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El corazón de la princesa

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Blurb

Cuando la princesa Liah, enviada lejos tras la muerte de su madre, regresa al palacio, un encuentro casual con un hombre llamado Poseidón altera su destino. Huyendo de un matrimonio arreglado, se refugia en Toronto, buscando una vida normal. Sin embargo, sus deberes reales la llaman de vuelta a Suiza, enfrentándola al dilema entre su identidad como princesa y sus anhelos personales, desatando una lucha interna por encontrar su verdadero ser y estar al lado de la persona que ama.

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Prólogo
En el amplio pasillo el llanto de un bebé resonó, el hombre que caminaba de un lado hacia el otro se detuvo en seco y miró la enorme puerta que se levantaba delante de él. Largos minutos transcurrieron hasta que los guardias abrieron el umbral de madera pura con detalles europeos, una mujer cargaba a la pequeña niña que tenía unos breves momentos de vida. — Felicidades, Su Majestad, es una niña muy sana — ella colocó a la bebé en los brazos del hombre — ahora si me disculpa un momento tengo que volver a entrar. En el momento que el hombre miraba a la niña con mucho amor escuchó al doctor llamar rápidamente a la enfermera que salió a entregarle a su hija, un alboroto reinó en todo el palacio al cual asistieron muchos médicos. El rey se puso inquieto, sabía que su esposa pasó un embarazo muy difícil, era el séptimo de hecho y los doctores advirtieron de los riesgos que conllevaba esta gestación. — ¡Abran la puerta! — el rey ordenó mientras cargaba a su hija — no pienso repetir lo que dije, háganlo o simplemente apártense. Los guardias temblaron ante la orden del rey, ellos abrieron las puertas de par en par y al entrar vio que su esposa se encontraba bastante pálida mientras era atendida por los doctores. Sintió como su corazón se hizo pequeño y en el momento que intentó acercarse fue detenido por los doctores. — Su Majestad comprendemos su angustia por la reina, sin embargo, le pedimos que nos dejé trabajar, una vez que la logremos estabilizar se lo vamos a decir, pero por el momento es necesario que salga de la habitación. — Puedo dejar que hagan su trabajo, sin embargo, no me saldré de la habitación, esperar fuera solo va a incrementar mi angustia. Él esperó pacientemente a un lado mientras los doctores hacían hasta lo imposible por estabilizar a su mujer, la niña increíblemente se encontraba completamente tranquila a pesar de que afuera llovía a cántaros y los truenos no dejaban de sonar en el amplio cielo que a su vez era iluminado por tal cosa. — Su Majestad — el doctor se acercó — hemos logrado estabilizar a su esposa, pero mucho me temo que no va a poder sobrevivir, este parto fue demasiado para ella y usted lo sabía muy bien. Le aconsejo que se vaya a despedir. El rey por primera vez se miró completamente sin fuerzas, su título no le servía en absoluto y eso era algo que le frustraba demasiado. Se acercó a la amplia cama en donde su esposa se encontraba, el color había abandonado la piel rosácea que la caracterizó por mucho tiempo, sin embargo, la sonrisa de la cual se había enamorado perdidamente aún se conservaba. — Querido, supongo que esta es la última — ella le sonrió con cansancio — a ver, déjame mirar a nuestra hija. El rey le dio a la niña a su esposa, en el momento que ella la miró sonrió con tanto amor, pero al mismo tiempo había un dolor en su corazón, ya que sabía perfectamente que la vida se le iba como el agua se escurre por sus dedos. — Supongo que tienes razón, es el último embarazo, tenemos que detener la fábrica de bebés de una. — Liah Renee — ella besó su cabeza y le colocó un collar que usaba en ese momento — quiero que te llames de esa forma, perdóname cariño por no estar a tu lado, pero mamá tiene que hacer un viaje sola. Frederic, por favor cuida de nuestros hijos, es lo único que necesito para poder irme en paz. El rey miró a su esposa con un profundo dolor y sentía la frustración en carne viva, se negaba a dejarla ir y quería ocupar todo su poder para detener a la muerte de la mujer que lo había cautivado años atrás y le dio la familia que tanto deseaba, no sabía qué hacer y tampoco pensó en cómo concebir la vida sin ella. Veía su tez y estaba demasiado pálida, los ojos almendrados de los que tanto se había enamorado estaban casi sin vida y su cabello castaño lucía sin color. — No me dejes Danielle — él la miró con súplica — sabes bien que te necesito demasiado y sin ti me encontraré sin rumbo en esta vida, nuestros hijos también te necesitan, son seis niños por si no lo recuerdas. — Cariño, recuerdo muy bien a nuestros hijos, pero a partir de este momento tienes que transitar por este camino tú solo. No me arrepiento de haber llevado este embarazo hasta el final, ya que tuve la niña con la que tanto soñaba, por favor protégela a toda costa y no la abandones nunca. Quiero que recuerdes que te amo profundamente, gracias por todos los momentos vividos. Estas fueron las últimas palabras de la reina, en el momento que sus ojos cerraron para siempre, un trueno muy fuerte resonó por todo el cielo y fue en ese momento que Liah empezó a llorar como si supiera que su madre había dejado este mundo. El duelo nacional por la muerte de Su Majestad empezó, el pueblo a la vez que lloraba por el deceso de esta noble mujer se alegraba al saber que la pequeña princesa se encontraba completamente sana. — Su Majestad — una empleada llegó donde él e hizo una reverencia — la princesa Liah se encuentra llorando, creo que debería ir a verla para consolarla, es el único padre que le queda. — Deja de decir tonterías — él se mostró indiferente — contrata una niñera más si es ese el asunto, soy el rey de una nación y no puedo estar distrayéndome con cosas tan banales como mirar a una bebé. La empleada no se atrevió a decir nada y se marchó a ver a la recién nacida, ella sabía muy bien que el rey rechazaba a la pequeña porque era muy parecida a la difunta reina y no había podido ni siquiera llevar el luto por el deceso de su esposa, ya que tenía un pueblo que guiar. Años después — ¡Princesa Renee! — la empleada corrió a la habitación — el rey quiere hablar con usted, por favor prepárese para verlo, al parecer ya tiene una respuesta sobre la propuesta que le hizo de pasar más tiempo con usted. La pequeña niña se entusiasmó, se puso el traje que se le había designado para cuando visitará al rey y la tiara que pertenecía a su difunta abuela justo cuando tenía su edad brillo en la cabeza de la infanta. Llegaron al trono e hizo una reverencia hacia su padre, que se encontraba reunido con otras personas de la nobleza en la que se incluían a sus hermanos. — Su Majestad — la pequeña habló con voz bajita y dulce — he acudido a usted en cuanto mi nana me dijo que deseaba verme, ¿Sucede algo? — Sí, el otro día me has dicho que te gustaría hacer otras cosas, ya que te encontrabas aburrida en el palacio y que si te podía acompañar sería mucho mejor — ella asintió mientras sus ojos brillaban — muy bien, se va a hacer realidad una parte de lo que me has pedido. Él le hizo una seña a un empleado y el hombre caminó en dirección a Liah, encima de un cojín de terciopelo rojo se encontraba un sobre y ella lo tomó, entonces lo abrió. — Vas a ir al internado de la realeza, queda en Suiza y es lo mejor de lo mejor. Estuve investigando hasta el cansancio y hay muchas actividades extracurriculares muy interesantes, te pueden ayudar en un futuro y sabes bien que la educación de una princesa tiene que ser muy estricta. — Pero padre — sus ojos temblaron y mostró unas cuantas lágrimas — yo no he pedido alejarme aún más de ti, sino acercarme, si piensas que no soy capaz de ver las diferencias que tienes con mis hermanos y conmigo estás equivocado, soy consciente de eso y de incluso más. — Deja de llorar que con eso no vas a hacer que cambie de parecer, además obviamente tengo diferencias entre tus hermanos y tú; ellos son príncipes que en un futuro serán capaz de liderar el reino y en tu caso solamente puedes esperar que alguien te despose para poder fortalecer los cimientos de este pequeño país, ahora ya deja de quejarte y ve a preparar tus cosas que te vas hoy…

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