El aroma a hierbas y humo llenaba el aire cuando Rosie despertó. Un dolor sordo le recorría el cuerpo y, al abrir los ojos, descubrió un techo de madera oscura surcado por vetas desgastadas por el tiempo. El murmullo de una fogata cercana resonaba, el crujir de la leña era un consuelo inesperado, un recordatorio de que aún estaba viva.
Se incorporó con esfuerzo, sintiendo cómo los músculos entumecidos protestaban. La manta gruesa que cubría su cuerpo cayó, revelando cortes y moretones ya limpiados y vendados. El suave roce de la lana hizo que sus sentidos se despertaran, y la alarma llenó sus pensamientos.
—No intentes moverte demasiado rápido —dijo una voz profunda desde el rincón más oscuro de la cabaña.
Rosie se tensó al instante. El hombre de ojos dorados emergió de las sombras, con un aire de calma que contrastaba con su presencia imponente. Llevaba una camisa negra que marcaba los contornos de su musculatura y un rastro de cicatrices cruzaba su mejilla, dándole una apariencia peligrosa y atractiva a la vez.
—¿Dónde estoy? —preguntó, intentando mantener la voz firme.
—En territorio seguro —respondió él, sus ojos recorriéndola como si midiera sus fuerzas—. Mi nombre es Kael. Te encontré en el bosque... en una situación complicada.
La memoria golpeó a Rosie con la fuerza de un huracán: la carrera desesperada, el lobo Alfa, el poder que brotó de ella como un torrente descontrolado. Su respiración se aceleró, y un estremecimiento recorrió su cuerpo.
—¿Quién eres realmente? —inquirió, desafiante.
Kael arqueó una ceja, un destello de diversión en su mirada.
—Alfa de la manada del Norte. Este bosque es mi territorio, y tú... —sus ojos se entrecerraron—. Tú eres más de lo que aparentas, pequeña loba.
Rosie tragó saliva, sintiendo la amenaza implícita en sus palabras.
—No sé de qué hablas.
Kael avanzó hasta quedar frente a ella, su presencia envolvente y peligrosa. Se inclinó lo suficiente como para que su aliento rozara el rostro de Rosie.
—Anoche desataste una energía poderosa, casi letal. ¿Dónde aprendiste a hacer eso?
El silencio fue su única respuesta. El miedo y la confusión luchaban por el control, pero Rosie sabía que no podía revelar lo que ni siquiera comprendía.
—No importa —continuó Kael—. Lo descubriremos. Hasta entonces, no irás a ningún lado.
La determinación se encendió en los ojos de Rosie.
—No puedes mantenerme aquí.
Una sonrisa lenta y peligrosa curvó los labios de Kael.
—Inténtalo.
El desafío estaba lanzado. Rosie sabía que escapar no sería fácil, pero prefería enfrentarse a las sombras del bosque antes que ser una prisionera más. Sin embargo, la certeza de que Kael no sería un enemigo sencillo caló hondo. Su destino, de alguna manera, parecía ya atado a ese hombre de mirada dorada.
Y quizás, a esa fuerza oscura que aguardaba en lo más profundo de su ser.