—¿Que te dijo? dime— hablo de manera ansiosa Hugo.
—Nada importante, solo notas.
—No me engañes, han pasado demasiado tiempo juntos. Las otras pibas salieron muy rápido. Y eso que tengo una amiga que le faltan casi todas las notas del semestre.
—No paso nada te digo—lo dijo algo indignado. Quería guardar el secreto.
—Dime lo que sea, se guardar secretos. Dime, que la maestra es tan rara como tú.
—Nada, querido compañero. Solo cosas de la vida.
Al agarrarse el bolsillo sin querer cayó el ticket. Era de color amarillo y Hugo lo cogió.
—¡Que es esto!— puso la cara de indio.
—Eso es mío, devuélvemelo— dijo con la voz alta.
Hugo veía el ticket desde todos los ángulos. Lo hacía de manera muy graciosa. Como si su mensaje le generara mucha curiosidad. Hasta lo olió.
—No me engañas, esta letra la conozco.
—¡Que me la des!
—A mi tu no me engañas, déjame ver— empezó a leerla—. ¡No jodas! Te invito a un restaurante, esa tía está loca ¿Y de que van a hablar? ¡Del reino animal!
—¡Ya suéltala!— Salax puso el rostro molesto.
—Ya, es solo una carta— dijo Hugo. Finalmente se la quito.
—Esa tía se muere por ti, ya decía yo.
—Yo aún no se que quiere.
—¿Que? ¿Bromeas verdad? Esa profesora quiere follar. Debe tener problemas serios en el amor para liarse con sus estudiantes. Te lo digo yo, ese mensaje no es para intercambiar ideas o hablar sobre temas del instituto. No, nada de eso.
—Pero, es que tú crees que...
—¡Por supuesto! Ella quiere algo contigo, le gustas. Te doy mi palabra.
—No se que hacer.
—Simplemente ve, haber que ocurre.
—¿Ella es un buen partido?
—Tienes que conocerla más, compruébalo por ti mismo.
Se quedaron callados y seguían caminando.
—Siento envidia de ti, eres muy afortunado, las chicas te siguen y tú no haces ningún esfuerzo por perseguirlos. Eres pinta. Ya quisiera estar en tu lugar, ese es el lío de los feos. Tenemos que buscarlas, vaya a saberse si tenemos suerte o seremos cruelmente rechazados.
—Dame un consejo, yo no sé que hacer.
—Solo conócela y actúa natural. Estoy seguro que ella cree que jamás le dirás esto a nadie. Te tienen en alta estima. ¡Que profesora! ¡Es una loca!
En ese momento apareció la chica de sus sueños, estaba con dos amigas.
Ni bien acababa de hablar Hugo de su maestra y procedió a cambiar de tema a la velocidad de un rayo.
—¡Mira, es tu chica! — la chica estaba a no más de quince metros, muy cerca de una cancha de básquet.
—¡Háblale cabrón!— le decía Hugo de manera no tan disimulada. El traje que usaba ella era de gimnasia, pudo contemplar aún más su cuerpo.
—¡Que esperas! Es ahora o nunca.
—No, no se que decir.
—Eres muy torpe en estas cosas. Solo háblale.
—Es que yo... No sé nada.
Hugo actuaba como un maníaco s****l, se pudo detrás de Salax y lo empujaba. Finalmente se atrevió. Camino de frente, sentía que eran sus primeros pasos. Sus corazones latían a un ritmo impresionante. Caminaba como si sus pisadas besaran la Tierra, como si le hiciera un favor al suelo.
Al estar ya muy cerca, una amiga la llamo y corrió muy rápidamente, corría con mucha agilidad, tenía un lenguaje corporal impresionante. Era tan segura que muchas veces intimidada a los hombres.
Salax se quedó en blanco en medio de la cancha , parecía un muerto, como si su chica le hubiese arrebatado el alma.
Tenía aún la mano levantada. Como no tenía experiencia iba a darle un toquecito en el hombro.
Hugo se hecho a reír. Se acercó y le dijo:
—¿Que te pasa? ¿Te has vuelto loco? ¿Le ibas a pedir que por favor te hago caso? ¿O le ibas a pedir un mandado?
Salax no comprendía que había hecho mal.
—Haber, en primer lugar nunca conoces a alguien desde sus espaldas, eso las asusta. En segundo lugar jamás se presenta alguien así.
La chica te hubiese dicho algo como " Y este, de dónde apareció"
La peliroja escuchaba lo que hablaban.
—¿Que paso chicos?— le dijo y se acercó a ambos—.¿Quieren conocer a mi amiga?
—Si, bueno, yo no, él— dijo apuntando a Salax, estaba muy nervioso aún.
—Me parece reconocer sus rostros— dijo la pelirroja.
—Si, a mi también— dijo Hugo.
—¡Eureka! Estaban con nosotras en el bar— dijo apuntándolos a ambos.
—Es cierto, y no me diste tu número— dijo Hugo. Sin pensarlo dos veces anoto su número en un ticket, similar al que Viola entrego a Salax, y se lo entrego.
—Muy bien, estás muy mona— la halago. —Gracias, pero estábamos hablando de mi amiga ¿a quien le interesa?
— A el— dijo a modo de reflejo. Salax se avergonzó y discretamente lo corrigió.
—No ¡cállate!— dijo muy molesto.
—Tranquilos, no le diré nada ¿Así que tu quieres conquistarla?
—Bueno, es complejo— dijo Salax con la mirada baja, su voz era casi femenina.
—Lo voy a tener en cuenta— le dijo y su chica volvió a aparecer. Se sintió tan incómodo que se retiró.
—Este tonto, espera ¿cómo te llamas?—
—Soy Ruth.
Hugo se despidió y fue detrás de Salax.
Al estar ya muy lejos de la cancha, Hugo no paraba de reclamarle.
—¿Que te pasa? Ahí está ella.
—¿Sabes que? ¡Déjame en paz!— le dijo muy molesto.
—Yo solo trato de ayudar.
—Mas me ayudas no haciendo nada.
Se sintió ofendido.
—No te me desmayes güerito, es solo un asunto de faldas.
Lo miro muy serio y le dijo:
—Es más que eso, tu no lo entiendes.
—¿Como no lo voy a entender si yo salgo con chicas?
—Eso no tiene nada que ver, no sabes cómo opera la mente, no sabes nada.
Hugo sintió que su ego era pisoteado
—¿Si tanto sabes por qué no hiciste nada?— le dijo como reclamándole.
—Porque existen fuerzas ocultas en nuestro interior que nos limitan.
—¡Entonces superalas!— Hugo estaba tan enfadado que lo trataba como a un retrasado mental.
—Eso es lo que intento hacer.
—¿Ves? Tu método no funciona.
—Dejame en paz— dijo y se sentó mirando hacia el sur de la ciudad.
—Vendre cuando te calmes y pienses con más serenidad las cosas— dijo Hugo, cosa bastante irónica, porque quien perdió los estribos fue él.
Salax aún observaba de lejos a su chica. Aquel día creyó firmemente que jamás le hablaría, un cumulo de pensamientos negadores de su verdadero ser lo atrapaban y lo dejaban con pocas opciones de decidir. Era el miedo lo que lo detenía.
La observo y creyó que la vería en el mismo lugar por años. La vería hacerse madura, la vería con hijos pero jamás le hablaría, se obsesionó con eso. Sentía que su cabeza no soportaría la agonía y terminaría hirviendo, al medio día ya había alcanzado el cenit. Si no hacía nada su cerebro estallaría.
Corrió a los baños y se mojo el rostro, se veía muy joven, más que sus otros compañeros.
Quería saber su nombre, este era su principal objetivo. No quería que nadie que no sea ella se lo dijera.
Sintió envidia por los demás, a la mayoría le resultaba fácil conocer gente nueva, el era un auténtico extranjero en tierras lejanas.
Miro la hora y el día, al día siguiente tenía una cita con su maestra.