar. Finalmente sentí como Electra tomaba el control de mi cuerpo, y no opuse resistencia alguna. Observé como Electra nos levantaba y nos pusimos frente a Richard.  “- Yo, Catalina Alix, Hija de Guillermo Alix, Apha de la manada Atardecer Dorado, te rechazo a ti, Richard Monson, Alpha de la manada Blue Mountain.”- Escuché como Electra decía esas palabras justo antes de sentir un intensísimo dolor en el pecho. ¿Si estoy muerta por qué siento dolor?  Caí sobre mis rodillas, incapaz de soportar el dolor. Vi como los pies de Richard se movían acercándose a mí. Levanté la cabeza para mirarle a la cara y noté como se me ponían los pelos de punta. Estaba sonriendo. ¿Por qué cojones estaba sonriendo y no sintiendo dolor como yo? Se agachó, colocando su cara a la misma altura que la mía. Nuestras narices casi tocándose. -“Pequeña y patética mujer-lobo. ¿Pensabas que tu rechazo me iba a hacer daño? Si algo he tenido claro desde el primer momento en el que te vi es que te iba a rechazar. ¿O acaso creíste que alguien tan blando, patético e insignificante podía ser Luna de mi manda?- Habría pagado lo que fuese por quitarse esa estúpida sonrisa de su cara. Me daban ganas de vomitar. “Sin embargo he de reconocerte que el sexo ha sido divertido, espero que lo hayas disfrutado tanto como yo”. Después de decir esto se levantó, y sin dejar de mirarme a los ojos dijo: “Yo, Richard Monson, Alpha de la manada Blue Mountain, te rechazo a ti, Catalina Alix, hija de Guillermo Alix, Alpha de la manada atardecer dorado.” Richard se dirigió a la puerta, abrió, y cuando pensé que se iba a ir sin decir nada, se giró para mirarme por última vez y dijo:  “Si le cuentas esto a alguien mataré y torturante a toda tu manada y a tus hermanos. Sois una manada pequeña e insignificante. No me constaría nada hacerla desaparecer.” Finalmente cerró la puerta y desapareció.  Durante varías horas no me moví. El dolor era tan grande que no sentía absolutamente nada. Escuchaba a Electra hablarme, pero no entendía nada de lo que decía. Finalmente, note como Electra tomaba control sobre mí cuerpo. Vi como nos duchaba, apretando fuerte para eliminar cualquier rastro del olor de Richard. Electra me vistió. Después abrió todas las ventanas y cambió las sabanas. “Bien hecho, así Lucas y Marcos jamás sabrán que fue Richard” pensé. Y el esfuerzo de ese pensamiento me dejó sin fuerzas, por lo que me dejé caer en la cama. Allí pase horas inmóvil, sintiendo como las lágrimas caían por mis mejillas.  Así me encontraron Marcos y Lucas cuando vinieron a buscarme al día siguiente para irnos a casa. Mi cuerpo lleno de moratones y mis ojos hinchados hicieron que mis hermanos perdiesen el control. Estaban absolutamente furiosos. Mil veces me preguntaron quien me había hecho eso y ninguna vez fui capaz de contestar. Mis hermanos hablaron con Alpha Richard y su Beta, queriendo averiguar lo sucedido. Pero estos negaron saber quien lo había hecho y prometieron abrir una investigación. Finalmente, Marcos y Lucas decidieron llevarme a casa. Recuerdo a Lucas acariciándome el pelo mientras me susurraba que todo iba a estar bien. Pero yo sabía que ya nada iba a volver a estar bien.  La Catalina que volvía a casa no se parecía en absoluto a la que había abandonado su manada hacía unos días ilusionada por encontrar a su mate.  Ahora esta una Catalina rota, ahogada por el dolor.  Pero había algo más en su corazón. Un único sentimiento que le hacía seguir latiendo. Venganza.
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