Los días que pasó Aurora y Janoc en la casa de Lady Queral fueron tranquilos. Contrario a lo que pensaban, el trabajo no era pesado ya que sus únicas ocupaciones consistían en cuidar del bebé y hacer los recados. La dama ya contaba con una limpiadora, una cocinera y una ama de llaves, quienes hacían las labores más pesadas del hogar.
Aurora también lo atribuyó a que su patrona consideraba la edad y, por eso, le dio la tarea más “fácil”. Sin embargo, un bebé requería de mucha paciencia, ya que tenía que vigilar que no se hiciera encima, que comiera bien, que no vomitara y que no se ahogara por descuido. Y alzarlo podría ser muy estresante, en especial si comenzaba a llorar cuando extrañaba a su mamá.
Lady Queral le dijo que era normal debido a que, hace tan solo un mes, todavía le daba el pecho. Pero ya llegó el tiempo del destete, por lo que el bebé debía acostumbrarse a consumir otras cosas. De vez en cuando, le daba a Aurora algunas botellitas de su leche pero, con el tiempo, el bebé los fue rechazando.
Janoc, por lo general, solía ayudarla con la crianza. Pero casi siempre estaba afuera porque las demás sirvientas le pedían que trajera muchas cosas. A veces la cocinera necesitaba ciertos ingredientes para la cena; otras, era la limpiadora la que requería de algún producto de limpieza; si no, era la ama de llaves que le mandaba entregar paquetes o comprar cosas para el bebé o para la patrona. Gracias a eso, pudo conocer bien la ciudad y hallar sitios interesantes para comprar ropa, útiles de estudio o divertirse con su amiga en los tiempos libres.
Gracias a que Lady Queral contrató a un instructor para su educación, Aurora se puso al día con los estudios. Lo que más le interesaba eran las lecciones de historia, dejándolo maravillado a su profesor debido a que era una materia que no a todos sus estudiantes les apasionaba. Incluso se la pasaba recomendándole libros para profundizar con el contenido.
Pero lo que no sabía era que la muchacha tenía un propósito oculto: quería desentrañar el pasado de su familia y el motivo de la caída de su reino.
Y es que, por las noches, releía la carta mientras se preguntaba el sentido de todo esto. Aunque nunca conoció a sus padres biológicos, ella era feliz con su hermana ya que ella no solo cubrió sus necesidades básicas sino que, también, la guio en cada aspecto de su vida. Desde el cuidado de los animales hasta la preparación del heno y la administración de la materia prima para su entrega a las fábricas.
Los capataces, si bien se encontraban tan ocupados que no podía velar por las dos, siempre fueron amables con ella y la trataron de la misma forma que trataban a su hija única. Lo tenía todo y no lo sabía. Nunca pensó que los perdería en un día.
Y aún así, su hermana le ocultó esa verdad todos esos años, escondiendo también aquel anillo valioso que bien pudo haber vendido para comprarse un terreno propio y dejar de trabajar en la estancia. Seguro era por las iniciales que lo certificaban como perteneciente a un m*****o de la realeza.
- ¿Qué tanto me habrás ocultado, hermana? – se preguntó Aurora, una noche que tuvo que quedarse a cuidar del bebé hasta tarde porque Lady Queral aún no había regresado – es posible que lo haya hecho para protegerme pero… ¿Todavía representaré un peligro para la Alianza y la Doctrina?
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el llanto del niño, a quien lo tomó de los brazos y lo acunó. El bebé pronto se calmó, ya la reconocía y se sentía a salvo.
Aunque dejó de llorar, todavía mantenía sus verdes ojos abiertos. Aurora, mirándolos fijamente, se preguntó:
- ¿Cómo habrá sido el padre? Lady Queral mencionó que era soltera, pero este niño es idéntico a ella en la mirada. No es adoptado, así es que tuvo un esposo. ¿Qué le habrá pasado? ¿Se marchó? ¿Se separaron? ¿O falleció? ¿Qué me dices, pequeño?
- Bu-bu ba-ba
- Ah, cierto, todavía no puedes hablar – la muchacha hizo silencio, pensando en cómo hacerlo dormir para descansar sus brazos - ¿Y si mejor te cuento un cuento?
El bebé sonrió, como si le gustase la idea.
Aurora colocó al bebé en la cuna. Estuvo a punto de contarle la historia de la princesa que fue a rescatar a su príncipe capturado por una bruja pero, en seguida, narró la historia que su hermana le escribió en su carta.
- Era una reina y un rey que vivían muy felices en un palacio de piedras decoradas con plumas verdes y serpientes doradas. Un día, tuvieron una preciosa hija con ojos de diferentes colores y el reino celebró la llegada de la heredera al trono. Tiempo después, se desató una guerra cruel que se prolongó por tres años. Y para proteger a la pequeña princesita, la ocultaron en el bosque. Y así, cuando creciera, podría regresar a su amado reino…
Un par de lágrimas recorrieron sus mejillas y cayeron al suelo. Gracias a las lecciones de historia pudo ver la foto de sus padres, pero se contuvo al expresar sus emociones frente al instructor. Solo delante del bebé podía ser sincera, reflejar el dolor de su corazón y desahogarse con un sencillo cuento de cuna.
El bebé cerró los ojos, por lo que Aurora trató de respirar hondo para no despertarlo con su llanto. Lo cubrió con unas mantas, le dio un pequeño beso en la frente y se dispuso a salir cuando vio que, en la puerta del dormitorio, se encontraba Lady Queral con los brazos cruzados.
- Se… señora, no sabía que estaba aquí – dijo la muchacha, con el rostro pálido
Lady Queral no hizo ningún comentario, pero su mirada era extraña. Parecía, más bien, como si estuviese viendo a un fantasma. Al final, se acercó lentamente a la muchacha, la tomó de la barbilla y la miró fijamente a los ojos. Lanzó un suspiro y susurró:
- ¿Será posible que…?
Se interrumpió a mitad de la frase, ya que el bebé comenzó a moverse inquieto. La dama fue a atenderlo, pero solo lo miró. Al final, volvió a mirar a la muchacha, la tomó de la mano con suavidad y le dijo:
- Tenemos que hablar.
La sacó del dormitorio y la condujo hasta su habitación. Ahí, podrían hablar en privado sin la mirada curiosa de las sirvientas. Ambas se sentaron al borde de la cama y se mantuvieron en silencio por unos minutos. Aunque Aurora intuyó que Queral la escuchó narrar ese cuento extraño, fingió ignorancia y le preguntó:
- ¿Hay algo que hice mal, señora? Si es así, le pido disculpas. Es la primera vez que cuido a un bebé y…
- No es eso – la interrumpió Queral – has hecho un buen trabajo para ser tu primera vez. Es solo que siento… que me estás ocultando algo.
Aurora tragó saliva. Era cierto que le ocultaba su origen real, pero es que tenía mucho miedo de ver cómo reaccionaría la gente si supiera que la heredera al trono sobrevivió a la masacre. Pero, también, necesitaba aliados que la ayudasen a desentrañar el pasado. Y aunque todavía no estaba segura de si reclamar el trono, si sabía que deseaba recuperar esas tierras tomadas por la Alianza. En un mundo como éste, una reina sin corona no tenía poder ni reconocimiento alguno ante la Doctrina.
- Sé que te dije que ésta no es una casa de beneficencia, pero también quiero ayudarte – insistió Lady Queral – cuando te vi lidiando con ese horrible hombre del bar, sentí que mi corazón dolía al ver cómo te hacía de menos por tu aspecto. En tiempos de la Tercera Reina, estas cosas no pasaban. Los niños tenían derechos, eran protegidos por la ley y todos debían asegurarse que cada uno tuviese un hogar que les brindase amor. Todo esto acabó desde que la Alianza tomó dominio de estas tierras. Creí que no me quedaba otra opción más que encoger la cabeza, pero entonces te vi cómo lo enfrentabas sin temor. Por eso pensé en que debía hacer algo para combatir este injusto sistema que vive nuestro pueblo. Y también sé que, si algún día perezco, no quiero que mi hijo viva en la miseria y desidia de la gente. De solo imaginármelo…
Lady Queral cerró la boca y se abrazó, ya que sus hombros comenzaron a temblar.
Aurora sintió su corazón encogerse. No esperaba que Lady Queral se sincerase con ella de esa forma. Así es que, quizás, solo por esta vez, pensó en mostrarle la carta y el anillo que le entregó su hermana esa noche. No le quedaban opciones si quería lograr su objetivo.
- En realidad, lo supe hace poco – le dijo Aurora, rebuscándose entre los bolsillos la carta y el anillo que siempre llevaba consigo – es todo lo que tengo y, la verdad, me siento confundida.
Lady Queral miró el anillo y se fijó en las iniciales. Luego, se lo entregó y leyó la carta. Al final, se tocó el pecho dando un suspiro. Sus ojos se humedecieron, pero no derramó lágrimas. Lo que hizo fue tomar la mejilla de la muchacha y decirle, con una sonrisa:
- Lo sabía. Tus ojos te delatan. Solo los miembros directos de la realeza poseían esa particular anomalía. ¿No es así? Aurora, princesa heredera del Reino del Sur y la cuarta de su dinastía.
Los labios de Aurora comenzaron a temblar al escuchar esas palabras. Toda su infancia vivió como vaquera, así es que le era difícil imaginarse como una princesa. Menos como una reina. Aunque disfrutaba de los cuentos de princesas que le leía su hermana, nunca se sintió identificada como tal. Prefería jugar a las corridas, montar a caballo o luchar con espadas. Era lo único que le enseñaron los capataces para que pudiera aprender a defenderse, aunque prefería evitar pelear. Era más de esconderse.
- Aún me cuesta creerlo – admitió la muchacha.
- Sí. Viviste de una forma diferente a cómo vivió tu madre y su madre – dijo Lady Queral, poniendo una expresión triste – en circunstancias normales, cumplirías los roles de una princesa. Pero como eres la única de la dinastía que sigue con vida, te corresponde ser la reina.
- Pero… no estoy segura… la corona pereció por intentar rebelarse contra la Papisa.
- Así es. Tu madre quiso separarse de la Doctrina, alegando que ésta se desvió de su propósito inicial. También declaró que las últimas Papisas, incluyendo la actual, solo son unas déspotas que acumulan riquezas irrisorias “en nombre de la Diosa”. Estos diez años fueron tranquilos, pero nuestro país se encuentra fragmentado por las colonias y las zonas que todavía no consiguieron ocupar están repletas de esos antimonárquicos. Sí, el pueblo está dividido. Pero, aunque no lo creas, hay mucha gente que desea liberarse del yugo opresor de la Alianza. Y si superan que tú estás viva, te seguirían sin dudarlo.
Aurora pensó que Lady Queral era bastante optimista. Durante sus días libres pudo ver con Janoc que, al menos en la Capital, mucha gente se planteaba cambiarse de nacionalidad para ir a uno u otro de los reinos de la Alianza. Los burgueses, quienes antes apoyaban a los nobles por ser sus mejores clientes, ahora estaban a favor del movimiento antimonárquico ya que ellos predicaban el Libre Mercado, además de que les compraban muchas cosas. Los nobles del Reino del Sur, tras la cruel masacre de la familia real que puso fin a la guerra, cayeron en bancarrota y la mayoría no tuvo más opción que, o casarse con nobles de otros reinos para mantener su estatus, o vender sus propiedades, o trabajar. Y los plebeyos eran comodines usados por uno y otro bando según la colonia donde residían. Muchos comenzaron a apoyar a los antimonárquicos, pero, también, estaban los que se oponían al “grupo terrorista” que solo saqueaban terrenos y robaban niños para adoctrinarlos.
Aurora tomó la carta y la guardó. Recordó que su hermana, hace tiempo, le había dicho que debía ver a una persona en caso de emergencias. Nunca supo el porqué, pero, ahora, podía tener una idea de lo que intentaba decirle.
- Debo ir a ver a una tal Yehohanan – le explicó Aurora a Lady Queral - ¿Sabes quién es?
- Es una condesa – dijo Queral, pero su rostro se tornó extraño – una prima tuya de parte de tu papá. Pero no te aconsejo acudir a ella.
- ¿Por qué?
- Porque fue una de las primeras nobles en oponerse a la Antigua Reina.
Al decir esto, su rostro se ensombreció. Debió de ser algo tan impactante como para que Lady Queral se pusiese de ese modo. Aún así, Aurora deseaba conocerla algún día, algo le decía que ella podría hablarle más sobre lo sucedido hacia diez años, ya que era la más cercana a la Realeza.
- Te recomiendo acudir al barón Orestes – le dijo Lady Queral, volviendo a su expresión habitual – antes trabajaba en el sector administrativo del Palacio, así es que te brindará información útil para lograr tu propósito. Es un buen conocedor de las leyes y, gracias a su ocupación actual, se hizo de muchos contactos.
- ¿Ocupación actual?
- Verás… los nobles hemos pasado tiempos difíciles y muchos nos vimos afectados por el ataque de los antimonárquicos en nuestras tierras. El barón Orestes perdió gran parte de su territorio tras la creación de las colonias, así es que tuvo que venderlas y dedicarse al comercio. Ahora solo le queda su título nobiliario y sus contactos. Es por eso que será el más dichoso si se entera que aún sigues viva.
Aurora se emocionó. En verdad era cierto que mucha gente esperaba por ella. Aunque le decepcionó lo de la condesa Yehohanan, al menos podía contar con Lady Queral y el barón Orestes para ser sus aliados.
Pero debía tener cuidado. No era un asunto que podía gritar a los cuatro vientos. Y como aún era muy joven, tenía mucho que aprender.
Al final, mirando a Lady Queral con determinación, le dijo:
- Por favor, sigamos como siempre. Pero quiero profundizar más en mis estudios de leyes e historia. Mientras, hagamos creer al mundo que soy la niñera de tu hijo.
- Como diga, su alteza. Pero déjame comprarte ropa nueva. Algo con que puedas lucirte como una princesa, al menos dentro de casa.