Alana y Edur caminaron juntos por las bulliciosas calles de la ciudad, sus manos entrelazadas en un gesto que se sentía tanto natural como profundamente íntimo, el murmullo de la gente, el ruido de los autos y el aroma a pan recién horneado creaban un escenario urbano vibrante, pero para Edur, todo se desvanecía cada vez que miraba a Alana, observar su sonrisa ligera, su aparente comodidad con su cercanía, le llenaba de una calidez que nunca antes había conocido, más porque ella no se quejaba del beso robado, y eso lo alentó a ser aún más osado; su ronroneo bajo y casi instintivo surgió al notar que Alana no retiraba su mano, sino que incluso parecía disfrutar de su contacto.
— ¿Tienes hambre? — le preguntó de repente, con una mezcla de preocupación y cuidado en su voz. — Estás muy delgada, Alana. Deberías comer algo, casi no desayunaste.
Alana alzó la mirada, un poco sorprendida por la ternura en las palabras de Edur, era verdad que Edur nunca la molesto hasta esa fatídica noche, él solo la ignoraba, quizás por eso, ella había suspirado más de una vez su nombre, por solo verlo pasar a su lado, ahora, no podía evitar anhelar su cercanía, pero a la vez se reprochaba ese sentir, pero sin lugar a dudas, no negaría que le gustaba su atención, el que alguien además de sus amigos o los reyes se preocuparan por ella, la llevaba a recordar el antes, cuando tenía una familia que la queria.
— Podríamos almorzar algo, en la cafetería donde quede a deber el café, sirven unos emparedados muy buenos, y hamburguesas que debes de probar, en verdad, son deliciosas… aunque no se si el lugar te gustara, es sencillo, pero acogedor. — el entusiasmo de la pelirroja se veía reflejado en como movía sus manos, que permanecían entrelazadas, y Edur estaba en el mismo paraíso por vivir eso… su cercanía, Alana viéndolo sin miedo, ni rencor.
— claro que sí, bebé, llévame donde tu quieras. — las mejillas de Alana estaban alcanzando niveles insospechados de enrojecimiento, el apodo que Edur le acababa de dar la dejo tan acalorada, que la loba juraba que si nevara su rostro derretiría la nieve a kilómetros de distancia.
Y así Edur la dejó guiarlo, absorto en cada uno de sus movimientos, hasta que finalmente, llegaron al lugar: un pequeño café ubicado en una esquina tranquila de la ciudad, la fachada era rústica, y un letrero de madera tallada decía "Café Luna Nueva", y Edur no pudo evitar sonreír ante la coincidencia del nombre, el interior era aún más acogedor, las paredes estaban decoradas con fotografías antiguas y estanterías llenas de libros desgastados, como si el lugar fuera un refugio para almas nostálgicas, el aroma a café recién molido y a pasteles recién horneados envolvía el ambiente, creando una sensación de hogar, las mesas eran pequeñas, pero estaban adornadas con manteles a cuadros y pequeñas velas que parpadeaban suavemente.
— Me encanta este lugar. — confesó Alana mientras elegían una mesa junto a la ventana. — Es tranquilo y… bueno, siempre vengo con Gala y Benjamín, es nuestro refugió, ellos dicen que les recuerda a su hogar y… yo trato de imaginar lo que se sentiría el tener uno. — termino diciendo con voz suave, pero había una sinceridad en ella que conmovió a Edur.
— Es perfecto, para cuando estas lejos estudiando, pero… tu hogar será mejor que este café Alana… sé que aún es demasiado pronto para hablar de esto, pero… juro mi luna que un día, tu tendrás un hogar junto a nosotros, y lo amaras tanto que ya no querrás salir a ningún lado. — contestó, observándola con una intensidad que hizo que Alana desviara la mirada, ligeramente sonrojada.
Luego de eso, Alana se dedicó a contarle a Edur que se había decidido por estudiar licenciatura de diseños de interiores, algo que sorprendió a Edur.
— Creí escuchar a mi madre decir, que estabas estudiando administración de empresas. — rebatió sorprendido, pero no obtuvo respuesta ya que el mesero llego a tomar su orden.
Pidieron un almuerzo sencillo, una sopa caliente, un sándwich y un par de cafés y mientras esperaban su pedido, Edur no podía evitar observar cada detalle a su alrededor, sus sentidos, más agudos por su naturaleza, captaban las pequeñas cosas que hacían de este lugar el refugio de Alana, como el camarero que la saludaba con familiaridad, el rincón lleno de libros donde ella parecía perderse en otras ocasiones, e incluso el sonido de la música suave que resonaba en el fondo. Este lugar era una extensión de Alana, un pedazo de su mundo, y Edur quería entenderlo, admirarlo y protegerlo.
— Entonces, ¿mi madre se equivocó al decir aquello? — retomo la conversación cuando el mesero ya había traído su almuerzo.
— No, luna Lina te informo bien. — rebatió en medio de un mordisco a su hamburguesa y Edur sonrió mientras quitaba un poco de salsa de su labio.
— ¿Entonces? — notaba la renuencia de la pelirroja al hablar, pero de igual forma insistió, queria saber todo de ella.
— Es que… Osiel me prohibió ir a la empresa por dinero y se llevó todo lo que tenía. — le recordó, viéndolo a los ojos con vergüenza, pero también enojo, mientras a Edur un pedazo de emparedado se le atoraba en la garganta. — Entonces, vi que la carrera de decoración de interiores, era más corta y la matricula más barata, y luna Lina ya había pagado el primer trimestre, por lo que pedí hacer el cambio, me alcanzó para cubrir dos trimestres de carrera, y bueno, en la ciudad las personas aman a los perros, pero no tienen tiempo para pasearlos, asique trabajaba de eso, y a veces cuidaba niños, con eso me asegure de pagar todo el año, aunque claro que Gala se encargaba de pagar nuestro cuarto, me dijo que no me preocupara, que de igual forma ella lo tenía que pagar porque no pensaba compartir habitación, hasta que me conoció, dijo que fue algo mágico, que le caí bien con solo verme. — Edur notaba el esfuerzo que hacía Alana para quitarle hierro a la situación, no era por proteger a Osiel, tampoco por no hacerlo sentir mal, era vergüenza, de tener que subsistir por la bondad ajena, y aunque Edur podía suponer que la tal Gala hacía aquello como un acto puro de amistar, eso no queria decir que su luna se sintiera a gusto.
— Si ocupabas todo tu dinero en la carrera, ¿cómo pagabas tu comida y ropa?
—... No lo hacía, Benjamín y Gala me regalaban ropa, siempre decían que era un regalo por alguna cosa, como cuando me iba bien en los exámenes, y siempre pagaron por mí la comida… es por eso por lo que olvide que no tenía dinero hasta luego de tomar el café. — reconoció la joven desmigajando el pan y Edur se maldijo, le había arruinado el apetito a su luna.
—Ya no debes preocuparte por ello, te daremos dinero… — Alana comenzó a negar antes de que Edur terminara de hablar.
— No, eso sí que no, no quiero deberles nada. — Edur sintió aquello como un golpe, uno que no merecía él, sino Osiel.
— Alana…
— Quiero trabajar Edur, a eso iba a la empresa de la manada, no sabía si tu u Otto todavía estaban aquí en la ciudad, solo le queria preguntar a Osiel si me prestaba para pagar el café y si… podía trabajar haciendo recados en la empresa, o contigo… aunque no sé qué es lo que hacen, pero creo que nunca debí de olvidar la advertencia de Osiel, de no aparecerme jamás en su trabajo. — Edur apretó los dientes, su hermano sí que estaba en un gran problema, porque una cosa era hablar y decir “Le hice tal cosa a Alana, pero hagamos borrón y cuenta nueva, porque no sabía que era nuestra luna” y otra era ver el rostro de Alana y escuchar lo que pensaba, lo que había vivido, y lo que esperaba de ellos, que no era más que desprecio. — Edur ¿estas bien? — consulto inquieta al ver que los ojos de su Alpha cambiaban de color.
— Solo dame un segundo mi luna. — no podía hablar, se estaba ahogando con la furia hacia él y sus hermanos.
Y mientras tanto, en la empresa de la manada, el mismo infierno se desataba.