INTRODUCCIÓN.
Mikhailov.
Camino por los pasillos de la segunda planta siendo cautelosa, sin hacer ningún ruido. No deseo que mi madre me escuche, sería peor, al ser consciente que en la mañana se la pasó discutiendo con mi padre. Con dificultad puede oír la discusión; aun así, no logre entender de qué iba. Fue sorprendente escuchar el intercambio de palabras, ya que no suelen discutir, siempre están tratando de hablar tranquilos si tienen alguna diferencia.
A pesar, de ser como una bomba de tiempo, nunca se ha ido a los gritos o he visto a mi madre llorar, pero al escuchar su discusión me dieron entender que la situación por la cual estaba peleando era grave, tan grave que mi padre hecho una furia salió de la casa dando un portazo que hizo estremecerme mientras mi madre se la paso encerrada en su habitación.
Bajo las escaleras despacio y cuando llegó al último peldaño de la escalera corro rápidamente hacia el ventanal que se encuentra frente a mí, tomó de uno de los cojines y observo el atardecer mientras mi mirada se pierde entre los árboles.
Este día fue realmente raro, no solo por la discusión de mis padres, también, porque tengo una extraña sensación que no me permite estar tranquila.
A lo lejos puedo escuchar pasos acercándose, pero no presto atención, me concentro en mirar por la ventana, pero cuando los pasos se escuchan más cerca dejó de observar por la ventana para voltear a mirar. La observo, sonrió, pero no me devuelve el gesto como suele hacerlo; a pesar de ser blanca notó la palidez en su cuerpo mientras sus hermosos ojos miel se notan hinchadas, su mirada muestra tantas emociones que no logro identificar una. No tengo la oportunidad de pronunciar ninguna palabra porque a pasos largos se acerca, y cuando está frente a mí pone sus manos en mis hombros sacudiéndome fuerte, hago una mueca de dolor que no pasa desapercibida para ella. La miro confundida mientras una lágrima recorre su mejilla, me da una sonrisa a boca cerrada.
— Escucha con atención, butterfly.— dice, luego de unos minutos. La observe detenidamente para lograr entender la situación, mi miedo se incrementa.— Recuerdas tu escondite favorito, ¿verdad?
— ¿El que está junto a la chimenea? — pregunto confundida, me mira por unos segundos hasta que asiente sacando sus manos de mis hombros.
— Te esconderás en ese lugar.—ordena, escucho atentamente.—Veas lo que veas, escuches lo que escuches, no tienes por qué salir de tu escondite.
— ¿Vamos a jugar? — inquiero con confusión. Observó alrededor pero ni rastro de mi papá, entrecierra sus ojos hacia mí.
— No puedes hacer trampa.— informa, ruedo lo ojos.— Mi bebe.
— Mamá.—chillo, molesta mientras sonríe.—Tengo nueve años, no soy una bebe como tú dices.—me quejo, ríe.
— Siempre serás una bebe para mí.— asegura y niego con la cabeza. Me atrae a sus brazos y me sujeta fuerte, me besa por encima de mi cabello.— No olvides lo fuerte que eres, siempre lo serás.
No entiendo por qué me está diciendo todo esto, estoy tentada a preguntar qué está sucediendo pero cuando estoy a punto de hacerlo escucho pasos acercándose a nosotros, mi madre se aparta y veo a mi padre que me da una sonrisa cálida.
— Butterfly.— susurra, siento el ambiente pesado.— Prométeme una cosa.
— Lo que quieras, papi.— respondí, sonreí incómoda. ¿Por qué actúan raros? ¿Qué está sucediendo? Quisiera preguntar pero sé que no obtendré respuesta.
— No puedes salir de tu escondite.—exige con autoridad, asiento.— Si alguien te pregunta que vistes o escuchaste, tú tienes que responder que no sabes lo que está sucediendo, no sabes dónde estás ni mucho menos sabes quién eres.
— Por más que trato de comprender, no lo hago.— los miro confundida, solo me observan hasta que mamá se acerca y pone su mano en mi mejilla, la acaricia.
— Nena, no esperábamos que lo entiendas.— confiesa, aparto mi mirada de la suya. Sé que aún soy pequeña pero me han enseñado muchas cosas que un niño de mi edad no logra entender.
— Promételo.—dice papá alzando la voz, asentí asustada.— No olvides que no recuerdas quien eres.
— Tampoco, ¿sé quiénes son? — cuestiono incrédula. Los dos apartan su mirada de la mía, mi mirada va primero a mi padre y luego a mi madre, quien no se atreve a mirarme.— ¡¿Qué está sucediendo?! ¡¿Por qué evitan mis preguntas?! ¡No creen que tengo el derecho de saberlo!—grito desesperada, mi cuerpo tiembla. Mis ojos se cristalizan.— Díganme que todo estará bien.— digo en un susurro, asustada.
— No tienes porqué preocuparte.—responde mi madre sin mirarme.
— ¿Papá? —desesperada mi mirada va en busca de él que se mantiene en silencio mirándome, trato de buscar respuesta descifrar lo que su mirada transmite pero todo es confuso.
— ¿Qué tienes que decir? —pregunta mamá al cambiar el tema.
— No sé qué sucede, no sé dónde estoy ni mucho menos quién soy.
— Pero con naturalidad.— dice mi madre.— No olvides lo que te hemos enseñado.
— No lo haré.— aseguro, me sonríen.
Trato de sentir tranquilidad, pero esta sensación que siento, me aterra. Algo está sucediendo, pero se niegan a decirme. Los latidos de mi corazón son acelerados, y mi respiración es pesada mientras lagrimas recorren mis mejillas.
— Respira, butterfly.— me indica mi madre.— Inhala, Exhala
Repito el ejercicio.
No sé cuántos minutos pasan, pero mi respiración se regula; aun así, esta opresión en mi pecho permanece asfixiando mi ser.
— Así se hace, butterfly.—me felicita mi madre.— Lo hiciste muy bien.
Asiento sin mirarla.
Me mantengo cabizbaja, las lágrimas no dejan de salir.
— Butterfly, mírame.— susurra mi padre, levanto mi mirada, y observo a mi madre llorar. — Las promesas…
— Se cumplen.—añado. Limpio mis lágrimas, corro a sus brazos.— No importa que sucede esta noche, cumpliré mi promesa.—digo en medio de sollozos.
— Mi butterfly es inteligente. —escucho que dice mi padre, me sujeta fuertemente, mi madre también se une mientras me susurra cosas que no logro entender.— Никогда не забывай, что мы любим тебя.
Me despierto de golpe asimilando el último recuerdo que tengo de mi infancia, pero más que un recuerdo es una pesadilla. Lagrimas recorren mis mejillas, siento un fuerte dolor que hace opresión en mi pecho, trato de respirar hondo, pero siento un nudo en mi garganta que no me permite respirar, mi cuerpo se estremece mientras me abrazo a mí misma. La habitación está oscura aunque puedo ver mi reflejo en el espejo, observo lo que otros no pueden ver, veo lo que soy, pero esta no soy yo.