Orígenes

3086 Words
22 de Mayo del 2016   El jefe de la Cosa Nostra siciliana, Máximo Bianchi, ha sido asesinado este lunes en Palermo. Dos hombres en motocicleta, todavía no identificados, han abordado al capo de la mafia italiana mientras paseaba en bicicleta por el barrio de Zisa, en pleno centro de la ciudad y le han pegado dos tiros en la cabeza. El lugar del suceso es el mismo donde se produjo el último homicidio de la mafia de Palermo hace tan solo dos años. No hay ningún testigo del ataque, del que informó un policía fuera de servicio tras encontrarse con el c*****r. Vecinos del barrio han relatado únicamente que oyeron unos disparos. Bianchi, de 67 años, cumplió más de dos décadas de prisión por robo y por el asesinato del capitán de Carabineros y de los agentes que lo acompañaban. Fue puesto en libertad en 2014 pero, tras su excarcelación, estaba considerado como un "muerto en vida" porque la Cosa Nostra había anunciado su muerte.     Salto de la silla en la que me encuentro y camino a través del pasillo de cubículos hasta llegar a la oficina de mi jefa. Abro la puerta sin preguntar y le pongo el periódico encima de la mesa, señalándole la noticia que aparece en primera plana. Ella hace una mueca de enfado porque no he llamado y mira detrás de mí por si hay alguien mirando. —  Cierra la puerta —me ordena. Me apresuro a ir a la puerta y cerrarla, haciendo que el bullicio que hay fuera desaparezca un poco en aquel despacho lleno de papeles y vasos de café. Ella lee atentamente la noticia mientras yo me muevo de un lado a otro del despacho, nerviosa. Brina deja el periódico de nuevo sobre su mesa y se quita las gafas de ver. A sus treinta y cinco recién cumplidos, es la jefa del periódico local. Ella, con su pelo corto y liso hasta la barbilla, hace un amago de recogérselo en una coleta pero la mayoría del pelo se escapa de la gomilla. —  Te dije que no te lo cortaras tan corto —me acerco a la mesa y Brina posa sus ojos oscuros sobre mí. —  Ya, sabes que al final siempre termino haciendo lo que me da la gana. Y tiene razón. Brina no solo es mi jefa, también mi amiga. Aunque era antes mi amiga que mi jefa. Ella había ascendido, quedándose con el puesto de Directora jefa del periódico y yo estoy aún intentando abrirme camino para poder cubrir noticias importantes que no me dan. —  Te dije que la mafia seguía haciendo de las suyas mientras todo el mundo intenta ignorar que están ahí fuera. Me siento en la silla que está frente a su escritorio y ella mira de nuevo el periódico. —  Me duele que leas la competencia. —  Brina —me quejo—, es serio. Quiero cubrir las noticias así. Algo ha pasado para que la Cosa Nostra quiera matar a su propio jefe. —  La Cosa Nostra le tenía jurada la muerte desde que salió de la cárcel. —  Lo sé, lo sé —paso una mano por mi pelo y suspiro pesadamente— Quiero hacer una investigación extensa —le pido—. Saber qué ha pasado, quiero... —  ¿Qué se supone que quieres hacer? —  Descubrir que pasa. Muere gente inocente por culpa de la mafia. —  La Policía investiga a las mafias. —  La policía está comprada, deja que investigue, por favor —le ruego—. Si no consigo nada en unos meses, volveré a mi mesa y seguiré escribiendo sobre la educación del país. Brina pasa su lengua por sus perfectos colmillos mientras me mira fijamente. Un trabajo de investigación es lo que necesito para ascender, para poder buscar otro trabajo en algún medio importante y poder salir de aquí. El tema de la mafia es un tema hablado. La policía está haciendo un buen trabajo, sí, meten a gente que tiene que ver con la mafia en la cárcel e intentan velar por nuestra seguridad, fracasando, por supuesto. Nuestros comercios pagan impuestos si no quieren ser quemados, el tráfico de armas, drogas y personas, sigue fluyendo. Los robos, los secuestros y la prostitución son tan comunes que nadie se extraña que alguien desaparezca. Ellos son los reyes y nadie puede quitarles su corona y quien lo intenta, no acaba muy bien. —  ¿No es ese asunto un poco peligroso? —Pregunta dejando el periódico sobre la mesa— No creo que quieras estar en la lista negra de la mafia. Abro la boca y la cierro porque la lista sobre gente que está amenazada por la mafia es amplia. Periodistas, policías, políticos... —  Tienes dos meses para averiguar algo —levanta dos de sus dedos y sonrío abiertamente—. Quiero un informe semanal completo y...—Ya estoy levantándome de la silla, emocionada—. Y espero que tengas suerte y cuidado. No te metas en líos. —  No lo haré, te lo prometo —digo dispuesta a salir del despacho—, ¿Cenamos hoy fuera? —Pregunto. —  Mi prometido me espera en casa. —  ¿Para qué le hagas la cena? —Pregunto. —  Eso parece —suspira. —  ¡Qué divertido! Que se haga una pizza. Brina sonríe sin enseñar sus dientes. —  Algún día llegará la hora de que también tengas responsabilidades. —  Espero que mi responsabilidad no sea hacerle de comer a mi novio porque sea un inútil. Ella se ríe y salgo de su despacho dispuesta a terminar todo el trabajo que tengo para empezar con lo que verdaderamente me interesa.     Salgo esa noche más tarde de la oficina haciendo que Brina, pase por mi lado tocando su reloj diciéndome que el periódico no paga las horas extras, cosa que he notado, por lo que no tardo en salir corriendo de allí con mi chaqueta, mi mochila y mi casco acuestas. Muevo nerviosa mi pie mientras bajo por el ascensor y evito mirarme al espejo para no ver mi rostro cansado en él. Salgo del ascensor y camino deprisa hacia mi Vespa. Gracias a ese maravilloso regalo de mi padre cuando cumplí la mayoría de edad, puedo moverme sin problemas por la ciudad. Me pongo el casco y lo abrocho en mi barbilla para poner rumbo a casa bajo la noche siciliana. Mi vida es monótona y aburrida.  No hay nada interesante que contar.  Periodista de uno de los periódicos locales en la sección de educación y amante del vino y la pasta,  como una buena italiana.  Tengo un gato, Lucinda.  Un gato un poco feo pero que ocupa todo mi corazón.  Compartíamos un pequeño piso cerca del centro de la ciudad,  donde las calles se estrechan y puedes ver desde tu ventana como tu vecino se pasea desnudo por su casa.  Aparco la Vespa y abro la vieja puerta pesada del portal.  Subo hacia el tercer piso y saco las llaves de la mochila para entrar en casa.  —  Ya estoy en casa —alzo un poco la voz para que Lucinda me escuche y dejo el casco en la percha.  Mi gata gris de acerca y me agacho para acariciarla— ¿Me has echado de menos? Me quito la mochila de la espalda y saco el móvil para poner Spotify.  Me voy al frigorífico y cojo la botella de vino que abrí la noche anterior.  —  No me juzgues —le digo a Lucinda cuando me observa llenarme una copa de vino blanco—. Dicen que el vino da vida, y creo que es cierto —me quito los zapatos con mis pies y los dejo en la entrada mientras sujeto la copa de vino en una de mis manos.  Voy al cuarto de baño y abro el grifo el agua caliente.  Pongo el tapón y voy bailando suavemente hacía mi habitación, la única que hay.  Cojo el pijama con mi mano libre y bebo de mi copa de vino.  Dejo el pijama en el lavabo cuando entro en el baño y saco el teléfono de mi bolsillo trasero. Lo dejo a un lado, con mi copa de vino y toco el agua.  Me desnudo y Lucinda entra.  Me recojo el pelo en un moño y entro en la bañera.  El agua sigue corriendo y cierro los ojos cuando me acomodo.  —  Esto es vida, Lucinda —miro a mi gato— Ya, ya lo sé.  No quedaría nada mal que un sexy hombre entrase por la puerta vestido con un traje y se quitase la ropa para entrar aquí conmigo —me apoyo en el borde—. Pero yo no soy la protagonista de una novela erótica y tú no eres el gato más cariñoso del mundo.  Bostezo y vuelvo a acomodarme en la bañera mientras siento como mi cuerpo se relaja.  Mis padres viven en una pequeña granja a las afueras de Palermo. La granja en la que habían vivido mis abuelos.  Vivir allí nunca ha sido mi sueño, por eso me mude a la ciudad para estudiar y gracias al trabajo en el periódico llevó años manteniéndome por mi cuenta.  Me pongo el pijama y me siento en el sofá después de hacerme una ensalada.  Mi portátil está encima de la mesa donde he dejado la carpeta que tengo sobre la información de la Mafia.  He estado recopilando información durante un año y ahora que mi trabajo consiste en eso, tengo que ponerme las pilas e intentar hacer algo bueno por Sicilia.  La mafia nació en Palermo durante el s.XIX, pero antes de entender por qué se originó esta organización criminal, debemos mirar atrás, a la historia de Sicilia. Fue ocupada por Fenicios, Griegos y Romanos. Con la caída del Imperio Romano la ocuparon y saquearon los vándalos, los hérulos y los astromgodos. Después, llegaron los bizantinos y los Sarracenos del Norte de África, fundando el Emirato de Sicilia en el año 827. Aproximadamente en 1061 fue conquistada por Los Normandos que años más tarde pasó a ser parte de la Corona de Aragón hasta que en 1713 con la Guerra de Sucesión Española se entregó al Duque de Saboya, que poco después la cambió por Cerdeña al Emperador Austriaco Carlos VI. Sin embargo, eso no quedó ahí, en el Tratado de Viena, fue entregada a los Borbones, pero en 1860, la Expedición Mil con Giuseppe Garibaldi —un militar y político Italiano—, expulsó a los Borbones y en 1871 Sicilia se unificó al Reino de Italia y dejamos de ser invadidos hasta que llegó la Segunda Guerra Mundial y los Nazis ocuparon la Isla de nuevo. Años más tarde, Sicilia formaría parte de la constitución de Italia y mientras la Cosa Nostra ya era una organización criminal mundial, la más fabulosa que ha existido. Aquí, en Sicilia, sobre todo en Palermo, la mafia está en todas partes. Todo el que puede chupa del bote de la mafia y quedan pocas personas que luchen contra la organización. Ahora, yo me considero una de ellas. Aunque aún no he diseñado mi plan de ataque, sé que debo hacer algo más que escribir una columna sobre la mafia, necesito más información de la que puedo conseguir en los libros o en viejos periódicos. —  Creo que es hora de hacerle una visita a Lorenzo mañana —le digo a Lucinda cuando se recuesta a mi lado en el sofá y me mira—. ¿No te gusta Lorenzo? Es guapo —llevo el tenedor a mi boca— y simpático —digo con la boca llena. Ella se levanta del sofá y no, no le gusta Lorenzo. Siempre, antes de acostarme, le envío un mensaje a mamá diciéndole que estoy sana y salva en casa y que he cerrado la puerta con llave. Aunque sé que eso no la hará dormir tranquila, nunca duerme tranquila desde lo que sucedió con Fabio. Ella se encuentra sumida en una depresión de la que papá y yo esperamos que salga pronto.   A la mañana siguiente, voy a la cafetería que se encuentra al lado de la comisaría de policía y miro por las mesas intentando encontrar a Lorenzo hasta que lo veo allí, tomándose un café vestido con un traje de chaqueta gris. Su pelo rubio está desordenado y sus grandes manos sujetan un periódico. Respiro hondo y con una velocidad y un desparpajo que desconocía, me siento frente a él con una sonrisa de oreja a oreja en mi rostro. Él, deja de leer el periódico y sus ojos marrones se encuentran con los míos. —  Vaya, hola —me sonríe y dobla el periódico para dejarlo encima de le mesa—. Cuánto tiempo sin verte. —  Eso es bueno, ¿no? Significa que no he tenido ningún problema. —  Sí, pasé de verte todos los días en mi mesa a no saber nada de ti. Lorenzo se ocupó del caso cuando asesinaron a mi hermano y había estado durante meses, yendo todos los días a la comisaría para saber si tenían algo, si habían encontrado a los culpables. —  Me sumergí de nuevo en informar a los ciudadanos sobre la educación de la región. —  Lo sé, leo tus columnas en el periódico. ¿Qué haces aquí? —Sus manos se cruzan en la mesa y me armo de valor porque es hora de indagar. —  Asesinaron a Máximo Bianchi —digo. —  Lo sé, estuve allí. —  Y… —  ¿Quieres información? —Sus cejas se alzan y sus ojos se abren, mirándome sorprendido. —  No quiero información, quiero que hablemos como dos conocidos sobre algo que ha pasado y que es de total importancia para Sicilia. —  ¿Ahora escribes sobre la mafia en el periódico? —  Estoy haciendo un trabajo de investigación. Lorenzo se echa hacia atrás en la silla y se apoya en el respaldar. Ha cruzado su pierna y me mira fijamente. Me incomoda. Lorenzo tiene treinta y tres años, siete años más que yo y nos conocimos hace un año cuando fui a la morgue a reconocer el c*****r de mi hermano junto a mi familia. Mi madre tuvo que ser llevada a urgencias por un ataque de ansiedad y mi padre la acompañó, yo me quedé allí, mirando el cuerpo sin vida de mi hermano cubierto por esa sábana blanca y él, se quedó allí a mi lado esperando a que pudiera contarle algo que le diera una pista de por dónde empezar. —  ¿Quieres escribir un libro? —Pregunta. —  No. —  ¿Entonces? —  Quiero saber qué ha pasado. —  Lo han matado, fin del asunto —se levanta y coge su cartera para guardarla en su bolsillo. Me levanto y lo sigo hasta fuera de la cafetería. Apenas hay mucha gente, por lo que me permito poner mi mano en su brazo para que me mire. —  Lorenzo, por favor. Él es mucho más alto que yo. Más alto y más fuerte, ni siquiera mi cabeza llega a su hombro y siempre tengo que alzar la cabeza de más para poder mirarlo. —  Fiorella, si tanto quieres saber sobre lo que está pasando, haz las pruebas para policía y metete en la DIA. —  No doy la altura para meterme a policía. Lorenzo termina sonriendo un poco y niega con la cabeza. La DIA es la Dirección Antimafia y él es uno de los componentes. Así que, sí, la Cosa Nostra mató a mi hermano por estar en un mal sitio en el momento equivocado, o eso espero y creo. —  Si me invitas a cenar te lo cuento. ¿Qué? Alzo mi ceja izquierda y mi corazón bombea fuerte contra mi pecho. Hasta donde yo sé, hace un año él estaba prometido con una preciosa chica de ojos verdes y sonrisa bondadosa. —  ¿Dónde quedó la caballerosidad? —  Se perdió hace años —saca el teléfono de su bolsillo y frunce el ceño cuando lo mira—. Tienes mi número, o eso espero, llámame con el sitio y la hora. Se gira y empieza a caminar hacia la comisaría. Me quedo allí, observando cómo se aleja de mí mientras pienso en dónde podría llevarlo a cenar. Algo sencillo, casual, pero con nivel. No una hamburguesería, pero tampoco un restaurante caro. Espera, ¿lo voy a invitar a cenar?  Frunzo mi ceño y doy media vuelta para ir hacia mi vespa. Me coloco el casco y me pongo rumbo a la redacción. Llego tarde y Brina me mira a través de la cristalera mostrándome el inexistente reloj que lleva en su muñeca porque no los soporta. Me encojo de hombros con una sonrisa en mis labios, disculpándome y no tardo en ir a su oficina. —  ¿Sabes a qué hora entras? —Pregunta cogiendo la taza de café que tiene a su lado y bebiendo un sorbo. —  Sí, pero tenía que hacer algo antes, ayer me quedé hasta más tarde. —  ¿Qué tenías que hacer? —  He estado hablando con Lorenzo. —  ¿Qué Lorenzo? —  Lorenzo Moretti. Brina alza sus cejas y deja la taza de café sobre la mesa, justamente sobre el posavasos. Me examina, esperando que le diga que es mentira y que en realidad me he quedado dormida, pero no lo es. —  ¿Qué hacías hablando con el detective de la DIA más guapo que he visto nunca? ¿Se sabe algo de tu hermano? —  No, no. Estoy investigando. —  Y decidiste empezar por él —dice con una sonrisilla. —  Sí, fui a la cafetería a la que suele ir y allí estaba. —  ¿Te ha dado algo de información sobre lo de Máximo? —  No, pero me ha dicho que si lo invito a cenar, me la dará. Se acerca más a la mesa como si no hubiera oído bien lo que he dicho. —  ¿Te ha pedido que lo invites a cenar? —  Eso he dicho. Brina tiene un enamoramiento con el detective desde que lo vio en el funeral de mi hermano. Si él se fijase en ella, estoy completamente segura de que dejaría al estúpido de su prometido para irse con el guapo Lorenzo. Tengo que salir del despacho de mi amiga porque tiene una reunión y me repite que intente no llegar tarde de nuevo. Me siento en mi mesa y en lo que menos puedo pensar es en trabajar.          
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