—Yo puedo solo. Kerem era obstinado, bajó el auto manteniendo un rictus firme aunque por dentro estaba desfalleciendo de dolor. Arabelle miraba sorprendida la forma en cómo intentaba camuflar su dolor y lo hacía tan bien que ella en ocasiones pensaba que no le dolía en lo absoluto. Habían tomado un vuelo hacía la isla, nunca había estado allí, es más, ni siquiera sabía que Kerem tenía una villa allí. Cuando llegó, se percató de la decoración otomana que reinaba en aquel lugar. Parecía un palacio otomano ubicado sobre un risco y rodeada de mar y vegetación. Era un lugar tranquilo y natural, a una distancia considerable de la sociedad. La triada había conversado con él sobre lo que estaba pasando en Esmirna. Las cosas no eran menores, pues se había mostrado que los Aksoy se habían confia

