Ayla se inclinó para acomodar el precioso vestido color rojo que había sido preparado especialmente para la ocasión. Una importante modista había llegado desde Ankara solo para poder tomar las medidas de forma personal y asegurarse de que la entalladura no hiciera daño al bebé. Era un precioso vestido color rojo sangre con dorado que resaltaba con gracia su pecho pero de forma sutil para que en ningún momento se mirara vulgar. El vestido había sido preparado en tiempo récord pues en solo tres días había estado listo, un récord monumental pero a la talla de la increíble y capaz diseñadora. Los detalles en la tela estaban perfectamente trabajados. —Mucha gente ha venido. —¿A sí? —Si, mi señora—mencionó Ayla mientras con ayuda de otra mucama acomodaban la prenda para evitar que hubiera

