"La humanidad creyó que controlaba la evolución... hasta que la evolución decidió responder."
Dos días después, el amanecer de Eidgen llego sin calor, desperezandose bajo un cielo blanco que nunca cambiaba. Desde las cúpulas térmicas hasta las calles, todo parecía funcionar con la precisión de una máquina antigua que se negaba a morir.
Kai Venz ajustó su abrigo fototérmico.
El tejido se adaptó a su temperatura, liberando un tenue brillo ámbar en las costuras.
Cruzó el corredor elevado hacia Instituto, con el aliento formándose en pequeñas nubes frente a su rostro.
En el acceso principal del instituto, el escáner óptico reconoció su pulso y voz:
"Bienvenido, estudiante Kai Venz, nivel académico 7."
El interior del instituto contrastaba con el exterior.
El aire olía a café sintético.
Las paredes brillaban con una limpieza casi antinatural, y en los corredores flotaban hologramas que mostraban avances en terapia celular, clonación y reestructuración de ADN.
El ruido, ordenado de máquinas, pasos y discusiones científicas.
Todo respiraba disciplina, y sin embargo, algo en el ambiente parecía... tenso.
Kai lo sentía, aunque no podía explicarlo.
—hola señor con cara de "pienso en el fin del mundo" —bromeó una voz familiar detrás de él.
Era Ronan Soren, su mejor amigo.
Kai giró, sonriendo apenas. —No es el fin del mundo, solo otro martes .
—Los martes tuyos parecen tesis existenciales —rió Ronan—. Vamos, no querrás que Heller nos haga su "monólogo darwiniano" otra vez.
—De tan solo pensar en las clases de Heller, se me revuelve el estómago. —dijo Kai
—¿te asusta?
—Me asusta tanto como la idea de que no tienes lista la tarea de hoy. —Dijo Kai en tono burlesco.
—Técnicamente, la pospuse para un futuro más brillante —replicó Ronan
Kai sonrió y ambos aceleraron. Ronan comenzó a hablarle: un dron que explotó en la plaza, un rumor sobre un nuevo experimento de clonación y la eterna queja de la comida en Novagene.
—Si sobrevivimos a otro trimestre a base de cubos proteicos, me declaro en reveldia —dijo mientras subían las escaleras.
—No exageres, tienen los nutrientes necesarios —respondió Kai.
—Sí, pero ningún sabor.
Ambos rieron mientras se perdían entre la multitud.
La doctora Heller los esperaba en el aula principal. Su figura, alta y rígida, imponía incluso antes de hablar, no obstante, los mejores amigos no hacían acto de presencia en la sala.
15 minutos después de comenzada la clase, la puerta del aula se desliza suavemente.
Las luces del holograma se reflejaron sobre el piso de vidrio mientras Kai y Ronan se colaban con cuidado, intentando no llamar la atención.
—Qué sorpresa —dijo Heller sin voltear—. Los señores Venz y Soren hacen acto de presencia.
Su voz era firme, cortante.
—¿Les resulta difícil comprender el concepto de puntualidad?
Ronan bajó la cabeza, murmurando algo que solo Kai escuchó:
—Tal vez en otra línea temporal llegamos puntuales.
Kai contuvo una sonrisa. —Lo siento, doctora , había una revisión en el laboratorio térmico.
—Interesante excusa. Espero que ese laboratorio haya sido capaz de crear una noción básica del tiempo —respondió, mientras algunas risas contenidas recorrían el aula.
Los dos amigos ocuparon sus asientos mientras Heller los siguió con la mirada, sin perder el hilo de su exposición.
—Como decía, la reescritura del código genético no solo cambia lo que somos, sino lo que podemos ser. Aunque, algunos aún no han aprendido a manejar ni su propia puntualidad.
Ronan se inclinó hacia Kai.
—Me está educando con precisión molecular.
—Calla antes de que te desintegre con la mirada —susurró Kai.
Heller activó el holograma central: una cadena de ADN girando lentamente.
—Esta es la doble hélice de un organismo, diseñado para corregir mutaciones espontáneas. Su existencia plantea una pregunta esencial —dijo, alzando la voz—: ¿Hasta qué punto tenemos derecho a rediseñar la naturaleza?
Kai tomó aire, recuperando su concentración.
El brillo azul del holograma se reflejaba en sus pupilas, y algo dentro de él —una especie de vibración— le recordó que no todas las mutaciones eran errores.
Ronan lo miró de reojo. —No digas nada raro, por favor.
—No prometo nada —contestó Kai en voz baja.
Heller se giró hacia ellos, como si los hubiera escuchado.
—¿El señor Venz desea aportar algo?
Kai levantó la mirada.
—Sí, doctora. Tal vez... la naturaleza ya nos está rediseñando a nosotros.
El aula entera enmudeció.
Ronan exhaló. —Y comenzó el apocalipsis académico.
Heller cruzó los brazos, evaluando cada palabra. —¿A qué te refieres?
—Tal vez no somos los autores del cambio —dijo él—. Tal vez el cambio ya estaba escrito... y solo estamos cumpliendo su guion.
Heller lo observó con una mezcla de interés y recelo.
—Esa es una teoría peligrosa, señor Venz. Sugiere que la humanidad no tiene control sobre su propio destino.
Kai bajó la vista, pero no retrocedió. —Tal vez nunca lo tuvo.
Ella lo observó unos segundos más. Luego asintió lentamente. —Anote eso, clase. La arrogancia del hombre es creer que la evolución necesita su permiso.
Ronan susurró: —Eso fue un halago y una amenaza al mismo tiempo
Kai sonrió de lado. —Como todo lo que dice.
A la hora del almuerzo, el ambiente se relajó.
El sol pálido se filtraba a través de las cúpulas de neopolímero, tiñendo todo con un tono azul gélido, mientras que hologramas de propaganda estatal flotaban en el aire.
"El progreso vence al hielo. Confía en Novagene."
Ambos quedaron mirando el holograma, en tanto, el menú era el mismo de siempre: cubos de proteína replicada, pan termofermentado y sidra sintética.
—¿Alguna vez te has preguntado qué hay fuera de las cúpulas? —preguntó Ronan.
—ruinas —respondió Kai.
—No, hablo de más allá de las ruinas. Dicen que hay colonias subterráneas, gente que vive sin control gubernamental.
—También dicen que hay océanos bajo el hielo, y que el cielo sigue siendo azul.
—¿Y tú lo crees?
—Quiero creerlo. Pero querer no cambia los datos.
Ronan suspiró. —A veces pareces un anciano encerrado en cuerpo de adolescente.
Kai lo miró con ironía. —Y tú un niño atrapado en un laboratorio.
—Perfecto equilibrio —rió Ronan mientras daba un mordisco al pan,
—¿Sabes qué sería perfecto ahora? Una hamburguesa de verdad.
Kai lo miró. —¿"De verdad"? ¿De animal?
—Sí. —Ronan sonrió—. Con grasa y pan caliente.
Kai hace una mueca de desconcierto— Ni siquiera sabes como es el sabor, nunca las hemos probado.
—Dejame soñar, no seas tan aburrido. —Replicó Ronan.
Kai rió, pero luego se quedó en silencio, observando la ciudad.
Desde esa altura, Eidgen parecía viva: una red de luces que respiraba bajo el hielo.
Y, sin embargo, algo no encajaba.
Las pantallas de comunicación en las calles parpadeaban con un brillo irregular.
Algunos drones habían comenzado a desviarse, moviéndose de forma errática, como si algo invisible los perturbara.
Por los altavoces, una voz mecánica:
"Anomalía térmica detectada. Personal técnico en camino."
Los estudiantes se miraban entre sí, nerviosos.
Kai sintió una presión leve en el pecho, una vibración... como si el aire cambiara de frecuencia.
—¿Lo sentiste? —preguntó Ronan.
—Sí.
—¿Qué fue?
—No lo sé
Ronan fingió una sonrisa. —Genial, ahora el aire está vivo.
—Tal vez siempre lo estuvo.
La última clase del día fue cancelada, los pasillos estaban casi vacíos.
—Por una parte estoy feliz de que el día se acabe pronto, pero el saber que tenemos que terminar el trabajo que nos dejo Heller hace 3 días, me quita completamente esa felicidad—reclamó Ronan.
—Eso nos pasa por madrugar jugando. —dijo Kai.
—No me acuerdo, y si no me acuerdo, no pasó — sonrió Ronan
Ambos decidieron quedarse en el laboratorio a terminar su informe de genética aplicada.
La luz era tenue, los tubos de ensayo reflejaban destellos pálidos.
Fuera, la tormenta arreciaba.
—¿Qué harías si todo esto colapsa? —preguntó Ronan.
Kai alzó la vista del microscopio. —¿El instituto?
—No, el mundo.
—Supongo que intentaría entenderlo.
—¿Y luego?
—Luego vería si vale la pena salvarlo.
Ronan lo observó con media sonrisa. —A veces olvido que eres más raro de lo que pareces.
—Y tú más leal de lo que admites.
Ambos rieron y sin saberlo, esa fue la última risa antes del caos. Minutos después, un golpe seco resonó en el pasillo, luego otro, los vidrios empezaron a romperse, mientras que los gritos comenzaron a oírse.
Kai y Ronan se quedaron inmóviles.
—¿Qué mierda fue eso? —susurró Ronan.
—Te mentiría si te digo que lo sé —respondió Kai, agachándose
El sistema de emergencia se encendió:
"Protocolo Ártico activado. Cierre de compuertas."
La puerta del laboratorio tembló. Un impacto la abolló desde fuera, Ronan fue corriendo a intentar tapar el hueco
Kai retrocedió. —¡No vayas!
Pero sus palabras no dieron resultado. Un guardia irrumpió tambaleante, los ojos lechosos, la piel gris, sangre congelada en los labios y una mordida en el cuello.
Ronan se acercó a él con cuidado —Ey, amigo, ¿te encuentras bien?
El guardia grito y quebró más de un tubo de ensayo, logrando que ambos chicos queden aturdidos por unos segundos. En eso, Ronan cae por la fuerza del guardia y le agarra de los hombros, en busca de defenderse.
—¿¡Este tipo ha perdido la cabeza!?
Kai se recompone —¡Aguanta!
Kai ve a su alrededor con mucho nervisismo. Busco algo, cualquier cosa, en eso, ve en el piso un fragmento de vidrio del tubo de ensayo, corre a cogerlo y se dirige hacia Ronan.
Empieza a apuñalar al guardia en la espalda, sin embargo, este voltea y sus ojos conectan con los de Kai, haciendo que suelte el vidrio por miedo.
De un momento a otro, Kai esta en el suelo, forcejeando con el guardia, pero este lo logra morder en el brazo izquierdo, cosa que lo hace gritar de un dolor profundo.
—¡Kai!
—¡Al cuello, rájale el puto cuello! —respondio él señalándole el vidrio
Ronan hace caso y corta el cuello, haciendo que grandes cantidades de sangre caigan en el traje térmico de Kai pero logrando su objetivo, acabar con su vida.
Kai respiraba con dificultad, su vista se nublo, mientras que la piel empezó a tornarse pálida.
—Ay... carajo... duele mucho... —jadeó.
Ronan lo sostuvo. —Tranquilo, estás bien.
—hay... algo moviéndose... dentro de mi cuerpo...
—Kai, mírame, ¡mírame!
Pero sus ojos parecían brillar con un reflejo interno.
El sistema de seguridad volvió a sonar:
"Contención fallida en Sector Norte. Refúgiense inmediatamente."
Ronan cargó a Kai y comenzaron a correr. Las luces parpadeaban, el aire olía a carne quemada, cuerpos corrían, otros caían. Eidgen se estaba derrumbando.
—Aguanta, Kai —decía Ronan entre jadeos—
Llegaron al subsuelo del instituto. Puertas automáticas, humo, el rugido lejano del caos.
Kai se tambaleaba.
—Ronan... —dijo con voz débil
—No hables
Kai se aferró al suelo. El dolor lo atravesaba.
Vio destellos. Un laboratorio. Una mujer de cabello oscuro.
Una voz.
"Si llevas mi sangre..."
—Ronan... —repitió Kai
Ronan responde nervioso— ¡Qué, maldita sea!
—La... veo...
—¿La ves? ¿A quién?
—A ella... a la mujer del... video...
—Mierda...
Ronan retrocedió un paso, sin entender.
El zumbido de los generadores se detuvo.
Fuera, los gritos cesaron.
El reloj del refugio marcó 23:59.
Una transmisión se encendió en las pantallas:
"Protocolo Ártico fallido. Contención imposible. Que Dios nos perdone."