Ray al no tener razón de Angie, prefirió darse rápidamente una ducha. Estuvo atento al teléfono en todo momento. Al salir se vistió lo más rápido que pudo. Ya eran casi las nueve de la noche. No estaba acostumbrado a estar solo, por lo que el silencio en esa casa resultaba incómodo. Podía contemplar sus pensamientos, escuchar su conciencia, atender a sus sentimientos; cuyo efecto a cada minuto lo torturaba.
«Llamaré a casa de Angie»
Se acomodó al lado del balcón, marcando a la casa de Angie. Al cabo de un rato escuchó la voz de Amalia.
—Buenas noches.
—Amalia, buenas noches.
—Sí. ¿Con quién hablo?
—Soy Ray. ¿Está Angie por ahí?
Amalia del otro lado, frunció el ceño. Y fue inevitable no sentirse muy preocupada. Meditó su respuesta.
«Se suponía que debería estar ya en la mansión
