Capítulo 8:

1137 Words
El cuerpo de Felipe se tensó mientras sentía como un líquido caliente se deslizaba desde su entrepierna hasta el pie izquierdo. Fue instintivo, casi un impulso primitivo el caminar dos pasos hacia Mariano, quien aún permanecía recostado en la camilla con la pierna extendida; antes de notarlo había pasado su brazo por su espalda para envolverla alrededor de su cintura. —¡¡Rápido de pie!! —gritó Felipe al mismo tiempo que tiraba con todas sus fuerzas del cuerpo casi inerte de su amigo. A tientas y temblando, ya sea por miedo o debido al frío que comenzaba a condensar la habitación, Mariano se puso de pie bajando de la cama. Sin perder tiempo, Felipe comenzó a tirar de Mariano en un intento desesperado por llegar a la morgue antes de que su tiempo acabará; pero la pierna aún anestesiada de su amigo no respondía, era como intentar correr con zapatillas de hormigón atadas entre sí. Aun así ambos chicos intentaban moverse lo más rápido que podía por los laberínticos pasillos en penumbra del lugar, esquivando camillas, bandejas y personas a su paso, sus respiraciones se volvieron irregulares por el esfuerzo casi de inmediato, también comenzaron a despedir un sudor frío que amenazaba con paralizarlos; sin embargo, siguieron su marcha. Frente a ellos el haz de luz volviéndose más nítido y real con cada paso que daban. Pero la esperanza murió en el preciso instante que una bandeja se atravesó en el medio de su camino. Sin poder evitar su impacto, chocaron de frente contra ella cayendo unos metros más allá en el frío piso de la clínica. Las fuertes y electrizantes punzadas de dolor se extendieron a lo largo del cuerpo de Felipe.El dolor y el miedo fueron reemplazados casi en un pestañeo por otras sensaciones: Una angustia paralizante, incomodidad y la impresión de estar siendo observado desde las sombras sustrajo toda su atención, e instantáneamente volteó a observar un rincón apartado, el más alejado de su camino. El lugar se encontraba envuelto entre las sombras, no había rastro de alguna posible silueta o pistas que le indicaran que había algo que los acechara Aun así, se intensificaron sin explicación aparente, como si un sexto sentido le advirtiera que estaba observando el rostro de la maldad pura. El bajo quejido de dolor que emitió Mariano lo devolvió a la realidad, atrayéndolo a su propia carrera por sobrevivir. «Corre y corre, el Titiritero está cerca» Volvió a sonar esa voz hermosa y perversa, incitándolos a correr, a jugar sus juegos, obligándolos a ser las presas de un depredador tan antiguo como el infierno. Eso fue todo lo que Felipe necesito para volver a concentrar todo su enfoque en salvar su vida. Cómo si un rayo de tormenta poseyera su cuerpo,a toda velocidad se volvió a poner en pie, pero una mirada en dirección a su amigo le dijo que él no ganaría el juego. Cansado, adolorido, con una pierna adormecida y la otra entumecida por el fuerte impacto. El destino de Mariano ya había sido escrito, y el arrastrar su cuerpo por los pasillos solo lo volvía vulnerable, sumiendolos a ambos en una inevitable muerte. Los ojos verdes de Felipe brillaron como esmeraldas en el mar cuando se encontraron con los azules ojos de Mariano. Sin perder un segundo, Felipe rotó por completo su cuerpo y comenzó a correr rumbo a la morgue, pero esta vez solo dejando a su amigo tirado a sus espaldas. El corazón de Mariano se sumergió en medio de su pecho, un nudo se apretó en medio de su garganta mientras en su mente crecía una verdad que no quería saber. —Cobarde, maldito cerdo inútil y cobarde— gritó una vez que tragó con fuerza el nudo creciente, al tiempo que intentaba y fallaba en ponerse de pie. Unos metros más adelante, la silueta de Felipe se vislumbraba a unos pasos de llegar a la morgue, sin embargo se detuvo de forma abrupta. Se acercó a una pared y sujeto las barandillas de una silla de ruedas, en menos de un latido, su amigo comenzó a correr de regreso. Al preciso lugar donde Mariano permanecía sin poder incorporarse del suelo. El nudo formado en la garganta de Mariano se disolvió, y un temblor que no había notado de su mentón, cesaba al ver acercarse más y más a su amigo. Cuando Felipe llegó junto a él, los ojos de este último se encontraban empañados por pequeñas lágrimas que él no logró identificar. —¡¡Súbete, ahora!! —gritó el muchacho mientras soltaba su feroz agarre de la silla; sin darle tiempo de reaccionar, lo sujetó por detrás de la camisa tirando con fuerza hasta dejarlo sentado en la silla. «No te escondas, él ya sabe dónde estás» Volvió a hablar aquella perversa vos,Felipe no la escuchó y comenzó a correr con todas sus fuerzas hacia la morgue. Sus piernas quemaban por el dolor y esfuerzo, sus pulmones se incendiaban con cada respiración que daba, pero dejó todo eso en segundo plano, sus ojos enfocados de forma feroz en la luz al final del pasillo, como si esta fuera una presa a la que debía cazar. Antes de notarlo, los dos atravesaron la puerta del lugar siendo abordados de forma casi inmediata por el nauseabundo olor a carne podrida. Con la inercia de la carrera, a Felipe le fue imposible frenar la silla, sus ruedas viejas se trabaron por el óxido acumuladas en ellas, haciéndolos volcar. Pero el dolor del fuerte impacto no les importó, ambos se habían salvado de el Titiritero. —¿Con qué cerdo inútil y cobarde?— dijo Felipe, entre risas histéricas y respiración entrecortada en el suelo del lugar. —Tenía que motivarte para volver —contestó Mariano sumándose a las risas. Cuando Felipe logró controlar su respiración, se puso de pie y caminó unos pasos hacia la puerta de entrada de la morgue. —Ni por un segundo vuelvas a creer que te abandonaré, nunca dejaré a mis amigos a su suerte… por más que sean unos cerdos, inútiles y cobardes —dijo Felipe con una sonrisa que Mariano no vió, mientras intentaba enfocar sus ojos a la oscuridad que aún reinaba en el exterior. Más allá, en mitad del pasillo una silueta humanoide, alta y delgada, vestida de traje oscuro, manos grises alargadas color grisáceo lo observaba de forma directa. El Titiritero le sonrió, revelando unos horribles caninos extremadamente afilados, que entornaba perfecta con sus ojos color rojo sangre. Sin embargo esto último no fue lo que más lo aterrorizó, la silueta extraña que emergió detrás de él, le generó las mismas sensaciones que momentos atrás. Pero solo duró unos instantes, antes de que esta levantara sus manos enguantadas y en menos de un parpadeo desapareció, junto a las sensaciones y el Titiritero.
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